Capitulo 12

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—Mónica, buenas tardes. Eh, vi los resultados del examen y quería preguntarte si tenían algún error— pregunté son temor—¿los hay?

Mónica, la secretaria de la directora Carolina, levantó la vista.

—Hoy todos han estado interesado en tu examen...No eres la única que vino a preguntar por tu examen.

—Y hay algún error?

—Te dire lo mismo que a los demás, no hay ningún error, eres una chica muy inteligente y lo resolviste con total confianza y pues ese es el resultado.

Asentí con más tranquilidad.

—Y que hace el equipo de natación?— pregunté observando todos las medallas de la pared.

—Nada. Ja,ja,ja ¿entendiste? Nada, no hacen nada... olvídalo, ellos participan en competiciones y cosas así. Eso si, son muy exigentes con tu peso y lo que comes.

Ambas pusimos una mueca.

—¿Algún otro deporte que me recomiendes?

—Básquetbol, son muy buenos, seguro te aplastarían, eh también están los de fútbol, tenis y atletismo, las pruebas son hasta las tres.

Le pedí instrucciones a Mónica, para llegar a la cancha de fútbol, donde estaban todos los chicos entrenando.
Llegue con el entrenador, el señor estaba muy concentrado gritándole a varios chicos que no jugaban bien.

—Hola.

El entrenador asintió sin mirarme, de hecho seguía gritándo.

—Te puedes sentar por allá, con ese grupito de chicas.

Mire al grupo de chicas, la verdad algunas de ellas se pintaban las uñas y otras solo tenían miradas para el trasero de los chicos. Mire el trasero de los chicos, bueno, ahora sabía porque miraban sus traseros.

—¿Son el grupo de fútbol femenino?—pregunte llamando la atención del señor con silbato.

—¿Fútbol femenino? No, no hay equipo femenino.

—¿Porqué?

—Porque ninguna chica ha preguntado por el equipo femenino, eres la primera en hacerlo.

—Entonces, ¿no hay equipo femenino?

Negó

—Solo el de estos inútiles— miro a la cancha.

—Entonces quiero jugar con los...¿inútiles?

El entrenador empezó a reírse como animal, mirándome y mirando al grupo de chicos que se detuvieron al oír la terrible risa del señor.

—Oyeron eso?—dijo a sus alumnos—ella quiere jugar en el equipo.

Siguió riéndose, hasta que se cansó.

—Me caes bien, eres divertida, ahora puedes ir y sentarte con el grupo de barnizado que está por allá—dijo refiriéndose a las chicas que pintaban sus uñas.

—Entonces cree que porque soy chica me gusta pintarme las uñas y que no puedo jugar fútbol? Eso es algo machista, no cree?

El entrenador se asustó al escuchar el término.

—No he dicho nada de eso. Solo digo que los chicos juegan rudo y podrías lastimarte.

—Me gusta jugar rudo.

—Bien, bien, veamos que puedes hacer. Chicos ella quiere jugar con ustedes, vamos con un partido amistoso.

Todos los chicos se quedaron pasmados al verme.
¿Es que una chica no puede jugar con los niños?

—Prima, deberías reconsiderar lo qué haces, créeme a veces ni yo me salvo de los golpes en el momento de jugar—comentó Daniel, quien estaba en el equipo.

—Estrellita, no creo que este sea un juego para ti, deberias dar la vuelta e ir a apoyarnos desde lejos, será mejor, ¿cierto Daniel?

Ambos trataban de convencerme de retirarme completa y sana. Estupideces decían pero no lograron su cometido.

—Comiencen!—el entrenador sopló fuerte en el silbato, dando por comenzado el amistoso partido.

Ninguno quería pasarme la pelota, pero, iba a jugar a mi manera. Corrí detrás de Daniel, quien tenía la pelota, con un par de vueltas y logré quitársela y de un momento a otro, todos venían tras de mi, con mucha rapidez, por un momento pensé que todos caerían encima de mi, aplastándome pero, con un rápido giro, esquive a la mayoría, dejando que se chocaran entre ellos, corrí evitando reírme de la estupidez con la que estaban jugando, así que tome mucha ventaja, me encontraba a metros del arco, el arquero me miraba desafiante. Esquive a dos tipos más, que querían pasarse de listos y quitarme la pelota, me detuve en frente del arco, aún distante y patee con fuerza y determinación. La pelota entró, haciendo un gran gol.

—¡Basta! ¡Terminó! ¡Suficiente! No puedo ver como una chica pateo sus patéticos traseros, es una vergüenza que los supero a todos—el entrenador gritaba, eufóricamente—tú, ¿como te llamas?

Me apunto con su silbato.

—Lillie.

—Lillie estás en el equipo—miró a los chicos—y ustedes, lárguense de aquí, apestan a perdedores.

—Pero, entrenador las chicas no pueden jugar con los chicos— comentó uno, mirándome con fastidio.

El entrenador se acercó y pasó sus brazos por los hombros del chico.

—¿Eres ciego o que? ¿No acabas de ver lo bien que jugó la chica?— el muchacho aceptó sin querer— estás fuera del equipo.

El muchacho se quedó boquiabierto y al final se marchó patentado todo lo que se encontraba en el camino. Solo monte.

Contemple al resto de chicos, algunos se quejaban, otros se sobaban los golpes y otros me miraban con una sonrisa.

—Eh, ¿como decían?

—Okey prima, ya lo entendimos.

Todos los chicos salieron de la cancha, dejándome como el entrenador.

—Increíble, ¿los vistes? Estaban avergonzados por jugar tan mal, ya tengo una buena excusa para cargármelos lo que les resta de vida.

El entrenador decía con gracia y se marchó atrás de ellos, riéndose por lo bajo.

—¡Apuren! Que vergüenza, ¡que vergüenza!—volvió a decir con tono de enojo.

Entonces capte al grupo de chicas, ya no estaban pintándose las uñas, ellas se acercaban.

—¿Eres Lillie?

Asentí.

—Creo que digo en nombre de todas—el grupito de chicas, eran seis, todas parecían fascinadas—jugaste increíble, nunca imaginamos que una chica podía jugar así.

—Gracias, creo que ustedes también pueden hacerlo, solo es cuestión de querer—vi a Malcolm, haciendo movimientos con sus manos—tengo que irme, adiós.

Corrí hasta llegar con Malcolm.

—¿Que sucede?

—Nada, pensé que habías olvidado que venía por ustedes.

Lo seguí a la salida y subimos al carro, para ir a casa.

—Escuché que jugaste fútbol con los chicos.

Sonreí.

—Les di una paliza. ¿Dónde está Pamela? Y Daniel?

—La señorita Pamela, se fue de compras y Daniel dijo que saldría con sus amigos del equipo.

Llegamos a la casa, donde Victoria esperaba ocultando sus ansias por preguntar cómo me fue en el día, al igual que Dorothea.

—Lillie, querida... ¿cómo te fue?—preguntó Dorothea llevándose una mirada reprobatoria de Victoria,  luego fingió leer un libro, que estaba al revés.

—Entre al equipo de fútbol— le respondí a Dorothea

—¡¿Que dijiste?!—Victoria se levantó de su sillón.

—Que entre al equipo de fútbol masculino.

—Felicitaciones, señorita, usted lo merece.

Victoria parpadeaba y se desgonzaba por el suelo, Dorothea la ayudó antes de caer al suelo y la llevó al sillón.

—Dorothea trae un poco de alcohol, esta noticia me ha caído como maceta en la cabeza.

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