17.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Advertencias: Yoongi!Alfa x Hoseok!Omega. Temática de mafia. Smut. Narración de prostitución. Angst, drama, fluff, y un montón de otras cosas.

OJO: este capítulo tiene narración de depresión, aborto y suicidio.

auspiciado por BySu_583, ¡gracias por la confianza y el amor!

... Él conoce

cada centímetro de mi alma color negro como el alquitrán...

El regreso a Corea se sintió amargo, Hoseok lo saboreó en el preciso instante en que bajaron del avión y los guardias del lugar lo miraron como si transportara una bomba entre sus ropas.

Rodó los ojos, sin molestarse en observarlos más de la cuenta y agarrando a Yoongi del brazo para ir a su lado. Siempre le trataban un poco mejor si es que iba así con el alfa, y más ahora que la marca en su cuello brillaba.

Había pensado en cubrirla con un pañuelo para no llamar demasiado la atención, pero al final, se decidió que no tenía razones para ocultarla. Es decir, claro, era raro, muy extraño que un omega llevara una marca en su país, Hoseok jamás había conocido a uno hasta ese momento... Bueno, sus amigos no contaban porque siempre las perdían tarde o temprano.

De manera inevitable, su olor se puso ligeramente triste mientras subían al auto. Yoongi lo percibió.

—¿Qué ocurre, Hoba? —le dijo Yoongi.

—Nada, sólo estoy apenado por nuestro regreso —hizo un puchero para quitarle peso a su estado de ánimo, no obstante, Yoongi le seguía mirando—. Sólo pensaba... El miércoles es el aniversario de muerte de Jeonghan, así que en el club harán una comida en su honor antes de ir al cementerio. Jo me lo ha recordado.

—No me gusta que vayas a esas cosas —habló Yoongi, y para Hoseok no era una sorpresa, pues no era la primera vez que se lo decía—, es decir, está bien que lo hayan querido, pero...

—No te gusta que recuerde que se suicidó —contestó Hoseok, sin poder evitar que su voz saliera un poco dura—, que se suicidó luego de perder su marca y a su bebé —alzó su barbilla—. Pero para nosotros es importante, siempre será importante recordarlo.

Porque nos recuerda las consecuencias de nuestras ilusiones, nos recuerda que nadie nos amará de verdad y sólo somos putas que pueden desechar.

No lo dijo ya que sabía que enfadaría a Yoongi, aunque no fue necesario que lo dijera, pues el alfa lo supo enseguida por su rostro. Notó la manera en que su mandíbula se apretó y, para no iniciar una discusión, Yoongi sacó su teléfono y comenzó a hablar por mensaje. Hoseok volvió su vista hacia el exterior, ignorando la comezón en su marca.

Llegaron a casa casi una hora después debido al tráfico y la lejanía. Haneul les esperaba fuera, conversando con Taehyung de manera animada. El primo de Yoongi los recibió con una sonrisa enorme, abrazando al alfa primero.

—¡Ya era hora! —exclamó Taehyung antes de ir hacia Hoseok, besándole en las dos mejillas—. ¿Estás más moreno o es mi idea?

—¿Te gusta? —preguntó Hoseok, presumido—. Me da un aire más exótico, ¿cierto?

Taehyung se rió antes de bajar la vista y su sonrisa quedó congelada al ver la marca. Hoseok notó enseguida como miraba a Yoongi, que hablaba con Haneul de algo.

—Oh, ¿te ha marcado? —preguntó Tae en un gesto que trataba de ser relajado, pero Hoseok pudo leer la tensión por debajo.

—Ah, no —Hoseok quiso lucir indiferente—, es temporal, nada más.

Su respuesta no pareció gustarle a Taehyung, que ya de plano dejó de sonreír y se volteó hacia Yoongi por completo.

—Yoongi —dijo, y Hoseok se sorprendió al escuchar su voz grave. Le recordó un poco al shock de haberlo visto con la camisa ensangrentada un día cualquiera, como si nada, mientras sonreía cuadradamente—, debemos hablar. Ahora.

—¿Ahora? —Yoongi entornó los ojos—. Es domingo. Estoy cansado.

