13.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Advertencias: Yoongi!Alfa x Hoseok!Omega. Temática de mafia. Smut. Narración de prostitución. Angst, drama, fluff, y un montón de otras cosas.

... Porque estoy loca, cariño, necesito que vengas y me salves...

Con un abrazo fuerte, Amelie se despidió de Hoseok, dándole un beso en la mejilla que le hizo sonreír.

Nos volveremos a ver, ¿cierto? —preguntó la omega con esperanza—. Tienes que venir a visitarme, ¿me lo prometes?

Te lo prometo —dijo Hoseok agarrándole la mano y dándole un apretón—, convenceré a Yoongi de que me deje venir por un verano.

No lo creo —suspiró Yoongi, aunque una sonrisa cariñosa pintaba su rostro—, no puedo quedarme sin mi bebé tanto tiempo.

Hoseok rodó los ojos y se despidió una vez más, antes de inclinarse con respeto ante Paola, que tenía una sonrisa de aprobación, e hicieron un gesto de adiós antes de cruzar las puertas hacia la sala de embarque.

La estancia en Paris ya había llegado a su fin y era hora de ponerse de camino hacia Berlín, Alemania. Hoseok no quería despedirse tan pronto de la ciudad (a pesar de la horrible situación que vivió), pero era momento de partir y seguir con los negocios. Por lo que le había comentado Yoongi, cerró un trato importantísimo con la Unione Corse, abriéndole otra puerta en el continente europeo.

—Dejé los destinos más difíciles para el final —suspiró mientras embarcaban ya en el avión hacia Berlín—. Alemania es complicado, soleil.

—¿Mmmh? —Hoseok bostezó por el cansancio, pasando por alto el dulce apodo con el que Yoongi le había estado llamando los últimos días—. ¿Cómo es la mafia allí?

—No es una organización tan grande como la 'Ndrangheta o la Unione Corse. Son... clanes familiares que suelen luchar por el control de Berlín o, a veces, se alían entre ellos —un gesto de desagrado—. Me reuniré con la más poderosa, que también tiene lazos con la 'Ndrangheta y la Unione Corse. Belloco y Francisci me han contactado con la familia Remmo.

—No suena a un apellido alemán —señaló Hoseok, sentándose en su asiento-sofá, estirándose por lo cómodo que era.

—No —concedió Yoongi—, y tienen otras costumbres. Pero los rusos son peores —un apretón de labios y Hoseok supo que no quería hablar de ese tema, así que se quedó callado—. Tu cuello, ¿cómo está?

—Menos moreteado —contestó Hoseok, acariciando la zona mencionada con cuidado—, está bien, Yoon...

Yoongi tenía una expresión de molestia en su rostro, con los ojos fijos en aquella zona moreteada, que quedó así luego del ataque recibido días atrás. Hoseok sólo lo ignoraba, al fin y al cabo, no era la primera vez que tenía una herida así... A veces, los clientes en el prostíbulo querían intentar cosas nuevas con él y eran unos idiotas novatos que no sabían practicar bien la asfixia erótica. Incluso, cuando fue abusado por aquel idiota años atrás, también terminó con el cuello pintado de morado.

Aunque suponía que para Yoongi era más molesto. Dos días atrás, con las marcas más notorias y grandes, una alfa se le acercó mientras paseaban por los jardines del Palacio de Versalles, preguntándole si esas marcas se las hizo su alfa. Yoongi parecía capaz de matar a la mujer con la mirada y Hoseok se apresuró en aclarar que no había sido así, que lo asaltaron, pero no convenció a la alfa, que pareció quedársele mirando en todo el recorrido. Qué vergüenza.

Yoongi decidió no decir nada y se sentó a su lado. El viaje era de menos de dos horas, así que Hoseok tomó una siesta para enfrentarse al nuevo país.

—Myoui quiere concertar otra reunión con usted —escuchó que le decía Jungkook a Yoongi en voz baja en medio de su sueño.

