Capitulo 7

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—Su habitación es esta señorita.

Dorothea aclaró y entró a la cual será mi dormitorio.

—Por si acaso, tendrán uno más pequeño?

Negó

—La señora Victoria, quiere esta habitación para usted.

Victoria, Victoria, Victoria!

—Si, todo muy bonito pero quiero uno más pequeño.

Comente sin aún estar del todo convencida con esta gran habitación.

—Señorita Lillie, esto no es un hotel, no puede pedir otras habitaciones, no hay, esta es su única opción.

Acepté sin más.

—De quien es la habitación de a lado?

Dorothea me miró, con una sonrisa.

—De su abuela, señorita.

—Claro, ya decía yo, ella solo quiere mantenerme vigilada, por que eso es lo único que sabe vigilar y mandar a su gusto.

Dorothea escuchaba con interés.

—Dora, no hagas caso a lo que dice mi hija, está cansada, solo es eso. - comentó mi mamá, sacándome de la fuerza de mi nuevo dormitorio- hija deja de ser molestosa y acepta lo que te ofrecen sin rechistar por al menos una vez en tu vida.

—Puedo dormir con ustedes esta noche?

Junté mis manitas, pidiendo de por favor.

—Ya estas grandesita para eso, no crees?

—No, digo si. Tu madre es muy mandona, me pone de los nervios.

—A quien no. Tu padre ya está roncando- exclamo y lo movió al borde de la cama- tu padre cree que la cama es para el solito, como siempre.

Tratamos de dormir, pero, los ruidosos ronquidos de mi padre no permitían que pegara el ojo.

—Y si le tapamos la boca con una media? - susurre.

—Deberías, parece un tractor.

Mamá y yo nos reímos, sin vernos a la cara, por la oscuridad.

—Las estoy escuchando! -Respondió mi padre, asustándonos.

Al siguiente día, por la mañana, mis padres recogían sus pertenencias y las guardaban en sus bolsos.

—Entonces, me llamarán todos los días?

—Lo dudo, llamar por el teléfono de cable, nos costaría un ojo de la cara.

—Es decir, no van a llamarme?— casi me infartaba.

Mi padre negó.

—No nos mires de esa forma, te insistimos mucho para comprarte un celular, es lo más sensato que puedes hacer y no quieres, podemos escribirte por instagram y venir los fines de semana. —mencionó mi madre— aunque aún no manejo bien esas cosas de internet.

Tome el celular de mi madre, para mostrarle cómo utilizar las redes sociales.

—No todos los fines de semana, cariño—le recalcó mi padre a mi madre.

—Cómo?— me detuve con terror.

—Ya ves como me observa esa mujer, quiere matarme con esos grandes ojos de bruja que tiene.

—Es tu suegra, es normal que te mire así— respondió mi madre.

—Si, me siento bajo amenaza en esta casa.

—Y yo que? Viviré con ella todo el año, deberían tener un poco de consideración por mi.

Mi padre levantó sus manos.

—Alto, un momento, a quien incriminaron de robar un par de bolsos?—mi padre miró a mi madre, mi madre, me apunto con sus dedos—quién destruyó la estatua de Don Albert?—mi madre volvió a apuntarme—quién inició una pelea de basura y botellas?

—Bien, ya entendí. Soy culpable de todo, si, pero tampoco merezco este inmenso castigo, es una tortura desde ya.

—Querida hija mía, haz errado y haz de pasar tu exilio con la abuela, nosotros trataremos de arreglar los problemas que dejaste en el pueblo.

—Bien mamá, como digas.

—No veas lo negativo de esto, ve lo positivo.

—Si y que será lo positivo de todo esto, papá?

Miro toda la habitación, buscando su respuesta.

—Bueno, si te portas bien, puede que no te mande a dormir al jardín.

—Gracias papá, acabas de calmar mi inquietud.

Mi procreador llevó los bolsos a su hombro y salió de la habitación, con nosotras siguiéndolo.

—Buenos días— apareció la señora Victoria, con una sonrisa victoriosa en su cara.

—Buenos días, mamá.

—Tan temprano se marchan de la ciudad?— enarcó sus cejas.

Quería responder por mamá, y decirle lo insoportable que es, que mis padres ya querían salir corriendo de aquí.

—Al menos van a desayunar con nosotras— insistió.

—Señora Victoria, gracias por la estadía, pero, se presentó un problema en mi trabajo y ya tenemos que irnos— mi padre hablaba como si estuviese hablando con la policía, con nervios.

La señora Victoria iba a insistir hasta ganar, mis padres no le dieron oportunidad y siguieron su camino a la salida.

—Cuídate mucho—mi madre se acercó y me abrazó, luego susurró—No te portes mal.

Asentí sin mucho convencimiento.

—Adiós Aurora, vayan con tranquilidad, Lillie estará bien bajo mi cargo.

Victoria se despidió y luego entró.

—Ven? Lo dijo con doble sentido, quería decir: Lillie estará mal bajo mi dictadura. Quiero saber algo, porque  a tu mamá, no le gusta mi segundo nombre?

—Ah, eso. Cuando tenía diez, me regalaron una perrita, se llamaba Melina y siempre robaba sus zapatos y los despedazaba, odiaba tanto a la perra y al nombre.

—Me pusiste el nombre de tu perrita de la niñez?— bufé.

—No me culpes, estaba anestesiada y fue el primer nombre que se me ocurrió.

—Si y mi primer nombre? También fue de una perrita?

Mi madre miró a mi padre.

—Ese te lo puso tu papá.

—Ja, ja, ja— me padre reía nervioso— estaba muy emocionado cuando vi a esa pequeña bebe de cabellos dorados y me acorde de mi papá, cuando estaba pequeño no podía pronunciar su apodo, así que le decía Lillie.

Me crucé de brazos.

—Bueno, pésima elección de nombres.

Estreche a mis padres en un fuerte abrazo, le lance un beso fugaz a Pepe, que esperaba en el auto y vi a mis padres irse.

—La señora Victoria, te espera en el salón.

Apareció Dorothea como fantasma, pegando el brinco, me negué.

—Iré a dormir, apenas son las 8 de la mañana.

Bostecé.

—Creo que debería ir con su abuela, tiene planes para usted.

Llegue con aquella mujer de cabello gris, corto y ondulado.

—Lillie, sigues en pijama.

—Si, pensaba en seguir durmiendo.

—No me sorprende— comentó mirando su revista—Esperaras hasta la noche, necesito que te sientes en aquel taburete. Van a cambiar tu corte de cabello.

Tome y mire una mecha de mi cabello.

—Que tiene de malo mi cabello? Me gusta tal y como es.

—Se ve maltratado y seco. Por la tarde iremos a ver a la Carolina, directora y administradora de tu nueva escuela.

—Tan rápido?— pregunté.

Me senté en el taburete y vi por el espejo cómo cortaban mi cabello sin piedad. No se como acepte esto.

—Uy niña, este cabello parece cabello de escoba— comentaba el señor que cortaba mi cabello.

—Gracias!— exclamé con sarcasmo.

Pasaron dos horas, mientras cortaban, lavaban y arreglaban mi cabello. Dorothea por otro lado, me pasaba comida, ya que estaba sin fuerzas.

—Wow! Que soy un Dios con las tijeras- dijo el peluquero.

—Mmm, no se ve tan desagradable— Victoria miró a Dorothea— Dora, que pasen las señoritas.

Entraron dos mujeres, con ellas rodaba un armario lleno de ropa de colores muy vivos. Me sorprendían los colores, ya que en algún momento pensé que Victoria me vestiría de monja.

—Eh, Victoria, en mi maleta tengo ropa, no creo que sea necesario más ropa.

—Hablas de la ropa que Dorothea mandó a la basura?

Ah! Pero que desvergonzada que podían ser las dos señoras juntas.

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