—Vamos a tu oficina —contestó Tae, ignorando sus quejas, y no le dejó tiempo para rechazarlo más, pues se encaminó hacia el interior de la casa.

Yoongi suspiró y no miró a Hoseok, yendo detrás de su primo mientras sus hombres bajaban las maletas. Hoseok no sabía qué pensar por lo que acababa de ocurrir y, un poco temeroso, se acercó a Haneul, que le esperaba con una mirada impenetrable. El viejo mayordomo tenía una gran habilidad para lucir siempre tranquilo y casi impasible a todo.

—¿Se ha enfadado conmigo? —le preguntó Hoseok con algo de preocupación.

—¿Por qué se enfadaría con usted, Omega Min? —preguntó Haneul, arqueando una ceja.

—Por la marca —Hoseok mordió su labio inferior—. No está de acuerdo.

—No, no está de acuerdo —concedió Haneul—, pero no por lo que usted imagina.

Hoseok no lo entendió del todo bien, no obstante, Haneul agarró una de las maletas y la llevó hacia dentro. A Hoseok no le quedó más que hacer lo mismo, ya agotado por todo lo que iba a tener que desempacar y tratando de que sus ánimos no se fueran por los suelos.

Mientras, Yoongi supo enseguida de qué querría conversar su primo por parte paterna. Taehyung era casi un hermano para él, crecieron juntos a pesar de llevarse tres años de diferencia y era su familiar más cercano tras la muerte de sus padres. Confiaba en él con su vida y, además, siempre tenía en cuenta sus consejos.

Por lo mismo, lo primero que hizo al llegar a su oficina fue servirse un vaso con whisky. Taehyung cerró la puerta tras él con gesto sombrío.

—Le has dado una marca temporal —le dijo Tae, viéndose en contra de su acción de inmediato.

—Fue para salvarnos —contestó Yoongi, sentándose en su sofá tratando de verse relajado—, tuvimos un problema con Remmo, ya sabes que son anticuados...

—No tuvo que haber ocurrido —le interrumpió Taehyung—, si no hubieras llevado a Hoseok a esas reuniones, en primer lugar. Él no tiene porqué ir contigo.

—Es mi omega —la voz de Yoongi fue ahora dura.

—Es tu prostituta —corrigió Tae, sentándose frente a él—. Lo hemos conversado mil veces, Yoongi. Él no quiere ser tu omega, no está interesado en serlo. Te estás haciendo daño.

Habían mantenido esa conversación varias veces, más de las que Yoongi podía contar. La primera vez no fue tan seria, cuando Yoongi llevaba unos meses de haber conocido a Hoseok y le contó a Taehyung sobre el omega del club de Jaesang que llamaba su atención. Lo peor fue cuando, al decirle su nombre, Taehyung se rió con ganas.

—Lo conozco —le dijo Tae como si nada, ignorando la mirada de muerte de Yoongi—, es el omega de sonrisa de corazón, ¿no? Creo que lo compré una noche —se encogió de hombros—, bueno, ofrécele un trato para que sea tu exclusivo hasta que te aburras. Incluso podríamos hacer...

—Como termines esa frase, te arrancaré los dientes —gruñó Yoongi, y Tae sólo volvió a reírse con más fuerza.

De ahí lo trajo a casa y para Taehyung no hubo problema alguno, no hasta que empezaron a pasar los meses y se dio cuenta de que Yoongi no frecuentaba más los clubes nocturnos y el único omega que estaba a su lado era Hoseok. La segunda conversación sobre dicho tema fue menos agradable.

—No me digas que estás enamorado —gimoteó Taehyung, frotando su frente con inquietud.

—Mamá ya lo conoce —contestó Yoongi, y fue suficiente para que Tae se quejara—. ¿Qué? A ella le gusta.

—Por supuesto, Hoseok es agradable. Es un lindo omega —Tae suspiró—, pero Yoongi... ¿Sabes que lo único que busca de ti es dinero?

—Claro que lo sé —razonó Yoongi, porque era cierto. Lo tenía más que asumido, pero sólo pensaba... Se decía que podía hacerlo cambiar de opinión. Si le demostraba que lo amaba de verdad, podría tener una oportunidad—. No debes preocuparte, sé en lo que me estoy metiendo.