—¿Otra? —Yoongi sonaba exasperado—. ¿Qué puede querer ahora?

—Insiste en presentarle a su hija —suspiró Yoongi—, quiere afianzar sus lazos mediante un matrimonio.

Oyó el bufido del alfa y Hoseok sólo pensó en que era lo más sensato, ¿no es así? Yoongi debería... debería casarse con una omega que le trajera beneficios, que estuviera acostumbrada a su mundo, y por encima de todo... que no fuera un rechazado social. Hoseok estaba olvidando su lugar en el mundo, viviendo una utopía en donde las personas le sonreían con agrado y amabilidad, donde él tenía un alfa que lo adoraba y no era una prostituta. El sueño que estaba viviendo acabaría en dos semanas, una vez regresaran a Corea.

Coincidiría con el funeral de Jeonghan, el cruel recordatorio de lo que pasaba con los omegas machos que se aferraban a la esperanza.

Despertó por completo cuando el avión estaba aterrizando. No dijo nada respecto a la conversación que escuchó, empujándolo al fondo de su mente. Se haría cargo de eso después, no ahora, porque lo único que deseaba en el momento era ser feliz unos días más.

En el aeropuerto ya les estaban esperando, pues Yoongi le dijo previamente que Taehyung mandó a tres nuevos guardias. Vio a Jungkook detenerse y pegar un gemido de pesimismo.

—Mierda —murmuró el beta.

—Señor Min —dijo el más cercano, haciendo una inclinación de noventa grados—, bienvenido. Esperamos que haya tenido un buen viaje.

—Sí, gracias —Yoongi puso su mano en la espalda de Hoseok para presentarle a los nuevos guardias—. Hope, te presento a Son Hyunwoo —apuntó al que acababa de hablar, un alfa alto y atractivo—, Jung Wooseok —señaló al del medio, que se inclinó de inmediato—, y... a Park Jimin.

Hoseok no pudo evitar parpadear al notar la diferencia de altura entre los dos primeros alfas y el tercero. Con el cabello rubio, de mejillas regordetas y sonrisa encantadora, Park Jimin lo saludó con entusiasmo.

—Señor Min —dijo Jimin—, ¡bienvenido! Berlín se ve como una ciudad encantadora, aunque me habría gustado ver Paris, la ciudad del amor, ¿no, Kookie?

Oh. Oh.

Yoongi hizo un mohín, rodando los ojos en lo que Jungkook miraba a Jimin como si fuera una mosca que quería aplastar. Jimin no se intimidó.

—Namjoon, Jimin y Matthew, ustedes estarán a cargo de la seguridad de Hoseok por el resto del viaje —ordenó Yoongi, y la sonrisa de Jimin disminuyó, convirtiéndose en una expresión de seriedad.

—Por supuesto, señor Min —dijeron los tres alfas.

—Vamos ahora, quiero llegar pronto al hotel y echarme una siesta —bufó Yoongi.

—¿Tres alfas? —suspiró Hoseok en lo que subían al auto arrendado—. Una exageración...

—Berlín es más peligroso que Paris —habló Yoongi, y eso fue todo. Hoseok no siguió quejándose.

La ruta fue tranquila los primeros minutos, saliendo del aeropuerto y adentrándose en la carretera de tres vías. Hoseok sólo veía los campos hasta que, poco a poco, el paisaje empezó a transformarse en algo más urbano: fábricas, galpones, edificios y túneles.

—Qué ciudad tan gris —comentó Hoseok, mirando el cielo: había nubes ligeramente oscuras, aunque no parecía que fuera a llover pronto—. ¿Se quedaron en la Guerra Fría o qué? ¡Oh, árboles!

—Hoba... —suspiró Yoongi.

—¡Wow, verde!

Silencio.

—Yooooooooooongi —se quejó Hoseok cinco minutos después—, ¿cuándo se acaba la carretera? ¡Estoy harto!

