Capitulo 9

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–¡Señora Victoria! ¡señorita Lillie!

Dorothea venía corriendo por toda la casa, con el teléfono en la mano y con una sonrisa como la del payaso de It.

Todo era aterrador.

—¿Dónde está la señora Victoria?

—La vi en el jardín— si, estaba tan aburrida que quería salir y tomar sol como los pollitos, pero al ver a la señora Victoria, pues preferí de ver desde lejos el increíble sol que estaba afuera— esta leyendo, al parecer.

Dorothea corrió por el salón hasta llegar al jardín, donde Victoria leía revistas.

—Señora!

Victoria nos miró alejando la revista de su rostro.

—¿Que hizo Lillie?— preguntó quitándose las gafas de lectura.

Yo? Si yo estaba muy tranquila.

—Llaman del colegio.

Victoria aceptó el teléfono y caminó por el borde de la piscina, escuchando con interés.

—Creí que eran mis padres, iré a mi habitación a gastar el tiempo— comente sin que me prestaran mucha atención.

Caminaba de regreso, cuando Victoria me pidió que regresara.

—¿Qué pasa?

—¡Pasaste el examen!— Victoria hizo un chillido de emoción, luego puso de gesto serio— aprobaste el examen.

—¿De verdad?— estaba anonadada.

—Si, acaba de llamar Carolina, la bruja creía que no ibas a pasar.

Si, no sabía cual fue el efecto que le había causado en la señora Carolina, pero estaba clarísimo con el agua que no había sido nada bueno, ahora le había abofeteado con mi examen.

—Wow! No me lo esperaba... y ahora que sigue?

—¡Celebrar!—gritó con emoción Dorothea.

—No. Tenemos que probarte el uniforme.

—Señora Victoria, ya están en el armario de la señorita.

Ellas hablaban entre sí, sin siquiera mirarme para aceptar.

—De todas formas necesitas ver si le queda grande, vamos a la habitación de Lillie.

—Quería dormir un poco —dije pero ninguna me hizo caso, tuve que seguirlas— muchas gracias por su consideración!

Efectivamente, Dorothea sacó del armario un montón de ropa, corrección, uniformes.

—Señorita, pruebe con esta falda.

—Dorothea puedes llamarme por mi nombre.

—Está bien, Lillie.

—Ese no, el otro.

—A la señora Victoria le gusta ese.

—A mi me gusta el otro.

—Lillie puedes ir y probarte el uniforme.

—Ahí voy, Victoria—respondí y me lleve al baño el uniforme.

La falda era horrible, plisada y de color peach, la camiseta era larga y con un bolsillo en el lado izquierdo y ahí lucían el escudo y nombre del colegio.

—Esto está horrible, no me agrada nada.

La tela picaba.

—Te ves bien, que dices Dorothea?

—Se ve linda, como una princesa— Dorothea levantó su pulgar.

—Y eso de ahí son pantalones?— saque algunos pantalones de la funda de basura— es parte del uniforme?

—Esos son opcional.

—¿En serio, Dorothea?

Asintió, queriendo quitármelos de las manos.

—No creo que le gusten, no son muy cómodos...

—Voy a probármelo— los tome a la fuerza.

Dorothea detuvo su ataque pero aún me quedaba Victoria, la anciana también quería llevárselos y rasgarlos con la tijera.

Me los probé y me sentí más cómoda que con la falda.

—Utilizaré estos...son muy cómodos. ¡Me gustan!

La anciana cambió su expresión de alegría por una de insatisfacción.

—Como desees. Dorothea puedes hacer una reservación en el restaurante de siempre— Dorothea se alejó con el celular en mano—Lillie, por la noche saldremos a festejar tu logro.

—No es necesario— me limite a decir.

—¡Por supuesto que si!

—Pero no quiero ir.

—Pero igual vamos a ir. - respondió y se marchó.

Dorothea volvió por aquellas cosas que no utilizaría.

—Dorothea, antes de que te vayas, podrías decirme cómo es el lugar al que vamos en la noche?

—Es muy exclusivo y la comida es deliciosa, es todo lo que tienes que saber.

—Entiendo... ¿Has visto mi computadora?

Llevaba varias horas buscando mi computadora, estaba muy segura de que la había guardado en la maleta, pero al momento de ir a buscarla no la pude encontrar, lo único que podía pensar era que Dorothea le encontró un lugar en alguna parte de la casa.

—Si. La señora Victoria mando a obsequiarla.

Me ofusqué.

—¿¡Cómo?!— casi me atraganto con mi propio odio— ¿Porqué ha hecho eso?

Se encogió de hombros.

—Dijo que estaba muy vieja.—respondió y se fue, cerrando la puerta.

—¿Vieja la computadora? ¡Vieja ella!

Se hizo la hora para ir a cenar, salí de mi habitación, que había quedado totalmente desordenada, andaba a pasos rápidos, aún seguía ofuscada.

—Espero esta impuntualidad no sea de siempre.

—Victoria, ¿es cierto que has regalado mi computadora?

Arrugue mi cara, enojada.

—Efectivamente, se la regale al hijo del jardinero.

—¡Ah! pero que descaro, la has tomado sin permiso y ¡la regalaste!... sabes toda la información que tenía en esa computadora?

Esa computadora era mi vida y ahora se había ido... para siempre.

—Puedes calmarte un poco, las arrugas no son buenas.

—¿Lo dices por experiencia?

—¡Eres una insolente!

—Habló quien regala las cosas que no le pertenecen!

—¡Bien por mi!—respondió.

—¡Bien por ti!

Una señora comentó sin saber muy bien que hacer o qué decir.

Carraspeó.

—Señora Victoria, el chofer... El chofer las está esperando.

La señora Victoria, me dio la espalda y caminando rápido, trataba de dejarme atrás, pero la alcancé antes de que cerrara la puerta de la camioneta.

Ambas íbamos mirando a otro lado y cada una llevaba su razón de estar enojada.

Cuando llegamos el hombre que conducía, tuvo que avisarnos para que saliéramos del carro.

Entrando al restaurante, era agradable y elegante, de buen ambiente. El mesero nos guiaba a nuestra mesa, cuando Victoria me agarró con delicadeza del brazo.

—Llámame abuela y no digas nada hasta que te lo pida.

Una pareja de buen semblante, llamaron a Victoria, esta disimuló y llegamos con ellos.

—¡Victoria, no te hemos visto desde hace tanto tiempo! ¿Cuánto amor? - la mujer miró a su pareja.

—¿Un año? Tal vez.

—Claro, mucho tiempo, tomen asiento con nosotros, ¿cierto cariño?—la señora sonreía con alegría.

—No es necesario, tengo mi mesa reservada.

—Ya sabemos eso. Igual se pueden quedar y acompañarnos en nuestro aniversario de bodas.

Victoria se rindió y nos sentamos en frente de la pareja.

—Y quien es ella? —preguntó el señor.

—Es mi nieta, Lillie— ambos me observaron con incredulidad—Lillie, ellos son los señores Jennings.

El señor me extendió su mano, amablemente.

—Soy Cristopher y mi esposa Romina— ella me dio una sonrisa compareciente, tal vez por andar con Victoria— No sabíamos que tuvieras otra nieta.

—Bueno, eso es porque no nos llevamos muy bien.

—¡Mi nieta es tan bromista!- todos rieron sin razón.—si nos llevamos, pero, sus padres no viven aquí, esa es la razón por la que no nos vemos mucho, pero— Victoria acariciaba mi cabello—ahora si nos veremos a diario, está viviendo conmigo.

Victoria hablaba con tranquilidad, a pesar de varias mentiras que decía.

—¿Vivirás con tu abuela? - me preguntó Romina.

—No por elección propia.

Victoria empezó a reírse, de nuevo.

—¡Ven, bromista! Vivirá conmigo porque bueno, me extrañaba tanto, que le dijo a sus padres "iré a vivir con la abuela"

Nunca pensé en eso, ni lo diría, tampoco estaba tan loca.

—De hecho dije "pasaré mi exilio con la abuela"  la peor decisión que he tomado, por que vamos, sabemos que Victoria es insoportable.

Romina no sabía cómo reaccionar, no sabía si bromeaba o decía la verdad.

—¡Ah! Esta chica alegra mis días.

El mesero, se acercó para tomar nuestro pedido, salvando a Victoria de la incómoda conversación.

—Y ¿dónde va a estudiar?

—En San Tomas, con sus primos.

A la pareja se le agrandaron los ojos.

—Felicidades, entrar es muy difícil, mis hijos estudian ahí, seguramente los conocerás.

Comí en total silencio mientras ellos hablaban gustosamente.

—Lillie—acaso todos pensaban llamarme así?—cuéntame ¿qué te gusta hacer?

—Eh, me gustaba bailar, de hecho, estaba en una academia, luego me echaron porque en primer lugar, no sé bailar y segundo me dijeron ladr—Victoria tosió, repetidamente.

—Lillie, primero debes terminarte la ensalada, luego puedes comer el postre.

—Gracias por tu recomendación— que en ningún momento pedí—pero, primero me como el postre.

—¿Siempre son así?— preguntaron ambos al mismo tiempo.

—¿Así? ¿cómo?— los miraba aterrada.

—Claro, tan unidas, ya saben últimamente las abuelas no compaginan mucho con sus nietos.

Quería reírme de todas las payasadas que decía esta mujer.

—Nos llevamos tan bien, que regaló mi computadora sin mi permiso, ¿puede creer eso?

—Le enseñó a mi nieta a no depender de esos aparatos electrónicos.

El señor trono sus dedos.

—Esa es la actitud— le comentó a Victoria.

—Uf, te entendemos, nuestros hijos comen con sus celulares en manos.—respondió Romina—ahí viene nuestro hijo... Queríamos una celebración diferente, el único que no inicia pelea de comidas acaba de llegar.

—Buenas noches— comentó sin mucho interés.

Era el mismo chico con el que choque en el otro día.

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