CAPÍTULO 37: LA NUEVA TRAVESÍA

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Doretta acababa de irse del departamento cuando mi móvil comenzó a estallar de notificaciones. Mi amiga había salido con unas chicas de su trabajo y yo me había quedado a disfrutar mi sábado, viendo la televisión. No obstante, mi celular interrumpió todo. Tenía veinte mensajes en el grupo de la secundaria. Abrí el chat para ver por qué tanto escándalo... El corazón se me paralizó por la imagen que encontré. Dylan había enviado una fotografía de él con Evelyn enseñando las manos, en ambos dedos anulares había anillos plateados; además, del otro lado, la mujer enseñaba un papel... Se me dificultó respirar. No hizo falta que leyera la descripción del rubio para saberlo: Dylan y Evelyn se habían casado. Un nudo me apretó la garganta y mis ojos casi se salen de sus cuencas. El grupo explotaba con mensajes de mis amigos; primero fueron incrédulos, luego, impactantes, y al final los habían felicitado. Yo no podía redactar, mis dedos se habían helado. 

Seis meses habían transcurrido desde que llegamos a Londres. Yo estaba por acabar La Reina de Sangre, Edwin y Doretta seguían con su relación pegajosa, y Peter y yo continuábamos saliendo como amigos. La verdad no esperaba noticias tan impactantes hasta que se estrenara mi libro, pero los rubios me habían sacado de mi fantasía. 

Después del shock, arribó el éxtasis. ¡Mis amigos se casaron! ¡Evelyn y Dylan eran esposos! Casi dos años de noviazgo les habían bastado para determinar que se querían para siempre. Mi pecho se llenó del dulce rosa, latiendo al ritmo de la blandura. ¡No puede ser...! ¡Muchas felicidades!, los quiero mucho, escribí, sonriendo. Era todo un honor que compartieran este momento conmigo.

Luego de las alteraciones, Evelyn nos citó en el club nocturno para celebrar la ocasión con ellos, enviándonos una fotografía de que ellos ya estaban ahí. Hoy van a beber hasta desvanecerse, pensé, riéndome de mi propio comentario. 

Me alisté para salir del departamento y encontrarme con mis amigos, echándome perfume encima y coloreando mi boca con el labial claro. Después cerré todas las ventanas, y luego tomé mi bolso y abrigo. Posterior a abandonar el departamento, tuve que pedir un taxi para que me llevara al sitio. Según mis ahorros, pronto podría comprarme un auto usado para poder desplazarme por la ciudad, pero mientras tanto tenía que depender del transporte público.

El sol ya se ocultaba por el horizonte cuando entré al club. De inmediato recordé que hace unos años, Edwin y yo habíamos venido aquí, y entre bailes y besos, Jade y Peter se habían enterado de nuestra relación, armando un escándalo. Sé que en ese momento me enfurecí, pero ahora sólo pude carcajearme por el pasado.

En la imagen de los rubios se veía claramente que se hallaban en el balcón, así que me dirigí hacia allá. Mis amigos estaban hasta el fondo, yo había sido la última de los seis en llegar.

—¡Ella está aquí! —Dylan alzó la voz.

Sonreí hasta que las mejillas me dolieron, claramente ya no estaba en sus cinco sentidos. Evelyn corrió hacia mí, gritando. Cuando se halló en mis brazos, fácilmente pude determinar que se encontraba ebria.

—¡Emily, me casé! —me dijo, separándose un poco de mí y saltando de alegría— ¡Mira! —siguió con el mismo entusiasmo, mientras yo intentaba no reírme, y me enseñó el anillo plateado en su dedo anular.

—¡Guau! —dije con los ojos muy iluminados— Felicidades —expresé, volviéndola a abrazar con el corazón regocijante.

—Emilyyy —el rubio vino hasta mí y su esposa le dio espacio para que también me abrazara—, me casé con alguien brillante —me susurró en medio de su confusión.

Los pómulos se me calentaron.

—Lo sé, corazón —le respondí—. Muchísimas felicidades.

Después los dos se tomaron de las manos y dieron brinquitos para regresar a la mesa. Yo avancé detrás de ellos y me reuní con los demás. Primer saludé a Jade con un abrazo.

—Me quitaron ser la madrina de su boda —comentó mientras la abrazaba—, pero estoy muy feliz por ellos.

Luego, con una sonrisa, fui hacia Edwin. Él me recibió con calidez. Nos habíamos visto ayer porque mi amigo prácticamente vivía en mi casa, pero tuve ganas de estar en sus brazos por la especial ocasión.

—¿Doretta ya habló contigo? —preguntó.

Fruncí el ceño de inmediato.

—No..., ¿sobre qué? —inquirí, mirándolo con seriedad.

Su rostro cambió, dándome entender que ocultaba algo.

—Nada, luego platicaremos al respecto —desvió el tema.

Mi corazón dio un respingo. No sé por qué con esos dos siempre esperaba escuchar malas noticias. Me aterrorizaba tanto, que me hacía pensar lo peor cada vez que me decían que querían conversar conmigo; normalmente era para que yo no llegara al departamento a tal hora, así que intenté no preocuparme.

Finalmente, saludé a Peter con la timidez de una niña —hasta las mejillas se me coloraron—, sin embargo, no pensé dos veces en lanzarme a sus brazos. Él me correspondió el gesto con la misma premura. Por enésima vez, me drogué con su aroma. De verdad que su simple olor me hacía sentir en casa.

—Bien, bien —la voz de Evelyn me obligó a separarme de mi exnovio. Intenté aplacar el hormigueo de mis mejillas—, quiero brindar por mi esposo —dijo, alzando su copa.

Tuve que morderme la lengua para no reírme.

—Y yo por mi esposa —intervino Dylan.

La rubia bebió del vaso de su esposo, y mi amigo, del de Evelyn. No pude más y me reí. Por suerte, los recién casados estaban tan concentrados en ellos mismos, que no se dieron cuenta de que me carcajeaba.

—Así han estado desde que llegamos —comentó Edwin, calmando sus risitas.

—Hay que bailar, ¿no? —agregó Jade— No quiero recogerlos del piso el día de su casamiento, sería lamentable.

Rápidamente, la pelirroja tomó a Evelyn y la llevó adentro. Edwin agarró el brazo de Dylan e hizo lo mismo. Al final, Peter y yo nos miramos. Le ofrecí la mano y él la tomó, ensanchando más su sonrisa. Con las palmas entrelazadas, seguimos a nuestros amigos al interior del establecimiento.

Bailamos en grupo, aunque cuando Evelyn y Dylan recuperaron el conocimiento, comenzaron a danzar en medio de nosotros. Sus pasos tan extravagantes me hacían reír a gritos, por suerte la música estaba lo suficientemente fuerte para que mis carcajadas se perdieran. En el momento que los recién casados empezaron a besarse con frecuencia, nos separamos en dos grupos.

Primero bailé con Edwin como nunca antes lo había hecho. En el pasado, nuestros movimientos estaban cargados de energía sexual e indirectas, ahora sólo había tonterías y risas; por lo tanto, lo disfruté más.

Después dancé con Peter, recordando las veces que salíamos a divertirnos cuando éramos novios. Con él nunca había sentido la necesidad de impresionar, yo sabía perfectamente que ya lo tenía deslumbrado. Entre el sudor, los colores fluorescentes y las sonrisas me di cuenta de que siempre había habido seguridad entre nosotros; nunca dudé sobre sus sentimientos porque siempre me los demostró.

Luego de un tiempo, mi exnovio y yo decidimos tomar un poco de aire fresco, así que salimos nuevamente al balcón. De inmediato dejé que la ventisca de febrero se apoderara de mis poros, viendo cómo las luces de los automóviles se movían por la avenida.

—Sólo quedamos tú y yo —mencionó Peter de repente.

Mi cuerpo entero se revolvió. Lo volteé a ver, sujetándome de la barda.

—¿No me digas que estás celoso? —pregunté, alzando una ceja y reprimiendo mis risas nerviosas.

Puso su mano en el barandal, cerca de mi brazo.

—No, no, créeme que me encuentro muy feliz por ellos; pero es muy raro que cada uno esté en una situación completamente diferente...

—Lo sé. En cualquier momento, Jade estará embarazada, Dylan y Evelyn se casaron, y Edwin presume su relación estable por todos lados; mientras tanto, tú, de veintisiete años, y yo, próxima a tener la misma edad en un mes, estamos muy lejos de encontrarnos en su posición —manifesté.

—¿Eso te molesta? —inquirió.

—Un poco —confesé—. A veces pienso que me estoy quedando atrás, pero en mis momentos más lúcidos realmente disfruto mi vida tal como es ahora. ¿Y tú?

—Hmm, la verdad sólo siento nostalgia por ver a las personas de mi alrededor dar tan grandes pasos en su vida —contestó.

Los enredos en mi abdomen ya habían pasado a segundo plano, la presencia de Peter no me molestaba en lo absoluto.

—Tú y yo deberíamos casarnos —solté sin previo aviso. Él me miró con los ojos muy abiertos y casi se empezó a reír cuando me sonrojé—. Piénsalo: Nos conocemos de toda la vida y ya hemos estado juntos, así que no habría problemas —finalicé la broma.

Intenté no racionalizar lo que había dicho para evitar sentirme ridícula.

—Qué forma tan romántica de pedirme matrimonio —respondió con ironía.

Aparté mi vista, escondiendo mi sonrisa. ¿Qué ocurrirá si doy el paso? No sé si quiero..., ahora estamos tan bien... Ojalá pudiéramos quedarnos así para siempre. Sin embargo, mis impulsos querían otra cosa, así que no le prestaron atención a las excusas de mi mente.

—Bueno, entonces no —comenté—. Aun así, me gusta alguien —dije abruptamente—, así que probablemente ya no te moleste más si le gusto a él también.

Parecía una adolescente, incapaz de hablar en segunda persona y rehuyendo de su mirada. Estaba asustada, nuestra relación había fracasado terriblemente en el pasado, ¿qué tal si volvía a ocurrir lo mismo? ¿Y si él consideraba que era mucho mejor ser amigos?

—Ah, sí, ¿quién? —cuestionó, acercándose más a mí con el ceño fruncido.

Entonces no pude más. Fui incapaz de hablar y respirar, mi cuerpo entero se deshizo y mi vista comenzó a nublarse.

—¡Esto es muy difícil! —exclamé, apartándome de Peter. Quería salir corriendo por sentirme vulnerable— ¡Estoy agotada de soportarlo!

—Emily... —musitó, calmando mis exclamaciones. Lo miré, sus pupilas brillaban con atención—, sólo dime, por favor —concluyó con un murmullo que apenas se escuchó.

Mi corazón se tranquilizó, vibrando a un nivel más abajo. Ahora eran mis ojos los que ardían ansiosos por soltar unas cuantas lágrimas. Me acerqué a él.

—¿Puedo besarte? —musité, apenas abriendo la boca. En su mirada pude ver la estupefacción que intentó ocultar— Por favor —supliqué, sintiendo su cálido aliento sobre mis labios—; antes habría aguantado más, pero he cambiado mucho desde aquellos días: Ya no acepto más juegos.

—¿Quieres sentir al muchacho de veintidós años otra vez junto a ti? —murmuró.

Mi mundo se limitaba a nosotros en ese momento, lo de afuera ya no existía.

—No —dije, el alma me dolía por hablar—; te quiero a ti en el presente.

Nunca pude determinar quién se acercó primero, pero cuando pude procesar lo que ocurría, Peter y yo ya nos habíamos unido en un beso. Fue como volverlo a conocer. A pesar de que todo era tan familiar, se sintió completamente distinto. Ahora había más sabiduría, más libertad, menos secretos...

El resto de la noche no conversamos. Simplemente bailamos un poco más para después besarnos en cada rincón disponible. La mano de él no se despegó de la mía para evitar las preguntas que sin duda no podríamos contestar. En lo personal, sólo me dediqué a sentir, dejando de lado la razón que me decía que todo estaba mal.

Al final, los seis salimos a la calle oscura para regresar a nuestros hogares. Los recién casados eran los primeros en la fila y se abrazaban con un entusiasmo que jamás había visto en ellos. Los exnovios iban en medio, riéndose de quién sabe qué. Mientras que Peter y yo nos rehusábamos a soltarnos en silencio, drogados hasta el cielo por los labios del otro.

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