—¿Desde cuándo no tienes paciencia?

—¡Quiero ver la ciudad!

Más silencio. Hoseok dejó de mirar por la ventana y se recostó en las piernas de Yoongi, queriendo llamar su atención.

—Yoooooooooooooooongiiiiiiiiiiiiiiiiiiii —gimoteó Hoseok.

—¡Oh, mira, hemos llegado!

Hoseok se enderezó con rapidez sólo para que su expresión se volviera enojada, pues por la ventana sólo se veía una muralla con raíces. Resopló y Yoongi se rió.

Aunque tuvo suerte: sólo tuvo que esperar un poco más para que el paisaje se volviera más y más verde, entrando por una calle que a un costado tenía árboles y, por el otro, edificios. Sólo que, lo que parecía ser un enorme parque, pronto se acabó para dar paso a una ciudad de arquitectura germana. El cielo se despejó y los primeros rayos de sol salieron, y Hoseok pudo ver un poco mejor el encanto de la capital alemana. No tardaron en llegar al centro, donde los edificios estaban pegados uno con el otro, algunos más modernos que otros, con las calles inundadas de gente.

Miró, a lo lejos, lo que parecía ser una iglesia enorme, de estilo barroco y con una cúpula en toda su altura. Pronto lo perdió de vista, sólo para que el vehículo se detuviera fuera de un edificio de tres pisos y de arquitectura clásica, que se veía algo viejo, aunque también bien conservado. Sobre las puertas, en letras doradas, se leía Hotel de Rome.

—¿De Rome? —leyó Hoseok, enarcando una ceja—. ¿Nunca abandonamos Roma?

—Pertenece a una exquisita familia británica, los Forte, de raíces italianas —un gesto en lo que se bajaban del vehículo—. Lo mejor para mi bebé, por supuesto.

Sí que parecía ser lo mejor: todo en el hotel olía a caro y exquisito. La arquitectura romana, los colores vibrantes, los sillones y mesas... Se notaba la inversión.

Willkommen, Herr Min —saludó la recepcionista con una sonrisa encantadora.

Hoseok escuchó a Yoongi hablar alemán, algo inquieto por lo grave que se oía su voz por el idioma extranjero. Incluso mordió su labio inferior.

Ich möchte nicht, dass uns jemand in der Suite stört —le dijo Yoongi a la mujer, que asintió sin perder la sonrisa—. Hoseok, contrólate —le siseó entonces al omega, agarrándolo por la cintura.

—Estoy controlado —replicó Hoseok—, es sólo que eres muy caliente hablando cualquier otro idioma. Tu lengua es muy buena —añadió, y tuvo que ahogar su grito cuando el alfa le agarró el culo con fuerza y rapidez, soltándolo en menos de tres segundos.

Danke, ich werde in jeder Situation anrufen —añadió, y luego llevó a Hoseok hacia el ascensor—. Eres un peligro público.

El omega puchereó, admirando lo bonito que era el edificio por lento, aunque tenía que admitir algo importante:

—Nada superará Paris —le dijo Hoseok mientras marcaban el número del piso—, esa vista a la Torre Eiffel —una sonrisa nostálgica—. ¿Por qué no me compras esa torre?

Yoongi sacudió su cabeza con su clásico gesto de exasperación y Hoseok se rió, abrazándolo por la cintura.

No tardaron en llegar a la puerta de su habitación, donde se leía el nombre de la suite: Suite Royal Bebel. Al entrar, Hoseok notó el lujoso apartamento de clásico estilo berlinés, con elegantes muebles y de gran iluminación. Tenía colores brillantes, estanterías con lo que parecían cientos de obras literarias y arte abstracto en las paredes. El comedor poseía una cocina pequeña, dos baños y un balcón grande, con vista a la histórica Bebelplatz, la histórica plaza pública de Berlín. Hoseok suspiró por el paisaje frente a él.

