2 Ángel y diablo navideños

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Hola a todos, aquí Coco, a quien ya se le tuestan las habas porque salga el sexy de Meliodas XD pero que sabe que aún no puede ponerlo, porque está trama necesita ser lenta. Una disculpa por eso, pero es que escribir mi historia de esta forma es algo que mi corazón necesitaba. Mis obras siempre están influenciadas con las cosas que me pasan y, como esta navidad fue difícil para mí, la historia de Eli en cierto modo también es la mía. No se preocupen, tranquilos ^w^ Definitivamente habrá romance llegado el momento pero, mientras llegamos a eso, mejor acompáñenos a mi y a Elizabeth en esta historia de superación personal navideña. Ya saben qué hacer. 

***

Era una hermosa figura. Elizabeth no lo había notado, pero el ángel en el aparador del centro comercial era verdaderamente hermosa. Estaba hecha de algo que podía ser cristal pero que lucía como hielo, y parecía sonreírle con dulzura, como diciendo "vamos, tú puedes". Sintiéndose súbitamente liviana y feliz como una niña, decidió aprovechar la ocasión para levantar el rostro al cielo y clamar por el misterioso amigo con el que no hablaba hacía tiempo pero en el cuál creía fervientemente.

—Oh, querido Dios. No sé por qué me quieres llamar tan pronto a tus filas. Pero sí sé que quiero que mis últimos días sean fabulosos, ¡y tengo un plan para eso! Me ayudarás, ¿verdad? —Como si las presencias celestiales le respondieran, justo en ese momento sonaron las campanas de un enorme reloj, el ángel de cristal se encendió, y un brillo en su ojo le hizo un guiño que le dio la señal que esperaba—. Muy bien, ¡aquí voy!

—Eli, corre —le dijo su amiga en cuanto la vio—. Llegas quince minutos tarde, ¡la jefa te va a matar! —¿Matarla? ¿A ella? Elizabeth por poco se suelta a reír por lo irónico de su aseveración. No, ella no sería la causa por la que iba a morir, y no tenía tiempo para escuchar amenazas. Al darse cuenta de esto de inmediato perdió el miedo y, tras sonreír a su compañera, simplemente siguió derecho hasta la oficina. Abrió la puerta, se sentó en la silla frente al escritorio, y sonrió a la furiosa pelirosa.

—¡¿Qué acaso no tocas?! ¡Llegas veinte minutos tarde! Más vale que tengas una buena explicación.

—Sí señorita, la tengo —dijo con una expresión tan calmada que la dejó confundida—. De hecho, precisamente venía a contarle lo sucedido. Verá, ayer... —entonces sonó el celular frente a ella, y Elizabeth pausó para hacer una solicitud—. Disculpe, ¿podría apagar su teléfono? Lo que tengo que contarle es de suma importancia. De hecho, es algo de vida o muerte.

—¿Qué murmuras? ¿Qué tanto estás diciendo?

—Solo apáguelo, por favor. —Con una expresión burlona y cínica, su jefa hizo justo lo contrario, y contestó una llamada que duró sólo los treinta segundos suficientes para que gritara a otro de sus empleados.

—¿Algún problema? —dijo retadoramente a la albina mientras volvía a poner el celular donde estaba. Elizabeth sonrió aún más, sintió al ángel de la navidad susurrarle al oído, y respondió a su grosería con un tono de voz asombrosamente dulce.

—Pues sí, me temo que sí —Acto seguido se sacó su zapatilla, la agarró con fuerza y, con su tacón, comenzó a destruir el celular ante los asombrados ojos de su jefa. Jelamet, que había estado viendo todo desde la puerta entreabierta prácticamente salió corriendo, y, en cuando el aparato dejó de parpadear, Elizabeth se volvió a poner su zapato con una enorme sonrisa—. Así me siento mucho mejor. Ahora podemos hablar.

—Este equipo es propiedad de la compañía —replicó la mujer tratando de recuperar el aplomo—. Se le descontará de su sueldo.

—Por mí está bien —dijo Elizabeth calmadamente—. Valió la pena.

—Wow —La asustada pelirrosa había alzado las manos en un gesto conciliador, y miró de nuevo a la chica que había estado abusando durante años como si la viera por primera vez—. Oye, tranquila. No volvamos esto personal, sólo se trata de negocios. Hacemos esto por la compañía, ¿comprendes?

—Señorita Nerobasta...

—Simplemente se trata de seguir la mentalidad empresarial —dijo en un tono que casi se oía a disculpa—. Ese es el camino hacia el éxito. Escucha esto. —Salido de la nada e idéntico al teléfono recientemente destrozado, su jefa sacó otro celular y se lo puso en las narices mientras la voz de un podcast salía de él.