No lo sabía. Los días fueron pasando, días que se transformaron en semanas, y después en meses. Su madre murió y Yoongi pareció ser más consciente de que la rama principal de los Min estaba en apuros. Estaba por cumplir los treinta y dos, y no tenía ningún cachorro que le sucediera en un par de años más. Él no podía simplemente ignorar sus obligaciones para con su negocio familiar, y no podía arriesgarse a esperar más tiempo. Era hora de estabilizarse.

Fue allí cuando lanzó su primera propuesta a Hoseok y obtuvo su rechazo. Se lo contó a Taehyung, que no se veía sorprendido e, incluso, sugirió ir al bar de Jaesang como forma de consuelo.

—Hyung —habló Tae, preocupado—, Hoseok no es bueno para ti, ¿por qué no lo alejas? Eso es lo que necesitas, tenerlo lejos de ti.

—Es mi omega —fue la primera vez que se lo dijo, como si así quisiera defenderse y defenderlo.

—Él no te ama de la misma forma —insistió Taehyung—, no quiero que te hagas daño. Si sigues así, él seguirá rechazándote y tu corazón se romperá. Por favor, hyung, tienes que darte cuenta.

Claro que no, Yoongi tenía metido en la cabeza que podía hacerlo cambiar de opinión. Que podía demostrarle a Hoseok que lo amaba realmente, que quería casarse con él, marcarlo y preñarlo, formar una familia con él. Quería que Hoseok se convirtiera oficialmente en su Omega, sin importarle si para el resto de la sociedad era considerado una paria.

—Lo convenceré —le dijo a Taehyung—, se casará conmigo.

Pero ahora, en ese preciso instante, estaba dudando de sí mismo. Sabía que había cariño en Hoseok, había atracción y también amor. Lo notaba por las acciones de Hoseok y, ahora, por el vínculo entre ellos. No obstante, no podía ignorar lo evidente al mismo tiempo: existía miedo y temor, negación y rechazo. A pesar del tiempo, las muestras de amor y las palabras, Hoseok seguía desconfiando de él.

—No puedes seguir así —declaró Taehyung ahora—, tienes que cortar toda relación con él. No es tu omega, hyung.

—Lo es —insistió Yoongi—, tú no lo viste allá, Taehyung. No viste todo lo que hizo por mí. Actuó como si fuera el Omega Min de Heuglyong, él ya está reconociendo su lugar conmigo. Dame unas semanas y lo tendré convencido.

—¿Convencido de qué? —farfulló Tae, todavía en desacuerdo—. ¿De qué te ama? ¿Por qué tienes que convencerlo, cuando él debe saber por sí mismo que te ama? —una mirada de advertencia—. Necesitas un heredero pronto, además. ¿Sabías que Chaerin anunció el embarazo de su omega? Si es un alfa, será muy peligroso para ti.

Jungkook le informó la noticia cuando estaban en Rusia mientras recorrían la ciudad. Hoseok estaba comprando unos recuerdos en el momento en que su asistente se le acercó y le contó que Chaerin quería hacer una gran fiesta para celebrar el embarazo de su omega. Yoongi sabía que era una forma de provocarlo a él y dejarlo en evidencia en frente de su familia y el círculo cercano que poseían.

—Todo estará arreglado en unas semanas —instó Yoongi, y su voz sonaba un poco suplicante—, te lo aseguro, esa marca en el cuello de Hoseok será eterna en un tiempo más.

Taehyung pasó una mano por su rostro, luciendo todavía en contra de su decisión, pero pareciendo rendirse en sus intentos de hacerlo entrar en razón. Yoongi quería lucir seguro de sus palabras, sin embargo, por dentro sentía la ansiedad haciendo mella por el futuro.

—Terminarás con el corazón roto —declaró Taehyung, derrotado—. ¿Cómo puedes estar tan loco por él?

Porque Hoseok lo valía. Lo valía por su sonrisa de corazón, por sus ojos brillantes, por su voz alegre y traviesa. Lo valía por su alma honesta, atrevida, valiente, inteligente. Hoseok era un omega que lo valía totalmente.

No se lo dijo. Yoongi no quería verse más vulnerable de lo que ya debía verse.

