Rezando (36).

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Tercera persona.

¿Llorar? Eso no se comparaba en nada a todas las lagrimas que Kise había derramado. 

Día tras día, se quedaba a un lado del moreno, siempre mirándole, sin soltar su mano por nada del mundo.

Kagami le llevaba comida y algo de ropa mientras que el rubio apenas se separaba de su pareja, de su Alfa.

Porque luego de aquello, nunca más se separaria de su amado, de su molesto moreno que sólo podía seguirle a cada segundo.

El moreno que nunca había dejado de seguirle, y que le había traído de regreso desde el mismo infierno.

Cuando vio la expresión de dolor de Aomine, el rojo en sus manos, sólo logro pensar en que estaba perdiendo lo único que le quedaba.

Por ello, se negaba a dejarle.

Kagami intento sacarle de la habitación, para que se diera una ducha o al menos durmiera un poco, pero Kise no se dejó.

Apenas dormía y cuando lo hacía, siempre estaba pegado a Aomine, con miedo de que si de separaba de el, ya no podría volver a encontrarle.

Pasaron los días, diez días, en los cuales Kise veía como Aomine respiraba gracias a la ayuda de aquella máquina.

Veía sus signos vitales y escuchaba el ritmo del latido de su corazón en otra máquina.

Kise estaba asustado, asustado de no volver a escuchar aquella voz que tanto amaba.

Y la espera no hacía más que volverlo más y más ansioso.

Pero a lo que más le temía Kise era ver a aquella mujer entrar a la habitación, verle entrar y terminar lo que quedó a medias.

Porque Kise sabía que en algún momento ella vendría, nunca le dejaría ser feliz, nunca más podría sentir la alegría de estar con quien amaba, pero lo único que le alegraba, era que su amor podría vivir y ser feliz con otro. Sólo eso necesitaba. Que Aomine pudiese estar en paz y feliz.

Dos semanas pasaron más rápido de lo que el rubio hubiese deseado antes.

Cada día, acariciaba la mejilla del chico con la ilusión de que le vería despertar, que le miraría con aquellos ojos tan hermosos y que tanto amaba.

Le hablaba con cariño mientras tomaba su mano, dejaba besos en ella y en la frente del chico, esperando que el logrará sentir sus caricias... sentir su amor.

Pero como todo lo bueno, siempre viene acompañado de algo malo, las cosas comenzaron a complicarse.

Empezó con un poco de fiebre, luego sus latidos se aceleraron y Kise comenzó a gritar.

-¡No! ¡Enfermera! ¡Daiki! ¡Daiki!- gritaba su nombre a medida que uno de los enfermeros le sacaba de la habitación.

Mientras estaba afuera, llamo a Kagami llorando para contarle todo. La pareja prometió ir luego de unos minutos.

El rubio miraba la puerta cada vez más asustado, pero cuando vio aquella figura acercarse a el, se asustó aún más.

-Hola Kise- saludo su esposo parado frente a el.

-escucha, si vienes de su parte para llevarme a esa casa, debes saber que primero muerto- habla serio mientras le mira.

-lo se- habla mirándole fijamente- y eso es lo que pienso a hacer.

Y eso, sólo fue el comienzo.

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Cuando sintió aquel ruido, supo de inmediato que todo estaba mal.

Lo último que logro ver, fue el rostro del chico, su chico.

Cuando estaba en aquella cama, podía verlo... Veía a Kise y a su hijo, ambos sonreían, ambos le esperaban con los brazos abiertos.

Su familia, su amor, su hijo.

Todo lo que necesitaba estaba ahí...

Se sentía tan cómodo, se sentía tan perfecto.

Ese era el lugar donde debía estar, junto a su familia, junto a su amor.

-Daiki, te estamos esperando- susurra el rubio con una gran sonrisa mientras mecia al bebé en sus brazos- ven con nosotros...

Y el moreno estaba por ir... Estaba seguro de que ese era el lugar al que pertenecía.

Hasta que escucho un sollozo.

Leve, apenas audible, y con un gran dolor de fondo.

Y conocía perfectamente al suelo de aquello.

Pero ¿Cómo?

Kise estaba frente a el, sonriendo, con su hijo, ambos esperandole para ser felices al fin... no podía estar llorando.

-¿Kise?- dijo y en la realidad, fue apenas un murmullo.

-aquí estamos, mi amor, te estamos esperando- la imagen frente a el le sonrio. Pero Aomine ya no estaba seguro de ir.

Les veía sonreír, alegres... Pero de fondo escuchaba su nombre como un grito desconsolado.

Escuchaba a su amor gritarle que se quedará, gritar cada vez más fuerte su nombre... con miedo...

Pero no lo entendía.

Vio todo comenzar a temblar, la imagen de Kise se iba distorsionando cada vez más.

Hasta que...

Vio muchas personas alrededor... sin reconocer a ninguna.

-señor Aomine ¿Puede escucharme?- pregunta mirándole un doctor mientras movía una linterna frente a él.

-¿Que...?- pregunto confundido mientras las personas alrededor revisaban las máquinas.

-Señor Aomine, está en el hospital, lleva dormido dos semanas- habla acomodandole en la cama para que este más inclinado.

-¿Hospital?- pregunta un poco más lúcido- ¿Pero... como-? ¡Kise!- se levanta asustado para intentar levantarse a lo que los doctores le vuelven a acostar.

-debe descansar- intentan explicarle pero nada podía calmarlo.

-¡Y una mierda! ¡Debo buscar a mi omega!- grita pero vuelven a acostarle.

Luego de varios minutos de forcejeo, logran dejarle sentado.

Pero todo dejo de tener importancia cuando Kagami vino a verle.

Kise no había aparecido desde que despertó. Nunca fue, nunca supo de él.

Y todo tuvo sentido una vez que el pelirrojo habló.

-Kise está muerto...- susurra apenas audible, con voz quebrada- desapareció cuando te dio una crisis, después de eso, pasaron sólo unos días y encontraron su cuerpo... Aomine, lo siento tanto... debí cuidarle, protegerlo mientras estabas- el discurso del pelirrojo se vio interrumpido por un grito desgarrador y un mar de lágrimas por parte del moreno.

Todo lo que había amado, todo lo que alguna vez había querido...

Estaba muerto.

Y el, no pudo hacer nada para evitarlo.




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Quedan 2 capítulos.

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