—¿Sabías que en la Bebelplatz se llevó a cabo la quema de libros de 1933? —le dijo Hoseok a Yoongi—. Es una ciudad con una triste historia, después de todo.

—Visitaremos varios lugares —contestó Yoongi.

—Bien —Hoseok sonrió con aprobación—. Ahora, ¿marcamos esta habitación como nuestra?

—Por dios...

Hoseok ni siquiera tuvo que rogarlo. Jamás tenía que rogar para que Yoongi lo complaciera.

La Bebelplatz se encontraba ya con un grupo de turistas cuando salieron en la mañana, y era un sitio muy sencillo de visitar, pues era más que nada un lugar conmemorativo para ir.

Das war ein Vorspiel nur —leyó Yoongi en la placa que estaba en el suelo, en el centro de la plaza y al lado de la pieza de cristal donde se podían observar estantes de libros vacíos—, dort wo man Bücher verbrennt, verbrennt man am Ende auch Menschen.

—Oh, ¿qué significa eso? —preguntó Hoseok con curiosidad.

Yoongi se tomó su tiempo para interpretarlo y decirlo, con voz suave.

—"Eso fue sólo un preludio" —dijo el alfa—, "allí donde quemas libros, también acabas quemando personas". Es una frase de Heinrich Heine. Triste, pero no menos cierto.

—Sí —Hoseok tenía una expresión penosa—, que terrible, terrible historia...

Yoongi podía imaginarse que para Hoseok pegaba más fuerte, en todo sentido. No sólo porque fuera alguien sensible, sino porque era omega. Un omega en un país donde eran menospreciados, mirados en menos, el chivo expiatorio ante todas las malas situaciones que pudieran ocurrir en Corea. Marginados, casi obligados a prostituirse, rechazados por la sociedad.

—Vamos, vamos a otros sitios —animó Yoongi, decidido a no ver más ese gesto en el rostro de su omega.

Lo llevó a Museumsinsel o la Isla de los Museos, una isla pequeña en el río Spree, lugar donde se hallaban varios grandes museos, la Catedral de Berlín y el Lustgarten (Jardín del Placer).

Visitaron primero el Foro Humboldt, un antiguo edificio de arquitectura prusiano y fungía como centro cultural del país, con varias cámaras de arte de todo el mundo. De ahí fueron a la Catedral de Berlín, de estilo neobarroco, aunque tuvo que ser reconstruido luego de la Segunda Guerra Mundial debido a los bombardeos.

—Acá está la cripta de la familia Hohenzollern —comentó Hoseok mientras entraban—, la dinastía alemana que gobernó tanto tiempo atrás. El último emperador alemán reconocido fue Guillermo II, que abdicó luego de la Revolución de Noviembre, cuando se fundó la República de Weimar.

—¿Cómo puede guardar tanta información en su cabeza, Omega Min? —preguntó Jimin, con los ojos abiertos en admiración.

Hoseok se rió y Yoongi bufó, mientras que Jungkook soltaba un ruido de molestia.

—Qué lindo eres —respondió Hoseok, y soltó el brazo de Yoongi, yendo a agarrar el de Jimin—. ¿Quieres escuchar todo lo que tengo para decir? Yoongi se aburre mucho conmigo.

—Eso es mentira —Yoongi miró ambos brazos juntos y Jimin sonrió con inocencia—. Park, no me provoques que te puedo mandar de regreso a cuidar las puertas de la empresa.

—No lo estoy provocando, señor Min —Jimin, con elegancia, soltó el brazo de Hoseok sólo para agarrar el de Jungkook—. ¿Mejor así?

Enarcando una ceja, Hoseok miró a Jungkook con coquetería, haciendo un gesto con sus cejas. Jungkook enrojeció y empujó a Jimin, que se carcajeó por su reacción.

—¿Están saliendo? —le susurró Hoseok a Yoongi.

—No —Yoongi abrazó a Hoseok por la cintura—, no todavía, al menos.