—Si te vuelve a rechazar... —dijo Taehyung con cuidado.

—Será la última vez —aseguró Yoongi—, si me rechaza otra vez, te lo prometo, es el fin. No insistiré más.

Su primo asintió con la cabeza, todavía sin estar de acuerdo, aunque decidió dejar de insistir y cambió de tema. Comenzó a preguntarle sobre cómo resultaron los negocios en su gira, y Yoongi le contó todo mientras, en su cabeza, sólo pensaba en cómo convencer a Hoseok de aceptar todo lo que él quería ofrecerle.

En el instante en que Jeonghan les contó de su embarazo, con una gran sonrisa en su rostro, todos sintieron como el alegre ambiente de celebración desapareció.

Hoseok miró a Jo, cuyos ojos se tornaron desilusionados. Jinyoung se puso de pie y salió del cuarto a tropezones, llevando una mano hacia la amarillenta marca rota que tenía desde hace un año, mientras que Baekhyun cubrió sus ojos para borrar el llanto.

Jaesang bajó su copa y miró al resto de omegas en el lugar con los labios apretados.

—¿Por qué no me felicitan? —exclamó Jeonghan con indignación—. ¡Tendré un bebé de Chansung!

Forzando una sonrisa, Hoseok se puso de pie y aplaudió.

—¡Muchas felicitaciones, me ha agarrado por sorpresa! —saltó, aunque nadie más le siguió—. ¿Quieres otra porción de...?

—¿Qué has hecho, Jeonghan? —dijo Jinwoon, uno de los omegas de más edad del prostíbulo. Dentro de la jerarquía, estaba incluso por encima de Jo—, ¿es que no has aprendido nada de tus compañeros?

Baekhyun no pudo aguantarlo más y comenzó a sollozar, sin levantar la vista. Su mejor amigo, Xiumin, le acarició los cabellos para consolarlo, sin mirar a nadie en particular. A Hoseok no le quedó más que sentarse otra vez, ya sin sonreír.

—Chansung me ama —replicó Jeonghan—, me va a marcar, dijo que me lo daría como regalo de cumpleaños —sonrió otra vez—. Dijo que nos íbamos a casar, ¡me va a sacar de aquí!

—Chico tonto —dijo Jaesang finalmente—, ¿cómo has podido creerlo? ¡Te creía más inteligente!

La fiesta, de ahí, quedó arruinada. Jeonghan se enfadó con todo el mundo y se marchó, mientras que los que quedaron comenzaban a levantar la comida, los vasos, las bebidas. Hoseok ayudó a Jo a limpiar los platos y guardar el pastel que sobró en el refrigerador, mientras que sus compañeros partieron a los camerinos para arreglarse y recibir a los clientes. Una vez se quedaron solos, Jo derramó un par de lágrimas.

—No quiero perder a Jeonghan —sollozó Jo entre los brazos de Hoseok, que le abrazó para contenerlo un poco—, es tan dulce, ¿cómo fue capaz de...?

—Quizás él tenga suerte —trató de animar Hoseok, aunque ni él mismo se creía esas palabras—, quizás él va a salir de aquí. Quizás él sea el primero de nosotros.

No lo fue. A pesar de que esa noche recibió una marca en una de las habitaciones del prostíbulo, sin nada de romanticismo o preocupación por la privacidad, Jeonghan no fue, tristemente, el primero.

Llegó hasta los cuatro meses cuando su cuerpo abortó al bebé. Un mes atrás, Chansung (ese bastardo hijo de puta), le dijo que iba a tener que quitarle la marca ya que se casaría en dos semanas. Jeonghan le rogó que no lo hiciera, todos lo vieron pues fue un escándalo cuando, a las dos de la mañana y luego de follárselo, el alfa salió de la habitación con el omega suplicándole de rodillas.

—¡Por favor, por favor, Chansung, no me hagas esto! —le lloraba, y todos contemplaban la escena con sorpresa, incluso los alfas. Hoseok, que estaba en el escenario haciendo pole exotic, se detuvo en mitad de la rutina totalmente fuera de sí—. ¡Te amo, por favor! ¡Me lo... me lo prometiste!

