15.

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Advertencias: Yoongi!Alfa x Hoseok!Omega. Temática de mafia. Smut. Narración de prostitución. Angst, drama, fluff, y un montón de otras cosas.

auspiciado de manera anónima, ¡gracias por la confianza!

... Mi hombre viejo, es un tipo rudo, pero...

Para Hoseok, fue un poco difícil acostumbrarse a la marca temporal en su cuello. Él tenía la costumbre de mirarse mucho en el espejo, por lo que en un inicio, no podía evitar que sus ojos se quedaran en su cuello más de lo debido, en el suave morado y las cicatrices de los dientes. Fue extraño, además, sentir las emociones de Yoongi a través del lazo, apenas vibrando, pero estaban allí, e imaginaba que era lo mismo para el alfa. Sólo que Yoongi no parecía mayormente afectado por ellas.

Al día siguiente de la marca, despertó pensando que todo lo ocurrido fue un sueño, y cuando vio en el espejo la marca, hubo un pánico inicial que provocó que Yoongi despertara y fuera a verlo, con clara expresión de ir a salvarlo de quien le estuviera provocando miedo. Cuando se dio cuenta de lo ocurrido, sólo se encogió de hombros.

—No le des tantas vueltas, Hoba —le dijo Yoongi con tranquilidad—, es una marca temporal.

Lo que Yoongi había hecho fue una locura, ahora lo tenía más que claro, no obstante, ¿qué iba a hacer sino eso? Recordar todo lo ocurrido la noche anterior era capaz de ponerle los pelos de punta, y más cuando Yoongi le dijo que tenían una comida con los Remmo. Ahora sólo con el Patriarch y su omega.

—Debe odiarme —se lamentó Hoseok—, todo lo que provoqué...

—¿Lo que provocaste? —Yoongi ahora fue severo—. Lo que ella provocó junto a su prima. Querían humillarte sólo por tu pasado, tú no hiciste nada malo. Incluso Malek se dio cuenta de eso —le agarró de la barbilla—. Aunque hubieras sido una puta en tu pasado, eres mi omega ahora, y todos deben respetarte por eso. Tanto Belloco como Francisci y Remmo, y también debe hacer Ivankov.

Hoseok no debía preguntar por el último apellido, pues reconoció el ruso, que era el último paradero de su viaje. Pensar en ir a Rusia le provocó desde ya una sensación de tristeza, porque significaba que todo el sueño mágico que vivía iba a acabar pronto. A pesar de los tropezones en el viaje, se había acostumbrado ya a los buenos tratos, a las miradas amables, a la no sexualización por donde quiera que fuese. Volver a la realidad... Se sentía desde ya como un golpe duro.

Así que fueron a la comida con Malek y Katharina. El alfa le saludó con una sonrisa encantadora y Katharina se mantuvo lejana, aunque amable, para de seguro no provocar más a Malek. Todo fue bien y los siguientes días pasearon por Berlín para disfrutar de lo que podía ofrecerles la ciudad.

El domingo, temprano, partieron hacia el aeropuerto para agarrar su vuelo a Moscú. No había vuelos directos y el más corto duraba poco más de diez horas, con una escala de casi tres horas en Estambul, así que llegaron a la ciudad rusa alrededor de las siete de la tarde, con Hoseok cansado a pesar de haber viajado en primera clase.

—Quiero dormir en una cama —se quejó mientras salían del aeropuerto, esperando a que Jungkook y Namjoon llegaran con los dos vehículos.

El viaje hacia el hotel fue de casi cuarenta minutos, con Hoseok apenas pudiendo admirar el paisaje porque ya había oscurecido, a pesar de ser verano. Pudo admirar, con la poca luz que había, verdes campos y grandes árboles, pareciendo ya más colorido que Alemania. Lo primero que vio, cuando ya estaban entrando a la ciudad, fue grandes edificios departamentales e hizo un mohín al ver las pantallas con anuncios, sin reconocer las letras.

—Al menos el alemán o el francés se podían leer, pero ¿esto? Es imposible —gimoteó Hoseok—. ¿Deberé seguir presentándome en inglés ante tus socios? Me voy a morir.

—Tu inglés es bueno —dijo Yoongi—, a todos les ha gustado. Les agradas a todos.

—Por supuesto —Hoseok rodó los ojos—, una prostituta sabe cómo ser agradable para atraer clientes, Yoongi.

