xxxix. are we too young for this?

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xxxix.
¿somos demasiado jóvenes para esto?








Había muerte.

Brigid lo sentía en cada parte de su cuerpo, en todo lo que ella era.

La Muerte estaba ahí, amenazante.

Se acercaba a alguien, alguien se debatía entre ella y la Vida.

Alguien a quien Brigid conocía, alguien a quien la Muerte llamaba.

Alguien que aún no estaba listo y luchaba por no dejar que la Muerte se le llevara.

Una lucha desequilibrada, que podría terminar de un momento a otro.

Los fantasmas se levantaban a su alrededor y ella podía sentirlos.

Las almas llamando a la de aquel que trataba de sobrevivir.

La oscuridad a su alrededor era demasiada.

La balanza se inclinaba de un lado a otro y Brigid extendía la mano, tratando de evitar que aquella vida acabara.

Que el hilo se cortara.

Brigid gritaba al sentir el dolor abrasante recorrer su cuerpo cuando tocaba la balanza.

Y la lucha entre la Vida y la Muerte acababa.

Un solo sonido se escuchó.

Un nombre, que parecía ser gritado a pleno pulmón en la distancia, pero que llegó a sus oídos como un leve susurro.

Morrigan.

Brigid se despertó gritando. Alguien le sujetaba por los hombros. Habían descorrido las cortinas de su cama. Escuchaba voces a su alrededor, pero no entendía ni una palabra.

El dolor ardiente que sentía no desaparecía. Brigid no abría los ojos, aún aferrándose a la oscuridad y a las sombras. Jadeaba y tosía, mientras unos brazos la sostenían.

El dormitorio de chicas de Hufflepuff se habían vuelto un caos en muy poco tiempo.

—¿Brigid? ¿Estás bien?

—¿Selena? —murmuró Brigid, desorientada.

Abrió los ojos vacilante, encontrando frente a ella el pecoso rostro de Susan, que era quien la sujetaba. Las mejillas de Brigid estaban empapadas en lágrimas.

—Sue... —murmuró Brigid, y su corazón se encogió—. Tu padre...

La vida de Jason Bones pendía de un hilo. Brigid la sentía, débil. No sabía si había cometido una tontería al tratar de inclinar la balanza.

Selena y Lily estaban a su lado. Sus rostros preocupados no auguraban nada bueno.

—¿Qué pasa con mi padre? —preguntó Susan, cuyo rostro había perdido todo color.

Brigid se levantó con cierto esfuerzo. Prim, Hannah Abbott y Megan Jones las miraban, sin saber que hacer. Susan sostuvo a Brigid al ver que ésta casi perdía el equilibrio.

—Tenemos que buscar a la profesora McGonagall —dijo Brigid, en un hilo de voz—. Ya.

—Bree... —trató de decir Prim, preocupada.

Pero Susan asintió.

—Iré con ella —respondió, mirando a las otras—. No os preocupéis.

Prim vaciló y miró a Brigid.

—Tengo que ir —susurró.

La rubia terminó asintiendo, aunque aquello no parecía hacerle mucha gracia. Brigid y Susan abandonaron el dormitorio y, una vez lejos de los oídos de las otras, Brigid susurró:

—Tenemos que pedir ayuda a la Orden, Susan.

—¿Qué le ha pasado a mi padre? —preguntó ella, en un hilo de voz.

Brigid vaciló. Pensó no solo en Susan, sino también en Harry, Nova, Vega, Jessica. Jason les había criado. Sabía el inmenso cariño que existía entre ellos, cómo los niños se consideraban hermanos. Cómo Jason era la figura paterna de los cinco.

Si algo le pasaba...

—Nada bueno, Susan —dijo Brigid, con voz queda—. N-no sé qué, pero alguien tiene que ayudarle. Con urgencia.

Miraba a Selena y Lily, que les habían seguido en silencio. Ellas podían enterarse de mucho más que Brigid. Eran invisibles para todos los magos y brujas. Tal vez, si pudieran averiguar dónde estaba Jason...

Pero Selena negó con la cabeza, con aspecto apesadumbrado.

—No sabemos nada, Brigid. Nada nos gustaría más que saber.

El corazón de Brigid se encogió.

—Tenemos que buscar ayuda —insistió. Susan asintió, sin decir palabra.