Chansung le gritó un par de cosas horribles que hicieron que el estómago de Hoseok se revolviera. Jo y Jinwoon aparecieron, tomando a Jeonghan de los hombros para que soltara al alfa antes de que lo golpeara. Lo peor era ver el vientre hinchado del omega, allí donde llevaba a su cachorrito.

—¡Toma! —Chansung le tiró un fajo de billetes—. ¡Conténtate con eso y aborta a esa... cosa! ¡Yo nunca te lo pedí!

Mentiroso, maldito mentiroso. Jeonghan siempre contaba que Chansung le pidió un bebé durante muchos meses, casi hasta rogárselo.

De ahí, Jeonghan cayó en cama. Jaesang le dijo que se quedara en el club, en el tercer piso, donde estaban las habitaciones comunitarias para los omegas que no podían arrendar algo, pues temía que Jeonghan cometiera una locura. Jaesang podía ser su proxeneta, no obstante, siempre procuraba que estuvieran bien. Se preocupaba por ellos. Los quería a cada uno y sufría cuando a uno le rompían el corazón a pesar de todas las advertencias que hizo.

Dos semanas después de la ruptura, Jeonghan gritó una noche y perdió la marca. No pasaron muchos días para que sufriera de un aborto que lo destruyó completamente.

Ellos trataron de cuidarlo. Se turnaban para estar con él, para consolarlo, para alimentarlo e, incluso, llevarlo al baño por momentos. No obstante, Jeonghan sólo se consumía, se consumía, se consumía. Nadie podía hacer nada por él.

—¿Por qué lo perdí? —le sollozó Jeonghan a Hoseok días antes de tomar su drástica decisión. Hoseok pensaba que se refería a Chansung—. ¿Por qué perdí a mi bebé? Chansung me dolió, pero mi cachorro... —y derramó más lágrimas, destrozado por completo. Hoseok sólo le acarició el cabello, tratando de no llorar también.

Nunca dejaré que me pasé, se dijo esa noche mientras se iba a dormir, jamás dejaré que me ocurra. Nunca un alfa tendrá ese poder sobre mí.

Jeonghan se suicidó sin que nadie realmente lo sospechara. Se levantó un par de días, desayunaba con el resto, incluso sonrió un día que Jo hizo una tonta broma sin sentido. Y, finalmente, un nueve de agosto, a mediodía, dijo que iba a ir a comprar una bebida para el almuerzo. Poco después, Jaesang recibió un llamado de la policía: una de sus putas se suicidó lanzándose del puente Banpo. Ni siquiera en su muerte esos bastardos pudieron darle un poco de dignidad.

Así que ese nueve de agosto, como ya era tradición, se hizo un almuerzo en el club. Jaesang lo cerraba hasta el día siguiente y compraba la carne, mientras que el resto de ellos se ponían de acuerdo con el resto de la comida. Hoseok llegó a las doce para ayudar, y a pesar del calor, apareció con un pañuelo rojo para cubrir su marca.

—¿Cómo estuvo ese viaje? —preguntó Jinwoon mientras pelaba papas—. ¿Nos has traído regalos?

—Por supuesto —contestó Hoseok—. Vayan a mi bolso, traje algo para todos.

Compró cuatro botellas de limoncello, cuatro de vino, cuatro de cerveza y cuatro de vodka, para que los dieciséis omegas del prostíbulo tomaran el trago que más quisieran. Mientras los escuchaba discutir por las bebidas, le entregó a Jaesang cuatro bolas de nieve, una por cada ciudad que visitó, ya que el alfa tenía una colección de ellas. A Jo, le regaló una caja de chocolates franceses.

Comieron a eso de las tres de la tarde, con Jinwoon y Soonyoung, el mejor amigo de Jeonghan, dando unos pequeños discursos de recuerdo. Fue una comida alegre para Hoseok, que se puso al día con sus compañeros a quienes no veía hacía meses. A pesar del estilo de vida que llevaban, para Hoseok siempre era un hogar estar con sus amigos, siempre era cálido y un abrazo al alma. En ese mundo que sólo les entregó frialdad y desprecio, ¿qué mejor resistencia que amarse entre ellos?