"Regla número uno: la vida no es un concurso de popularidad, pero es un concurso. ¿No les agradó? Bueno bebés llorones, ¡asumanlo!", gritaba una autoritaria voz femenina. Idéntica a la foto de su revista y con la misma expresión arrogante, estaba la dueña de la cadena de tiendas departamentales Shine. Ludociel siguió dictando su doctrina desde la pequeña pantalla como si dictara la biblia. "Regla número dos: tomas a la asustada perdedora en tí, y eliminas toda la porquería. Regla tres: cuando suficiente es suficiente, nunca es suficiente".

¡Crash!

Tan rápido que apenas tuvo tiempo de parpadear, el segundo celular fue aplastado por el tacón de Elizabeth, que en ese momento se dio cuenta de algo extraordinario. Casi siempre podía visualizarlo, el ángel de la guarda que estaba en su hombro y que le susurraba cosas hermosas para no perder la fe. Sin embargo, por primera vez en su vida, notó que había otra presencia: en el hombro izquierdo, saltando, había un pequeño diablo idéntico a ella pero de color rojo con el que, curiosamente, su ángel parecía estar de acuerdo.

—¡Suficiente es suficiente, señorita! —dijo gritando por primera vez en su vida—. Trato de hablar con usted, ¡trato de decirle que pasa! ¿No sabe tratar con dignidad a las personas, o simplemente no quiere?

—Yo... bu-bu-bueno. Es que... usted no... ¿de qué habla? —Ese ceño fruncido siempre le había causado a Elizabeth mucho miedo. Ahora, al verlo de nuevo, se dio cuenta que en realidad daba risa.

—Tiene razón —habló nuevamente con serenidad—. No voy a cambiarla. ¿Por qué desperdicio mi tiempo hablando con usted? ¿Sabe qué? Renuncio.

—¡¿Cómo?!

—Renuncio. Pase felices fiestas.

—No, espera, ¡Elizabeth! No puedes irte.

—¿Y por qué no? —preguntó con calma. Nerobasta estaba completamente derrotada y, tan roja de la cara que ella también podría haber sido un diablillo, comenzó a tartamudear una tremenda confesión.

—La verdad es que... eres la mejor empleada que tenemos. La cuarta parte de las ventas han bajado en esta tienda, ¡y en todas las demás tiendas! Tu departamento tiene el récord más alto de ganancias del lugar, y no puedo dejar que te vayas. —Las campanas de nuevo, una risa de ángel, y luego el pingo también rió.

—Y no me lo había dicho nunca porque...

—No quería que hicieras esto, amenazarme por más dinero. ¡El cual estaré gustosa de pagarte! Con Dios como mi testigo. —Dinero. Vanidad. Orgullo. Todas aquellas cosas eran tan insignificantes ahora que no pudo evitar sentir compasión de aquella mujer absorta y superficial.

—Con que Dios es su testigo, ¿eh? Pues no, gracias. ¡Deséame suerte, querida! —contestó Elizabeth con gesto triunfal, y acto seguido dejó aquella oficina, caminando llena de confianza hasta la salida mientras escuchaba por el altavoz a Nerobasta suplicando. Salió a la calle nuevamente mientras comenzaba a caer una ligera nevada y, al ver que en el escaparate también habían colocado un diablillo, unas carcajadas de euforia le salieron del pecho. La vida que le quedaba era un regalo, cada segundo era invaluable como el oro. No tenía tiempo para personas nefastas, lo más importante era agradecer y disfrutar su presente mientras hacía lo que debía hacerse—. Gracias, Señor. —clamó a su amigo en los cielos, y casi se fue dando brinquitos hasta el Banco, mientras su ángel y su pingo bailaban polka en sus hombros.

*

—¿Está segura de que quiere retirar todos sus ahorros? —le preguntó el gerente—. ¿Todos?

—Correcto. Y también los bonos que me dejó papá. —A lo largo de su vida, siempre había atesorado ese dinero. No por lo que valiera, sino porque su padre había pensado en ella antes de morir. Consciente de su pobreza desde pequeña, asumió que aquello era para su retiro, cuando se hiciera muy mayor para trabajar. Sin embargo, ¿qué sentido tenía guardarlo por algo que ya no iba a pasar? ¿De que le servían sus ahorros si por un lado no alcanzaba para su cirugía, pero por otro eran excesivos para mantenerla en las pocas semanas de vida que le quedaban? Había trabajado desde siempre. Y ahora, "siempre" equivalía a unos cuantos días.

—No hay problema. Estoy seguro que una persona tan administrada y responsable como usted tendrá pensado un buen uso para esto.

—En efecto —dijo resplandeciente mientras tomaba la chequera—. Me lo voy a gastar. —Y su ángel y su demonio estuvieron de acuerdo.

Clic, clic, clic. Hizo el mouse mientras compraba sus boletos de avión. Clic, clic, clic, mientras hacía la reservación de ese hotel al que tanto había deseado ir. Clic, clic, clic mientras preparaba todos los detalles para el viaje de sus sueños. Por fin iría al lugar que más deseaba ver en el mundo, en sus primeras vacaciones de invierno, con un ángel y un diablo navideños, y también con la memoria de su padre haciéndole compañía.

*

Algo milagroso y mágico estaba pasando con ella. Y no se debía sólo al hecho de que por fin estaba siendo feliz, o haciendo las cosas que quería sino también a que, por asombroso que pareciera, por primera vez en su vida estaba cuidando de sí misma. La jefa de aeromozas quedó perpleja al oír su respuesta negándose a hacer lo que le pedía.

—Me temo que no, señorita —contestó al sentir cómo una vez más el hombre frente a ella trataba de aplastarla haciendo su asiento para atrás—. No puedo dejar que el caballero se recline.

—¿Por qué? ¿Cuál es el problema?

—Le diré cuál es el problema: uno, el caballero en cuestión es talla extra grande. Dos, yo no soy culpable de que esta aerolínea tacaña ponga los asientos tan pegados en su búsqueda por ganar más dinero. Y tres, aún quedan cinco horas de viaje, y no estoy dispuesta a volar hasta allá con un extraño en mi regazo. —El resto de la gente en el avión aplaudió en señal de apoyo, y la gerente, molesta por haber sido humillada ante lo que parecía una turista pobre, le contestó con toda la arrogancia de la que era capaz.

—Bueno, de ser así debió elegir viajar en primera clase. Allá habría tenido mucho espacio, señora.

—Es cierto —dijo la albina amable y con naturalidad, como si apenas hubiera reparado en ello—. Tiene usted toda la razón. ¿Cuánto por él?

—¿Disculpe? —exclamó desdeñosa—. Perdone, pero usted no podría...

—Déjeme plantearlo en otros términos —repitió la albina con una sonrisa impactante—. ¿Cuánto por el maldito asiento? —La aclamación de la gente se escuchó en toda la cabina y, tan sólo quince minutos después, Elizabeth se encontró sentada en la zona VIP con vino blanco a su mesa y servicio a la carta. Se reclinó, disfrutando como una princesa del lujo que había decidido regalarse, y suspiró, sorprendida de que la gente fuera tan superficial y rápida para juzgar a otros.

"¿No se dan cuenta de lo valiosa que es cada persona? ¿En serio nadie ve que todos merecemos el mismo respeto?". Qué lección más asombrosa le estaba tocando aprender en sus últimos días de vida. No se trataba del lujo, sino de darse a sí misma la mejor experiencia que pudiera. No se trataba de ser o sentirse más que nadie, sino de darse a sí misma el lugar que merecía.

*

Un hermoso paisaje nevado la recibió mientras se daba cuenta de que sólo había pasado un día desde Navidad, y sonrió como una niña mientras el avión descendía en el país que siempre había querido visitar.

—Oh Dios, oh Dios, ¡oh Dios! —gritó feliz cuando por fin tuvo sus maletas. Debía ponerse en camino, el hotel de sus sueños la esperaba.

Miró la oferta de transportes que había y, al ver que se ofrecía servicio de helicóptero, comenzó un diálogo interno entre ella y las personitas en sus hombros. Al parecer, ángel y diablo estaban nuevamente de acuerdo, pero casi por pura diversión se puso a discutir con ellos el cómo se irían. "No", decía al ver el costo del viaje. "Sí" replicaban los otros dos, emocionados con el sonido de las aspas. Cuando por fin se cansó de fingir y permitió que la emoción la embargara, se lanzó a por el helicóptero para disfrutar de la mejor vista que jamás contemplaría.

Altos pinos oscuros escarchados de blanco pintaban un bosque digno de cuento de hadas. Las montañas, solemnes y hermosas, recortaban el cielo de un azul tan limpio como su mirada. Los campos parecían idílicos, casitas aquí y allá a ambos lados de la carretera conformaban una pintura al mismo tiempo tradicional y moderna. Y al final de todo, coronando la punta más remota y baja de la cordillera, se alzaba un antiguo palacio que, pese a ser pleno siglo XXI, aún se encontraba en toda su gloria. Un lugar maravilloso que, por cierto, también era su lugar de destino. Elizabeth descendió sintiendo que, al pisar el Gran Hotel Kančí Klobouk, de algún modo estaba llegando a casa. No podía saber qué tan cierto era eso.

***

Eli enloqueció, ¡pero también se está convirtiendo en ella misma! *w* Todos sabemos que es una reina y, como por fin comienza a creérselo, ahora impactará a todos los habitantes del hotel con su presencia, fufufu. ¡Nuestros amados Pecados por fin aparecerán en el siguiente episodio! No puedo esperar a que conozca a Meliodas, al staff y a sus enemigos, pero mientras llega mañana para tener todo eso, mejor vámonos con un secreto de esta historia. ¿Sabían que el nombre Kančí Klobouk quiere decir Boar Hat en checo? Me decidí por este idioma porque, en la película The Last Holiday (aquella que inspiró este especial), la nación Checa es a donde viaja nuestra protagonista. El romance comenzará pronto cocoamigos ^w^ Hasta entonces, ¡sigan pasando felices fiestas! 



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