De ahí pasearon por el Jardín del Placer, aunque terminaron rápido y buscaron un lugar para comer. Fueron a un pequeño restaurante de comida china que pillaron de paso, pues en la isla no había restaurantes sofisticados para almorzar. A Hoseok, particularmente, no le importaba.

Partieron entonces al Altes Museum, uno de los edificios más antiguos de la isla, de arquitectura neoclásica y que adentro albergaba antigüedades de carácter prusiano, como cuadros de castillos. Detrás se encontraba el Neues Museum, que exhibía colecciones egipcias y prehistóricas.

—Fue casi destruido por la Segunda Guerra Mundial —platicó Hoseok.

—Hoba —dijo Yoongi—, ¿algo aquí no fue destruido en esa guerra?

Hoseok trató de aguantarse la risa.

Visitaron también la Alte Nationalgalerie, edificio que parecía de diseño romano en el exterior y con la estatua de Federico Guillermo IV en el exterior, montando un caballo. Tenía una gran colección de oblas del clasicismo y romanticismo, por lo que estuvieron gran parte de la tarde allí.

—Nos quedan dos museos, vamos —dijo Yoongi cuando Hoseok le comentó si estaban bien con el tiempo—, quiero seguir escuchándote.

El omega le dio un beso dulce.

Fueron al Pergamonmuseum, quizás uno de los más exquisitos en cultura, pues tenía zonas dedicadas no sólo a Grecia y Roma, sino también al mundo mesopotámico, de Próximo Oriente y del Islam. Hoseok estaba más que fascinado con dicho museo, sacándole foto a todo lo que viera: el Altar de Zeus, la Fachada de Mushatta, la Puerta de Istar de Babilonia, el salón de Alepo...

Dejaron para el final el Bodemuseum, dedicado al arte egipcio y bizantino, y a la numismática.

—¿Puedes creer que se robaron una moneda aquí? —dijo Hoseok mientras miraban la colección de monedas—. De oro, valorada en...

—Cuatro millones de euros —completó Yoongi con una risa baja—. Sí. Cuatro personas fueron detenidas por eso, tres de ellas de apellido Remmo.

—Oh —Hoseok parpadeó y su expresión cambió—. Oh, dios, dime que no... No son los mismos...

—Afortunadamente, eran sobrinos en segundo grado de Haidar Remmo, el Patriarch de los Remmo —avanzaron por los pasillos—. Hubieran sido sus hijos y probablemente el juez y su familia habría aparecido asesinada. Pero sólo fueron condenados a cuatro años de reclusión.

—Haidar —Hoseok miró una escultura—, no suena a alemán.

—No. Sus raíces son libanesas y tienen otras costumbres —una pausa breve—. Son muy conservadores, Hoseok, no en el sentido coreano, sino en el sentido occidental. A ellos no les importará si eres un omega macho, pero les interesará más el hecho de que no estemos casados, no tengas mi marca y no me hayas dado ningún cachorro todavía. Jungkook...

—Sí, señor Min —Jungkook apareció de inmediato, casi sacándole un susto a Hoseok—. Para nosotros —remarcó dicha palabra, haciendo que Hoseok entendiera bien a qué se refería con eso: la familia— es importante que el líder tenga un compañero más allá de los placeres carnales. En Italia se le conoce como Dolce Meta, en Francia es Parfum Aimé y acá se le llama Ewige Liebe o, traducido, Amor Eterno. El Ewige Liebe, particularmente, representa el apoyo del Patriarch y el compromiso que tiene con los suyos propios, por lo que los Remmo esperan que, en esta reunión tan especial con un potencial aliado, les presente a su Ewige Liebe.

Hoseok escuchó todo en silencio y supo enseguida para dónde estaba yendo. No le sorprendió que Yoongi le dijera a Jungkook que le explicara todo, pues si lo hubiera hecho el alfa, Hoseok lo habría golpeado. Estaba a punto de hacerlo.