Después de la comida, vino un café y, a eso de las seis, se subieron al furgón que Jaesang arrendó para ellos. En el cementerio compraron ramos y caminaron en grupo hacia donde estaba la tumba de Jeonghan, limpiándola junto con la pequeña tumba donde descansaba su cachorro. Todos habían hecho un esfuerzo para que, incluso en la muerte, el omega estuviera con su bebé.

—Creo que nunca me acostumbraré a que no estés —dijo Soonyoung con los ojos llorosos luego de que todos hubieran dejado sus flores—, pero mi consuelo, es que ya no estás sufriendo. Ya no sufrirás más, Jeonghan.

Hoseok se apoyó en Seungmin mientras Jo repartía el café que llevó en los termos y todos bebían, conversando amenamente y recordando varios momentos que compartieron con el omega, riéndose por los más graciosos e, incluso, llorando cuando la emoción los sobrepasaba.

Regresaron al club pasadas las ocho y, para relajarse, abrieron un par de cervezas.

—Me las van a tener que pagar —farfulló Jaesang, tan tacaño como decía ser siempre.

—Hoseok te las pagará —exclamó Junghoon, y todos vitorearon—, como tiene un Sugar Daddy...

—Al que no le gusta que beba —replicó Hoseok, antes de rodar los ojos—. Vale, vale, ¡yo invito! No se preocupen, yo lo tendré contento para que no reclame este gasto.

Vítores y silbidos. Hoseok sabía que Yoongi se enfadaría como un perro cuando lo viera llegar pasado a alcohol, pero ahora, necesitaba emborracharse un poco para hacer más amena las siguientes horas. Siempre era más difícil al volver del cementerio por algún extraño motivo.

Picotearon la carne que quedó del almuerzo, comenzaron a beber y aprovecharon que el club estaba sin alfas para bailar y divertirse. Hoseok revisó su teléfono cuando ya iba en su segunda cerveza.

Yoongi

¿A qué hora vuelves?

Hoseok, son más de las ocho.

No me gusta que estés tan tarde a solas, y menos en el club.

Lo sabes.

Mandaré a por ti.

¿Puedes contestarme? Ya son más de las nueve.

Realmente me estoy enfadando contigo.

Había cinco llamadas perdidas. Hoseok rodó los ojos, acalorado por el ambiente en el lugar.

Hobi

Estoy con mis amigos, ¿vale?

No me estoy revolcando con otro alfa, si es lo que tanto te preocupa 🙄

Volveré en un taxi, así que no te estreses 😒

Yoongi le llamó con el tercer mensaje que le envió. Hoseok cortó.

Hobi

No es necesario que me llames, hay música fuerte

Como sigas así, me quedaré a dormir aquí 😇

Yoongi

Si no estás aquí a medianoche, iré yo mismo a buscarte, ¿te ha quedado claro?

Hoseok no contestó, sintiéndose repentinamente enfadado por la actitud del alfa. ¿Qué se creía, mandoneándolo así? ¿Pensaba que por qué era un alfa con poder y dinero podía hacer lo que quisiera con él? Bueno, técnicamente podía hacerlo, pero ¿acaso no pensaba un poco en lo que Hoseok quería?

Lo peor era que, gracias a la marca en su cuello, podía sentir una incómoda picazón que pronto lo tuvo rascándose para tratar de aplacarla. Y, por supuesto, alguien no tardó en notarla.

—¿Es una marca en tu cuello? —preguntó Xiumin, que había estado riéndose por algo que dijo alguien.

Hoseok dejó de rascarse y los ojos de los más cercanos se fijaron en él. En el escenario, Gunmin estaba haciendo una especie de estúpido twerk que estaba causando las risas de Jo y Jinwoon.

—¿Marca? —se rió Hoseok—. No, es un chupetón.

—¿Chupetón? —Soonyoung se veía desconcertado e incrédulo—. ¿Por qué nos ocultarías un chupetón, cuando nunca lo hiciste antes?

Nadie ocultaba las marcas, ¿para qué hacerlo? Era mucho trabajo, no valía la pena, cuando en menos de unas horas el maquillaje desaparecería y nuevos chupetones aparecerían.

—No es nada —insistió Hoseok, tratando de verse tranquilo.

