CAPÍTULO 28: ADIÓS

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Edwin no desapareció de mi mente durante los siguientes días. Era consciente de que era tiempo de dar el paso y hablar con él de todo lo que sucedió, pero mi mente no dejaba de nadar en mi novela. Desvelarme con tal de seguir escribiendo se había vuelto muy adictivo, no sé cómo lograba estar en una pieza la mañana próxima. Si bien me iba, terminaría el libro antes de que el 2015 se acabara. Sin embargo, antes de llegar a esa parte, es esencial que les cuente lo que sucedió el último mes del año.

La mañana de un día que sería fatigante, incómodo, repleto de ira y llanto, mi mejor amiga me envió las fotografías que había tomado de mí el domingo que regresó con Luka. Realmente me impresioné, a pesar de que no sonreía, mi rostro no parecía hastiado; me gustaron bastante.

—Decidí nombrarlo Luz entre las sombras —me dijo por teléfono entusiasmada— porque, para mí, eres la valiente heroína que se levantó de las cenizas.

Mis mejillas se coloraron tanto, que me dolieron.

—Ay, Doretta, no sé qué decir...

—¡Pues es que te admiro mucho! Eres muy fuerte —me sentí abrumada por los halagos—. ¿Puedo subirlas a mis redes sociales?

—¡Por supuesto! —exclamé, intentando que el miedo no me asustara—, es tu proyecto, adelante.

Después de agradecerme y desearme un lindo día en la cafetería, colgamos. Milisegundos después de que mi imparable sonrisa se calmó, me percaté de lo inminente: Luz entre las sombras era un excelente título para una libro.


Horas más tarde, salí de la casa con rumbo al trabajo; hubiera faltado para evitarme el cabreo por lo que sucedería... Recordarán que la primera vez que vi a la banda de Luka, Doretta mencionó que seguramente le gustaba a Alonzo, el compañero que tenía en la pequeña cafetería; su forma de mirarme lo delataban, según ella. Bueno, hasta ahora el hombre apenas me hablaba, pero ese día me invitó a salir justo antes de que comenzara nuestro turno. Mis mejillas hirvieron de lo incómoda que me sentí; sin embargo, no se me dificultó soltar el no, lo cual agradecí mucho. Alonzo ni siquiera me atraía, así que se me hacía una pérdida de tiempo tener una cita con él. Sin embargo, el imbécil no se conformó con mi respuesta.

—¿No quieres reconsiderarlo? —insistió.

La gentileza que había usado para comunicarle mi respuesta se esfumó; en su lugar, la ira me calentó.

—¿Qué tengo que considerar? —le espeté, intentando controlar mi tono— No quiero salir contigo —finalicé, le di la espalda y hui rápidamente del cuarto del personal.

Sabía que me insistiría porque así es la mayoría: La sociedad los crio con la aberrante idea de que se merecen todo sólo por ser hombres. Alonzo tuvo la prudencia de no dirigirme la palabra durante el resto de la tarde, pero sus ojos sí me seguían a todas partes. Fue un infierno que me asfixió la garganta y varias veces pensé en decirle a Verónica —nuestra jefa—, pero temía mucho que me llamara exagerada.

Mi cuerpo entero pudo respirar cuando el turno por fin terminó. Me fui velozmente del establecimiento para impedir que el hombre me interceptara, no me detuve hasta llegar a la casa de mi abuelo.

Intentando olvidar lo sucedido, avancé en la lectura de un manuscrito, adelanté más el nuevo capítulo de mi novela y cené con William. Cuando estábamos viendo las noticias en la televisión, fue que mi celular comenzó a saturarse de mensajes. Me espanté por las vibraciones, así que de inmediato averigüé de quién se trataba. Tardé medio segundo en darme cuenta de que había conseguido mi número porque ambos estábamos en el grupo del trabajo. Mi furia incrementó al igual que el pánico, quise gritar, pero me mordí la lengua para no mortificar a mi abuelo. Ni siquiera había mandado mensajes, eran puros audios que obviamente no iba a escuchar. De inmediato silencié el chat y me hice un ovillo en el sillón, pensando con angustia lo que debía hacer para que me dejara en paz.