—No —dijo de inmediato—. No, Yoongi. No.

—Es tarde —suspiró Yoongi—, ya les dije que mi Ewige Liebe irá conmigo a nuestra reunión. Están ansiosos por conocerte.

El omega se soltó del agarre de Yoongi, sintiéndose traicionado por lo que estaba diciendo. Retrocedió un paso, sus labios apretándose en un mohín de ira contenida y tratando de no gritar al encontrarse en un museo.

—¿De eso trató esto? —preguntó Hoseok, apretando sus manos en puños—. De traerme aquí, ponerme feliz y luego soltarme esto, ¿cierto?

—Hoseok —habló Yoongi, y su voz fue como una advertencia.

Pero Hoseok lo ignoró, dándose vuelta. Los guardaespaldas le dieron la pasada, no podían detenerlo simplemente al encontrarse en un lugar público, y Hoseok ignoró los llamados del alfa, buscando la salida más cercana.

¿Cómo Yoongi podía hacerle eso? Ya no era sólo meterlo en sus negocios de manera superficial, sino que lo estaba... lo estaba incluyendo en sus planes con otras personas. Planes futuros. Como si Hoseok, en el futuro, aceptara convertirse en su Ewige Lieve. Su Amor Eterno.

Limpió sus ojos antes de derramar las lágrimas. No. No iba a llorar.

La noche ya había caído en la ciudad, aunque el exterior del museo estaba muy bien iluminado y sólo se cruzó de brazos, tratando de ignorar el frío. Sin importarle nada, se puso a caminar hacia el metro, a sabiendas de que no tenía una tarjeta para moverse en él y que ni siquiera entendía el idioma como para poder saber a dónde ir.

—¡Omega Min, ¿para dónde va?!

—¡No soy Omega Min! —gritó, incapaz de seguir escuchando aquel título que no le correspondía. Se volteó, encarando a Jimin—. ¡No estoy casado con Yoongi, no tengo su marca y ni siquiera soy su novio! ¡Soy su puta, soy sólo su prostituto que vale mucho y nada más!

Jimin lo observó, ya sin su característica sonrisa encantadora, pero tampoco con esa mirada de piedra que tenían casi todos los guardias del alfa. Sólo había... había tristeza en sus ojos.

—Por favor, Hoseok —dijo entonces Jimin con tono suave—, volvamos. No enfademos al señor Min.

—Me importa una mierda si se enfada —dijo Hoseok con agresividad, porque era el único mecanismo que tenía para defenderse de todas las emociones que lo estaban desgarrando por dentro—, que se enfade. Puede gritarme, zarandearme, ¡incluso pegarme! ¡Dile que si quiere pegarme, que lo haga! Porque soy su zorra y él... él... —su voz se ahogó y tuvo que volver a limpiar sus ojos—, él pu-puede hacer lo que quiera conmigo...

Jimin se movió a abrazarlo cuando Hoseok se quebró y el omega apreció, entre sollozos, que el alfa tenía un aroma a cítricos, parecido al de Yoongi. Quizás eran familiares, lo más probable es que sí, pues al fin y al cabo, las mafias se sostenían en eso: la familia. La familia como núcleo y centro de todo. Aquella familia a la que Yoongi insistía tanto en unirlo.

Pero él no podía, de verdad que no. Hoseok lo deseaba con todo su corazón, ¿cómo no? Él estaba loco por Yoongi. Ahí, en brazos de Jimin, tenía que admitirlo finalmente: Hoseok amaba a Yoongi de manera enloquecida, lo amaba con todo su corazón. Su omega se moría por su marca, por aparearse con él, por ser anudado y convertirse en suyo, suyo para siempre. En sus más oscuros sueños, Hoseok quería ser suyo para siempre.

No obstante, no podía hacerlo. Porque cada vez que pensaba en aceptarlo, llegaba a su mente el cuerpo sin vida de Jeonghan, que se suicidó un mes después de haber sufrido un aborto espontáneo gracias al abandono del alfa que le prometió amor eterno. Porque cuando las palabras estaban por escapar de su boca, recordaba a Jinyoung sollozando por el dolor de la marca rota, una marca que una alfa le hizo luego de mentirle y asegurarle que iban a casarse. Porque en el momento en que iba a decir esas condenatorias palabras (te amo, márcame), llegaba a su cabeza el llanto desconsolado de Baekhyun, a quien le juraron sacarlo de esa vida sólo para dejarlo olvidado.

Hoseok se había jurado que él jamás pasaría por eso. Jamás dejaría que un alfa tuviera ese tipo de poder en él.

Y ahora venía Yoongi, con sus sonrisas tiernas, su toque dulce, sus ojos empapados de amor, y Hoseok se odiaba por ser débil, por haber caído cuando nunca tuvo que hacerlo. Yoongi lo quería ahora, pero después, ¿qué pasaría después? ¿Qué pasaría cuando dejara de hacerlo? Hoseok no quería una marca rota, un aborto espontáneo, un corazón roto.

—Está bien, Hoseok —susurró Jimin, acariciándole la espalda con suavidad—, está bien...

Hoseok sólo sollozó un poco más y, de pronto, Jimin se movió. Levantó la vista para ver aparecer a Yoongi, que tenía una mirada sombría y, aun así, lo agarró cuando Jimin se alejó. Nuevas feromonas lo rodearon y el omega se aferró al abrigo del alfa.

Lo peor era eso: negárselo, pero ansiándolo. Diciendo que no, pero desesperado por su afecto.

—Lo siento —susurró con voz débil.

—Nada que perdonar —dijo Yoongi—, vamos, ha sido un largo día y tienes que descansar.

Caminaron hacia el auto, que ya estaba encendido y con Jungkook en el volante. Hoseok se recostó contra Yoongi, que iba en silencio agotado. No dijeron nada en lo que entraban al hotel ni cuando llegaron a la suite, con el alfa ordenando que la cena la llevaran a la habitación. Hoseok sólo fue directo a la cama, sin ponerse el pijama y echándose en el colchón.

—Jungkook —escuchó que decía Yoongi—, llama a Remmo y dile que iré sin compañía a la reunión.

Hoseok cerró sus ojos.

Hacer muecas de disgusto, pero aceptándolo porque, en el fondo, quería que todos lo supieran.

Él era de Yoongi. Él tenía un Alfa. Yoongi era de él. Yoongi tenía un omega. Yoongi le pertenecía a Hoseok.

Hoseok le pertenecía a Yoongi. Para siempre.

—Alfa —murmuró, y no tuvo que gritarlo, porque Yoongi lo escuchó.

—¿Sí, cariño?

—Iré —dijo, y su voz se sacudió—, iré contigo.

Una caricia suave en sus cabellos. A pesar del silencio previo, Yoongi no estaba enojado. Yoongi nunca se enfadaba realmente con él, porque lo amaba.

A pesar de su negación, de sus arrebatos, de su disgusto, nunca le había tratado con desprecio, nunca lo había golpeado, nunca le negaba su amor. Yoongi lo amaba, lo amaba, lo amaba.

Él también lo amaba, aunque nunca se lo fuera a decir.

—¿Estás seguro? —preguntó Yoongi con tranquilidad—. Si no lo deseas...

—Está bien —se volteó y lo miró a través de sus ojos cristalinos—, pero ¿podemos hacer un nido?

Yoongi se inclinó a besarlo con dulzura y Hoseok sólo quería quedarse allí, beber del aroma del alfa, inundarse por él y nunca dejarlo ir. A pesar de que sabía que, tarde o temprano, iba a tener que hacerlo.

Su única esperanza es que fuera más tarde que temprano. Era su única esperanza.

sé que pueden pensar en que hobi es contradictorio, pero pobrecito, la vida le pega duro ;u;

¡gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro