ii. pretend to obey

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PIEDAD EN TUS OJOS
acto          🩸          uno
❪  pretende obedecer  ❫

PHOENIX DESPERTÓ CON UNA IDEA MUY CLARA en su mente, y no tuvo duda alguna al ejecutarla. Desayunó con su padre y le comentó que iría temprano a su clase de ballet. Terrence no la cuestionó, pues en realidad le estaba prestando poca atención a su alrededor. Desde la visita de su viejo amigo, el recuerdo del pasado taladraba su mente, causándole mucho fastidio y distracción.

Solo se despidió como de costumbre: —Nos vemos después, little swan...

—Hasta luego, papá —había respondido ella con una sonrisa de oreja a oreja, las que más atesoraba su progenitor.

De inmediato se puso en marcha, yendo al auto y pidiéndole al chofer que fijará el recorrido hacia un solo destino: el dojo de Cobra Kai.

El viaje era largo, por lo que pasó el rato observando más videos del torneo de All Valley de los años anteriores. Uno de los que más repetía era el de las semifinales del último torneo. Ese chico Miguel Díaz y su contrincante Robby Keene eran muy buenos, tácticas magistrales, diferentes pero eficientes.

Cuando finalmente llegó, observó por la ventana del auto a la cobra que destacaba en el logo pegado en la pared. Estuvo segura de que era el lugar.

—No demoro —le aseguró Phoenix al chófer, quien había querido ir con ella al considerar el lugar un poco peligroso. Tuvo que quedarse a esperarla en el auto. Al salir debía llevarla a su academia.

Phoenix odió la sensación de nervios que le daba ingresar al establecimiento. Estaba abriendo la puerta del pasado, y ella ni siquiera lo sabía como para darse un tiempo de reconsiderarlo. Al ingresar, trató de pasar desapercibida, manteniéndose detrás de la pared cerca a la entrada.

Vio a un grupo numeroso de jóvenes formados ordenadamente mientras oían a uno de ellos, el que tomaba el rol de líder y lo ejercía con mucha seguridad. Phoenix Silver lo reconoció a duras penas, pero cuando lo hizo no pudo parar de recopilar información sobre él en su cabeza. Se trataba del famoso Robby Keene, subcampeón del torneo de Karate All Valley 2018.

Ella pudo escuchar sobre el dojo Miyagi-do y la unión de sus enemigos justo ahí para ganar una ventaja. El de cabello castaño y ojos claros, frente a todo el grupo, reconoció haber sido uno de ellos. Dio un monólogo, recordando que no había querido unirse a Cobra Kai con anterioridad, pero ahora había visto quién realmente era y a dónde pertenecía. Mencionó las pérdidas que habían tenido, pero pidió que no le dieran mayor importancia a cómo iniciaron, si no a cómo terminarían.

No pasó mucho para que el adolescente se dirigiera a alguien más; su sensei. Era John Kreese, había llegado. Phoenix lo miró, percibiendo el respeto que todos en el lugar le tenían. No dudó ni un segundo, dio media vuelta y quiso irse de la misma forma misteriosa en la que había llegado.

Pero no fue tan fácil como esperó. Un alumno desafortunadamente la notó, y la detuvo cuestionándole agresivamente qué hacía ahí.

—¿De dónde saliste? ¿Te enviaron los de Miyagi-do?

Phoenix consideró salir corriendo, pero eso no era digno de una Silver. Soltó el aire que retenía y se llenó de valor, dio media vuelta y enfrentó al chico que había interrumpido su huida.

—Me disculpo por ser una intrusa en su lugar, pero no busco problemas —aseguró, mirando a todos los jóvenes que curiosamente habían empezado a analizarla. Hasta el sensei la acechaba con la mirada, habiendo identificado de quién se trataba.

—¿Quién eres entonces? —preguntó otro de ellos, mucho más interesado en la belleza de la intrusa.

—No hace falta presentarme. Solo observaba, me iré —aclaró, dando un paso hacia atrás. Aún no daba media vuelta, pero estaba muy tentada a hacerlo.

—¿Y apareces de la nada? —preguntó la chica al frente de la clase, a lado del sensei Kreese y el adolescente que había tomado el mando—. Habla, ¿de dónde saliste? ¿Qué es lo que quieres?

