CAPÍTULO 27: CALLA Y ESCUCHA

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Conduje hasta la casa de mi abuelo con el novio de Doretta respirándonos en la nuca. William me había prestado su vehículo para el trabajo de mi amiga, pero ahora eso ya no importaba. Tuve que morderme la lengua para no insultar a Luka durante el trayecto, el incómodo silencio tenía que persistir... por ella.

Cuando el carro del rubio se detuvo detrás del de mi abuelo, me percaté de lo molesto que me parecía que él supiera dónde vivíamos. Doretta y yo ingresamos al sitio, y Luka se quedó afuera, esperándola. Ni de broma lo invitaría a pasar.

Le ayudé a mi amiga a empacar, ocultando a la perfección mi desagrado. Me sentía flotando y sonreía con mucha facilidad cuando nuestros ojos se cruzaban. Parecía que ella deseaba decir algo, pero no se animó a añadirlo hasta que estábamos por terminar la maleta.

—¿Soy estúpida por hacer esto, Emily? —me preguntó, deteniendo sus movimientos.

Sus ojos oscuros me miraban con vulnerabilidad. Sabía que la respuesta que le diera podría lastimarla mucho. Por lo tanto, me abstuve de nublarme por mi juicio y decidí que ella tuviera por seguro a quién acudir cuando se sintiera perdida.

—Yo no puedo responder eso, Doretta —contesté—. Tú eres la única que sabe cómo es realmente; así que, si crees que vale la pena intentarlo una vez más, yo no soy nadie para contradecirte. Sólo no permitas que te lastime.

Me tranquilizó mucho ver que sonrió ante mi respuesta. Lo peor que podía pasar ahora es que perdiera confianza en mí y se sintiera sola otra vez.

—¿Y si no funciona? —cuestionó asustada.

—Siempre podrás volver aquí —comenté, sonriendo de forma radiante—. Esta también es tu casa.

Doretta estiró los labios hasta que las mejillas se le enrojecieron.

—Gracias —murmuró.

Sin perder la compostura, cerré su maleta y la puse en el suelo.

—Llevaré tu valija afuera —agregué.

—Sí, yo terminaré de llenar mi mochila e iré de inmediato.

Salí del cuarto, arrastrando la maleta. Las espinas me molestaban el corazón con cada paso que daba para sacar las pertenencias de mi mejor amiga y dárselas a ese sujeto desagradable.

Cuando abrí la puerta, Luka se apartó de su auto y tomó la maleta para subirla a la cajuela. Mi mirada funesta no lo dejó en paz ni un solo segundo. Al terminar de realizar su tarea, me observó, resopló y cerró el carro con fuerza para encontrarse conmigo.

—Sé que no te agrado, Emily...

—Tienes razón —lo interrumpí con sequedad.

Él apretó los ojos para lidiar con el rechazo, que dudo que lo hubiera experimentado tanto como Doretta, yo o cualquier otra mujer a lo largo de su vida. Abrió los párpados otra vez para continuar con sus palabras carentes de verdad.

—Intentaré ser mejor esta vez —manifestó con una intensidad flameante—, no puedo perderla...

—¿Porque ya no habría nadie que te fuera tan devota? —no lo dejé terminar otra vez.

Poco me interesaba que se desesperara por mi comportamiento, había hecho sufrir a Doretta durante mucho tiempo.

—Sé que me ves como el villano de la historia —comenzó con un tono lleno de victimización, no pude ocultar mi rostro de asco—, pero yo también he sufrido en esta relación...

—Sí, me imagino —respondí con ironía—; ha de ser muy difícil ocultar una infidelidad o hacer mierda a alguien sólo para que te preste atención —sentencié, descargando toda mi furia.

—A nadie le enseñan cómo amar —refutó.

Exploté. ¿Hasta cuándo la gente seguiría ocultándose bajo esa excusa para hacerle daño a las personas?

—Sí, pero tú ya no eres un niño —lo observé con brutalidad—. Actúa como hombre y hazte responsable de tus acciones.

Antes de que él pudiera seguir diciendo tonterías, Doretta salió por la puerta inhibiendo mis ganas de amenazarlo.

—Ya me despedí de tu abuelo —comentó mi amiga, sonriendo.

Yo le respondí el gesto, ocultando mi molestia. Mi amiga me abrazó como signo de despedida, me costó mucho trabajo separarme de ella. Ambos subieron al vehículo blanco y desaparecieron cuando llegaron al final de la calle. Me dieron ganas de chillar, sentí un asfixiante peso en el pecho y la nostalgia me hundió. ¿Por qué lo correcto era dejarla ir cuando, seguramente, él le provocaría dolor otra vez?


Mentiría si digo que no se extrañó la presencia de Doretta en los primeros días de su partida. Ella tenía un temperamento tan vibrante, que resultaba muy difícil olvidarla. No obstante, seguimos viéndonos todos los viernes en la cafetería por el concierto semanal de la banda y a veces platicábamos entre semana por mensaje o llamada.

Me calmó mucho escucharla contenta en cada ocasión, eso significaba que Luka todavía no lo arruinaba. Los viernes, o al escribirle o llamarle, siempre rogaba que el rubio no hubiera hecho otra estupidez. Mis hombros siempre se aliviaban al comprobar que todo iba bien, porque eso sí: Me la pasaba preguntando todo el tiempo para no pasar nada por alto.

Sin embargo, no puedo mencionar que ese tema ocupó mi mente completamente lo que restó de noviembre. En lo que sí estaba sumergida era en mi libro. Parecía una máquina que no dejaba de escribir: Cada vez que terminaba un capítulo, después de releerlo, se lo enviaba a Doretta; su amor apasionado por la historia era parte de mi motivación para no detenerme. Tres años sin escribir, obviamente tenía mucho que expresar. Mi frenesí me llevó a terminar la primera parte de la historia a finales del penúltimo mes del año.

—Jamás había escrito tan rápido —le contaba a mi amiga por teléfono después de haber hablado sobre su novio, y que ella me dijera su opinión y me comunicara sus preguntas sobre la novela—, estoy impresionada.

—A este paso terminarás el libro justo a tiempo para que el 2016 comience —mencionó ella.

—¡Seguramente sí! —contesté sumamente emocionada.

—¡Tienes que seguir! —me insistió— Necesito saber qué sucedió con Selena y Eduardo después de eso.

Yo sonreí de oreja a oreja, era genial tener el control de mi mundo.

—Probablemente mañana acabe un nuevo capítulo, así que ya te enterarás —Doretta lanzó un grito de entusiasmo—. Pero te lo advierto de una vez: Odiarás el final de este primer tomo, te dejará un mal sabor de boca y desearás desesperadamente tener respuestas.

—¡¿Qué?! —se quejó la mujer— No, no. ¿Cuántos libros planeas hacer?

—Tal vez seis, aún no estoy segura.

Doretta hizo un ruido con su boca como si quisiera desmayarse.

—¡No tendré paz hasta dentro de cinco libros! Vas a matarme.

Me carcajeé. Los cumplidos sobre mi trabajo realmente me llevaban al infinito, no había nada más placentero que esa satisfacción. Intenté no culparme en el instante que aquellos pensamientos me llevaron a Edwin. Su opinión sobre estos temas siempre me había llenado igual que los cumplidos de Doretta y Peter... Cuando lo publicáramos, él forzosamente lo tendría que leer: ¿Le gustaría tanto como lo ha amado Doretta? ¿Conversaríamos sobre el libro de una forma tan pasional como lo habíamos hecho antes con mi primera historia?, ¿aún seríamos esa clase amigos? ¿Me extrañaría tanto como yo lo estaba añorando ahora?

A pesar de que la conversación con Doretta siguió por unos minutos más, mi voz se apagó porque no dejaba de pensar en mi mejor amigo. Después de despedirnos, me acosté con melancolía sobre mi cama, dejando que las cortinas calientes me encerraran. Busqué en mi celular hasta que hallé la conversación con Edwin: Tenía nueve mensajes sin leer de hace un mes. Estuve a punto de abrir el chat, sin embargo, me detuve.

En un mundo ideal, Doretta y él serían mi familia eternamente; pero yo quería al hombre que me dejó llorar en sus piernas cuando le conté la historia de mis demonios, no a la persona que me desprestigió por terminar nuestra relación amorosa. ¿A cuál de los dos me encontraría si decidía responder los textos? No quise averiguarlo. Resoplé y dejé caer el móvil a mi lado. Algún día lo sabría, sólo que ese día no era hoy.

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