Sus palabras no le hicieron gracia, lo notó por la forma en que sus ojos se estrecharon y el disgusto pintó su rostro. Hoseok miró hacia otro lado, sin arrepentirse por haberlo dicho pues era la verdad. Tenía que recordárselo para no olvidar su lugar allí, no cuando faltaba tan poco por volver.

No importaba la marca en su cuello. Debía saber cuál era su lugar allí.

—Sabes que no me gustan ese tipo de comentarios, Hoseok —le dijo Yoongi con cierta advertencia en su tono de voz—, así que no lo vuelvas a decir.

—Bueno.

Yoongi podía creer que si no los decía, Hoseok iba a dejar de creerlo, pero no sería así. Nunca sería así.

Las calles de doble vía pronto se transformaron en calles de una sola vía y Hoseok pudo adivinar que estaban cerca del hotel. Los ánimos parecieron cambiar cuando el omega se dio cuenta de la dirección en la que estaban yendo por la arquitectura y colores que aparecieron ante su vista.

—¿El Kremlin? —preguntó, sin poder aguantarlo—. ¿Estaremos cerca del Kremlin?

El Kremlin era la fortaleza en el centro de Moscú, una pequeña ciudadela rusa con cuatro catedrales, cinco palacios y una muralla con sus torres, y que era la residencia actual del presidente de Rusia.

—Muy cerca —dijo Yoongi—, en un hotel viejo, pero exclusivo. Estaremos frente al museo de historia y cercano a todo el Kremlin.

El hotel se veía más grande que el museo, en una arquitectura de los años treinta, de un blanco grisáceo. Era minimalista, apreció Hoseok, destacaba por su tamaño, pero no por sus colores o decoloración. En dorado, las letras brillaban en lo alto: Four Seasons Hotel.

Como ya era costumbre, un botones los recibió para el equipaje y la pareja entró a una recepción elegante y brillante. Hoseok no prestó atención a nada, cansado y agotado por el viaje y queriendo sólo acostarse y dormir por largas horas. Incluso se quedó mirando la lámpara colgante del techo, con los cristales brillando por la luz, mientras Yoongi hacía el ingreso con la recepcionista.

—¿Quieres cenar en nuestra habitación o vamos al restaurante? —preguntó Yoongi cuando estuvo todo listo, yendo hacia el ascensor con Hoseok de la mano.

—En la habitación —contestó Hoseok, frotando sus ojos—, estoy cansado.

A pesar de que Yoongi seguía un poco molesto (lo podía notar por el lazo entre ellos), le abrazó por la cintura y le besó en la mejilla. Marcó el piso en el que iban a quedarse, el de la suite royal, que había escuchado que sería en la que alojarían.

Era impresionante, por supuesto, como las otras suites en las que alojaron. La sala de estar era enorme, de un color crema y con cuatro sofás y cuatro sillones grises, además de un ventanal que se abría hacia un balcón por el que se podía apreciar parte del Kremlin junto con la Plaza del Manège. El comedor poseía una mesa y sillas negras, con un arreglo floral que les daba la bienvenida, y el cuarto principal tenía un dosel con cortinas a su alrededor, además de otra salida hacia el balcón, que poseía sus propios sillones y mesas. El baño era lo más curioso, ya que era enorme, con un sauna redondo en el centro y una ducha cerrada de vidrio.

Hoseok se echó en la cama luego de darse una ducha rápida, sólo con la bata y suspirando por la comodidad, mientras escuchaba a Jungkook pedir la cena y a Yoongi abriendo su maleta. Cerró los ojos, aunque poco le duró el descanso, pues el alfa no tardó en acompañarle e, ignorando a los guardias en la sala de estar, le besó.

El beso no tardó en escalar: Hoseok abrió su boca y la lengua de Yoongi delineó su contorno antes de entrar. El omega gimió por la mano de Yoongi abriéndole la bata, sintiendo la dura polla contra su entrepierna. No hubo protesta al quedar desnudo, y Yoongi decidió entretenerse primero.

—Deja que te coma —le ronroneó Yoongi, y Hoseok se estremeció—, ¿qué tal si te sientas en mi cara y me montas?

No fue necesario que se lo dijera dos veces. Hoseok se acomodó, con las manos de Yoongi separándole las nalgas para comérselo mejor, y el primer orgasmo que tuvo fue así, con la lengua del alfa en él y con el omega gritando y chillando escandalosamente por lo bien que se sentía, moviendo sus caderas sin descanso alguno sobre la cara de Yoongi.

Luego se lo folló, claro. Yoongi anudó en él, besándole el cuello, sobre la marca temporal, y el éxtasis los alcanzó al mismo tiempo. Ahora, con esa marca, el sexo se sentía más enloquecedor y apasionante, mucho más salvaje y descontrolado. Hoseok se había sorprendido luchando más que nunca con su omega para no perder el control, no obstante, apareció casi al final una preocupación.

Yoongi la sintió. Acurrucados en la cama, con Hoseok abrazándolo a pesar del semen en su vientre y con Yoongi fumándose un cigarrillo, el alfa le preguntó sobre cuál era el problema.

—Estoy calculando mi celo —dijo Hoseok, un poco somnoliento—, debería venir dos semanas después de que regresemos a Corea, pero temo que la marca no haya desaparecido para entonces.

—¿Y lo malo de eso es...? —preguntó Yoongi.

—Temo que si no se haya ido, mi omega pida cosas que no deseo —confesó, y Yoongi lo miró—, sabes que es necesitado. Si te pide una marca... —le miró con severidad—, no me puedo arriesgar, Yoongi. Lo mejor es que lo pasemos separados.

Más que necesitado. Hoseok lo había conversado con sus compañeros y a todos les pasaba casi lo mismo: su omega tomaba el control total en una forma primitiva de buscar cariño y amor. Sí, tenían deseo sexual incontrolable, pero también se volvían territoriales, malcriados y exigentes de mimos, compañía y ternura. La primera vez que lo pasó con Yoongi, el alfa se había sorprendido por la forma en que Hoseok se negó a dejarlo salir de la habitación y todo el llanto que derramó por "romper" su nido (y Yoongi sólo empujó una almohada lejos para ponerse de pie). Ahora ya estaba más estable, claro, sabiendo que tenía un alfa que le ayudaría, pero temía que la situación fuera más intensa en el celo que se avecinaba.

—No lo has pasado lejos de mí desde que estamos juntos —Yoongi frunció el ceño en clara señal de disconformidad—, no veo por qué deberías estar lejos de mí en ese momento.

—Si te pido una marca...

—No te la daré —la expresión de Yoongi era amarga—, si no la quieres realmente, entonces no te la daré.

No sólo la expresión de Yoongi demostraba lo que sentía, también el lazo transmitió el dolor y decepción que le provocaba decir aquello. Hoseok mordió su labio inferior, conteniendo el impulso de su omega para corregir su error, para hacer sentir mejor a su alfa. Suyo.

Era quizás lo que más le asustaba del lazo, de la marca temporal en su cuello. Que no era una marca real, sin embargo, transmitía demasiadas emociones y percibía los latidos al otro lado, los constantes te amo te amo te amo te amo del alfa, a veces sonando tan fuerte que Hoseok pensó si eran suyos realmente. Y se preguntaba también si es que Yoongi percibía los del omega.

Ahora, más que nunca, era demasiado vulnerable al alfa.

—No quiero hacerte daño —susurró Hoseok, con su garganta adolorida para no llorar—, realmente no quiero hacerlo, Yoongi.

—Sé que no es tu intención —dijo Yoongi, estirándose para apagar el cigarrillo en el cenicero sobre el velador—, pero tus rechazos me provocan más daño que nada, Hoba.

Hoseok lo tenía más que claro, pero ¿qué podía hacer? ¿Ignorar sus miedos, empujarlos hacia abajo y aceptar lo que Yoongi le proponía? ¿Aceptar su marca, su propuesta de matrimonio que le hizo tanto tiempo atrás, quedar preñado de él?

¿Y si luego de un tiempo, Yoongi lo abandonaba? ¿Se enamoraba de una omega? ¿Le dejaba a su suerte, cargando con un cachorro que no tenía la culpa de nada, con una marca rota, sufriendo y ahogándose en su dolor?

Yoongi podía decir que no era así. Que nunca lo haría. No obstante, el miedo de Hoseok era más grande que cualquier otra cosa, porque él lo había visto con sus amigos y compañeros: cedieron, aceptaron, se enamoraron. Y todos, absolutamente todos ellos, fueron abandonados. ¿Por qué él sería diferente?

—¿Por qué no podemos ser felices con esto? —preguntó Hoseok con tristeza—. ¿Por qué quieres más, cuando desde un inicio supiste que no podía dártelo?

—Porque no soy feliz —Yoongi no se veía avergonzado—, y tú tampoco lo eres, Hoba. Sé que no lo eres.

No, no era para nada feliz. La vida que llevó tanto tiempo atrás, acostándose con alfas y convirtiéndose en una puta cara, ¿qué otra cosa podía hacer? No era lo ideal, pero trató de contentarse con eso para no caer en la desesperanza y frustración. No era feliz, sin embargo, estaba bien, estaba mejor que otros y podía sobrevivir.

Sobrevivir era mejor que morir entre cartones, hambriento y sin calor. No podía aspirar a más, porque jamás lo tendría. Se convenció de eso desde que entró a trabajar como prostituta y no había dudado de ello... hasta ahora.

Ahora conocía lo que era el cariño, el amor, la preocupación, el deseo por el otro (no solamente sexual), y su omega estaba volviéndose reacio a soltarlo. ¿Qué pasaría en su celo? Probablemente enloquecería.

—Lo que tenemos me hace lo suficientemente feliz ahora —le dijo, y fue más para sí mismo que para Yoongi—. Por favor, no hablemos de esto, Yoongi... No arruinemos nuestra última semana aquí.

Yoongi suspiró, no viéndose del todo de acuerdo, pero al final cedió ya que la cena llegó. Hoseok volvió a envolverse en la bata y aprovechando que la noche no era tan fría, decidieron comer fuera, mirando hacia el museo de historia de Rusia. Era de color rojo, de un estilo barroco moscovita y con dos altas torres que terminaban en punta. Parecía un palacio, con una estatua frente a su fachada.

—Es una estatua en honor a Gueorgui Zhúkov —dijo Hoseok, riéndose por la forma en que sonaba su ruso—, fue un gran militar y dirigió al Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial —apuntó al museo—. ¿Lo visitaremos?

—Mañana, claro —contestó Yoongi—, aunque leí que es un museo enorme, quizás estemos gran parte del día allí. Habrá que llevar alguna colación para no tener hambre.

—No importa —Hoseok sonrió—, me gustan los museos. Puedo demostrarte todos mis conocimientos.

—Me gusta que seas petulante —Yoongi le besó la mejilla y Hoseok volvió a reírse.

Así fue. Al día siguiente, se levantaron temprano y Hoseok no tardó en vestirse como todo un turista, con pantalones cortos y una gran playera, colocándose bloqueador y un sombrero para que el sol no le quemara. Yoongi decidió ir también relajado, con jockey y de negro, y Hoseok se sorprendió un poco al verlo. Parecía tan... joven.

Es decir, Yoongi era joven. Ese año había cumplido los treinta y tres, mientras que Hoseok tenía veinticuatro. Sin embargo, solía verse mayor gracias a sus trajes. Incluso el cabello le había estado creciendo y solía echárselo hacia atrás, dándole un aspecto más mayor y maduro.

Ahora se veía con años menos y Hoseok fue hacia él para besarlo, abrazándolo por el cuello.

—¿Mmm? —Yoongi le agarró una mano—. ¿Y eso?

—¿No puedo besar a mi hombre viejo? —jugueteó con una sonrisa de lado, sin admitir que lo besó porque su corazón se aceleró de manera inevitable.

Yoongi sólo rodó los ojos, pero no le soltó la mano y así salieron del lugar.

Visitaron el museo, con Hoseok admirando el interior del lugar, que estaba decorado cuidadosamente en base al romanticismo ruso y poseía grandes obras de arte de valor incalculable. Recogía reliquias que iban desde tribus prehistóricas que habitaron en Rusia, hasta la actualidad: artefactos de oro, manuscritos, cerámicas, objetos de madera, colecciones de monedas...

Hoseok se asombró de todo sin apresurarse, con Yoongi detrás y siguiéndole el paso. Pasadas las cuatro de la tarde, salieron del museo por la zona este, donde estaba la Puerta de la Resurrección, que eran dos arcos de similar color rojo al del museo y que conectaba con la Plaza Roja.

—Se construyó en 1680, pero Stalin la destruyó en los años treinta —contó Hoseok—, para que los tanques pasaran en los desfiles militares. Después, antes de los 2000, volvió a ser reconstruida.

Empezaron a caminar por la Plaza Roja, con la Muralla del Kremlin a su derecha, y Yoongi los metió a una gran fila, provocando que Hoseok soltara un grito.

—¿Veremos las tumbas? —preguntó con emoción.

—Jungkook batalló mucho, pero consiguió entradas —bufó Yoongi, sonriendo cuando recibió un beso como recompensa.

La Muralla del Kremlin tenía una zona que funcionaba como necrópolis y donde se enterraron los cuerpos de varios personajes históricos importantes, entre ellos Iósif Stalin, Maria Uliánova, Yuri Gagarin, grandes militares y, por encima de todo, un mausoleo dedicado a Vladimir Lenin.

Hoseok no era fanático de ellos dos como tal, pero no quería perderse algo de tanto valor histórico a pesar de que muchos no lo vieran así. Creía que visitar ciertos lugares debía ser imperdible para él, en especial con lo fanático que era de la historia.

—Fue hecho tras su muerte —le susurró Hoseok, observando con admiración el lugar—, ¿te cuento algo interesante?

—No —bromeó Yoongi, ganándose un golpe en su costado.

—Lenin no quería que Stalin lo sucediera —dijo Hoseok—, creía que era un tipo demasiado duro y sugirió varias veces sacarlo de su puesto, pero Stalin logró interceptar muchas cartas para seguir allí. Cuando Stalin asumió, fue acusado por Trotski de haber envenenado a Lenin.

—Mmm —Yoongi le miraba con gesto serio—, eres definitivamente el omega más inteligente que he conocido.

Hoseok no pudo evitarlo y, para su sorpresa, se sonrojó con cierta vergüenza, como si no creyera en sus palabras. Al final, sólo soltó una risa tímida, aunque le dio un apretón en señal de gracias.

Una vez terminó la visita a la necrópolis, siguieron en dirección sur y no tardaron en llegar al Templo de San Basilio, el más famoso de Rusia y conocido por sus cúpulas en forma de bulbo con variados colores.

—Fue mandado a construir por Iván el Terrible —habló Hoseok—, es tan bonito, Yoongi... Mira sus colores brillantes, ¿vamos a entrar?

—¿Qué pregunta es esa? —y Yoongi tiró de él, con Jungkook apareciendo de pronto con quién sería su guía, un agradable omega con una recortada barba que se presentó como Dimitri (y Hoseok no podía recordar su apellido a pesar de que lo quisiera).

Les mostró el interior del templo, contándoles sobre su historia y construcción, y las reliquias que poseía el lugar. Visitaron algunas de las capillas junto con sus cúpulas y su jardín. Hoseok disfrutó todo el recorrido como si le hubieran regalado un dulce, incluso sacándose múltiples fotos por la emoción. Parecía un niño pequeño, y Yoongi era feliz viéndolo.

Para cuando acabaron, ya eran cerca de las ocho de la tarde y fueron a buscar un lugar en el que comer, encontrando un restaurante cercano (que Hoseok no podía saber cómo se llamaba por las letras rusas), pero que se veía bonito y elegante. En la comida, a pesar de estar algo cansado, Hoseok decidió preguntar sobre lo que pasaría en los siguientes días.

—Necesito que me digas que esperas de mí en la reunión que tendrás —le dijo Hoseok, agarrando la copa de vino con delicadeza—, ¿será como en Italia? ¿O como en Alemania? Ha sido desastrosa mi compañía en estos viajes, Yoongi.

—Es lo normal —le corrigió Yoongi con tranquilidad, aunque prosiguió hablando—. Nos reuniremos con una organización que recibe el nombre de Bratva o Mafia Roja, y es la que tiene mayor influencia en Rusia y el resto de Europa, incluso en América y África. Belloco me contactó con ellos ya que hacen negocios —encendió un cigarrillo, viéndose un poco ansioso—. Los dirige Vladislav Ivankov, es un alfa de edad y... —una calada profunda—, tiene varios omegas, Hoseok. Cree en la poligamia.

—Poligamia —se rió Hoseok entre dientes con ironía—, ¿están por gusto o porque fueron traficados, Yoongi?

Yoongi ni siquiera sonrió.

—No estoy a favor de la trata, lo sabes, pero no me meto en lo que hacen mis posibles aliados —admitió Yoongi—, así que puede que algunos de sus omegas estén allí por tráfico o para pagar deudas —su mandíbula se apretó—. Tienes que llamarlo Pakhan, que no se te olvide, Hoba.

Pakhan. Bien, lo tengo —una pequeña pausa—. ¿Qué más?

—Por favor, mantente alejado de algunos de esos omegas —dijo Yoongi, y el omega sorprendió al escuchar cierta súplica en su voz—. Si efectivamente están allí en contra de su voluntad, quizás busquen hablarte para que te compadezcas de ellos y los ayudes —Hoseok abrió la boca ligeramente, sintiendo que palidecía—. No puedes hacerlo, Hoba, aunque quieras. No sólo me meterás en un enorme problema si les extiendes tu mano, sino que tú también estarás metido y no tengo suficientes hombres para defenderme en caso de provocar la ira de Ivankov.

Hoseok tragó saliva y asintió, entendiendo bien lo que estaba escuchando. Él no era un omega compasivo, sin embargo, si era muy emocional por varios momentos y podía jugarle en contra.

Su mano tembló y Hoseok chasqueó su lengua.

—Mierda, dame un cigarro, me estás estresando a mí con tus palabras.

El omega no era fanático del cigarro y para atraer clientes no era algo bien visto, pero solía fumar cuando estaba muy estresado. Yoongi le tendió la cajetilla y Hoseok prendió uno, cruzando sus piernas mientras se apoyaba en el respaldo de la silla. Dio una calada profunda para ordenar sus pensamientos.

—¿Tiene un omega oficial? —consultó Hoseok luego de exhalar el humo, un poco más tranquilo.

—Sé que sí, un omega llamado Nikolay —dijo Yoongi—, la Bratva es más tradicionalista que los Remmo, en especial con el lugar del omega. Será amable contigo, pero probablemente tenga un aspecto más frío e indiferente —el alfa botó la ceniza del cigarro—. La invitación no fue a algo familiar, así que será como en París.

—Y recordemos lo bien que salió Paris —bufó Hoseok.

—No se repetirá —dijo Yoongi—, te lo aseguro, Hoba. No me atreveré a arriesgar tu vida.

El problema, creía Hoseok, es que aunque no lo quisiera, la arriesgaba igual. Yoongi llevaba una vida peligrosa y enredada, y a pesar de que había visto sólo algunos retazos de ella, temía lo que podía haber más adentro. Hoseok creía que aquel era otro de los motivos por los que todavía se resistía a ceder.

Terminaron de cenar y un auto ya les estaba esperando para regresar al hotel. No quedaba lejos, no obstante, había sido un día largo y agotador, y ahora Hoseok sólo necesitaba descansar.

Descansar. No fue tan así. Luego de ducharse y al salir a la habitación con una toalla alrededor de su cintura, vio a Yoongi hablando por teléfono sin su playera. No era del tipo musculoso, pero tenía el cuerpo bien definido, con algunas cicatrices en sus brazos o cinturas. El dragón en la espalda brillaba a la luz de las lámparas, y Hoseok no pudo evitar el deseo. Su marca ardió en un claro gesto de anticipación, provocando que Yoongi se girara a verlo. Bastó sólo eso para que el alfa se despidiera y dejara su teléfono en un velador, yendo hacia él.

La toalla cayó al suelo y Hoseok lo recibió entre sus piernas, ya húmedo y jadeante.

—¿Cómo tan necesitado, solnyshka? —dijo Yoongi, su voz sonando más grave por el ruso.

—Oh, mierda —gimió Hoseok por el idioma—, ¿qué significa?

—Mmm... —Yoongi le besó el cuello, encima de su marca temporal, los dientes rozándolo y arrancándole otro gemido—. Sol. Cariño. Puede usarse para ambas.

—Dilo en ruso, por favooooooooor...

Una risa ronca mientras la voz de Hoseok se perdía en un jadeo ahogado debido a la polla entrando en él. Sus piernas se cruzaron en el culo de Yoongi, acercándolo a su cuerpo para que no se alejara demasiado.

Kak ty tak nuzhdayesh'sya, solnyshka? —le susurró al oído, y la marca de Hoseok latió en deseo, en amor, y sólo pudo besar a Yoongi de vuelta, deseando ser siempre el sol del alfa.

Su sol, su amor, y su mundo entero.

¡gracias por leer!

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