Casi chocaron con la profesora McGonagall, que entraba precipitadamente en la sala común de Hufflepuff vestida con una bata de cuadros escoceses y se llevaba una buena sorpresa al encontrarse con ellas.

—¡Señorita Bones, señorita Diggory! ¿Qué...?

—Profesora —interrumpió Brigid, en tono de urgencia—. Es Jason Bones, necesita ayuda, él...

—Lo sabemos —la cortó McGonagall, mirándola extrañada—. La pregunta es ¿cómo lo sabes tú?

—¿Qué le ha pasado a mi padre? —preguntó Susan, ahorrando a Brigid de tener que dar explicaciones. Sus pecas resaltaban más de lo normal por lo blanca que se le habían quedado las mejillas—. ¿Está bien? ¿Qué...?

—Jason ha sido herido durante una misión para la Orden —explicó McGonagall, bajando la voz—. Harry nos ha dado la voz de alarma. Van a llevaros a Grimmauld Place, Susan. Venía a buscar a las Bones y a Vega Black. Nova ya está con Harry en el despacho de Dumbledore.

—¿Mi padre está grave? —insistió Susan, en un hilo de voz.

Brigid no quiso hablar. El silencio de McGonagall dijo mucho. De un momento a otro, era Brigid la que sujetaba a Susan y no al revés.

—Sue... —susurró Brigid, sin saber qué hacer.

Le aterraba el pensar que ella podría haber peligrado la vida de Jason Bones. No tenía ni idea de si había causado más problemas.

Selena se colocó al otro lado de su hija, buscando darle alguna fuerza incluso sin que ella supiera que estaba allí. Brigid temió por un momento que Susan pudiera ver a su madre, pero no fue así.

Al parecer, solo podía compartir su don con Harry.

—Todo va a estar bien, cariño —le susurró Selena a Susan, incluso sabiendo que ésta no podría escucharla.

Brigid y Lily intercambiaron tensas miradas. Brigid podía ver el pánico en el rostro de la mujer pelirroja y eso solo empeoraba su propio miedo.

Jessica y Vega se les unieron pronto, las dos muy pálidas y sin entender qué pasaba, pero asustadas. McGonagall miró a Brigid, sin saber qué hacer.

—Señorita Diggory, tal vez usted...

—Brigid viene —dijo rápidamente Susan, que continuaba sujetando el brazo de ésta con fuerza.

—No sé si es lo más prudente... —dudó McGonagall.

Vega y Brigid intercambiaron una mirada.

—¿Vendrás con nosotras? —quiso saber la mayor, en voz baja.

Brigid se encontró asintiendo. McGonagall no insistió: se limitó a guiarlas a las cuatro al despacho de Dumbledore. Jessica y Brigid intercambiaron puestos, dejando ésta a Susan con su prima.

Terminó caminando junto a Vega al final del grupo, seguida por Selena y Lily. De vez en cuando, Brigid la observaba por el rabillo del ojo. Vega estaba muy pálida, caminando casi como sonámbula.

—Aún está vivo —dijo, casi sin siquiera pensarlo.

Vega le miró.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó. Su voz temblaba.

—Lo sé —se limitó a decir Brigid—. Confía en mí.

La mayor ni siquiera dudó en asentir.

—Vale. Gracias.

Brigid desearía poder haber hecho más, pero se limitó a dirigirle una tensa sonrisa a Vega.

Se adelantó con Jessica y Susan conforme subían las escaleras hacia el despacho de Dumbledore, dejando atrás a la profesora McGonagall y a Vega. Lily y Selena la siguieron aún sin decir palabra.

—¿Qué pasa, Harry? —preguntó Jessica al entrar al despacho. Como les habían dicho, Harry estaba allí junto a Nova y Dumbledore. Felicity también estaba allí—. La profesora McGonagall dice que has visto cómo atacaban a tío Jason...

—Vuestro tío ha tenido un accidente mientras trabajaba para la Orden del Fénix —explicó Dumbledore antes de que Harry pudiera hablar—. Lo han llevado al Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas. Os voy a enviar a casa de Sirius, que está mucho más cerca del hospital que la de Jason. Allí os reuniréis con James, Ariadne y Sirius.

Brigid dirigió una mirada a Selena y Lily.

—Id —dijo, en un susurro casi inaudible.

No tuvo que repetírselo dos veces. Ambas desaparecieron en un segundo.

