Capitulo 54

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Increíblemente mis padres no me regañaron o me castigaron por salir y llegar a muy altas horas de la noche... bueno, al menos eso creo.

—Vaya... al menos no apareció con el cabello rosado —mi padre habló.

Mi madre lo miró de mala gana.

—Bueno —suspiró —ve a dormir, es muy tarde.

Cuando dijo eso sentí que ya pisaba el cielo de la repelada que me estaba lanzando o posiblemente de la chancla voladora... Un momento, ¿que dijo?

—¿Me puedo ir ya? —repetí asombrada.

Mi madre volvió a suspirar.

—Si, lo ha dicho —mi padre también estaba sorprendido.

Mis ojos seguían abiertos como si enfrente de mi estuviera la Virgen María.

—Si, Lillie —respondió mi madre con mucha paciencia —vete ante de que me arrepienta.

Asentí y recogí mis zapatos que estaba reposando en el piso de cerámica blanca.

—Si, ya me estoy retirando —le informaba.

Mi padre recibió una llamada y salió al jardín con mucha prisa. Me volvi a mi madre, que seguía parada al frente de la puerta principal.

—¿Porque? —pregunté curiosa pero algo avergonzada —¿porque no te has enojado?

Mi madre sonrió con un poco de orgullo.

—Te quedaste con Pamela... eso fue muy amable de tu parte, hija. Y para aclarar si estoy enojada, pero también un poco orgullosa.

Pamela había llegado unos minutos después que yo, solo que me había quedado entre la oscuridad del patio principal, mirando el cielo estrellado. Mi intención no era en entrar a casa hasta que Nicolás trajo a Pamela, ambos venían discutiendo por alguna razón que desconocía, hasta en eso todo iba normal, luego Pamela enloqueció por alguna cosa y terminó lanzándole la cartera a Nicolás en la cabeza, este no estaba muy contento con su reacción pero al final entendía que Pamela estaba ebria, bueno, lo entendió cuando ella vomitó en su chaqueta de Gucci.

Fue en ese momento que entré en acción. Así que fue en rescate de Pamela o de Nicolás?
El punto es que ayude a Pamela a entrar a casa pero fuimos interceptadas por nuestros padres. Mis tíos se llevaron a Pamela un poco más y la arrastraban del cabello. Ellos estaban muy enojados como para notarme, excepto por mis padres, que parecía que querían estamparme en contra de la pared como a un mosquito.
Al final todos supusieron que habíamos llegado juntas, así que estaba demasiado cansada pero también aferrada a mi vida como para contradecirlos.

—Nunca se han llevado muy bien, pero ahora veo que lo hacen... salen y se divierten... no lo hacías desde que Beth murió —aclaró al verme algo confundida.

La muerte de Beth aún nos afectaba.

—Yo... Buenas noches, mami —dije algo nostálgica.

Me marché antes de que se acordara en el estado que entró Pamela a casa o que yo terminara llorando por mi hermana.

Me marché a dormir, al menos las tres horas que me sobraban antes de que la alarma sonara. Así que si, dormir era la mejor opción antes de estar pensando en todo lo sucedido y es que, no quería pensar en nada de lo que ocurrió, me hacía sentir como una desgraciada de las más grandes. Mi cerebro era todo un caos.

—¡LILLIE! —Dorothea abrió las cortinas y me quitó las sábanas, pegando gritos no muy amables —SE TE HACE TARDE PARA IR A LA ESCUELA.

Sus gritos alimentaban de la peor manera a mis dolores de cabeza, más bien conocidos como resaca.

—No quiero ir a la escuela —solté con mi voz ronca.

Era como la voz de un hombre, ¡un macho! ¡Tenía la voz de un macho!

—Uh, parece que me equivoqué de habitación —Dorothea continuaba —Daniel, puedes seguir durmiendo.

—Muy graciosa —carraspeé para volver a mi voz normal —...puedo decirte algo?

—Escucho.

Lo pensé de nuevo. Estaba muy avergonzada y arrepentida pero necesitaba algún consejo, además Dorothea era la que estaba más cerca y tampoco notaría mis nervios y arrepentimiento si estaba bajo las sabanas aún.

—Que pasa si te gusta alguien, pero sientes miedo de que esta persona que te gusta... no sienta lo mismo que tú... o que en algún momento se de cuenta de que no eres la chica indicada...

—Si estás hablando de Santiago —dijo.

Abrí mis ojos como lo hacen en las películas de terror y me desarropé para ver con claridad a Dorothea.
Ella se cruzó de brazos, esperando mi negación, al final ignoré ese punto y continué.

—Bien... el punto es que anoche le dije algo que a pesar de que es cierto, lo dije de una manera muy hiriente... Debería disculparme, pero estoy muy avergonzada... y yo —me interrumpió.

—Niña, no te agobies por esas boberías —me detuvo —Santiago no es un niño, ese chico es más fuerte de lo que piensas y no creo que esté llorando por esas palabras que le dijiste mucho menos si son ciertas. Así que levanta esos huesos y continúa.

Bufé.

—Gracias por tu grandísima ayuda —dije sarcásticamente —ahora seguiré durmiendo. Puedes cerrar las cortinas cuando salgas.

Me volví a arropar hasta la cabeza. Pretendía seguir durmiendo. Una falta más, una falta menos, no era nada para exagerar.

—Últimamente has faltado mucho a la escuela.

Pretendía hacerme recapacitar pero yo la ignoraba mientras me acomodaba de la mejor manera, esperanzada a seguir soñando lo que estaba soñando.
No diré lo que estaba soñando porque eso si que era rebasar con mi privacidad, pero el punto es que necesitaba dormir, no la escuela.

—Pues las faltas se hicieron para eso, para faltar.

Vi por un hoyo de mis sabanas —que no sabía como se había hecho —a Dorothea asentir y suspirar, estando de acuerdo a lo que yo decía. Se sentó al frente del ventana que dividía mi habitación con el balcón. Estaba bebiendo té y mirando el espacioso jardín trasero.

—Si tu lo dices... claro, las grillitas destrozarán a su antojo en tu ausencia, porque eso es lo que hacen, se aprovechan de la ausencia de chicas como tu, Lillie.

Abrí un ojo. Interesada.

—¿Que grillas?

Dorothea hablaba con una voz pacífica que casi me arrullaba, casi porque lo que decía me tenía más interesada.

—Camila, la chica que quiere conquistar a tu noviecito Santiago —suspiró —Bueno, será un buen día para ella mientras tu sigues durmiendo. Nos vemos en la tarde, cuando Santiago traiga a la chica presentándola como su novia.

Se levantó e iba directamente a la salida. La detuve del brazo. Aún con un ojo abierto.

—Dorothea, prepárame el maldito uniforme que hoy la escuela no se librará de mi... Esa Camilita no va a quitarme a Santiago... —decía con mucha confianza —¿cierto?

Ella estaba dudando.

—¡Estas dudando! —me quejé.

Dorothea asintió inmediatamente y me agarró de los hombros.

—Mira niña del demonio, aquí nadie va a quitarte nada, primero porque Santiago aún no es tuyo, aún —recalcó la palabra —oficialmente, claro. Segundo, hoy irás como toda una diva y seguirás todos mis consejos para que Santi quede muy bien asegurado. ¿Me entendiste?

Asentí repetidamente. Dorothea me daba fuerzas y esperanzas.

—¡Vamos, repítelo! —me animaba.

—¡Nadie me va a quitar a Santi! —repetí muy creída en lo que decía —No voy a permitirlo, además estoy siendo muy dramática nadie pierde el interés de un chico solo por decir "Al fin y al cabo tú y yo no somos nada" —repetí.

Dorothea abrió la boca sorprendida.

—Lillie, pero si eres una chica bien quedada. Pobrecito Santiago, seguramente estará golpeándose en contra de una pared de piedra —decía algo apenada pero con demasiada honestidad.

—¿No se supone que Santi es un chico fuerte?

—Si, pero en cuanto amores y pasiones las palabras pueden ser como cuchillas, Lillie. Eso todo el mundo lo sabe.

Abrí mis ojos. Tenía algo de coherencia lo que ella decía.

—Es como si te dijera que eres fea, deslenguada, torpe, problemática y delgada. Si estas palabras vienen de alguien que estimas evidentemente te herirá.

Tenía razón. Casi caía en su discurso, así que me crucé de brazos.

—Pues tú y mi abuela siempre lo dicen y no me la paso llorando por los jardines.

Ella volvió a levantar las cejas.

—Si, Lillie, pero esa eres tú, casi que tienes una coraza de hierro, Santiago es un chico más sensible ante el mundo, cuando se caía de pequeño se la pasaba llorando por horas, largas horas. Cree en lo que te digo ya que estos ojos que algún día se lo comerán los gusanos los vi crecer a todos ustedes, qué digo ustedes, vi nacer hasta la mamá de la señora Victoria

—Estás muy dramática hoy...  —dije al final.

¿Pero y si Dorothea tenía razón? ¿Y si Santiago no quería saber más de mi?.

—¿Y si lo perdí para siempre? ¡He mandado a perder todo incluso antes de tenerlo!

Ya iba a entrar en pánico. Yo nunca entro en pánico por un chico, ni siquiera entre en pánico cuando Lucas me fue infiel... bueno, puede que si haya entrado en pánico, pero solo un poco... ¡PUES PORQUE ME FUE INFIEL!

—Bueno, calmémonos primero —habló Dorothea.

Ya era muy tarde.

—Ay, Dorothea, pero si te digo que fui muy mala... fui grosera, además estupida... me merezco todo esto. Seguramente Camila si sabría tratarlo mejor.

Me tire a la cama.

—Ay, dorothea, que he hecho. Seguramente ya lo aventé a los brazos de Camila, solo me falto mandarlo en una caja con lazo rojo.

Dorothea me levantó con fuerza de macho fortachón. Me cacheteo suavemente o tal vez si me cacheteo con fuerza solo que tenía la cara adormecida.

—Lillie, reacciona. Ese chico no es causa perdida.

Me animó.

—¿No?

—No, no si al menos mire a todas las personas con esa misma mirada que te lanza a ti cada que estás presente.

Mi corazón latía rápidamente, muy entusiasmado.

—¿Y tu como que sabes tantas cosas? ¿Eh? ¿Quien es tu espía? ¿Hay cámaras en esta habitación? —ya estaba yo, rebuscando por toda la habitación.

—Niña, yo lo sé todo, todo —yo dudé un poco —quieres ejemplos?

Asentí algo indecisa.
Dorothea solo pasaba en casa, como ella podría saber tantas cosas?

—Elio... bar, manzana envenenada... vidrios rotos, te suena algo?

Casi me atraganto. Hasta el dolor de cabeza desapareció.
Me volteé, mirando por la ventana.

—No, no se de qué me hablas... si la única manzana envenenada que conozco es esa la de la película de Rapunzel.

Dorothea no me creía. Ella era muy astuta y yo últimamente muy estúpida.

—¿Será la de Blancanieves? —me corrigió.

Me giré hacia Dorothea sintiéndome atrapada.

—Bueno, si está bien. Admito que nos pasamos un poquito, pero en mi defensa, ese tipo no era cosa de Diosito, es más, quería pegarle a Dani y a mi flaco, quiero decir, a Santi. Nosotros solo nos defendimos.

Dorothea levantó una ceja.

—Solo por qué ese chico no me agradaba fue que no se lo conté a tu abuela.

Casi le besaba los pies a Dorothea.

—Se te agradece por tu silencio. Deberías ver como terminaron esos tontos.

Se cruzó de brazos.

—Lastima, solo vi cómo quedaron los chicos, pues parece que no se defendieron bien, Santiago tenía un buen morado en el ojo.

Me rasque el cuero cabelludo.

—Ese se lo di yo.

Dorothea se cubrió la boca.

—Oye, no fue mi culpa, él lo sabe. El se entrometió mientras yo luchaba por mi vida y lo digo en serio.

Dorothea estaba muy interesada.

—Pruebas irrefutables de que tienes a ese chico tonto por ti.

Sonreí algo alagada y entusiasmada. 

—Cuéntame, cuéntame todo —pidió.

Ya estábamos acomodándonos en mi cama.

—¡Este no es el punto! —solté al volver a la realidad —anoche discutimos y todo por mi estupidez y por este chico y la canción y la chica esta. Dorothea, dale una excusa creíble a la abuela, dile que tengo varicela, que estoy irreconocible, que no puedo ir a la escuela, por favor.

Casi me arrodillaba a rogar.

—¿Que te pasa, Lillie?. Tu no eres así de miedosa. Tu te enfrentas a los problemas, lo único que tienes que hacer es besarlo.

Escuchaba con atención.

—Llegas a la escuela y cuando lo veas, sácatelas, que te lo besas.

Me quede en shock.

—¿Besarlo? ¿Ese es el fabuloso plan? Admito que añoro volver a tocar sus suaves labios pero no así, no cuando me comporte mal.

Dorothea perdía la paciencia.

—Ya Lillie, ya deja esa faceta de arrepentimiento, esa faceta ya hizo mucho, lo que tienes que hacer ahora es hacer como si nada pasó. Lo besas y este chico va a olvidar hasta su nombre y la pelea quedará en el olvido.

Cruce mis brazos.

Me lo pensaba mucho, eso si. Y es que, en qué momento pase de esconderme de Dorothea a empezar a chismear con ella?

—Esa no es una solución a largo plazo.

—Malagradecida, eso eres niña. Debes escuchar a la palabra de la sabiduría —decía.

—Si, a la mujer que no tenía ni siquiera un enamorado en unos meses atrás.

Dorothea se ofendió.

—Si y en dos semanas me casaré. ¿Tu que harás, Lillie? Me harás caso o irás como perrito con la cola entre las patas a disculparte, elige.

Bueno, eso era un punto irrefutable.

—Bueno... puede que el plan funcione y al final hable con él... iré a bañarme.

Ambas nos levantamos de la cama, yo me metía al baño y Dorothea empezó a rebuscar el uniforme en el armario.

—Lillie, ¿donde dejaste tus zapatos? —preguntaba mientras tarareaba feliz  —¡ya los encontré!

Pegó un grito y mandó a volar el zapato por la ventana. Salí del baño asustada y con shampoo en en cabello.

—¿Que? —no comprendía la situación —¿Ese era mi zapato?

Dorothea levantó las manos.

—Había un grillo dentro, lo juro.

Huyó de la situación en donde me dejó sola y con un zapato sin pareja para ir a la escuela. ¡Incluso mi zapato se había quedado sin pareja!

—Dorothea —me quejé aunque ella ya se había ido.

Creí que después del baño saldría como nueva, me equivoqué un poco ya que el dolor de cabeza volvió. Me preparé sin mucho ánimo, caminaba como zombie, aunque no sabía si era por Dorothea peinando mi cabello como si fuera a arrancarlo o porque había dormido muy poco.

—¿Iras vestida así? —preguntó mi madre, preparaba sus juegos matutinos con mucha proteína, eran desagradables.

Me quité las gafas oscuras que traía para cubrirme los ojos tenebrosos con los que había amanecido.

—¡Ah! —me madre soltó su jugo al verme sin lentes —¡Pareces un mapache!.

—Ajá, muchas gracias por recordarme el estado en el que me encuentro —le di un beso en la mejilla —voy algo atrasada a clases... y muero de sueño y dolor de cabeza.

—Ajá, esas son consecuencias de ir a una fiesta en un día de semana.

Decía mientras continuaba con su gran labor.

—Lo se ahora.

Me ofreció uno de sus jugos.

—Esto te reanimará.

—No gracias, prefiero seguir con dolor de cabeza.

Ella se cruzó de brazos, arrugando sus cejas.

—En serio, te sanaría el mal.

Salí huyendo de la cocina. Me encontré a Pamela. Ella se veía en las mismas o peores condiciones físicas que yo. No hablaba, ni gritaba, solo asentía, también traía unos lentes oscuros y el cabello parecía de un espantapájaros.

—¿Aún quieres seguir festejando tu libertad? —pregunte en voz baja.

Negó.

Nos despedimos de Malcolm. Llegamos a la escuela a tiempo. Parecía un milagro mandado por el mismísimo Dios.

Nos encontramos en la entrada con Jenny.

—¿Como amanecieron? —preguntó.

—Casi que muerta —murmuré.

Pamela, asintió.

—¿Daniel no viene con ustedes? —preguntó con disimulo.

—No lo he visto desde lo de anoche —comenté, le di un vistazo a su hermana —Pamela sabe.

Miramos a Pamela, ella se tomó su tiempo para decir varias palabras.

—Se... me... parte... la ...cabeza.

—¿Y tu hermano?

—Jenny te das cuenta que ayer gritabas y bailabas arrebatada sin acordarte de la existencia de Daniel y ahora no dejas de preguntar por él.

Jenny se enrojeció, avergonzada.

—Anoche le dije cosas muy feas, hoy me sentí horrible al recordarlo —confesó.

—¿Si? Yo también me porté como una boba con Nicolás, ¿vieron el escándalo que me quería armar?

Todas asentimos.

—También vi el escándalo que le hiciste, casi le rompes la cabeza y cerraste con broche de oro al vomitarlo.

Pamela abrió los ojos, perdiendo su compostura.

—¿Lo vomité?

Asentí.

—Ni más tomaré. Cuando lo hago me comporto como una idiota.

Todas suspiramos.

—Bueno, creo que las tres estamos en la misma situación... no quiero ver a Santi, no sabría que decirle, aunque...

Aunque mis planes eran besarlo tal y como Dorothea me había recomendado.

—Están en el mismo salón —Jenny me recordó.

Casi entraba en pánico, no quería verla tan rápido, necesitaba prepararme psicológicamente para el reencuentro.

—Si, pues hoy no te lo encontrarás. Ellos no vienen un día en el año —Pamela interrumpió para aclararnos —es como una tradición, una muy estupida en donde todos los chicos faltan a clases. No se preocupen, no los veremos ni en pintura.

Entramos al salón, efectivamente, no se veía a ningún hombre.

¿Un día sin hombres? Me agradaba y a la vez me causaba intriga, que hacían en este día? ¿Dormir hasta el medio día o jugar play todo el día?. Que más podrían hacer? Los chicos casi nunca eran como las chicas, que salían a pasear o disfrutar de un día de compras, de pasearse por la playa... un momento y si no estaban en sus casas jugando?

—Pamela, respóndeme una pregunta —hablé de pronto.

—Que sea rápido —pidió.

Ignoré la clase de la profesora y me giré totalmente al asunto de Pamela.

—Los chicos estarán durmiendo en sus casas, ¿cierto?

Negó.

—Probablemente estarán durmiendo —aclaró, yo suspiré aliviada —, pero debajo de las palmeras de cocos y arrullándose con el sonido de las olas. ¿Por qué tienes esa cara?

—¿Que cara? —hablaba como si estuviera atragantada.

—Esa que tienes justo ahora.

—No lo se, es la única cara que tengo, es con la que nací, pero ese no es el problema que tenemos ahora.

Me volteé a mi asiento, pero volví rápidamente con Pamela.

—¿Tu dices que ellos están en la playa? ¿Disfrutando de la vida, así como si nada?

Quería y necesitaba dejar el tema atrás, pero tenía demasiadas preguntas.

—Si.

—Creo que estás confundida —le comenté.

—No, claro que no. Una vez los seguí —eso llamó más mi atención —Bueno me colé en la cajuela del carro, me descubrieron cuando ya se me estaba acabando el oxigeno y empecé a gritar como loca.

—Ya y qué más pasó?

—Luego se me pasó cuando me di cuenta que estábamos en la playa nudista.

Me atoré con mi propia saliva.

—¿Están en una playa nudista? —chillé, ganándome una mirada de advertencia de la maestra —¿como no me lo dijiste?

Dije eso último susurrando mientras anotaba todo lo que estaba en la pantalla.

—Te lo estoy diciendo ahora —se defendió.

—¡Mejor me lo hubieras dicho mañana! —gritaba en volumen bajo.

—¿Te enojas conmigo? Yo te mantengo informada y para tu información deberías enojarte con los que están en la playa esa y no conmigo, suficiente tengo con la migraña.

No podía evitar mi nerviosismo, mi inquietud y mis recelos.

—Bueno, ahora no puedo enojarme con ellos si no están aquí!

Me gane la mirada de la maestra.

—Lillie, ¿seguirás gritando o escucharas mi clase?

Me ubique bien en mi asiento y me obligue a prestar atención en clases, aunque no podía parar de preguntar qué hacían los chicos en una playa nudista.

—¿Esta lejos de aquí? —pregunté, ignorando la comida que tenía enfrente.

Todo a nuestro alrededor era muy tranquilo. Parecía que existía la paz en los establecimientos de la escuela, pero aún así no podía concentrarme.

—¿Sigues atormentada con eso? —asentí —A cuatro horas.

—¿Que está a cuatro horas? —Jenny se incorporó a la conversación.

Sus compañeras de clases continuaron con su camino después de dejarla en nuestra mesa.

—Los chicos se fueron de viaje —Pamela le informó.

—Ah, si? —dijo asombrada.

Dejo su plato de ensalada sobre la mesa, mientras le quitaba la tapa a su jugo de naranja.

—A una playa nudista —le informé yo.

Jenny tiró toda la bebida que tenía en su boca, tirándolas en nuestra cara, pero teníamos cosas más importantes que detenernos para quejarnos de su saliva y la bebida en nuestros ojos.

—¿Una playa nudista? ¡Que descaro!

Tenía razón.
Era un gran descaro.
Un descaro de todos esos chicos.

—No se porque están tan atemorizadas con la noticia —Pamela estaba muy pacífica.

Su pacifismo me preocupaba. Su pacifismo nos mantenía algo seguras, no entrábamos en pánico porque Pamela estaba tranquila, mucho. Pero tenía miedo, miedo de que Pamela entrara en pánico, entonces todas perderíamos la calma.

—No entiendo como es que tú estás tan tranquila como si nada.

—Yo sé comportarme.

—Si, claro. Pamela la misma chica que hizo reventar un pastel de cumpleaños dice que sabe comportarse? Esto es de locos.

—Concuerdo con Jenny.

—Bien, no es para que estén en ese plan de "restreguémosles algunos errores a Pamela"

—Tenemos que ir y atraparlos con las manos en la masa.

Jenny nos trataba de convencer.

—Me apuntaría pero no creo que sea necesario —dije al final, aunque claramente quería ir.

Una chica de nuestro salón pegó un fuerte y agudo grito.

—¡No puede ser!

Gritaba sosteniendo su celular.

—¿Puedes callarte? Aún me duele la cabeza— Pamela la hizo callar.

—No puedo, no puedo. Tienen que ver esto.

Nina se acercó con su grupo de amistades, que eran dos chicas más.

—¡Ah! ¡No puede ser!

Pamela gritó y se levantó de repente, tirando el celular de Nina.

Nos miraba aterrada.

—¿Que? —me atreví a preguntar.

—Ellos están con... —Pamela me miró con lastima—Camila y su grupito de amigas que parecen modelos de pasarela.

¡Pánico!

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