Capitulo 46

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—Melina.

Mis padres entraron a la habitación y se acomodaron en la cama. Yo estaba arropada de pies a cabeza. Llevaba varios dias en cama, llorando en el silencio de la noche y durmiendo por el día.

—En serio, no sé nada de lo qué pasa con Daniel, no estoy mintiendo.

Daniel estaba en una etapa de quien sabe que cosa, pero salía temprano y volvía en la madrugada y volvía muy ebrio. Mis tíos eran un saco de lamentaciones mientras la abuela ya buscaba una clínica para alcohólicos anónimos.

—No queríamos hablar de eso —respondió mi padre —nosotros vinimos a disculparnos contigo, se que desde que Beth... desde que Beth falleció, nosotros nos sumergimos en nuestro propio dolor y te dejamos sola mucho tiempo.

Mi padre se quedó en silencio al ver que su voz se quebraba.

—Hija, no era nuestra intención hacerte sentir de tal manera, eres nuestra hija y te queremos tanto como a Beth, siempre serán nuestras dos pequeñas traviesas y no era mi intención hacerte sentir sola...¿puedes perdonarnos por ser unos terribles padres?.

Me saque la sabana de la cara, dejándome ver a mis padres, tenían sus ojos llenos de lágrimas y me miraban con tristeza.

—Perdónenme a mi. Se que he sido una terrible hija y yo solo traigo problemas pero— mi madre me interrumpió con su llanto.

—No eres una terrible hija. No era mi intención que pensaras en eso... no fumas, ni bebes en exceso o te drogas, bueno, excepto esa vez que dopaste a todos tus amigos... el punto es que, eres increíble, eres nuestra hija y te amamos a pesar de todo. ¿Puedes perdonar a tus padres?

—Lo siento —me disculpé al sentir una lagrima rodar— me he vuelto muy sensible.

Ellos sonrieron y me abrazaron por un largo tiempo.

—Tu padre y yo hemos hablado —dijo mamá luego de que todos nos calmáramos un poco.

—En un par de meses nos mudaremos para vivir aquí —mi padre informó —pero no aquí aquí, sino en... compraremos una casa en la ciudad.

—¿En serio? —pregunté rebosando de alegria.

—Si, creo que será bueno para nosotros hacer un cambio de ambiente, esperaremos hasta que tu padre deje su trabajo en orden y pueda entregar su puesto y —

—Un momento, no quiero obligarlos a dejar su casa solo por mi, yo puedo —me interrumpió mi padre.

—Te me calmas, ¿si? La decisión ya está tomada.

Sonreí tímidamente y los volví a abrazar mientras todos éramos un manojos de emociones y llantos.

Mis padres se despidieron ya que no podían quedarse por el trabajo de mi padre, así que se marcharon, pero prometieron volver el fin de semana.

—Lillie, ¿me estás escuchando?

—¿Puedes repartir lo que decías?

—¡Lillie! ¡No me hagas repetir todo de nuevo! —Pamela me respondió hastiada —¡esta bien, lo haré! Te estaba diciendo que necesito salir y que tú vas a ayudarme a salir sin que alguien me vea.

Ya estaba huyendo de Pamela, estaba saliendo del jardín, al menos lo intentaba.

—No haré tal cosa —me negaba sin dejar de caminar —no tienes que hacer tal cosa, sabes que es malo?

—Malo es robar —respondió inmediatamente —además, solo serán por unas horitas, chiquitas chiquititas, ni cuenta se darán de mi ausencia.

Seguía sin detener mi marcha.

—No te ayudaré, suficiente tengo con que mis tíos me atosiguen con sus tantas preguntas sobre Daniel, no necesito que también me rellenen por preguntas sobre ti.

Pamela volteó los ojos.

—Soy más lista que mi hermano, créeme.

—No lo dudo, pero si mis tíos se enteran de esto que quieres hacer, estaremos en problemas hasta él año cinco mil.

Pamela abrió exageradamente la boca.

—¿Cinco mil? Después yo soy la exagerada, para ese tiempo ya todos seremos cenizas.

—Si, seremos cenizas pero si nos descubren.

—Lillie, no seas aburrida, tienes que ayudarme para salir con Elio!

—¿Quién es Elio? —pregunté confundida.

—Mi novio, no estabas prestando atención desde que te empecé a contar de él?... lo hice hace un momento.