Esa noche me fui con un hoyo en el estómago. Tuve que esforzarme mucho para conciliar el sueño, ya que la imagen de Alonzo no dejaba de asaltar mi mente. Realmente puedes llenarte de odio por ellos y está bien. Sentir odio no es malo, es igual de válido que la alegría; lo que sí importa es lo que haces con ese odio.


El estruendo de mi móvil me trajo de vuelta a este mundo, despertándome con ímpetu. Casi salté de la cama y no tardé en tomar el celular para callarlo. Mi vista borrosa leyó con dificultad Doretta en la pantalla. La carne se me enchinó; algo malo había pasado, ella no llamaría a esta hora si no fuera grave. Sin más rodeos, contesté.

—Hola...

—Emily —me interrumpieron sus flemáticos sollozos. El corazón se me partió—, ¿puedes venir por mí, por favor? —suplicó.

—¿Dónde estás? —pregunté de inmediato, intentando esconder mi desasosiego con firmeza mientras buscaba mis zapatos.

—Afuera de mi edificio —respondió, tratando de que no se le quebrara la voz—. Luka me acaba de echar con todas mis cosas del departamento —confesó, soltándose a llorar con aflicción.

Detuve mis movimientos. Un nudo me aplastó la garganta y mi boca se llenó de veneno. Mi mente denigró con palabras a Luka hasta enterrarlo. Esta vez no habría consideraciones, era de lo peor.

—Voy enseguida —afirmé con una inquebrantable dureza—, no te muevas de ahí.

Me puse mis tenis y un abrigo. Después salí de la recámara con rumbo a la estancia para tomar las llaves de la casa y el carro.

La ira me había despertado, así que no tuve problemas en ver entre la oscuridad para dirigirme con mi amiga. Fue demasiado automático lo que hacía porque el enojo me aplastaba el pecho. Llegué bastante rápido, localizando a Doretta sentada en la helada acera con sus cajas y maletas alrededor. Cuando vio las luces del auto, alzó la cabeza. Su delineador había empapado sus mejillas, realmente se veía destruida. Sentí una punzada, pero me contuve para actuar.

Apagué el motor y bajé del carro velozmente, sin cerrar la puerta, para encontrarme con ella. Me detuve en seco y la observé con delicadeza. Mi amiga me vio con una expresión llena de melancolía. Me acerqué un poco más y me hinqué para estar a su altura; pensé en preguntarle cómo estaba, pero de inmediato se lanzó sobre mis brazos y comenzó a llorar con desenfreno en mi hombro. La apreté con fuerza; supuse que tardaría unos minutos en calmarse, sin embargo, me equivoqué.

—Vámonos —dijo con desesperación—. ¡Hay que largarnos, Emily!; ya no tolero estar aquí —exclamó.

Se levantó abruptamente y comenzó a tomar todas las cosas que le cabían en las manos para meterlas al auto. Yo me aletargué un poco, así que casi me caigo cuando me levanté; sin embargo, noté muy bien que alguien nos veía desde una de las ventanas en el cuarto piso del edificio, mis ojos se posaron ahí como depredador, visualizando a Luka alumbrado por la luz de la calle. No tardó en desaparecer cuando vio mis ojos asesinos sobre él. Sin distraerme más, ayudé a mi amiga a subir el resto de sus cajas al vehículo y luego nos fuimos de ahí de inmediato.

Todo el viaje estuvo reinado por el silencio. No supe qué decir, así que supuse que lo mejor era mi serenidad. Al llegar a la casa de mi abuelo, bajamos las cosas en completo sigilo y las metimos al cuarto que solía ser de mis hermanas. Junté las camas pequeñas para que se hiciera una más grande mientras Doretta sacaba su pijama.

—¿Quieres hablar de lo que ocurrió? —le pregunté.

Ella me miró moribunda, asintiendo con la cabeza. Procedí a sentarme sobre la cama. Después me siguió, acostando su cabeza sobre mis piernas; comencé a acariciarle el cabello con delicadeza.