—¿Acaso quieres inscribirte? —interrogó el mismo chico de antes, acercándose a ella. Tenía ciertos rasgos asiáticos y su nombre era Kyler, eso lo supuso cuando Robby Keene lo llamó, ordenándole no romper filas—. ¿Qué pasa? Solo quiero decirle que la ropa que usa no es para karate en realidad, pero le queda muy bien.

Phoenix no tomó de buena manera lo que el chico frente a ella le decía. Pero, como siempre, se mantuvo callada, solo mirándolo despectivamente y apretando sus puños levemente, cuando en realidad quería golpearlo. No era una persona violenta, pero su padre era muy bueno en karate y unas técnicas ofensivas siempre eran buenas para enseñar.

—Basta —soltó John Kreese sin ningún tipo de esfuerzo, haciéndose respetar con tan solo eso. Sus alumnos volvieron a formar filas—. O yo les haré ver lo que ocurre si alguno vuelve a hablar.

Phoenix lo vio acercarse y tragó saliva con incomodidad. La sonrisa del hombre le provocaba tanta desconfianza.

—Esta jovencita tiene mucho más valor del que podrían tener varios de ustedes juntos —indicó, haciendo que algunos de sus estudiantes bajarán la cabeza—. ¿Qué es lo que te trae hasta aquí, Phoenix? ¿Tu padre tomó una decisión?

—No —respondió cortante, tratando de sostenerle la mirada al hombre frente a ella. Se notaba la dureza, entendía por qué infundía tanto miedo—. No sé de lo que hablaba en realidad —se hizo la desentendida, haciendo que Kreese le dedicara una mirada perspicaz—. Lamento haber fastidiado a sus estudiantes, me retiro.

—Puedes venir cuando desees —le propuso el sensei, deteniendo su camino hacia la salida—. Cobra Kai era la familia de tu padre, por lo tanto, es tu familia también.

Quiso responder, dejarle claro que ellos no tenían relación alguna con aquel dojo, ya no, que el pasado solo era un recuerdo desvaneciéndose, pero sus labios se sellaron y solo caminó con prisa hacia la salida y posteriormente el auto. Ese hombre le causaba escalofríos, sentía algo malo cada que estaba cerca. Era un mal augurio, estaba segura de ello.

Trató de no pensar en Cobra Kai lo que restó del día, concentrándose en unas prácticas intensivas de ballet. Era su salida de emergencia.

Phoenix era, terca, y recién se estaba dando cuenta de ello. Los días siguientes regresó a Cobra Kai, pero por las tardes, a pesar del camino largo que debía recorrer. Ya había iniciado la semana, lo que significaba clases virtuales por las mañanas.

Su padre había elegido una educación en casa que le permitiera ejercer otras actividades sin problema. Era manejable y útil. La ojiverde tenía un coeficiente intelectual avanzado, por lo que ya cursaba una carrera; Administración de empresas, solo para lograr suceder a su padre en Industrias DynaTox cuando llegará el momento. No estaba en una universidad de gran prestigio, pero era buena y costosa.

Phoenix había encontrado distracción observando a los alumnos de karate recostada en la pared cerca a la puerta. Era claro que desaparecía cada que el sensei Kreese estaba cerca. Hasta él mismo lo había notado, por lo que se mantenía lejos el mayor tiempo posible. Él deseaba que ella cayera en el veneno de Cobra Kai, tal vez así su padre también lo haría y volvería a enseñar.

En una ocasión, cuando los chicos se encontraban en descanso, Phoenix tomó valor sin saber bien de dónde y dejó su pared, acercándose al rincón de trofeos. Empezó a leer las descripciones, notando que casi todos eran de primer puesto.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntaron detrás de ella, haciéndola suspirar con cansancio. Conocía la voz, era el idiota de la primera vez—. Soy Kyler Park, por cierto.

—¿Puedes dejarme tranquila? Hablo en serio —indicó, aún cruzada de brazos observando la vitrina reluciente.

—¿Por qué tanto problema, preciosa? ¿Acaso tienes novio? —indagó, tomando su silencio como un "sí".

Phoenix no hablaba con Gabriel desde hace días por lo ocupado que supuestamente se encontraba, pero eso no cambiaba nada, aún tenía un novio. Lo más probable es que pronto regresaría y le daría una gran muestra de amor para recompensarlo.