—Te han marcado —chilló Junghoon, y eso atrajo las miradas de Jaesang, que estaba recogiendo las botellas de cervezas vacías.

—¿Qué? —exclamó Jaesang—. ¡¿Cómo que te han marcado, Hoseok?!

Ahora todos parecieron enterarse, y los que no, escucharon el jaleo. Hoseok trató de negarlo, protestó con que no era así, pero ante las insistencias, no le quedó más que quitarse el pañuelo. Tenía la esperanza de que la marca se viera como un chupetón, no era profunda, sin embargo, al escuchar los gritos de horror, supo que no fue así.

Vergüenza lo golpeó sin saber por qué.

—¿Te forzó? —gritó Jaesang, repentinamente enfurecido—. ¡¿Ese imbécil te forzó?!

—¡Bastardo, se ha aprovechado de ti! —Jinwoon también estaba enojado.

—No fue así —habló Hoseok, tratando de hacerse oír por encima de las quejas—. Es... es una marca temporal, ¡desaparecerá en un par de semanas! Min tuvo... tuvo que hacerlo, fue necesario...

—¿Necesario? —farfulló Jo, callando a todos—. ¿O tú se lo pediste, Hoseok?

Silencio. Los ojos estaban puestos en él y Hoseok se vio a sí mismo, cuidando a Jeonghan.

Nunca dejaré que me pasé, jamás dejaré que me ocurra. Nunca un alfa tendrá ese poder sobre mí.

Sintió las lágrimas pujando por salir, el dolor en su garganta. Abrió la boca para decir algo, no obstante, sólo salió un sollozo.

—Estoy arruinado —lloró, y Jo fue a sostenerlo cuando se derrumbó.

Le prepararon un café. Nadie dijo nada, a excepción de Jinyoung, que acarició su propia marca rota.

—Lo amo —confesó finalmente, y las palabras nunca supieron tan dolorosas como en ese momento.

Dolieron más porque como respuesta sólo tuvo silencio. Ninguno habló, porque ¿qué iban a poder decirle para consolarlo? Fue distinto a la situación de Jeonghan, pues cuando el omega les contó, estaba ilusionado. En cambio, Hoseok sonaba desolado, derrotado, conociendo cuál sería su destino.

Todos sabían cómo terminaría, no era necesario decirlo.

—Necesito más alcohol —barboteó Hoseok, y nadie dijo que no. Es más: todos se emborracharon con él, incluso Jaesang, que dejó de protestar por todo el consumo de bebidas de los omegas.

Yoongi los encontró así, con Hoseok girando en una de las barras de pole del escenario. Iba con Matthew, Namjoon y Jimin, que estaban empujando a los guardias de seguridad del club, y Jaesang saltó con molestia por la interrupción.

—¡Es una fiesta privada, señor Min! —le dijo a Yoongi, y Hoseok quiso un poco más a su jefe por defenderlo.

—No es privada si tiene a mi omega aquí —replicó Yoongi con frialdad y dureza, y Jaesang retrocedió, lo que no extrañó a Hoseok. Los ojos helados y enfurecidos de Yoongi se posaron en el omega—. Ven aquí, ahora.

—¡Que molestia eres! —exclamó Hoseok, sin importarle estar retándolo frente a sus compañeros—. ¡¿No puedes dejarme en paz?!

Lo encolerizó más. Hoseok jamás lo había visto tan furioso con él.

—¡Ven aquí, ahora! —repitió Yoongi con su voz de mando, y a Hoseok no le quedó más que ir hacia él. O, mejor dicho, tambalearse, pues estaba un poco borracho.

No fue raro que sus compañeros retrocedieran con expresiones de miedo. Todos, menos Jo, que dio un paso valientemente cuando Yoongi agarró el brazo de Hoseok.

—Señor Min —habló Jo con su tono diplomático, pero duro también—, le recuerdo que Hoseok es de los nuestros.

Yoongi los miró y, al hablar, a pesar de que lo hizo entre dientes, su tono fue claro, firme e, incluso, un poco déspota.

—Es mío.

Fue todo lo que dijo. Sin hablar nada más, se volteó y tiró de Hoseok, que se tambaleó por el movimiento brusco. Apenas tuvo tiempo para despedirse de sus compañeros lanzándoles un beso, fingiendo estar bien a pesar de la situación en la que estaba metido.