—¿Estabas hablando de él? —me detuve a orillas de la piscina —Lo siento, estaba pensando en otras cosas, quisiera agregar que ese tal Elio no me agrada para nada, ves la pinta que tiene? Parece que en cualquier momento saca una navaja de sus bolsillos y nos dice: "Alto ahí muñeca, dame todo lo que tienes" —dije imitando la voz de un hombre, luego volví a mi voz normal y con algo de recelo—la otra vez insinuó algo que no me agrado para nada, ¿quieres que te lo repita de nuevo?

Pamela movió un mechón de cabello que se entrometía en su ojo.

—Lillie, ya te lo dije un millón de veces, él es bromista solo te veía la cara de ingenua.

Me crucé de brazos.

—Bueno, yo creo que él intenta verte la cara pero de pendeja.

Pamela cruzó también sus brazos.

—No voy a discutir contigo a estas horas de la noche, ¿puedes simplemente aceptar lo que te pido?

—No voy hacer tal cosa —me negué.

Santiago se acercaba, traía unos libros en sus brazos. Era igual de hermoso que la noche estrellada.

—¡¡Lillie, por favor ayúdame!! —Pamela empezó a suplicar como niña.

—Está bien, pero luego hablamos. —Dije sin pensarlo.

Pamela brincaba de emoción al escuchar mi respuesta.

—Te amo primita —exclamaba agarrando mis mejillas —eres la mejor, lo sabias?

Salió corriendo antes de que me rectificara, muy astuta.
Santiago se acercó y me miró con curiosidad al ver que Pamela iba brincando de un pie, literal.

—Hola —saludó dejándome un beso en el cabello—el olor de tu cabello es una de mis cosas favoritas.

Que él me besara el cabello se había vuelto una de mis cosas favoritas.

—¿Esa era Pamela, Pamela feliz? —preguntó divertido.

Dejó los libros en la mesita y volvió a mi.

—Hola —dije retrasada y atontada.

—¿Qué haces aquí? —preguntó curioso.

—Vivo aquí.

—Me refiero, ¿porque estás al aire libre? puedes enfermarte y odiaría verte enferma.

—Miraba las estrellas, hasta que llegó Pamela y dejé de hacerlo por que me distrajo ... ¿Y estos libros?

—Los apuntes de clases —aclaró —lo necesitas para ponerte al día.

Llevaba muchos días sin ir a la escuela, aún tenía que cuidarme mucho y esperar hasta que me quitaran los puntos, tenía permiso de la escuela aún así tenía que entregar todas mis tareas y lo había olvidado.

—No era necesario, podía pedirle a Pamela que me diera sus apuntes.

—Los dos sabemos que los apuntes de Pamela son indescifrables.

Solté un par de risas. Santiago tenía razón.
Nos sentamos en el borde de la piscina.

—Pues entonces me has salvado de tremenda tortura.

Me reí hasta que deje de hacerlo. Si, andaba algo torpe y boba.

—Lillie...

—¿Que?

Mire a Santiago, sus ojos se veían negros por la oscuridad que nos rodeaba cuando la luna se ocultaba entre las nubes.

—Quiero una cita —soltó como si pidiera agua.

Casi me atoro con mi propia saliva.

—¿Una que? —aún procesaba la petición.

—Una cita —repitió.

Yo ya me estaba quedando sin aire.

—¿Como salir con los chicos?

—No, salir solo conmigo.

—¿Como una salida de amigos?

—Como una cita —volvió a repetir.

Si, estaba apunto de infartarme de lo rápido que latía mi corazón. Mi pobre corazón no soportaba estas emociones, eran mucho.

—¿A que hora? —solté fingiendo seguridad.

—A las ocho.

—Bien... habrá comida?

Me miró con seriedad para luego soltar una carcajada contagiosa.

—Lo que tú quieras.

Me hice la difícil y la que me lo pensaba mucho.

—Creo que estaré haciendo tareas a las dos, termino a las cinco... ayudaré a Dorothea con las compras... eh, si. Estaré a las ocho.

Sonrió satisfecho. Era demasiado encantador de hecho, se me parecía mucho al príncipe encantador de Sherk, pero claramente mejor.

—Adiós —Santiago se despidió con un beso en mi mejilla, su dulce y suave toque casi me deja tirada en el suelo —mañana a las ocho.

Y así como si nada se marchó. Dejándome completamente boba.

—¡Lillie! ¿Dónde te has metido?

Dorothea se acercaba, renegando y encendiendo la luz de su teléfono.

—Por fin te encuentro, la señora Victoria quiere verte.

Dorothea hablaba y hablaba como si no hubiera fin, de todos modos yo seguía embobada y absolutamente perdida.

—Lillie, ¿me estás oyendo?

—¿La abuela está en casa? —pregunté, levantándome del piso.

—Si y te estaba buscando. Te lo he repetido como unas cinco veces, en qué país andas?