—Siempre me ha engañado con la misma chica —soltó de repente—. Ella solía ser su amor imposible..., hasta que comenzó a hacerle caso. A pesar de ello, estaba segura de que yo siempre sería la prioridad... porque él me había amado con locura desde que teníamos quince; así que, cada vez que descubría alguna infidelidad, fácilmente lograba convencerme de que había sido por alguna pelea nuestra. Nunca renuncié a la relación porque no quería perderlo y arrepentirme en el futuro, diciéndome que lo nuestro jamás fue lo que pudo haber sido porque me alejé; por eso no me di por vencida. Sin embargo, hace algún tiempo se volvió muy cercano a esta muchacha... Te juro que lo intento, pero al final me resulta imposible no enojarme con Luka cada vez que ella aparece, supongo que es porque ya no confío en él. Por eso nos peleamos la noche de la fiesta... y ahora me sacó del departamento por lo mismo. Ya se hartó de mi inseguridad, me dijo —concluyó, lanzando una risa sarcástica.

En ese momento se me hizo insoportable el nombre de Luka en mis labios, así que imaginé que para Doretta representaba un completo aborrecimiento mencionarlo.

—Qué cinismo —comenté, escupiendo furia.

—Lo sé —espetó mi amiga—. Me duele mucho el pecho y mi corazón está hecho añicos, pero cruzó una línea al sacarme a gritos de nuestro hogar. Por primera vez estoy segura de que dejarlo es lo correcto... aunque sufra mucho por ello. Todavía creo que él es el único que realmente puede amarme, pero prefiero quedarme sola a seguir soportando su forma retorcida de quererme. Gastó toda mi energía, estoy agotada por siempre llorar.

Escuchar eso hinchó mi pecho de luz, detrás de esas palabras había mucho amor por ella misma y eso era lo que más importaba. Mis dedos no dejaron de acariciarle el cabello liso con dulzura, me sentía muy feliz por mi amiga.

—El dolor será algo pasajero, te lo aseguro —añadí.

Después el cuarto se sumió en un silencio lleno de miel, donde la luz de la mesita de noche alumbraba cálidamente parte de la habitación.

—¿Está bien si me quedo aquí por tiempo indefinido? — preguntó— No quiero volver con mis padres y tener que explicarles cómo ha sido mi vida en los últimos años por irme a vivir al departamento de mi novio.

—No tienes que preguntarlo, Doretta —dije casi ofendida—; puedes quedarte para siempre si quieres.

Sonreí hasta que las mejillas me dolieron. Ella lanzó una risita inocente. Seguí jugando con su cabello mientras mi amiga tarareaba una canción, poco a poco la ira en mi pecho desapareció. Mis manos se llenaron de electricidad porque su voz me mecía.

Pude quedarme así toda la noche, sintiendo cómo mi cuerpo vibraba por su presencia; sin embargo, mi ruidoso móvil me sacó del trance. Tanto Doretta como yo brincamos por el escándalo, incorporándonos de la cama. Estaba muy asustada, así que me apresuré a llegar hasta el celular para callarlo, no obstante, me detuve cuando vi de quién se trataba. El veneno se acumuló en mi boca y el pecho se me endureció. Tuve muchas ganas de lanzar el móvil contra la pared, pero no lo hice para parecer sensata.

—¿Quién es? —cuestionó mi amiga al mirar mi descontento.

Rechacé la llamada y bloqueé el número antes de contestarle.

—Alonzo, el de la cafetería. Hoy me invitó a salir y como se lo negué, no ha dejado de enviarme mensajes y ahora me llamó —expliqué consumida por el enojo.

Me estaba quedando sin aliento.

—Ya no puedo más con los hombres —comentó ella—. Deberías hablar con Vero, el sujeto literalmente te está acosando.

