CAPÍTULO 13

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Las mañanas en Nueva York eran, de vez en cuando, lluviosas en extremo. A ella se le había ocurrido el peor de los días para transitar con un vehículo prestado.

Para empezar, ni siquiera sabía por qué se había puesto un par de gafas de sol si el cielo estaba espantoso y nublado; segundo, Pepper iba a matarla por llevarse su auto; su sueldo no cubriría el seguro, y en tercero maldecía con todo su ser a las disparatadas ideas de Margaret.

Estaba varada en medio de la vía pública, demasiado temprano y con su mejor expresión de inocencia.

— Señorita, necesito su identificación y su tarjeta de manejo. — exigió por cuarta vez.

— ¿La tarjeta? ¡Oh, debí haberla olvidado en el otro bolso! Usted sabe, las chicas no pueden tener solo uno — soltó una risa tonta, de la que seguro se arrepentiría más tarde— Oiga... ¿Le han dicho alguna vez lo lindos que son sus ojos? Vaya, me atraen tanto los ojos castaños. Deberíamos salir alguna vez. — guiñó coqueta; aturdiéndolo por un segundo, estaba funcionando...casi por completo.

— Bueno, sí, son como los de mi madre. — sonrió y apoyó un brazo sobre el capó.

— Seguro que sí, hábleme de usted— leyó la placa de su uniforme.— Pitt.

— No soy muy interesante, un simple oficial de tránsito, se hace lo que se puede.

— No sea modesto, todos necesitamos a alguien como usted — lo miró de pies a cabeza y pestañeó dudosa—; fuerte, valiente, que nos mantenga a salvo.

— ¡Qué va, señorita! Es un pla...

— ¿¡Natasha!?

Ella tuvo que soltar las gafas de sol para enfocar al idiota de Rogers, que se había quedado igual de varado en medio de todo, solo para dejar su identidad al descubierto. Si no se ponía a chillar de frustración era porque no quería hundirse más.

— Bueno, un placer conversar con usted, oficial Pitt. ¡Nos vemos!— intentó arrancar y salir de ahí, pero ambos hombres la detuvieron en plena fuga.

— ¡Romanoff, espera!

— ¡Grita más alto, Rogers, creo que en la otra cuadra no te oyeron!

Él bajó de su auto con un paraguas en mano, y ella tuvo que...Bueno, bajar la guardia, quitar su pie del acelerador y tumbarse de espaldas contra el asiento; pero ninguno de los dos estaba más desconcertado que el oficial.

Steve desplazó al delgaducho hombre y obligó a Natasha a encararlo.

— ¿Que Rayos haces aquí? No te vi en el trabajo, ¿Y de dónde demonios sacaste ese auto?

El tipo, que ya estaba lo bastante interesado, elevó una ceja dirigiéndose a la azorada Natasha. A la cual la brisa fresca y las gotas de lluvia no parecían calmarla.

— ¿No es su auto?

— ¿Mío? Por supuesto que es mío, lo he tenido desde siempre. No le preste atención a este hombre, suele divagar. Seguro me confundió con, Ehm... ¿Sabe qué? Está diluviando, se resfriara, ¿Por qué mejor no me voy y así usted puede volver a la cabina?

— Este lugar está prohibido para estacionarse, voy a tener que multarla.

— ¿Natasha, que está ocurriendo?

— Rogers, preguntas en la oficina— siseó entre dientes—. Oficial, le juro que la olvidé; pero quizá quiera que se lo compense con un postre luego.

Steve la miró con ojos desorbitados y la mandíbula desencajada. Fue suficiente, subió del lado del copiloto y elevó las lunas de las ventanas; pidiendo un segundo de privacidad. El oficial de tránsito se quedó inmóvil mientras veía la interacción sin escuchar ni una palabra de lo que parecían ser gritos de gente exaltada.

— ¡Lo estás arruinando! ¿Qué haces aquí?

— Iba directo a tu apartamento. Llegué a la oficina y ¡Oh, sorpresa! Hill me dijo que habías llegado y te habías ido tan rápido como un rayo. Creí que estabas enferma o algo.

Ella aclaró su garganta buscando las palabras adecuadas mientras se percataba de su mirada insistente. Pues bien, aquello por más estúpido que sea, era también adorable, incluso para él.

— Lindo que te preocupes, Rogers, pero tengo una salud excelente. — disimuló con éxito.

— ¡No es por eso! Stark vendrá al receso, necesitamos hablar de cifras, publicidad. Algo corto, pero práctico.

— Qué considerado. — murmuró con sarcasmo.

El hombre afuera tocó el vidrio; llamando su atención, y Steve pidió otro minuto más; dejándolo con la palabra en la boca.

— Romanoff, lo que sea que estés haciendo, dale una pausa.

— ¿Debo recordarte que estoy en este lío por salvarte el pellejo, Rogers?

— ¡Oh, ahora es por mí! Yo no te lo pedí, Natasha.

— Deja de quejarte y se agradecido.

Otro toque más, y ellos gritaron al unísono:

— ¡¿Qué?!

— Voy a remolcar este auto y el de allá.

Steve rodó los ojos y sacó un par de dólares de su billetera, intentando comprar su silencio.

— Disculpa, amigo, pero estamos en una importante reunión de trabajo. ¿Nos das un minuto? Gracias.

— Lo siento, señor, no puede sobornar a un oficial de tránsito. — negó con firmeza; pero Steve sacó otro billete.

— ¿Y ahora?

— Conduzcan con cuidado.— sonrió como si nada hubiera pasado y desapareció de ahí.

Natasha volvió a mirarlo con furia en los ojos, y tomando la revista de la guantera, arremetió contra su pecho.

— ¡Auch! ¿Eso por qué fue?

— Eres un idiota. Estaba haciéndolo perfecto, con suerte no tendría que repetirlo y ahora tengo un reporte fallido que entregar.

— Oye, eso es lo de menos. Podríamos convencer a Margaret con un simple collar de Tiffany's.

Ella lo miró con asombro y volvió a golpearlo con el papel empleando toda la fuerza de sus delgados brazos.

— ¡Auch! Eso duele, ¡Para!

— ¿Tiffany's? Ni siquiera tú tienes para un collar tan caro. No digas estupideces.

— Piénsalo, tal vez no el collar, pero distraerla es fácil. Ahora debemos ir a la oficina, devuelve el auto que robaste y...

— ¡No lo robe! Lo tome prestado, es de Pepper.

— Sí, claro. Yo iré y me sigues, ¿De acuerdo?

Natasha conducía tras él; rápido y en silencio, en menos de diez minutos se encontraron en el garaje, Steve la miró de pies a cabeza y luego sonrió de lado. Le gustaba esa mirada furiosa, hasta podría jurar que era lo que más le gustaba de Natasha Romanoff, si es que no había otra cosa. Era ese tono verde y brillante que se volvía más intenso, y sus mejillas se coloreaban de rosa, y sus labios se volvían más voluminosos con aquella mueca.

— Tómalo, lo necesitas más que yo. — dijo, ofreciéndole su chaqueta.

Ella estaba en la línea que dividía el "gracias" de un "púdrete". Aun así, lo tomó. No podía negarse a ese minúsculo gesto de caballerosidad.

— Anda ya, Natasha, no te enfades. — rodó los ojos.

— No estoy enfadada. — bufó y rodó los ojos, él se vio escéptico apenas lo notó—. Quizás un poco. Ha sido una mañana desafortunada

— Eso puede arreglarse, cuando Tony hable contigo se te quitara esa cara de amargada que te traes.

Entraron a la oficina luego de saludar a Richard, no solo ganándose su curiosidad, sino también la de los otros trabajadores del área. Nunca se había sentido tan incómoda en su vida, era como si todos estuvieran esperando el mínimo descuido para atacarla con miles de preguntas, ¡preguntas de las que no tenía la respuesta!

— ¡Hasta que al fin llegan!

— El tráfico. — resumió Steve.

— Seguramente. — María se encogió de hombros con una sonrisita pícara.

— Pepper, me debes cincuenta dólares.

—¿Y ahora por qué?— se alarmó y dirigió su atención a Steve. Al no obtener respuesta, miró a Natasha; pero esta ya estaba cansada de dar excusas y explicaciones.

—No preguntes. — la pelirroja se sentó al lado de él y descansó su cabeza sobre el escritorio hasta quien sabe cuánto tiempo. Steve pudo seguir riendo por su evidente déficit para lidiar con los días pesados y eso que apenas habían pasado unas horas; pero el teléfono había sonado, él ya había terminado los pendientes, y tenían una reunión en cinco minutos.

— ¡Romanoff!

— ¡Maldición, mi tímpano! Agrega la compra de un audífono a tu lista.

— Debemos irnos.

— ¿Tan pronto?

— Natasha, te dormiste durante cuatro horas segui...das — de pronto, todos parecieron quedarse en silencio; ella frunció el ceño y trató de enfocarse en la entrada, Pepper sentía que se iba a desmayar y María la tenía sujeta por los hombros si acaso las dudas. Steve era el único que sonreía con familiaridad y le dio un amistoso apretón de manos cuando se acercó— A tiempo, Stark.

— Sí, ya veo. Lindo lugar tienes aquí, aunque algo soso— echó un vistazo alrededor y el corazón empezó a palpitarle fuerte. No supo si era porque justo ahora y en el peor de los lugares venía a encontrarse a la despampanante mujer. Intentó actuar natural, de cualquier modo— ¡Pepper! Te has puesto más hermosa de lo que recuerdo.

— No me has visto en semanas, Anthony.— dijo de brazos cruzados.

— Hablaremos de eso luego, bombón— susurró incómodo— ¿Tal vez una cena?

— Hablamos luego, creo que te esperan.

María chocó los cinco con Pepper y Natasha rodó los ojos. Ahora entendía de dónde venía esa arrogancia que se llevaba Steve, estaba claro que debía tener un igual.

— ¡Rogers, pero mira que tenemos aquí! Tony Stark, un placer. — pudo haber besado el dorso de su mano si no fuera porque sentía el ambiente pesado y los ojos de la rubia taladrándolo.

— Natasha Romanoff.

— Supongo que hablaremos de negocios.

— Primero, déjanos hablarte de la página. ¿Está bien si vamos a un lugar privado?—Steve respondió.

— Mientras más rápido, mejor. — dijo Tony en su oído.

Los tres salieron a una cafetería cercana, Natasha parecía ajena a los dos amigos hasta que la llamaron por segunda vez. Había entrado en un pequeño trance preguntándose en cuanto tiempo lograría perder su trabajo. Al parecer, perderse en sus cavilaciones se le había hecho costumbre; se desatendía del resto a su alrededor y apenas notaba su presencia.

—Natasha —la voz de Steve la distrajo; suave pero con una gota de irritación.

— ¿Sucede algo?

— Háblale a Tony del proyecto.

— ¡Oh, claro, sí!— ella se removió en su asiento y tomó aire—. Es una revista virtual, global. Steve y yo decidimos dar un par de recorridos para guiarnos un poco. Tiene unas tomas perfectas de Nueva York, creo que serviría de guía. Va sobre algo de política, sitios, arquitectura, entretenimiento, arte... Creo que a muchos les gustaría conocer ese aspecto. Muchos de los que viven aquí apenas conocen parte de su barrio, este es un acceso completo, como una especie de catálogo virtual donde se aprecia cada aspecto de la ciudad. ¡Uh! y damos algunas recomendaciones.

— Es perfecto— sonrió—, práctico e inteligente.

— Natasha me ha dado una visión más abierta, entonces proponer la idea no fue difícil. Ahora tú háblanos del público.

— No es difícil para mí recomendarla; de hecho creo que podría ser de gran interés para unos colegas. Se lo diré a Timothy, de publicidad. Creo que sí este blog tiene una buena cantidad de vistas, podría imprimirse. Sería una excelente oportunidad, las ganancias aumentarían.

— ¿Y la oferta por ahora es?

— Steve, soy tu amigo, para mí es como un pasatiempo, no te preocupes por eso. Piensa en lo que ganarán al finalizar el mes. Haremos de ese blog algo grandioso.

— Sam se está encargando del diseño.

— ¿Y cómo la llamarán?

Ambos se miraron por una brevedad de segundo y Tony puso especial interés al intercambio cómplice. De hecho, ahora que lo notaba, ella aún llevaba puesta su chaqueta del traje, él la había cubierto con el paraguas cuando salieron de la oficina y hasta se habían sonreído. Estrechó los ojos a sabiendas, Rogers le debía explicaciones.

— Pues, hemos pensado en muchos nombres... pero ninguno es tan bueno.

— Solo pensamos en la descripción.

— Esa si fue idea de ella. — la señaló.

— No sean tímidos, vamos, díganme.

— Pensamos...— Steve elevó una ceja y ella corrigió a regañadientes—, pensé en poner una frase corta con la descripción de la fotografía, "De Nueva York con amor". Supongo que es una especie de saludo y es Nueva York quien nos da la bienvenida; la ciudad de las estrellas, la de las nuevas oportunidades, dónde los sueños se hacen realidad o al menos los persigues para que lo sean. Creo que es una buena frase. — afirmó con decisión.

— En efecto. Esa no la quitaremos. Supongo que sí arreglan ese pequeño detalle, estará listo. Tienes una gran imaginación, Natasha. Estoy seguro de que me gustaría trabajar contigo si no fuera tan solo un gerente— fingió modestia de tal manera que no resultó agobiante o ridículo—; pero yo solo me encargo de los contactos, un pequeño favor que le hago a Steve de vez en cuando.

— Me alegro de que pudieras ayudarnos.— dijo su compañero de cubículo.

— ¿Bromeas? Y perderme parte del éxito, ni en tus sueños.

— Hablando así, suenas mejor que cuando Pepper te describe. — ella lo picó, solo para incomodarlo un poco.

— ¿Pepper habla de mí?

— Mhm. Solo unas cuantas veces, aunque ahora habla de un tal Arthur. Deberías preguntar.

— Oye, pero no me dejes con la duda. Vamos, dime más.

—¡Ay, por Dios! Mira la hora— fingió ver su teléfono— Debemos irnos ya. —se levantó con gracia y una sonrisa maliciosa, Steve la siguió y palmeó el hombro de su amigo que ya salía disparado tras ellos.

— Pero, pero, ¡Natasha!..Demonios, ahora debo contratar a un detective.

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