—¿Cómo vamos a ir? —preguntó Susan, con un hilo de voz—. ¿Con polvos flu?

—No —respondió Dumbledore—. Ahora los polvos flu no son seguros, la Red está vigilada. Utilizaréis un traslador. —Señaló la vieja tetera de aspecto inocente que había dejado encima de la mesa —. Estamos esperando el informe de Phineas Nigellus. Antes de enviaros quiero asegurarme de que no hay ningún peligro.

—Ese hombre es un peligro —masculló Nova.

En ese momento se produjo un fogonazo en medio del despacho; cuando se apagó, apareció una pluma dorada que descendió flotando suavemente.

—Es el aviso de Fawkes —anunció Dumbledore, y cogió la pluma antes de que llegara al suelo—. La profesora Umbridge sabe que no estáis en vuestras camas... Minerva, vaya y entreténgala, cuéntele cualquier historia...

Vega le detuvo un momento antes de salir.

—Gracias —le dijo, en voz baja.

La mujer asintió.

—No ha sido nada.

Acto seguido, la profesora McGonagall salió por la puerta en medio de un revuelo de cuadros escoceses.

—Dice que será un placer —afirmó una voz aburrida detrás de Dumbledore; Phineas había vuelto a aparecer ante el estandarte de Slytherin—. Mi tataranieto siempre ha tenido un gusto muy extraño con los huéspedes.

—¿No cae en la cuenta que tres de sus huéspedes son sus tataratataraniestas o lo que sea? —masculló Felicity.

Nova se mantuvo pegada a Susan. Brigid se sentía algo de más en el grupo. Harry aún no le había mirado. Sin embargo, Vega le sujetó del brazo y se acercaron juntas a los demás.

—Entonces, venid aquí —les dijo Dumbledore—. Y rápido, antes de que llegue alguien más.

Se agruparon alrededor de la mesa del director.

—¿Todos habéis utilizado ya un traslador? —preguntó Dumbledore; los muchachos asintieron y estiraron una mano para tocar alguna parte de la ennegrecida tetera—. Muy bien. Entonces, cuando cuente tres, uno..., dos...

Sucedió en una fracción de segundo. Brigid buscó con la mirada a Harry. Él levantó la cabeza y sus ojos se encontraron. La mandíbula de Harry se tensó. Brigid quiso ir junto a él y tomar su mano, pero había algo que se lo impedía. Algo en el azul helado de los irises de Harry le detuvo.

Harry apartó la mirada de ella con brusquedad, casi asustado.

—... tres.

Brigid notó una fuerte sacudida en el estómago y el suelo desapareció bajo sus pies, pero seguía teniendo una mano pegada a la tetera; chocó contra los otros mientras salían despedidos a toda velocidad hacia delante, en medio de un torbellino de colores y una fuerte ráfaga de viento, arrastrados por la tetera... hasta que tocó bruscamente el suelo con los pies y se le doblaron las rodillas; la tetera cayó al suelo, y una voz cercana dijo:

—Ya están aquí esos mocosos traidores a la sangre. ¿Es verdad que su tío está muriéndose?

—¡FUERA! —gritó otra voz.

Brigid miró alrededor; habían llegado a la lúgubre cocina del sótano del número 12 de Grimmauld Place. Los únicos puntos de luz eran el fuego y una vela parpadeante que iluminaban los restos de una cena solitaria. Kreacher salía en aquel momento por la puerta que daba al vestíbulo; entonces giró la cabeza y les lanzó una mirada maliciosa al mismo tiempo que se colocaba bien el taparrabos. Sirius corría hacia ellos con gesto de preocupación. Iba sin afeitar y todavía llevaba puesta la ropa de calle; despedía un olorcillo a alcohol parecido al de Mundungus. James y Ariadne llegaban tras él. El padre de Harry le tendió una mano a Brigid y le ayudó a ponerse en pie.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Sirius, y estiró una mano para ayudar a Nova a levantarse—. Phineas Nigellus nos ha dicho que Jason está gravemente herido.

—Pregúntaselo a Harry —sugirió Jessica, dirigiéndole una tensa mirada al chico.

—Sí, yo también quiero enterarme —musitó Susan.

Brigid agradeció que no dijera nada sobre ella. Los pasos de Kreacher se habían parado en la escalera.

—Fue... —empezó Harry. Brigid advirtió que aquello no le gustaba en lo más mínimo. Ariadne le puso una mano en el hombro a su hijo—. Tuve una... especie de... visión...

Una visión de cómo una serpiente gigante atacaba a Jason Bones. Vega y las Bones le observaban en silencio, con rostro pálido. Sirius rodeaba con su brazo a Nova, que se mantenía en silencio y con la mirada fija en el suelo.

—Tenemos que ir a San Mungo —dijo Susan con urgencia, una vez Harry terminó su relato—. Sirius, ¿puedes dejarnos unas capas o algo?

—¡Un momento, no podéis ir todavía a San Mungo! —la atajó Sirius.

—Claro que podemos ir a San Mungo si queremos —le contradijo Jessica con testarudez—. ¡Es nuestro tío!

—¿Y cómo vais a explicar que sabíais que Jason había sido atacado antes incluso de que lo supiera el hospital?

Ariadne le detuvo con un gesto.

—Mary ya está con Jason y está ocupándose de él —dijo, tratando de calmar los ánimos—. Pero no podéis ir. Es lo que ha dicho Sirius: no podéis explicar cómo lo sabíais.

—¿Qué importancia tiene eso? —preguntó Nova acaloradamente.

—¡Importa porque no queremos llamar la atención sobre el hecho de que Harry tiene visiones de cosas que ocurren a cientos de kilómetros de distancia! —repuso Sirius con enfado—. ¿Tenéis idea de cómo interpretaría el Ministerio esa información?

Nova hizo un esfuerzo visible por tranquilizarse al comprender aquello, pero no pareció hacerle gracia que su padre le gritara.

—Podría habérnoslo contado alguien más... —insinuó Susan—, o podríamos habernos enterado por otra fuente que no fuera Harry.

—Escuchad, nosotros también estamos preocupados por Jason —dijo James, que se había mantenido algo apartado—. Remus está yendo para allá. También Amelia. Tenemos que esperar a que nos avisen. No hay nada que querríamos más que dejaros ir, pero si os presentáis todos allí... Podríamos tener problemas. Tanto Jason como Harry. Ir solo lo haría más difícil todo, y sabemos lo frustrante que resulta, pero...

—Pero hay cosas por las que vale la pena morir, ¿no? —murmuró Vega, tomando parte en la conversación por primera vez. Todos la miraron, en silencio. Se le veía agotada—. Tío Jason estaba cumpliendo con su deber en la Orden. Él lo eligió. Y ahora podría morir y nosotros... Solo estamos aquí. Y puede que él muera y ¿luego qué? ¿Tendremos que seguir como si nada pasara? ¿Sería solo otra muerte inútil?

Ariadne suspiró.

—Ninguna muerte es inútil, Vega, porque ninguna vida lo es —murmuró—. Pero hay veces que solo se puede esperar y desear que pase lo mejor. Y cuando no es así...

—Sigue vivo —dijo Brigid, que no podía seguir aguantando aquello. Todas las miradas, excepto la de Harry, fueron a ella—. Sigue vivo y está luchando, y no sé si yo lo he hecho mejor o peor, pero aún sé que sigue aquí. No se ha debilitado, ni tampoco está estable del todo, pero... Hay esperanza.

Silencio. Nadie parecía saber qué hacer o decir. Nova tamborileaba con los dedos sobre la mesa. Harry no levantaba la mirada del suelo. Susan apoyaba la cabeza en el hombro de Jessica, con aspecto agotado. Ariadne se apoyaba en la pared, mirando a Brigid con preocupación. James le dio la mano a su esposa. Sirius carraspeó.

—Ya sabemos que es difícil, pero hemos de fingir que todavía no sabemos nada. Debemos quedarnos aquí, al menos hasta que tengamos noticias de Amelia o Remus, ¿de acuerdo?

—Está vivo —susurró Vega—. Confío en que tengas razón, Brigid.

Susan fue hacia la silla más cercana y se sentó en ella. Jessica la siguió al poco tiempo. Nova masculló algo, negó con la cabeza y también tomó asiento. Harry fue a su lado.

—Así me gusta —dijo Sirius alentándolos—. Bueno, vamos a..., vamos a beber algo mientras esperamos. ¡Accio cerveza de mantequilla!

Levantó la varita mágica mientras pronunciaba aquellas palabras, y varias botellas salieron de la despensa y fueron volando hacia ellos, se deslizaron por la mesa, esparciendo los restos de la cena de Sirius, James y Ariadne, y se detuvieron hábilmente delante de cada uno de ellos.

—No siempre hace falta beber para solucionarlo todo, Sirius —susurró Ariadne. Ella y James también habían tomado asiento.

—Pero sí puede venir bien en ocasiones —respondió su marido.

Solo Brigid, Vega y Sirius se mantenían en pie.

Todos bebieron, y durante un rato sólo se oyeron el chisporroteo del fuego de la cocina y el ruido sordo de las botellas al dejarlas en la mesa.

Vega se llevó su botella en la mano y abandonó la sala. Nova parecía querer decirle algo. Sirius también. Pero la dejaron marchar en silencio.

Brigid salió de la sala también poco después, sintiéndose como una intrusa en su interior. Se encontró con Kreacher en las escaleras y esbozó una mueca.

—¿No te habías marchado? —preguntó, en tono cortante.

El elfo la miró con sus ojos inyectados en sangre.

—¿Qué hace aquí la traidora si no es su tío el que está muriéndose? —dijo Kreacher, con una sonrisa maliciosa.

—No va a morirse —escupió Brigid—. Y me gustaría saber si mi habitación está preparada.

Se sorprendió al escucharse hablar de ese modo. Al elfo también pareció pillarle desprevenido su tono.

—¿Por qué quiere la traidora la habitación de mi pobre amo Regulus? —lloriqueó Kreacher—. Es una casa grande. Una traidora no debería estar ahí.

—¿Y quién dice que yo no deba estar ahí? —preguntó Brigid, en voz baja—. ¿Tú?

Su tono casi resultaba peligroso. Brigid no sabía de dónde salía aquello. No tenía claro si le gustaba o no. Pero estaba cansada y no sentía ánimo para soportar las tonterías del elfo.

Kreacher la miró, un nuevo respeto apareciendo en sus ojos.

—Su habitación está lista desde hace tiempo, señorita —dijo, observándola con curiosidad—. ¿Quién sabe? Puede que merezca el dormitorio del amo Regulus, después de todo.

—Gracias —masculló Brigid, retomando la subida.

Subió hasta su dormitorio, pero se detuvo al pasar por delante del de Vega. La puerta estaba cerrada, como lo había estado durante casi todo el verano. No se escuchaba nada desde el interior. Pero Brigid estaba preocupada por Vega.

Quería entrar, pero no sabía si era una buena idea. Cualquiera de los que estaba abajo consolaría a Vega mucho mejor de lo que Brigid podría. Aquello resultaba evidente.

Escuchó un ruido sordo al otro lado de la puerta. Vaciló, pero la golpeó con el puño tres veces y se detuvo a esperar una respuesta.

—Pasa —dijo la voz de Vega.

Brigid pudo ver la sorpresa en su rostro al verla entrar. Vega se irguió de golpe, sentada en la cama como estaba. Resultaba evidente que, de todas las personas que había en Grimmauld Place, a quien menos esperaba ver entrar era a Brigid.

—¿Pasa algo? —preguntó Vega, tras carraspear.

—Quería ver cómo estabas —murmuró Brigid, casi avergonzada. Entrar no había sido una buena idea—. N-ni siquiera sé qué hago aquí, lo siento, yo...

Hizo ademán de salir. Vega, con una extraña mirada en el rostro, la detuvo.

—No, está bien. Puedes quedarte —le dijo, en voz baja—. Puede que seas la persona que más necesitaba ver.

—¿Yo? —se extrañó Brigid—. ¿Por qué yo?

—Porque eres a la que menos relaciono con tío Jason —suspiró Vega, encogiéndose de hombros—. Y hay algo en ti que me gusta, Brigid. Puede que no seamos especialmente cercanas, pero... Te veo con Susan, con Nova. Sobretodo, con Harry. Y sé que ellos te valoran. Confío en su criterio. Confío en el criterio de Cedric. —Le dirigió una breve mirada—. Y confío en ti.

Brigid le dirigió una débil sonrisa.

—Créeme, yo también confío en el criterio de todos ellos —dijo, en voz baja—. Y no hay una cosa mala que me hayan dicho de ti.

Vega casi sonrió.

—Créeme, te sorprenderías.

—Lo mismo digo.

—¿Por qué no te sientas?

Y Brigid tomó asiento junto a ella en la cama. Ambas se quedaron en silencio unos segundos. Vega suspiró.

—Presiento que será una noche larga —masculló.

—Él sigue vivo —murmuró Brigid.

—Lo sé. De no haber sido así, ya hubiera llegado el mensaje. O nos hubieras avisado tú, con esos poderes raros. —Le dirigió un atisbo de sonrisa—. Pero odio la espera. Odio no hacer nada mientras alguien podría estar muriendo. Parece que... Cuando en el laberinto...

Se calló. Brigid no le presionó. Imaginaba de sobra a qué o, mejor dicho, a quién se refería al decir aquello. Deseaba con todas sus fuerzas decir algo para ayudar a Vega, pero ni siquiera sabía cómo ayudarse a sí misma. ¿Cómo iba a ayudar a otra persona?

—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo Vega, casi con voz temblorosa—. No quiero que te sientas obligada a responderla, solo... Necesito decirla en voz alta.

Brigid asintió.

—¿Cómo lo haces para... seguir? —murmuró Vega—. Y que conste que no quiero insinuar nada de... Ya sabes.

—¿Lo que dicen sobre que mi hermano no me importaba? —completó Brigid, en voz baja.

Vega parecía comenzar a arrepentirse de haber hablado.

—No tienes que...

—Es algo que yo también creo que necesito decir en voz alta —susurró Brigid, pensativa. Trató de encontrar una manera de expresar cómo se sentía. Cómo estaba siendo todo últimamente. No era fácil—. La mayor parte del tiempo, no sé cómo sigo funcionando. Me sale casi automáticamente. Luego... Trato de controlar la culpa, pero es difícil. Me siento feliz y luego culpable porque él no está aquí y se supone que no debería sentirme feliz. Vivir sin él no es lo mismo y nunca lo será. —La voz se le rompió, pero no dejó de hablar—. Muchas veces quiero llorar, y lo hago. Otras, solo me siento vacía. Otras, casi parece que nada ha pasado. Es... un caos. Ni siquiera sé si realmente estoy siguiendo adelante o no.

Una lágrima rebelde había escapado y había caído por su mejilla, pero a Brigid no le importaba. Cruzó los brazos y observó en silencio la pared frente a ella. Vega no sabía qué decir y Brigid tampoco.

—Se termina llegando a una paz relativa. —Brigid levantó la cabeza y se llevó una sorpresa al ver a Anthea frente a ella—. Cuando menos te lo esperas, eres capaz de mirar hacia atrás y sonreír. Pero se tarda mucho en llegar a ese punto. —Pareció entender la mirada que Brigid le dirigió y casi sonrió—. Sí, incluso cuando pienses que es imposible.

—Es solo que... me siento tan rara la mayor parte del tiempo —masculló Brigid, y no sabía si se dirigía a Vega o a Anthea—. Como si ya ni siquiera supiera quién soy.

—Yo también —admitió Vega, con un hilo de voz—. Estoy perdida y... Por Merlín, ni siquiera sé a qué punto he llegado para sentirme así. Al principio, estaba vacía. Aún me siento así la mayor parte del tiempo. E-es como si no pudiera sentir las emociones como antes, como si estuviera bloqueada. Me enfado rápido, me echo a llorar en segundos. Puedo estar riéndome de un momento a otro y luego nada. Lo detesto.

Brigid asintió en silencio. Miró a Vega, recordando algo. No sabía si era buen momento para preguntarlo. La otra chica le hizo un gesto, notando su mirada.

—Sea lo que sea que tengas que decir, suéltalo.

—¿Qué pasó con Callum Carrow la otra noche?

Vega vaciló. Estaba claro que no esperaba aquello. Agachó la cabeza y soltó un largo suspiro. Brigid aguardó, sin saber muy bien qué hacer o decir.

—¿Me guardarías un secreto? —susurró Vega, y Brigid se sorprendió al ver lágrimas en sus ojos plata. Asintió lentamente—. E-es algo que nunca tendría que haber pasado. Ni siquiera sé en qué momento ocurrió, pero...

Lentamente, Vega se subió el grueso jersey que llevaba puesto, dejando a la vista su vientre. Un vientre claramente abultado. Brigid se lo quedó mirando con horror.

—Tú... Cedric... —fue lo primero que le salió decir, en voz muy baja.

Con los ojos anegados de lágrimas, Vega asintió.

—Pensé en decírselo a mi padre o a tío Jason. Pensé en abortar..., y-ya sabes, esa cosa que hacen las muggles cuando no quieren o no pueden tener el bebé. Lo pensé muy seriamente. Pero... —Negó con la cabeza, al tiempo que el primer sollozo se le escapaba—. E-es lo último que tenía de Cedric, y estaba asustada, y soy una gran estúpida, pero... Pero pasó, y ahora ya no sé qué hacer. Y no quiero seguir guardándolo en secreto, porque creo que me voy a volver loca y sé que tampoco es algo que pueda seguir siendo un secreto mucho tiempo. Callum me amenazó porque lo sabe de algún modo y casi perdí la cabeza. Yo no quería... S-siento mucho decírtelo así, pero...

Brigid abrazó a Vega y la mayor se aferró a ella y se echó a llorar entre sus brazos. Brigid cerró los ojos y también lloró. Lloró por todo lo que podría haber sido y nunca sería, porque Cedric ya no estaba y eso había condicionado sus vidas para siempre.

Lloró porque sentía el dolor de Vega y sufría solo de imaginar cómo habría estado sobreviviendo ella los últimos meses. Porque aquello era lo que estaban haciendo: sobrevivir.

Lloró porque aún sentía el dolor vivo en su pecho y, aunque riera y continuara con su vida, ese dolor seguía allí y no le abandonaba.

Lloró porque estaba cansada de aquello. Porque eran demasiado jóvenes para aquello, pero ahí estaban a pesar de todo.

—S-si a tío Jason le pasa algo, yo... —terminó diciendo Vega, con voz temblorosa.

Brigid sostuvo su mano.

—No le pasará nada —aseguró. Porque, por primera vez, estaba segura de algo—. Confía en mí.

Y era de que había inclinado la balanza para el lado correcto.

—Confío en ti, Brigid —murmuró Vega—. Él siempre confiaba en ti. Eras lo más importante para él, ya te lo dije. Pero no confío en mí. Hace tiempo que no lo hago. Creo que solo estoy tomando malas decisiones.

Brigid podía ver la mirada atormentada de Thea mientras ella abrazaba a Vega.

—Estás cometiendo errores, pero no todo son errores, Vega —murmuró Brigid—. Aunque no lo creas, sí estás mejorando. Lo estamos notando todos. Lo están notando Harry y Nova. No sabes lo feliz que Harry se siente cuando hablas en el ED o simplemente sonríes. Ellos dos te aman, Vega.

—Y sé que también sufren porque yo estoy sufriendo y lo detesto, Brigid —respondió la mayor, negando con la cabeza—. Desearía poder estar bien para ellos. Desearía poder simplemente apagar todas mis emociones. La culpa, la tristeza, la rabia. Pero parece que solo se intensifican cuando pienso en ello.

»Y ahora, voy a ser una madre solo porque fui demasiado estúpida como para pedir ayuda y ni siquiera sé cómo actuar al respecto. Solo sé que voy a hacerlo pésimamente.

Brigid notaba la frustración en cada una de sus palabras. Y no tenía ni idea de qué hacer o decir. Buscó ayuda en Anthea, pero ella solo permaneció en silencio.

—Ellos lo entienden, Vega. No te culpan ni van a culparte. Están esperando a que estés bien y están dispuestos a ayudarte. No les evites, porque preferirían mil veces que les admitieras que no estás bien a que les ignores.

»En cuanto al otro asunto... ¿Quién dice que vayas a hacerlo pésimamente, Vega? —preguntó, y le sorprendió lo dulce que sonó su voz—. Este niño o niña no solo va a tener la suerte de tenerte a ti, sino a cuatro tías geniales y un tío increíble que van a ayudarte en todo lo que sea posible. Eso sin olvidar al abuelo que espera abajo y a todos tus tíos dispuestos a ayudarte. Vas a preocuparte por este niño y a quererle más de lo que imaginas, Vega. Estoy convencida de ello. ¿Tú quieres tener al bebé?

Vega se secó las lágrimas y soltó un suspiro.

—Sí, pero estoy aterrada por ser madre —admitió, en tono muy bajo—. Desearía poder hablar con mi madre ahora mismo.

—Yo también quisiera poder hablar con la mía —murmuró Brigid—. Conocerla.

—¿C-conocerla? —repitió Vega, confundida.

Brigid tardó un segundo en darse cuenta de que había hablado de más. Agachó la cabeza. Era tarde para negarlo. Lo mejor era decirlo del tirón.

—Amos es mi tío, no mi padre. Mi madre biológica es su hermana, Gwen, y mi padre... —Dudó, pero ya que había dicho eso, lo decía todo. Carraspeó—. Mi padre es Regulus Black.

Lo dijo tan rápido que temió que Vega no lo hubiera entendido. Sin embargo, el silencio que siguió a sus palabras le hizo comprender que sí.

—Vaya —murmuró Vega, lentamente—. N-no esperaba...

—Me enteré en verano —confesó Brigid—. Solo lo saben Amos, Charlotte, Sirius y Harry. Y ahora, tú.

Vega asintió muy despacio.

—Somos... primas —dijo, frunciendo el ceño—. Vale. Podría ser peor. —Un destello de horror atravesó su rostro—. ¿C-Cedric es también hijo de Regulus y Gwen o...?

—¡No, no, no! —se apresuró a decir Brigid, horrorizada—. Cedric es mi primo, pero no tiene nada que ver contigo. Nada. Es hijo de Amos y Charlotte.

Después de unos segundos, Vega se echó a reír. Brigid se encontró riendo también antes siquiera de pensar qué le parecía tan gracioso. Ambas rieron, ante la mirada de Anthea, que observaba todo desde una esquina, con una vaga sonrisa en los labios.

—Una vez, vi a Aura Potter y Regulus Black en una situación parecida —murmuró, notando que Brigid le miraba con cierta confusión—. Eran prácticamente extraños, pero Regulus supo ayudar a Aura mejor que nadie. Resulta bonito ver que ese vínculo no se ha perdido, aunque sea en sus hijas.

Brigid asintió. Vega suspiró a su lado.

—Mi vida es un desastre —soltó—. Ni siquiera sé de qué me rio.

—Yo tampoco —admitió Brigid—. ¿Qué más da? Estoy harta de todo.

—Yo también —asintió Vega. Colocó una mano sobre su vientre y suspiró—. Estoy para finales de marzo, pero lo más seguro es que se adelante. Si se lo digo a mi padre, no me dejará regresar a Hogwarts.

—Puede que sea lo más prudente, Vega —respondió Brigid—. Umbridge no te dejará irte del colegio si vuelves.

Vega esbozó una mueca al escuchar el nombre. Brigid advirtió las tenues cicatrices que tenía en el dorso de la mano; no alcanzó a leerlas porque ella la apartó.

—Sé que tengo que decírselo, pero odio la idea. No sé si estarán decepcionados, o se enfadarán, o... No lo sé. ¿Sabes? Quise ir a tu casa en verano. Decírselo a tus pa... A Amos y Charlotte. A ti. Pero fui incapaz.

—Puede que sea mejor que no lo hayas hecho —susurró Brigid. No quería imaginar cuál hubiera sido la reacción de Amos.

Vega se encogió de hombros.

—No lo sé. Solo sé que tengo diecisiete años y voy a ser madre, hay una guerra en camino, mi tío está muriendo y... Y no tengo ni la más remota idea de qué hacer.

—Puede que no sea tan complicado —aventuró Brigid—. Puede que solo tengas que pedir ayuda.

Vega bajó la vista.

—Ojalá fuera tan fácil.

Brigid le sonrió.

—Si has podido conmigo, ¿por qué no con tu familia? Ellos están deseando que acudas a ellos, Vega. Créeme.

—No sé si seré capaz —admitió ella, casi avergonzada.

Brigid buscó su mano y se la sostuvo.

—Yo sí sé que eres capaz. Eres mucho más fuerte de lo que crees, Vega. No pienses lo contrario.

Una vacilante sonrisa apareció en el rostro de la mayor.

—Gracias, Brigid.




















feliz cumpleaños al hombre de bree con un no tan feliz capítulo !!!

juro que no planeaba que fuera este cap el que subiera hoy pero son cosas que pasan srry

anyways, les dejo un regalito :)

me acordé mucho de aura y reg en este cap ngl, mis niños ay, ni ellos dos ni bree y vega merecen esto :(

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