Sé que el procedimiento dictaba que le comentara esto a Verónica por mi seguridad, pero temía enormemente que la mujer se pusiera de lado de él. La mente no dejaba de decirme que Alonzo tenía más ventaja que yo: Llevaba trabajando más tiempo ahí y no tenía el estigma de la esquizofrenia sobre él; así que opté primero por no decírselo a Vero. Sin embargo, al segundo día no pude lidiar con que los ojos del hombre continuaran siguiéndome a todas partes, por lo que terminé enviándole toda la evidencia a Verónica mediante un mensaje privado. Ella dijo que se encargaría del asunto, pidiéndome una disculpa; lo que resulta contraproducente, ¿hasta cuándo las mujeres tendrían que seguir disculpándose por las cosas bizarras que hacen los hombres? Bueno, al final me alivié mucho de que funcionara porque Alonzo ya no se presentó al tercer día.

En cuanto a Doretta, ella se comportó de una forma muy distante la primera semana de su estancia en la casa. Mi abuelo y yo no la molestábamos, necesitaba su espacio. Asimismo, pude darme cuenta de que siempre seguía una especie de ritual: Se iba después del desayuno con su cámara y regresaba antes de la cena en silencio, sin comentar qué había hecho todo el día. La fotografía era su arte, al igual que el mío era la escritura, así que me pareció una buena señal que intentara hacer catarsis capturando todo lo que deseara; lo importante era que no se hiciera daño.

Finalmente, el viernes fue una fecha de muchos cambios transcendentales. Primero, al llegar a la cafetería, vi el cártel que indicaba el último día de la banda de Luka tocando en el local. A partir de la siguiente semana se presentaría un grupo nombrado Violeta. La banda la conformaban puras chicas, creo que eran de la escuela de enfrente porque aún se veían muy jóvenes. Sonreí de inmediato, jamás tendría que volver a soportar a ese bastardo y Doretta podría venir a visitarme sin tener miedo de encontrárselo.

Al ingresar a la cafetería descubrí que una mujer llamada Mariela había ocupado el puesto de Alonzo. Vero nos presentó y yo casi floté: La joven tenía las manos muy suaves y su aroma era fresco. Por fin todo empezaba a acomodarse.

—No me había atrevido a preguntar, pero ¿despediste a Alonzo? —le pregunté a Verónica cuando la chica nueva ya se había marchado para prepararse.

—Lo mandamos a una capacitación de cero violencia de género —comentó—. Sólo si la aprueba, podrá seguir trabajando en esta o cualquiera de las otras pequeñas sucursales.

Mi boca se abrió por la estupefacción.

—¿Cómo lograste que esto fuera posible? —inquirí, parecía una utopía.

—No sé si es de tu conocimiento, pero Luna comenzó aquí, en este local, hace diez años. Es el proyecto de dos mujeres que son amigas entre sí, ahora ya son dueñas de tres establecimientos más en la ciudad: Imparables si me lo preguntas... En fin, resulta que es más fácil hablar de estos temas cuando tus jefas son mujeres; así que derivaron a este hombre al programa de acuerdo con lo estipulado que marcaron cuando hicieron su protocolo contra violencia de género.

La información me cayó de golpe. Parpadeé muchas veces, todo habría sido diferente si hubiera sabido esta información.

—Creo que ese protocolo necesita más difusión porque yo no sabía que existía...

La entrada de la banda de Luka con sus instrumentos y equipos de sonido me interrumpieron. Tuve que voltear la vista cuando el rubio cruzó la puerta porque no confiaba en mi autocontrol, seguramente me lanzaría sobre él para maldecirlo si le miraba la cara.

—También hoy será el último día de ellos —añadió Vero cuando vio mi repugnancia. La observé interesada—. El miércoles Doretta vino a verme y me suplicó que los sacara. Luna había sido su lugar seguro mucho antes de que esta banda tocara aquí, no deseaba perderlo por evitar a la persona que abusó psicológicamente de ella —mis párpados se abrieron más: Doretta peleaba por sus espacios, fascinante—. Ese día me contó toda su historia —añadió.

Casi me puse a bailar sobre la tumba de Luka, esto era grandioso.

—¿Cómo conociste a las chicas que ahora se presentarán? —cuestioné.

—Estudian en la escuela de enfrente —había acertado—, están en su penúltimo año y hace un mes me habían pedido una oportunidad... Me arrepiento de no habérselas dado de inmediato.

Después de aquella fructífera conversación, me dispuse a trabajar con excelente humor, danzando por el fin de los dramas. Sin embargo, conforme se fue acercando la hora del concierto, tuve que contener mi rabia.

Mi pecho entero ya estaba aplastado por una roca cuando Doretta ingresó al local con decisión. Me vio con los ojos muy abiertos y después lo buscó entre la multitud. Mi piel y corazón se helaron, así que dejé de limpiar el mostrador. Mi cerebro se hizo añicos, no sabía qué iba a ocurrir... Segundos después de que su mirada se posó en él, Luka la miró; pude ver que el perfil del hombre se tensó muy poco. Luego se acercó a ella, no pude evitar darme cuenta de que mi amiga dio un paso atrás para no estar tan cerca de él. Comenzaron a charlar, el hombre asintió varias veces mientras yo casi me desmayaba sobre la mesa. Poco después los ojos de ambos se clavaron en mí y mi corazón explotó, Doretta se acercó a mí con suavidad. Pensé que me diría que volvería al departamento con él, pero estaba completamente equivocada.

—Hablaré con Luka afuera para tener privacidad, pero quiero que estés ahí..., por favor —pidió, estaba temblando—. No confío en mí a solas con él, fácilmente puede convencerme de que estoy exagerando, así que te necesito como apoyo —explicó.

Tragué saliva. Sus ojos brillaban, suplicándome ayuda. Asentí con la cabeza y después de decirle a Mariela que en un segundo regresaba, salimos los tres del local.

Doretta dirigía la marcha, y se detuvo hasta estar entre los límites de la cafetería y la siguiente propiedad. Después se volteó a mirarlo, la tensión entre los dos se sentía como una estaca en el pecho. Me quedé atrás —recargada en la pared— lo suficiente para darles espacio, pero también para escuchar toda la conversación.

—Quiero que me escuches bien, Villa: Me jodiste —su mirada era severa y sus palabras parecían cuchillas—. Tus juegos, tus mentiras, tu egoísmo y tus nulas habilidades para escuchar y comunicarte arruinaron diez años de mi vida —escuché cómo el hombre estuvo a punto de interrumpirla, pero ella no lo dejó—, y jamás te lo perdonaré. Puede ser que tarde años en sanar, pero sobreviviré. Que quede claro: Acabamos para siempre, ¿me oíste? Nunca volveremos a estar juntos.

Ni siquiera lo dejó excusarse; simplemente se pasó de largo, impidiendo que él tomara su mano. Yo observé por un segundo cómo la miraba alejarse con el rostro lleno de aflicción. Pronto vendrán mejores personas, pensé.

Luego seguí a Doretta adentro de la cafetería. Mi amiga estaba en el mostrador, tapándose el rostro. Me acerqué rápidamente a ella.

—Lo hiciste genial —comenté, tocando su hombro.

Descubrió su cara, mostrándome sus ojos cristalizados. No me imaginaba lo duro que había sido pronunciar esas palabras para ella, toda su vida se la había vivido en el silencio.

—¿Tú crees? —casi se le rompió la voz.

Antes de que pudiera responder se escuchó cómo ingresaron estruendosamente a la cafetería, Luka se fue con sus amigos sin siquiera vernos. Enseguida regresé mi atención a Doretta.

—Lo siento, Emily, pero no puedo quedarme aquí —expresó con las lágrimas contenidas en los ojos. El pecho me dolió—. Nos vemos en la casa.

—¿No quieres que te acompañe? —la detuve preocupada—, puedo decirle a Vero que trabajaré horas adicionales para reponer mi falta.

—No, no —contestó, moviendo las manos—; necesito estar sola.

La dejé ir, asintiendo con la cabeza. Doretta se apresuró a salir del local, cubriéndose de su exnovio; poco después desapareció por la acera. Sé que ahora estaba sufriendo, pero no podía evitar sentirme orgullosa: Había priorizado su amor propio, alejando la devoción por el muchacho. Sin duda sus acciones sólo presagiaban buenas noticias para el futuro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro