10. Nombres y madurez.

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A Alexa, quien me lee, aunque sea silenciosamente. 

Me regala una dulce sonrisa y posteriormente deposita un beso en mi sien.

—Seguiría besándote, pero debemos ir a buscar las cosas.

Asiento con la cabeza y me acomodo en el asiento.

Vaya, dos palabras en una oración y con un diferente significado.

Pone el auto en marcha y yo observo su perfil.

— ¿Qué hora es?

—Son las cuatro de la tarde.

—Así no era, yo preguntaba "¿Qué hora es?" y tu respondías "¡Hora de almorzar!" como en la caricatura. Tu niña interior me decepciona, Olivia —niega con la cabeza y yo río.

—Deberías madurar, Jake.

— ¿A caso tengo cara de fruta?

—Creo que si, porque quiero comerte todo —tapo mi boca con las manos.

¿Cómo se te ocurre decir eso, Olivia? ¡Estás loca!

—Uh, no conocía esa faceta de ti, Liv —alza una ceja. Una fugaz sonrisa socarrona cruza sus labios.

—Yo tampoco la conocía, eso no salió de mí. Un vil monstruo pasó por encima de mí y me disparó con su rayo pervertido —ríe.

—Ahora si nos entendemos, Catherine.

— ¡No digas mi segundo nombre, señor! Es horrible ¿Qué clase de padres le ponen por nombre a su hija "Olivia Catherine"? ¡Son muy crueles!

—Es bonito, de ahora en mas te llamaré "Catherine". Oye Catherine, deberíamos apurarnos, Catherine. Si lo hacemos podemos ir a comprar un helado, Catherine. Bella Catherine ¿Le apetece que me... —su discurso tan idiota se ve interrumpido por un golpe.

Pero no mío, lo juro.

De mi cuaderno de notas.

Si, lo saqué de mi bolso solo para golpearlo.

—Auch —se queja tocando su frente, que fue la zona afectada—, no seas así. Tus golpes duelen y duelen mucho más si vienen con libreta incluida.

Lleva el auto hacia la orilla de la calle, para que no choquemos.

— ¡Te lo merecías por llamarme por mi segundo nombre! Ese nombre es terrible.

—No es verdad, el mío si es feo — ¡Ja!

—Tu nombre no es feo, Jake Patrick.

—Es cierto, mi nombre es hermoso.

— ¿Ves lo que te digo?

—No puedo ver lo que dices, las palabras viajan en ondas sonoras, no se pueden ver, se oyen —habla con aires de diva.

—Sigue así y recibirás otro golpe con la libreta, Flynn.

—Bueno pero no se enoje. Ya, sigamos, que estamos cerca de tu casa.

—Ay, si, pequeña diva corrige Olivias —me da una mirada divertida y pone nuevamente el auto en marcha.


Al cabo de unos minutos, me atrevo a hablar.

—Jake, oye —le llamo.

— ¿Qué pasa, Cathe...Olivia?

— ¿Te importaría acompañarme en el hospital esta noche?

(...) 


En multimedia, Que lloro, por Sin Bandera (los que me siguen habrán leído parte de esa canción en mi tablero).


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