—No debería sorprenderme que lo tengas, cualquiera ya hubiera aprovechado la oportunidad.

—Esperemos que no un idiota como tú —soltó otra voz, una femenina. Se notaba la chispa de juego en su voz, era claro que se conocían y tenían confianza. Pero aún así, a Phoenix aquella chica le cayó mejor—. Vete, Kyler.

Phoe siguió con la mirada al chico, agradeciendo que se hubiera rendido. Cuando desvió su atención, de inmediato recayó en la castaña que la había ayudado y su acompañante de expresión dura, era desconfiado.

—Gracias por eso —le dijo Phoe al voltear, viéndolos colocarse lado a lado frente a ella.

—No es nada. Siempre lidio con idiotas como él. —En el rostro de Phoenix se pintó una leve sonrisa, y hubo algo hechizante en ello, porque a la de ojos café le robó una sonrisa.

Mientras tanto, Robby se quedó inexpresivo, demasiado interesado en solo observar a Phoenix, repasando sus facciones y destacando el verde de sus ojos, era hipnotizante si le preguntaban.

—Me presentaré de la forma correcta... —habló la joven de cabello oscuro, extendiendo su mano ahora que sentía más confianza—. Soy Phoenix Silver.

—Tory Nichols —respondió ella primero, estrechándola con expectativa en sus ojos—. Y él es Robby.

—Keene —añadió, conectando con la suave mirada de Phoenix —. Soy Robby Keene.

—Phoenix —dijo una vez más, estrechando su mano y sintiendo su tacto cálido, al igual que áspero, supuso por el karate.

Ella recordaba todo lo que había investigado, el largo tiempo que se había pasado repitiendo los movimientos de karate que ese chico y Miguel Díaz realizaban. 

—En fin —retomó Tory, haciendo que soltaran sus manos—. Seré directa, deberías tratar de unirte a nosotros. Pareces tener agallas. No te he visto golpear, pero el brillo en tus ojos cada que nos ves entrenar lo dice todo.

Phoenix no tuvo oportunidad de responder, aunque en realidad agradeció ello. El receso había terminado, el sensei Kreese ya había dejado su oficina y estaba listo para dar más lecciones.

Silver no se quedó más en el dojo, quería pensar con calma lo que Nichols le había dicho. ¿Era cierto? ¿El karate le había gustado de aquella forma tan especial?

Unos días después, en los que Phoenix se había concentrado totalmente en la universidad y el ballet, los Silver se reunieron en el desayuno, cumpliendo su comida diaria juntos obligatoria.

Sin embargo, ese día se sintió muy diferente, cada uno estuvo demasiado sumergido en su mundo como para prestarle atención al otro y tratar de hablar con él.

Terrence oía cómo iban los negocios en la bolsa de Tokio, mientras que Phoenix buscaba una coreografía nueva para aprender. Entonces, mientras se ignoraban, uno de sus espléndidos cocineros apareció con dos platillos en las manos.

—¿Vendrá la señorita Cheyenne? Puedo hacer otro plato —cuestionó el empleado mientras dejaba su obra sobre la mesa.

—No, hoy no —respondió el Silver mayor muy cortante, lo que llamó la atención de su hija. Ahora que lo notaba, ella ya no se encontraba merodeando por la casa los últimos días. ¿Había pasado algo malo?

—Bueno... Para el desayuno, les preparé algo especial —comentó el chef, sonando muy emocionado. Dejó de esconder tras su espalda un instrumento de cocina que soltaba leves flamas y calentaba la superficie de la comida.

Phoenix observó con atención cómo le daban el último toque al plato de su padre, atenta a cada uno de los intentos del chef por encender su instrumento, luego cómo lo logró y dio calor al platillo.

No notó la reacción de su padre hasta segundos después en los que él no dijo nada. Terrence estaba plasmado, muy asustado, sus ojos podían transmitirlo. Phoenix no entendió que su padre había recordado todos los momentos tormentosos en el Ejército de los Estados Unidos.

—Papá —llamó, tomando su brazo y haciéndolo reaccionar abruptamente, lo que la hizo echar su cuerpo para atrás asustada—. ¿Estás bien...?