—¡Espera, he dejado mi teléfono y bolso! —gritó Hoseok, escandalizado.

Yoongi, por supuesto, no se detuvo. Lo sacó del lugar, con su brazo ya doliendo debido al agarre, y Taepyung ya les esperaba con la puerta del vehículo abierta. Yoongi, poco más, lo tiró dentro del auto y Hoseok hizo un mohín.

La puerta se cerró de un portazo. Los guardias subieron adelante, cerrando la ventanilla para separarlos de ellos.

—Te lo advertí —espetó Yoongi cuando el vehículo se puso en marcha—, ¡no me mires así, te lo advertí!

Hoseok apretó sus dientes, acariciando su brazo adolorido y enrojecido. No era por el dolor, sino por el disgusto de la situación.

—Me has humillado —masculló Hoseok.

—¡¿Yo?! —Yoongi lo miró con los colmillos brillando en la oscuridad, un gruñido profundo en su garganta—. ¡Tú me has humillado frente a ellos al desafiarme! ¡Frente a unas putas!

—¡Esas putas son mis amigos! —gritó Hoseok—. ¡Son tan putas como lo soy yo!

—¡No digas esas malditas palabras, Hoseok!

El alcohol en su sangre pareció desaparecer por los gritos, y a pesar de que sentía a su omega retorciéndose por el miedo, por los gritos y la furia que olía en el aire, sólo desvió la vista.

—Te has emborrachado —Yoongi ahora habló un poco más calmado—, has ignorado mis llamadas, mis mensajes. Me amenazaste, me desafiaste. ¿Cómo no te das cuenta...?

—¿Cuenta de qué? —habló Hoseok, y su voz comenzó a quebrarse—. ¿De qué debería darme cuenta, si no soy más que tu prostituta, Yoongi? ¡Y no trates de negarlo! ¡Soy una puta, nada más que eso!

Yoongi se movió a abrazarlo, como hizo más temprano Jo, cuando Hoseok se rompió. Hoseok luchó contra él, lo que menos quería en ese instante era que el alfa le tocara luego de lo que le dijo, lo que hizo, no obstante, Yoongi no se lo permitió. Lo abrazó, lo inundó con sus feromonas, y Hoseok lloró en su pecho. Fue peor al sentir la mano en sus cabellos, tan amable y dulce en comparación a minutos atrás, y Hoseok derramó más lágrimas porque no era justo, no era nada justo.

Se suponía que Yoongi debía ser siempre el alfa cruel, tirano, dominador que demostraba ser. Se suponía que sólo debía tenerlo para follarlo, para usarlo, incluso para golpearlo. Si fuera así, todo sería más fácil, más sencillo para Hoseok. ¿Por qué debía tomarlo en brazos, consolarlo, acariciarle el cabello de esa forma? ¿Por qué debía llevarlo a la cama después, ordenarle a Haneul que le llevara un té y abrazarlo mientras extendía un manto de feromonas a su alrededor?

—Lo siento —le susurró Yoongi—, no estuvo bien que te gritara ni enojarme contigo de esa forma. Perdón, ¿te hice daño? No fue mi intención, amor.

Sonaba tan arrepentido, tan triste, como si hubiera cometido un crimen. ¿Cuál crimen, si se suponía que así debía tratarlo? Como si no tuviera sentimientos, como si fuera sólo un objeto que estaba allí a su servicio. Nada más, nada menos.

—No quería desafiarte —sollozó Hoseok—, pero ¿por qué debes estar encima de mí? No está bien, no es bueno...

—Temo que desaparezcas —confesó Yoongi en palabras tan suaves que, por un momento, pensó que escuchó mal—, temo que vueles lejos de mí, como la mariposa que eres. Pero quiero que seas mi omega. Mío. No quiero perderte.

—Mi alma es negra —lloró Hoseok—, no soy una mariposa. Nunca lo seré.

—Una preciosa mariposa —corrigió Yoongi, y Hoseok sólo siguió llorando, porque estaba más que arruinado.

Estaba condenado. Ya no había vuelta atrás.

¡gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro