Raptada, de forma deliberada

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng





Sofía se quedó viendo el diamante rubí, ¿qué había hecho para merecer tal circunstancia?, extrañaba estar en su casa con sus padres, actuando y teniendo una vida normal, ¿qué iba a pasar con ella a partir de ese momento?, se sentía atada y divagando entre sus pensamientos, se volvió a dormir, viajando a un cuarto oscuro, en el que ya había estado antes.

—Haz vuelto.

El mismo joven que la había visitado en sus sueños, estaba ahí frente a ella. Se acercó y colocó sus manos en sus caderas, cabían perfectamente en ellas. Besó sus labios con fuerza, subiendo su cuerpo sosteniendo sus glúteos, a lo que ella respondió entrelazando sus piernas alrededor de la cintura de él. Una pared repentina hizo de sostén mientras era despojada de su dormilona. Con un rápido movimiento le retiró el brasier y besó cada seno, luego su cuello, erizando su piel y acelerando su ritmo cardíaco. Posó sus manos finas en aquella espalda varonil hasta llegar a unas cicatrices extrañas, largas y sobre elevadas que cortaron sus dedos, sintiendo un fuerte ardor, y entre un vuelco y un grito ensordecedor la hicieron volver empapada de sudor a su realidad.

—¡Sofía!, ¿estás bien? —Azrael y Aurora habían entrado en el cuarto. Ambos se mostraban preocupados.

—¿Qué soñaste? —preguntó Aurora, notando que sus manos sangraban un poco.

—Un ángel —dijo entrecortadamente, sudando y un tanto excitada—, aquellas marcas eran... como las de Adrián y Sorian. —Le dolía la cabeza.

Aurora apretó su mandíbula, temiendo que sus dudas de si Cassiel tenía marcas en el pecho por almas robadas, fueran ciertas, aunque también podría tratarse de Sorian.

—Esto definitivamente es obra de Cassiel o de Sorian. Debes hacer algo. ¿Llamamos a Miguel?, recuerda lo que pasó con Lucas e Iskael —dijo mientras limpiaba las manos de Sofía.

—No Aurora, soy yo quien decide sobre las almas, no ellos. Así que los voy a buscar, no pueden pasar sobre mí. Sofía dormirás en mi habitación, ahí no pueden buscarte.

Azrael tomó a Sofía entre sus brazos y la llevó a un cuarto que quedaba en el sexto piso, donde solo había un espejo.

—¿Este es tu cuarto? —preguntó Sofía al ver que no había nada en aquella habitación.

—Ahora lo es. Espera, ya traigo algo para que puedas sentarte.

Sofía notó que sus dedos ya no sangraban, estaban intactos. Luego, vio a su alrededor el cuarto vacío, notando su reflejo en un espejo grande y al acercarse, notó que de su espalda salían dos hermosas alas, una blanca y otra negra, ¿era una broma?

—El espejo refleja por quién late tu corazón, o quien lo quiere. ¿Concuerda con tu vida?

Se volteó, era Aurora.

—Sofia, sé que buscas respuestas, pero no podemos decirte todo, por lo menos yo no. Tengo órdenes de protegerte y parte de protegerte es no decirte todo.

—Protegerme de Sorian.

—De ambos, ya te lo hemos dicho. Cassiel también es peligroso.

—¿Cómo puede él querer hacerme daño? —Ella aún no podía creer que Adrián fuera peligroso. Aurora se quedó viéndola, un poco perpleja y Sofía al ver que no le contestaba, hizo otra pregunta— ¿Por qué un ángel no puede entrar al cielo si no tiene sus alas?

Aurora resopló

—Bueno, ¿te cuento un secreto de ángeles? —dijo susurrando—, no somos pájaros, las alas son nuestra energía, esa energía fluye muy rápido y forma lo que tú percibes como "alas", con ellas podemos entrar al cielo. Son como nuestra identidad, sin ellas, no te dejan entrar al cielo. Sorian las perdió por avaricia y capricho, Cassiel es un caso especial. Ese espejo te refleja un ala pura y otra oscura, no hay que ser muy inteligente para saber el significado.

Sofía escuchaba a Aurora viéndola a través del espejo y viéndose a sí misma por cortos periodos de tiempo.

—Entonces realmente no son alas, ¿y qué hay de las plumas?

—Ya te dije, la energía se concentra en forma de pluma. Sé que es complicado de entender —suspiró, dio media vuelta y como si le hubiera leído el pensamiento—. No, no puedes enamorarte de ellos...

Luego de unos minutos, Azrael apareció con un sofá, unas sábanas y un par de libros.

—Aquí estás a salvo, Cassiel no tiene alas, así que no podrá subir hasta acá, y Sorian —dijo colocando tres diamantes rubí en el centro de la habitación, los cuales al juntarlos, crearon un halo rojo alrededor del cuarto—, no podrá entrar con esto.

Dicho eso, Azrael se recostó en una pared mientras Sofía se acomodaba para dormir. No le quitaba la vista de encima.

—¿Te quedarás conmigo? —Prefería que fuera así, a pesar de los sueños con aquel ángel, tenía miedo de estar sola.

—Sí, vigilaré tus sueños mientras pueda. No puedo dejar que te hagan daño, aunque debo recoger algunas almas, volveré en un par de horas, estarás a salvo siempre y cuando no muevas esos diamantes, así que báñate y a dormir.

Ella trató de hacerle caso, de no pensar en ellos... pero la tentación era demasiado fuerte. Retumbaba en su cabeza el nombre "Sulus", ¿qué hizo Adrián para que no pudiera recuperar sus alas?, es decir, hizo algo que lo avergonzaba como ángel, ¿qué habría sido?, Aurora le había dicho en una ocasión: «Que él mismo te lo diga», pero ya ella estaba un poco agotada de no obtener respuestas, así que decidió darse un baño.

El agua corría por su piel, acariciándola, casi como las plumas de un ángel, no importaba si eran negras o blancas, ambas hacían que sintiera deseo carnal. Abrió la boca para llenarla del agua que caía, mientras se daba cuenta de que el deseo la invadía y su libido estaba a flor de piel, así que fue inevitable recordar a sus dos ángeles. Le gustaba el fuego de ambos, porque cada uno emanaba un tipo distinto de peligro, le atraía el misterio y se obsesionaba con sus encantos, era como querer vivir en el cielo con demonios y ser feliz siempre, y entre tanto pensamiento su corazón latía más fuerte con sólo recordarlos, sus cuerpos perfectos y caras juveniles que hacían a cualquier mujer derretirse, esa sensualidad incomparable que emanaban.

Sorian había despertado en ella algo que estaba dormido; había tomado su cuerpo con pasión mezclada con lujuria juvenil. En las paredes de la ducha escribió: Sorian vs Adrián, dibujando el símbolo de su muñeca entre ambos nombres (se sentía segura con los diamantes), al recordar la advertencia de Azrael, la borró. Luego, abrió el agua caliente, dejando que quemara un poco su piel, era un dolor soportable, como estar con Sorian. Deslizó sus manos por sus pezones erizados evocando su recuerdo con el ángel caído, y con la punta de sus dedos bajó por su abdomen para llegar finalmente a su sexo. Aquella zona erógena, que la llenaba de placer mientras deseaba ser poseída carnalmente por Sorian, anhelaba sentir su lengua descendiendo por su monte de venus y explorando cada centímetro de su sexo. Abrió los ojos mientras seguía masturbándose, pero con otra perspectiva, un solo nombre que también añoraba y que la hizo llegar más rápido al éxtasis en un jadeo envuelto en el vaho que se generaba en aquella ducha: Adrián.

Fue a la habitación y dejó la toalla en el sofá, pasando por encima de los diamantes, y sin darse cuenta, los movió de su sitio. Al tomar su ropa para vestirse, sintió una sensación quemante en su muñeca derecha, luego apareció una marca blanca; era una especie de sonrisa invertida. ¿Una marca nueva? Cuando el dolor cedió, una luz se posó en su cuerpo desnudo, así que buscó con sus ojos el origen de ella, persiguiendo su trayecto hasta llegar a una habitación que estaba cerrada con llave. Se devolvió a la otra habitación y notó que la ventana estaba abierta de par en par. Intentó cerrarla, mientras se cubría los senos del frío viento nocturno, y de repente, algo la tomó por los brazos tapándole la boca antes de que pudiera gritar, acto seguido, saltó con ella desde el sexto piso hasta el suelo, en un abrir y cerrar de ojos.

—No vayas a gritar. —La criatura la subió a un Porsche negro, sin darle tiempo de preguntar nada y arrancó lo más rápido que pudo. Sumergida en la adrenalina de aquel brinco se dio cuenta de su desnudez, ¡no le había dado tiempo de colocarse ni la ropa interior!, y cuando volteó para ver quién era su secuestrador esta vez, gritó sorprendida:

—¡¿Adrián?!  




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro