Déjame ir

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ELLA ESTÁ EN PROBLEMAS. 

Meredith estaba conmocionada. Su rostro era el de alguien que estaba completamente perdido. Sus ojos azules permanecían abiertos, sin darle la oportunidad de pestañear; los orificios de su nariz se expandían; su mandíbula estaba tan tensada que dolía. Tragaba fuertemente al sentir como la esa sangre ardiente recorría su piel de una manera castigadora. La persona que ella consideraba que daría todo por ella, había muerto. Se había quedado sola.

Javiera aún permanecía con el arma en alto, temblorosa. Desde que su prima se robó las joyas sabía que algo andaba mal y, pese que durante toda esa semana estaba fatalmente destruida, se dio el tiempo de vigilarla. Estaba dispuesta a hacer justicia por sus propias manos.

Meredith rompió en llanto y cayó de rodillas frente al cuerpo de Dylan, derrotada. En el fondo, bien en fondo, se sintió libre.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó, y su tono de voz no fue para nada agresiva. 

Javiera se posicionó de pie a su lado; y al ver a su prima completamente derrotada, comenzó a acariciarle su cabellera roja. Sabía que pese a que eran completamente diferentes alguna vez llegó a quererla. Incluso de pequeñas solían ser muy felices juntas. 

—Cometiste muchos errores, Mery.

Meredith cubrió su rostro para llorar. En su fuero interno le dio la razón. 

—Llegó el momento de pagar por ello —continuó acariciándola—. Ahora debes ponerte de pie e ir a declarar.

Javiera se inclinó para besar su cabeza y pensó en retirarse del lugar. Pero antes de eso la rubia sintió la sirena de la policía.

Oh, oh... 

—¡Arriba las manos!

—¡Repito, arriba las manos!

—¡Javiera! —gritó Meredith, asustada—. ¡Javiera, cuidado!

Su corazón lo sentía bombear por su garganta. 

—¡Está armada!

—¡Vamos a disparar si no baja el arma!

—¡Ponga el arma en el suelo! ¡Está siendo apuntada con el infrarrojo!

Javiera colocó el arma en el suelo y alzó sus brazos evidentemente asustada al presenciar a todos esos sujetos con armamento de alto calibre apuntándole. Acto seguido, de manera agresiva, la colocaron de rodillas para esposarla.

Sintió el dolor de la fuerza de esos hombres. Su cuerpo tiritaba y de sus ojos se escurrían lágrimas de tristeza. Había matado a alguien, y aún no tenía claro qué estaba pasando por su cabeza realmente. 

—Acaba de asesinar a Dylan Rocett, jefe. Resulta que dimos con la ubicación —comentó uno de ellos analizando el cuerpo.

—Avanza. —La empujó un policía.

—¡Esperen! —gritó Meredith, a lo que todos se voltearon hacia ella, menos Javiera—. Se intentó defender. Yo le avisé que estaba en peligro, que él me quería agredir y ella vino a rescatarme. Somos primas. Ella... ella salvó mi vida.

Por supuesto que Javiera iba a defender a su prima, pero su objetivo principal siempre fue vengar lo que le hicieron a Callie. 

—Las dos tendrán que dar declaraciones. Apúrate y sube al auto. —El policía la subió bruscamente. Javiera solo permaneció quieta y vulnerable mirando por la ventana hasta llegar a la estación. 

(**)

Cadena perpetua...

Alex simplemente no lo asimilaba. 

Ca...de..na... Cadena perpetua... 

—¡Hola! Soy Callie. ¿Está Alex? 

—¿Y tú quién demonios eres? —le preguntó mi madre y la miró de pie a cabeza.

—Pues Callie.

—¿Eres su novia? 

—Mamá, déjala pasar, no seas odiosa.

—Mmm... —Volvió a mirarla de pie a cabeza—. Está bien pasa, yo voy saliendo. Usen condón.

—No, señora yo... —rió Callie, tratando de darle explicaciones, pero mamá se había marchado a hacer las compras.