—En el de las maravillas.

Llegue a la oficina de la abuela, donde ella se encontraba hablando por teléfono. Al percatarse de mi presencia alejo el celular de su cara.

—Lillie, tienes la cita médica el lunes y te retirarán los puntos, te acompañaré para ese día —dijo anotando en su libreta.

—No es necesario, abuela —solté comprensiva —iré después de la escuela con Pamela.

—¿Si? Eso no será posible —se encogió de hombros —Tus padres me encargaron de llevarte, además no es necesario recordarte que estás castigada y Pamela también lo está y eso de que "Abuelita, acompañaré a Lillie al hospital" no me suena más a que se dan una vuelta por el centro comercial. Así que si, están castigadas.

Abrí dramáticamente mis ojos. La última vez que Pamela me había acompañado al hospital terminamos en una tienda de cosméticos.

—Nooo —negué lentamente —salimos de casa al hospital y del hospital a la casa...

La abuela se quitó las gafas de lectura, analizándome.

—¿Ves está factura de aquí? —levantó una factura de cien dólares — esta factura me llegó hace dos dias y adivina, en esta casa nadie gasta cien dólares en maquillaje, tal vez unos 600 o mil pero no cien dólares.

¡Estúpidas! Eso es lo que fuimos.
Según Pamela, solo gastaría en algunas cositas que le hacían falta y dijo: "tranquila, la abuela ni lo sospechará, ella nunca revisa sus facturas para eso le paga a sus asesores, créeme sus asesores no se preocupan en avisarle sobre una factura de cien dólares. Soy muy astuta, deberías aprender"

—Sospecho que Pamela tiene que ver en esto y esto —levantó la factura —me hizo recordar que ustedes siguen castigadas.

—¿Qué? —estaba en shock.

—Como lo oíste.

—Mis padres no hablaron de un castigo.

—Es de suponer —dijo sacudiendo la cabeza —el castigo lo imparto yo. Últimamente mis nietos no paran de hacer desastres tras desastres, es por eso que les prohíbo las salidas hasta nuevo aviso.

—¿Como cuando sería eso? —pregunté cerrando los ojos, pidiéndole a Dios que eso sea pronto.

—El próximo mes.

—¡¿Que?! —solté casi en grito —No puedes hacerme esto.

La abuela dejó sus gafas de leer sobre su libro.

—Ya lo hice. Por cierto, saldré de la ciudad por dos dias, volveré el lunes.

—¿Vas a salir de la ciudad?

—Negocios que Merly no puede controlar, además se acerca una boda por preparar.

—¿Boda? ¿Sigues interesada en casarte?

Eran tantos golpes, uno tras otro, estas noticias eran difíciles de digerir.

—Por supuesto, mi relación con Carlos va muy en serio.

—Bien, iré a dormir.

—Claro, te ayudaré a subir las escaleras.

—¡No! —me apresuré a detenerla—Digo, abuela no es necesario, se nota que estabas ocupada y yo puedo pedirle ayuda a Dorothea o a Lucas Junior, hasta mañana, adiós.

Salí a paso apresurado hasta llegar a la habitación de Pamela. Abrí la puerta sin siquiera tocar antes.

—Estoy castigada...estoy castigada —solté aún impresionada.

—Bienvenida al club —dijo con aburrimiento.

—No, no entiendes —dije esta vez más asustada.

Pamela alejó la vista de su celular y me miró con atención.

—Explícamelo.

—Mañana tengo una cita y acepté muy gustosa... la abuela acaba de informarme de que estoy bajo castigo! ¿Entiendes? —dije asustada —tendré que cancelar mi cita... qué horror.

—Y con quién es la cita? —preguntó muy calmada.

—Santi.

Perdió la calma y empezó a brincar con locura.

—¡Oh, por todos los seres infernales! —se detuvo procesando la información —¿Tendrás una cita con Santiago?

Asentí.

—¡Felicidades!

Brincó a mi para abrazarme y brincar por toda su habitación. Creo que había olvidado el punto.

—¿Te recuerdo que estoy castigada?.

—¿Has escuchado que en el amor y en la guerra no hay reglas?

Su mirada era algo diabólica y sentía que era mejor si salía de su habitación, volvía a la mía y meditaba mientras pensaba en cómo cancelar la cita.

—No, pero me suena a que vamos a meternos en problemas si te hago caso.

Mi prima saco su lado más oscuro y sonrió diabólicamente.

—Vas a ir a esa cita, ¿me entendiste, Lillie? —asentí algo confusa— vas a ir y vas hacer todo lo que te diga.

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