Llorando (26)

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Todo era un infierno para el rubio. Absolutamente cada parte de su vida lo era.

Desde la mañana hasta que dormía, su madre no le dejaba tranquilo.

No podía ir a trabajar, ni salir a la escuela, su teléfono estaba apagado y lejos de él, no tenía acceso a ningún medio de comunicación.

Pero lo peor era que debía fingir ser una delicada omega frente las amigos de su madre.

Una chica sencilla, hermosa y en especial, callada.

Las fuertes bofetadas que su madre le había dado cuando se enteró que estaba marcado eran algo que Kise nunca olvidaría, pero tampoco iba a aceptar a cualquier alfa estúpido.

El sólo esperaba a SU alfa idiota y estúpido.

Pero casi un mes desde que se habían separado, Aomine no había aparecido.

Incluso Kaito había llegado a verle de alguna manera... Pero Aomine estaba desaparecido.

Le extrañaba, mucho, cada noche se aferraba a su pequeño vientre pensando en que Aomine llegaría, en que en cualquier momento el iba a atravesar esa puerta y llegaría a rescatarlo, pero a medida que pasaban los días, la esperanza se iba perdiendo.

Cuando tenía casi un mes y dos semanas, su madre entró a su habitación cuando Kise miraba su vientre.

-no puede ser- hablo ella acercándose- sabía que tenías el horrible aroma de ese sujeto, pero nunca pensé que te habías dejado usar al punto de cargar un bastardo.

-mamá, por favor...- Kise retrocedió intentando proteger su vientre.

-eres una desgracia, un omega preñado y más encima con un lazo roto.

-no, yo no- hablo Kise con las manos en su vientre.

-claro que si, tu alfa no está, no te quiere, nunca lo hizo- hablo la mujer con rabia- sólo te utilizo y tu te dejaste como la puta barata que eres.

Las lágrimas y el miedo comenzó a hacerse presente en el rubio, porque en el fondo de su corazón, una muy pequeña parte de él, sabía que era cierta.

-yo... no le hagas nada... Por favor..- habló con un hilo de voz.

-claro, como quieras, pero ahora con mayor razón deberemos buscar un alfa responsable y de buena familia que se quiera hacer cargo de un bastardo y de una Puta- dijo la mujer para luego salir de la habitación.

Kise acariciaba su vientre mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

Esa tarde, se quedó en su habitación sin dejar que nadie entrara.

No quería a nadie más, en ese momento sólo necesitaba sentir los fuertes brazos de Aomine en su cintura, sentir los besos en su nuca, sentir su aroma y que diga que todo estará bien...

Que diga que le ama...

Pero no pasaba.

Los días se acumulaban uno tras otro, formando semanas... meses...

Cuando Kise tenía cinco meses, había llegado un hombre a su hogar.

El tipo le sonreía y seguía a todos lados hablándole de cualquier cosa.

Pero Kise le ignoraba, no quería ni dirigirle la palabra.

-Takahashi-san, por favor, quiero estar sólo- hablo ese día en el jardín mientras acariciaba su vientre.

-Kise, por favor, dime Kai- dijo el hombre de cabello rojo y ojos azules.

-no, no quiero tener confianzas con usted- hablo molesto el rubio.

-pero yo si, Kise, quiero que me mires como el hombre que soy...- con cuidado el hombre puso su mano sobre la de Kise que estaba en su vientre a lo cual el rubio le apartó- lo siento.

-no lo haga otra vez- el hombre le sonrió y asintió.

-Kise, me gustas, como hombre o mujer, con hijos o no, me atraes mucho- el rubio desvió la mirada- se que aún esperas a tu alfa, pero han pasado casi seis meses, Kise...

-no importa.

Y con ello, Kise se puso de pie para caminar a su habitación.

Los últimos meses sólo estaba en casa, había una enfermera que estaba exclusivamente para él, una cocinera y otra empleada más que se encargaba de cuidarle. Claro, además de Kai.

Todos los días, Kise seguía la misma rutina, estaba toda la mañana en el jardín, esperando a que Aomine apareciera, luego en la tarde se sentaba en la sala mirando hacia afuera por si llegaba y en la noche se sentaba cerca de la ventana. Esperando. Siempre esperando ver aquella cabellera azul.

Pero el tiempo pasaba y no llegaba.

Kise había dejado de sentir aquella sensación en su cuello, había dejado de sentir el amor que el moreno le transmitía.

Se sentía vacío...

Cómo si algo faltara...

Y, aunque no quisiera pensarlo, tenía una idea de lo que era.

Lloró un día completo cuando se dio cuenta de ello.

Lloró abrazado a una almohada convenciendose de que algo como eso no era cierto.

Lloró porque supo que Aomine... había roto el lazo con él.

Los días pasaban y Kise era cada vez más frío.

Casi ni hablaba con las personas en las casa y aunque Kai hablara con él, el no respondía una sola palabra.

Sólo le hablaba a su hijo.

Sólo pensaba en aquella bella criatura que no tenía la culpa de nada.

Pensaba en su hermoso hijo y sonreía.

Y aunque pensarán que estaba loco, Kise sabía que tendría un hermoso chico, un niño, un alfa.

Apenas cuando Kise tenía ocho meses y medio pudo sacar el teléfono para llamar.

Marco con manos temblorosas los números del teléfono del moreno.

Necesitaba al menos oír su voz. Al menos poder decirle que lo amaba.

Espero por el tono unos segundos que fueron interminables.

Hasta que respondió.

-Aomine Daiki, ¿Quién habla?- Kise comenzó a sollozar de inmediato.

Las palabras no salían de sus labios. No podía si quiera responder aquello.

-¿Quién habla?- hablo más molesto el moreno- No tengo tiempo para esta mierda.

Kise intento hablar pero la voz de una chica le atendió.

-Hola, habla la pareja de Aomine, el se fue a trabajar, ¿en que te puedo ayudar?

Pero Kise no logro responder, porque había sentido como el líquido caía por sus piernas.

Sintió un dolor agudo y luego vio a la enfermera correr hacia él.

Todo pasó muy rápido...

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