Miento, "hacer las compras" era una mentira. Y no sabía a quién quería engañar. Papá la dejó por drogadicta, se llevó a mi hermano pequeño con él. Yo jamás quise alejarme de mamá, pese a que la veía todos los días tirada en el sofá pinchándose el brazo. 

—Ignora a mi mamá, está un poco borracha. —La hice pasar a casa. 

—¿Cómo te has sentido? —preguntó mientras nos dirigíamos hacia la cocina—. Te veías mal ese día de la fiesta...

Oh, ni hablar de mi psicosis por la cocaína. 

—¿Hice el ridículo? —pregunté con un rostro de que preferiría que no me lo dijera. 

—Decías: ¡Al fin me voy a morir, yuju!

—¡Dios, qué vergüenza!

Ella rió. Mostró esa sonrisa tan genuina y encantadora que rasgaba sus ojos. Solo me limitaba a mirarla y a sonreír, porque en serio, era contagiosa su alegría. Sin embargo, mi sonrisa desaparecía cuando recordaba el por qué de mi sobredosis. Me costaba dimensionar que Marcos, su propio hermano, el chico que compartió conmigo en la infancia y que llegué a sentir algo por él, me acababa de descubrir, acababa de saber que yo había tenido participación con lo que le pasó a la chica embarazada. Lo peor de todo es que lo tergiversó, culpándome directamente.

Como siempre, entré en pánico. No quería ir a la cárcel. 

Había estado nervioso desde que había recaído en el hospital. Me había dicho que debía hacerle un favor para que mi secreto no saliera a la luz, pero, ¿qué?

—Alex...

¿Desde cuándo se había vuelto tan manipulador? ¿Qué era lo que quería para que mi secreto no saliera a la luz? Esas preguntas resonaban en mi cabeza desde que esas palabras salieron de su boca, de su cruel e impredecible boca. No dimensioné la capacidad de manipulación de alguien que consideré alguna vez como amigo. 

—¡Alex!

Había otra interrogante, otra que me daba más miedo aún.

Esa pregunta era: ¿Hasta donde era capaz yo de llegar por ese silencio?

—¡ALEX, ESTÁS BOTANDO LAS PATATAS AL SUELO!

—¡Oh, joder! ¡Lo siento! —Rápidamente me puse de rodillas para recogerlas. 

—¿Te quedaste pegado? ¿En qué pensabas tanto? ¿Estabas planificando matar a alguien o qué? —dijo y soltó una risita incrédula. 

Me coloqué tan nervioso que mis piernas me traicionaron y caí hacia atrás. Por instinto me sujeté del mantel, pero un recipiente con harina cayó en mi cabeza.

—¡Oh, santo dios! —Callie explotó en carcajadas—. ¡Pero mira cómo has quedado! 

Ella tomaba su estómago de tanto carcajear. Gracias a su risa yo también me eché a reír. 

—Quieres burlarte de mí ¿eh? —desafié, tomando lo que quedaba de harina en el recipiente y se lo lancé.

—¡No, Alex! —rió mientras la perseguía por toda la cocina—. ¡Alex, basta! ¡Te lanzaré este huevo!

—¡No te atreves!

Entonces, ella me lo lanzó.

La mezcla de harina y la gelatinosa contextura del huevo se ceñía en mi ropa. ¡No podía creer que ella había hecho eso! ¡Necesitaba una venganza digna!

Le lancé el jugo que estaba en la botella de vidrio.

—¡Oooh! —ahogó un grito sorprendido para después lanzarse a reír nuevamente—. ¡Alex! ¡Eres malo! 

Sentí que la puerta se abrió y unos pasos rápidos se dirigían hacia nosotros. No podía ser mamá, la cocina estaba un desastr...

—¡Hijo, mira, traje a comer a Richard el novio que te habl...!

Abrimos los ojos como platos al observar a mi madre y a su nuevo novio viendo el desastre. 

—Alex... ¡Qué demonios significa esto!

—Bueno, mejor vengo otro día —exclamó Richard.

—Nosotros nos vamos. —Tomé a Callie de la mano. 

—Ni se te ocurra, ¡Alex! ¡Alex, vuelve aquí!

—¡Corre, Callie!

—¡Alex Gerónimo Brown Evans!

Finalmente, Callie y yo corrimos hasta perdernos. Fue uno de los días donde más reímos. 

Alex comía solo en su primer día de cárcel y para remate, alguien le lanzó un huevo sobre su cabello.

—Bravo, bravo, bravo... nos volvemos a encontrar, Alex. —Sorpresivamente, Derek se acercó palmoteando las manos. Tenía a todo un equipo de brabucones detrás de él.

Alex agachó su cabeza y trató de no hacer contacto visual.

—¿Él fue el asesino de Callie? —preguntó uno.

—¡El mismo! ¡Nadie más! —exclamó el chico de ojos grises. Cuando vio que el rubio continuaba con la cabeza agacha y con la respiración un tanto jadeante, lo tomó del cabello y alzó su rostro para que lo mirara—. Quién iba a pensar que habías sido tú. Y tan idiota que te veías.

No supo como, pero se atrevió a sacar un poco la voz. 

—Y... y tú tan rudo y terminaste en la cárcel, igual que yo. Maldito degenerado.

Sus compañeros abuchearon por lo bajo, lo que hizo que todos los que estaban en el comedor, se voltearan a ver lo que sucedía. Derek, por supuesto, debía mantener su rudeza. 

—Escúchame, Alexito... No te metas conmigo, porque te haré la vida imposible. ¿Sabes que es lo entretenido? que cuando yo salga, tú seguirás acá... ­

Las palmaditas de falso cariño se sintieron como una humillación. 

Alex no resistía el llanto, pero trataba de hacer prevalecer un poco su orgullo. No estaba dispuesto a rebajarse a su nivel o armar una pelea. Lastimosamente, Alex sentía que se merecía todo lo que estaba pasando. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar un ser humano por desesperación?  ¿Cómo funciona la mente en el momento que sientes que lo has perdido todo? No tenía idea, sin embargo, no paraba de buscar una forma de entender el por qué lo hizo.

Marcos seguía en arresto domiciliario pese a que el mismo Alex atestiguó en su contra.

Para remate y para la mala suerte de Alex, la familia de Cassey pedía justicia.

Mientras Derek seguía burlándose del rubio, él sentía que se le quemaba el estómago, que no podía ser posible estar donde estaba, que su vida dio un golpe en 180 grad...

El rubio empuñó la mano y golpeó a Derek. ¡Paff! Mala idea. Todos se lanzaron en contra de él, dejándolo en el suelo en un par de segundos, pateando su estómago, su rostro, su espalda. Para su horror, intentó pararse y seguir luchando, pero el guardia le aventó un shock eléctrico, haciéndolo caer nuevamente. Tanto como Derek y como Alex, fueron victimas de la electricidad.

—Levántate, Alex —ordenó un guardia—. Tienes visita.

(🎸🎸🎸)

Alex se aproximaba con su traje naranjo hacia la sala de las visitas con la incertidumbre de saber quién lo iba a ver. ¿John? ¿Chris? ¿Javiera? ¿Su mamá? 

Sus ojos ardían debido a su infección. 

Durante toda su vida, el mismo se enseñó que debía permanecer acompañado de gente fuerte, de gente que pudiera controlarlo. De pequeño sintió la necesidad de verse protegido, pero su madre jamás le brindó ese privilegio.

Cuando tenía once años, su madre le ofreció hierba. A Alex le parecía grato, relajante, terapéutico. Lamentablemente no fue suficiente. Tenía trece años cuando le dijo a su progenitora que ya no sentía nada, así que ella sin estar muy consciente, le brindó metanfetaminas ¡Boom! Bomba para el cerebro. Estimulante, fresco, despierto. Era un Alex diferente, uno que conoció un mundo nuevo.

Y como todo drogadicto jamás se conforma, llegó a parar en brazos de alguien cuya adicción era similar a la del lúgubre chico platinado. Ambos compartían ese dichoso gusto por la música rock y por el efecto que producía en su organismo la mezcla de alucinógenos y la melodía de Pink Floyd. Ese amigo se llamaba Chris, Chris Freedman.

Cuando su padre jardinero trabajaba para Patrick, Alex le rogaba que quería estar con ellos, así que pasaba horas, tardes enteras compartiendo con los gemelos y con la rubia. Claro que cuando llegaba la noche, Chris y Alex se encerraban para probar nuevas mezclas. Aunque su amistad jamás fue tan considerable como lo fue con John. Chris era un chico más solitario. 

Alex admiraba a John Freedman. Al principio creyó estar perdidamente enamorado de él, pero luego entendió que era admiración. Se sentía seguro, a salvo. Lo quería más que a nadie y se terminó transformando en su mejor amigo.

Tiempo presente, su cuerpo se congeló. La persona a la cual quería más que nadie, estaba frente a él, sentado, esperando a que él se dignara a avanzar.

Ver a John vestido con su sudadera roja y la capucha puesta le recordó a cuando todo marchaba normal, sin embargo, su semblante decía mucho: era retador, era el rostro de un sujeto cuyas intenciones gritaban advertencias de muerte. Su mandíbula era tensa, su cabeza si bien se mantenía un poco hacia abajo, sus ojos estaban en alto, retándolo...

Nunca experimentó tanta ansiedad en su vida. 

Alex tragó saliva y se sentó afirmando los codos en la mesa y dejando sus manos reposando en la superficie (que, por cierto, estaban esposadas). Las de John, sin embargo, jugaban con una hermosa cadena de plata.

El rubio agachó su cabeza, tratando de contener el llanto.

—Eres un idiota, ¿sabes?

—John... 

—John qué. 

—Yo no quería... 

—¿No querías matarla?

—¡No sé que pasó por mi cabeza! ¡Marcos me amenazó!

—¡Mataste a Callie! 

—¡Pasé a disparar! Cuando fui a verla no tenía intenciones de hacerlo... ¡Quería dispararme a mí mismo, pero ella...! ¡Marcos me tenía amenazado, John! 

—Y tú fuiste tan ingenuo como para creerle. Él sigue libre y tú aquí. ¿Quién ganó, Alex?

Él se quedó en silencio y, poco a poco, sentía que se ahogaba de la angustia. Estaba frente a alguien que podía devorarlo en menos de un minuto con carácter férreo. Pero lo peor no era eso, no era que John estuviera enojado, era la angustia y la desesperación que sentía Alex por haberle arrebatado la vida a Callie, a su amiga, a la chica que su amigo quería. 

—¿Sabes qué es lo peor de todo, Alex?

—John... yo no esp...

—Que no me pude despedir.

Alex alzó el rostro hacía el cielo y apretó sus labios tratando de resistir el llanto.

—Y ahora no me la puedo sacar de la puta cabeza.

—Me tenía amenazado... y yo..., yo me desesperé, John, me desesperé.

—Te desesperaste ¿Mhm?

—Sí y mucho.

—Entiendo... —dijo John con un tonito desconfiado mientras mordía su labio inferior resistiendo la paciencia. Pero no aguantó. 

¡Sas! Alex cayó al suelo de un golpe y John se acomoda en su regazo para continuar golpeándolo.

—Tú no tienes ni puta idea como duele, Alex... 

El rubio intentaba cubrirse su rostro. Ya le habían pegado bastante y esos golpes dolían el triple con la piel ya machucada.

—¡¿Sabes qué es lo peor de todo?!

Voló otro golpe.

—¡Qué no puedo odiarte, Alex!

Los guardias los separaron rápidamente, pero el pelirrojo estaba tan furioso que necesitaba espetarle otro par de cosas, porque no se iba a quedar de brazos cruzados, no podía quedarse así teniendo en cuenta todo lo que ella sufrió.

—Todo lo que te pasa te lo mereces, joder, te lo mereces. 

Alex no podía parar de llorar. La vulnerabilidad lo estaba consumiendo poco a poco, lentamente..., tal como las drogas lo consumían a él. Ya no resistía más.

—¡Ya está hecho, John! ¡Lo lamento mucho, pero, joder! ¡Qué quieres que haga ahora! ¡No puedo cargar con la puta culpa, no puedo!

—Claro que no puedes. ¿Qué? ¿Creías que después de matarla ibas a seguir de lo más normal por la vida? ¿No pudiste darte un jodido minuto para pensar? ¡No era una amenaza cualquiera! ¡Se trataba de matar a tu jodida amiga!

—Se terminó el tiempo de visita.

—Deme un minuto.

—No puedo.

—Me importa una mierda si no puede —se acercó hacia Alex sin antes darle una mirada al guardia. Entonces John lo tomó del cuello y le advirtió—. Cuídate, Alex. Mantente fuerte, necesitas hacerlo en este lugar porque pasarás todo el resto de tu vida aquí.

(**)

Chris se encontraba sentado en la azotea de su departamento. Los pies le colgaban y su rostro miraba hacia abajo. Observaba todo, desde los autos pasar, a toda esa gente que se esparcía en forma de multitud.

Se preguntaba constantemente si entre toda esa muchedumbre, cuanta gente realmente estaba dispuesta a hacer daño, cuanta perversidad existía. Pensaba si alguien es capaz de tomar de tu mano y dirigirte a un camino el cual no puedes escapar. Probablemente la respuesta era ¡Claro que la hay! Nada en esta vida es termino medio. O finges ignorar todo para alcanzar tu felicidad o te sumerges en el abismo porque lo entendiste todo. ¿Cómo alguien puede ser feliz si el mundo es un lugar tan injusto?

Había pasado toda su vida lamentándose de absolutamente todo. Estaba cansado de ser un observador, de sufrir el dolor ajeno. Recordaba el día en el cual su hermanito murió, de cómo sus padres lo rechazaron, lo castigaron y peor aún, lo desecharon.

Sentirse ignorados por ellos fue como quemarse en una cubeta congelada.

Jamás quiso justificar a las drogas, pero al menos, le hacían olvidar que él fue el culpable.

Exhaló, dio su último suspiro. Se regaló una recarga de oxigeno mientras el viento despeinaba su fosco y desordenado cabello.

Era la última vez que respiraría un aire tan puro.

Se puso de pie y sintió algo de miedo, pero tenía que hacerlo, tenía que dejarse caer.

Se abrió de brazos y cerró sus ojos. Trémulo y con mucha angustia, colocó un pie suspendido en el aire y luego dejó caer el otro.

Comenzó a caer.

Cuando sintió que estaba volando por los aires sintió paz, tranquilidad. Todos esos problemas se habían esfumado como por arte de magia. Estaba limpio.

Abrió esos ojos carmesí que apuntaba a la azotea y vio a Callie abriéndose de brazos, igual que él. 

—¡Nooo!

Pero entonces cuando estaba a punto de llegar al piso, su cuerpo se tensó tanto que...

Despertó.

Se inclinó hacia adelante del sofá y ahogó un grito. Estaba sudado, agitado. Nunca había tenido un sueño que lucía tan real y catastrófico a la vez. ¡La volvió a ver! ¿Era esa una señal?

Cuando despertó, Moon lo estaba mirando desde el otro sofá fijamente mientras comía su pizza.

—¿Quieres?

—¿Desde... desde hace cuanto me estás mirando dormir?

—Desde hace unas horas.

—¡Oh, joder, Moon!

—¡Qué! John rompió la tele y me aburro, ¿vale?

Chris no tenía ganas ni de sonreírle, así que solo negó con la cabeza. Se colocó su sudadera negra y partió hacia un lugar donde debió haber ido hace mucho tiempo.

—¡Hacía donde vas! ¿Me llevas?

—No es de tu incumbencia, Moon...

Ella se encogió de hombros y continuó comiendo su pizza.

—¡Te estaba esperando! Creí que no vendrías —me dijo ella tapada con una manta en medio del cerro—. ¿Vienes con una rosa? ¿Es en serio?

Le estreché un clavel y ella lo aceptó con gusto, con una sonrisa ladina, fascinante.

Esa sonrisa no salía de mi puta cabeza.

—Jamás abandono un plan tan aburrido como este —molesté.

—¡No es aburrido! Estamos en la naturaleza... desconectados...

—¿Ves? Aburrido.

Ella se colocó el clavel en la boca y me empujó hacia abajo.

—¡Qué haces!

Me encontraba cayendo por las laderas, rodando como la rueda de un neumático. La tierra estaba lisa, húmeda y llena de lodo.

—¡Callie! ¡Me vengaré! 

No podía frenar y cada vez agarraba más velocidad.

—¡Ves que es entretenido!

—¡Estás jodidamente loca!

Entonces ella comienza a girar de la misma manera que yo lo hice. Para mi horror, caí al charco con lodo y cuando ella llegó, nos hundimos más en la tierra mojada.

—¡Te dije que era divertido! —dijo con su cuerpo casi encima del mío.

—Tiene que ser una maldita broma... ¡Callie, joder!

Ella reía.

Levanté un poco mi cabeza con una sonrisa sorprendida, pero al final, esa sonrisita contagiosa, terminó por hacerme sonreír.

El clavel, había quedado cerca de nosotros, rojo y resplandeciente.

Chris cada vez que se juntaban en las laderas, le daba un clavel. Resultaba que encontraba irónico que ahora lo estaba dejando en su propia tumba.

Le costaba asimilar lo sucedido, pero la angustia no lo dejaba avanzar. Era el momento de hablarle, de contarle cosas, de... de decirle adiós.

Chris se colocó de rodillas y agachó su cabeza. No resistió las lágrimas que se escurrían por su mejilla con dolor. Quemaba. 

—Perdón... —sollozó sin desconsuelo—. Perdón por no hacer nada... —inhaló—. Yo... yo te extraño tanto...

Parecía derrotado, doliente. El sonido de los árboles producto de la brisa de viento y uno que otro ruido de una caterva de pajaritos era lo único que se escuchaba y, Chris se lamentaba por aquello. Se lamentaba no poder oír su voz nunca más.

—Si tan solo... si tan solo te hubieras alejado de nosotros... o incluso, incluso de tu propia familia tú hubieras estado bien, feliz, libre... hubieras sido libre, mi pequeña.

>> Quizá nosotros no fuimos nada romántico, pero supongo que se puede querer de múltiples jodidas formas. Solo se que era real y que cada recuerdo tuyo lo tendré guardado como lo más preciado que tengo, Callie.

>>Varias veces he cerrado los ojos y te he visto en mis sueños y... y quiero que sepas que... —titubeó mientras lloraba y luego limpió su rostro, jadeante—. Quiero que sepas que me encanta, te siento cerca, tan genuina..., pero... Pero..., yo vine hasta acá porque... porque será la última vez que te veré ahí. Desde hoy, desde hoy mi pequeña, te dejo ir.

Chris limpiaba esas lágrimas que se escurrían por su mejilla con las mangas de su sudadera holgada. Se sentía solo, vulnerable. Deseaba un abrazo, un consuelo. Pero continuaba solo luchando esa batalla.

>>Yo jamás te olvidaré, solo me aferraré a la esperanza de que algún día tú, puedas descansar en paz. No te merecías toda esa mierda que te pasó.

Inhaló y se puso de pie. Tembloroso colocó una mano en la cruz de su blanca y floreada tumba e inclinó sus labios para besarla.

—Si es que en otra vida llegáramos a toparnos, me aseguraré de alejarte. Mereces algo mejor. Tú mereces ser libre y ser feliz. Descansa en paz, pequeña.

(***)


—Tú eres un gato muy lindo, no estés deprimido... —le exclamaba la detective a la mascota de Callie que se había subido a la mesa de los interrogatorios.

—Miau....

—Si sé que la extrañas, pero no has comido nada.

Miau...

—Oye no me insultes.

Grr...

—Pesada.

Gastrell y Gómez llegaron rápidamente. Tomé a la gata en mis brazos y decidí salir. Se les veía serios y preocupados. Me posicioné afuera y prendí el sonido para escuchar de qué hablaban.

Cuando vi que Meredith entró a la sala de interrogatorios comencé a analizar cada palabra que salía de su boca.

Lo había confesado todo.

Marcos Morgan, estaba acabado.


Notita: No olviden seguirme en wattpad para novedades :D 

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