—Sí. Lo lamento mucho —le pidió de inmediato al reaccionar. Tomó su mano y dejó un beso en el dorso de esta—. Lo siento... Creo que, me saltaré el desayuno hoy.

—¿Deberíamos llamar a alguien? ¿Qué sucede, papá? —indagó su hija, apretando su mano para evitar que continuará y se fuera—. ¿Te encuentras bien?

—Sí, solo iré a dar un paseo. Vayamos a dar un paseo, Phoe —Se encontraba tan aturdido que ni siquiera podía controlar lo que salía de sus labios. Se arrepintió al oír la disposición de su hija por acompañarlo.

Los Silver se subieron a un auto e iniciaron un recorrido hacia el centro de la ciudad, en donde se encontraban muchos más establecimientos, entre ellos el dojo de Cobra Kai.

Phoenix no esperó que su padre tomará un camino hacia aquella academia con tanta seguridad, ni siquiera Terrence lo esperó, o lo notó. Fue muy tarde cuando se dio cuenta de que los estaba llevando a la boca del lobo, para ese entonces ya había tomado la valentía necesaria y no estaba dispuesto a echarse para atrás.

No se dijeron más de dos oraciones. Se sintió tan distinto a las veces anteriores, y eso inevitablemente les preocupó. Aún cuando sus mentes se encontraban nubladas por temas distintos, lograban tener claro que algo iba mal en su relación padre e hija, sentían que la estabilidad que los caracterizaba estaba fallando.

Llegaron y su padre le pidió, casi suplicó, que se quedará en el auto. Phoenix lo tuvo que obedecer al ver cómo los estudiantes de Cobra Kai salían del lugar. No quería que la vieran y su padre se enterará de que lo estaba visitando a escondidas.

La ojiverde vio a Nichols salir acompañada de Keene y Park mientras reían. Ella pensó en el tiempo que había pasado desde que tenía amistades reales, recordó a la última que había perdido a causa de Gabriel. Él aseguraba que su mejor amigo tenía algo malo y era mejor alejarlo. Así, Phoenix se quedó sola.

Cuando finalmente todos se alejaron, la pelinegra no pudo contenerse más. Dejó el auto y a paso apresurado se acercó al dojo, abrió las puertas y notó como ahora sonaban los tintineos de unas campanas, anunciando la entrada o salida de alguien. Vio a su padre muy cerca, de pie y enfadado observando a su viejo amigo, quien estaba a unos metros con una expresión de satisfacción.

—¿Qué es lo que haces aquí...? —la enfrentó su padre, alterado, pero Phoenix no dio ninguna respuesta, no lograba encontrar la correcta—. No hagas ni digas nada —pidió al ver la decisión e inseguridad en los ojos de su hija, peleando para ver quién mantenía el control.

—¿Entonces estás aquí para decirme lo maravillosa que es tu vida junto a tu adorada hija? ¿O te miraste al espejo y te diste cuenta en qué te has convertido? —retomó Kreese su discusión.

Silver soltó una pequeña risa irónica, tratando de no caer en sus provocaciones. Phoenix solo los observaba, teniendo mil ideas y escenarios en la cabeza.

—Solo eres un anciano en el último capítulo de su vida, aferrándose a un maldito final feliz —soltó, haciendo que Silver se recostará contra una pared y empezará a sacarse los zapatos, entraría a las colchonetas.

—¿Por qué no nos deja en paz? —intervino Phoenix entonces, manteniendo la distancia que su padre había impuesto—. ¿Por qué quiere cambiar nuestras vidas?

—¿No es lo que quieres tú, Phoenix? —cuestionó en respuesta, dando un paso hacia ella y siendo detenido por Silver, quien no tardó en ponerse de escudo—. Vienes cada que puedes, ¿y por qué? Porque quieres esto, quieres el cambio en tu vida que el karate puede darte. Te gusta.

—¿Has estado aquí antes? —le preguntó su padre entonces, haciendo que se hiciera pequeñita en su lugar—. Responde, quiero oír de tu boca que has estado frecuentando Cobra Kai.

—Quería entender, quería saber quién era el hombre que se presentó en nuestra casa, por qué te buscaba, por qué su insistencia en regresarte a todo esto. Necesitaba saber quién eras tú cuando estabas relacionado. Nunca has querido hablar del pasado, papá.

—¿Cómo supiste de...?

—Los oí. Lo lamento —confesó, haciendo a su padre negar con la cabeza. Empezaba a perder la cordura, todo era demasiado para él.

Terrence no quería culpar a su hija por tener curiosidad, así que culpó a Kreese por haber implantado aquella duda en su hogar.

—¿Por qué no dejas a mi familia tranquila? —preguntó, dando más pasos hacia él—. Hay cientos de senseis en el Valle que podrían ayudarte a ganar tu guerra.

—Porque no hay nadie en quien confíe más que en ti.

—Esta no es mi lucha, ya no lo es —aseguró—. Tengo mucho más por lo que debería solo alejarme  —añadió, observando a su hija de reojo.

—Si creyeras eso, no estarías aquí —respondió entonces, continuando con su manipulación—. Extrañas esto, ¿cierto? —Pero Silver se negó—. Mentira. Puedo verlo en tus ojos. Llegaste hasta aquí, Terry, ¿qué te detiene ahora?

Phoenix observó la fuerza de voluntad de su padre, como su ceño se fruncía y sus puños se apretaban. Silver lo intentó, pero Kreese supo bien en dónde atacar.

—¿Es tu hija? Porque te aseguro que ella estaría mucho mejor entrenando aquí. No será débil en ningún sentido, no permitirá que nadie la haga sentir menos, como ocurría con su madre. Ella no tendrá que pasar por eso.

—¿Mi... Mamá? —preguntó Phoenix en un susurro, entendiendo que Kreese sabía más de lo que parecía.

Terry dio un paso hacia atrás, pero luego regresó y dio una secuencia de tres movimientos; patada alta y un par de buenos puños. No llegó a tocar a su viejo compañero, y este lo felicitó.

—No debí haber vuelto. Phoenix, nos vamos.

—Pero volviste, y tu hija igual —mencionó Kreese mientras lo veía tratar de huir con prisa—. Cobra Kai tiene algo lo suficientemente atrayente para ustedes que siempre regresarán.

Silver terminó de volver a colocarse sus zapatos y tomó la mano de su hija, pero las últimas palabras de John Kreese lo hicieron dudar por unos segundos:

—No todos los recuerdos fueron malos, pero los que lo fueron, las superamos juntos. Aún estamos a tiempo de terminar lo que empezamos, la elección es tuya.

Los Silver abandonaron el lugar, tratando de obligarse a creer que nunca más regresarían. En el auto, Terry no inició el trayecto, solo se mantuvieron en silencio. Sabían que no podían solo ignorar lo que pasaba, debían conversar.

—¿Por qué... Por qué viniste aquí, mi niña? —preguntó con frustración, acariciando su mejilla.

—Merezco respuestas. Necesito que seas sincero con tu pasado.

—Lo seré.

Pero quizás pronto Phoenix se arrepentiría de desear eso. Tuvieron un camino a casa muy silencioso, pero fue su preparación para lo que se avecinaba. Pararon en la playa, encontrando un lugar cómodo para que tuvieran la plática.

Ella empezó a oír con atención cada palabra de su padre, sus experiencias en la Guerra de Vietnam, el gran trauma que lo había dejado roto permanentemente. También supo cómo John Kreese le había salvado la vida al tomar su lugar en una pelea a muerte contra el capitán de su división. Pudo entender que esa experiencia los había llevado a abrir Cobra Kai, el querer enseñar respeto y disciplina, una manera de hacerle frente a la vida.

Strike first
Strike Hard
No Mercy

Un lema que se les había quedado grabado profundamente en el interior y los había hecho actuar de una y mil formas para revolucionar el mundo con el karate de Cobra Kai. Cambiaron más que nada sus propias vidas, arruinándolas en vez de mejorar al final.

Phoe se enteró que Johnny Lawrence, el campeón de Kreese en el pasado, había luchado contra Daniel Larusso, quien había tenido como sensei al señor Miyagi, y había perdido, lo que llevó a Cobra Kai a la ruina. Fue ahí que su padre volvió a intervenir de una forma más directa, tomando como una misión personal ayudar a Kreese a recuperarse y vengarse de sus enemigos. Le compró veinte nuevos dojos en el Valle, pero esa no fue la peor parte.

Phoenix quería sentir que aún hablaba con su padre, el mismo que la había arropado por las noches cuando era niña, pero era muy difícil escuchándolo decir que hace años había atormentado a un adolescente solo por una venganza que no era suya y un torneo de karate de la secundaria.

Pero lo vencieron. Su padre tocó fondo, perdió su fortuna y compañía. Pero fue lo que necesitó para darle un mejor enfoque a su vida. Solucionó sus problemas financieros de poco a poco, inviertiendo en algunas empresas emergentes. Recibió terapia para resolver sus problemas psicológicos. Aprendió a dejar atrás el pasado y empezó de nuevo. Reconstruyó su imperio y puso fin al mundo de Cobra Kai. Y en ese transcurso, volvió a hallar una luz que solo supo guiarlo por un camino lleno de alegrías.

—¿Mamá?

—Ustedes dos —le aclaró a su hija, fijándose en el verde de sus ojos que siempre le causaban muchos recuerdos.

—Kreese dijo algo sobre, mamá —mencionó Phoe.

—La conoce, debí saber que terminaría uniendo los cabos —soltó, cubriendo su rostro con frustración.

El viento chocaba contra sus rostros, pero aún así llegaban a sentirse sofocados.

—¿Qué es lo que sabe John Kreese? ¿Cómo se conocen?

—Eramos jóvenes, fue antes de enlistarnos para la guerra. Tu madre lo fue, todo —contó, sonriendo al recordarla. Pero, cuando cerró sus ojos, se pudo ver el dolor en su expresión—. No la vi por mucho tiempo, se casó... Ese idiota jamás fue bueno para ella.

—¿Y cómo ustedes...?

—Esa es otra historia —respondió, soltando otro largo suspiro—. Te lo contaré pronto, ¿si?

—Supongo que fue más de lo que pude esperar —admitió, accediendo debido a las verdaderas que debía procesar. Necesitaba tiempo—. Gracias por ser sincero...

Phoenix cubrió su mano, haciéndole saber que seguía con él, seguían siendo padre e hija, solo ellos dos contra todo. Recostó su cabeza en el hombro de su héroe y ambos disfrutaron del atardecer.

Cada Silver trataba de reorganizar sus ideas, darles un orden claro que les permitiera saber qué hacer.

—¿Crees que... debería unirme a Cobra Kai? —soltó su padre una pregunta que en realidad Phoenix ya esperaba.

—Todo cambiará, ¿cierto...?

—No, mi little swan —contradijo, tomando su mano con cuidado.

—¿Prometes que seguirás siendo el mismo? ¿Que seguiremos como siempre? —le preguntó, reincorporándose. Empezaron a mirarse, buscando verdad en sus miradas.

—Te lo juro, Phoenix —respondió con seguridad, colocando detrás de sus orejas los mechones que se escapaban por el viento—. Antes creía tenerlo todo, pero siempre me faltaste tú, por eso fallé. Pero ahora soy otro... Yo renací en ti, mi Phoenix.

—Entonces hazlo, papá.

Ambos se unieron en un abrazo lleno de emociones. Los Silver tenían miedo de que saliera mal, estaban aterrados. Pero aún así, lo intentarían. Phoenix siempre apoyaría a su padre, y Terry lo haría todo siempre y cuando su hija estuviera a lado suyo.


El pasado de Terry Silver no había espantado de forma irremediable a su única hija, pero si lo hubiera hecho, él con seguridad se hubiera quebrado nuevamente. Para el hombre de gran fortuna y secretos igual de extensos, Phoenix lo era todo.

—Si el karate realmente te atrae, debes intentarlo, Phoe —susurró Terrence aún en el abrazo, haciendo que ella solo se fundiera y escondiera más en él.

Ella amaba el ballet, por lo que nunca lo dejaría. Ella anhelaba concluir sus estudios satisfactoriamente, así que tampoco se rendiría. Pero el karate era otro deseo persistente, emergiendo en su interior como un fuego que Phoenix ya no deseaba ni tenía por qué extinguir. Estaban listos para empezar.

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JEMIISA ©
1° versión: 21 - 02 - 23
2° versión: 20 - 07 - 24

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