¿Lo mejor?

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Era realmente vergonzoso tener que estar en esta postura, subida a un retrete, con las piernas más abiertas que nunca y la cara de Dante entre ellas. Pero toda esa vergüenza quedaba opacada, por el placer que este hombre me estaba dando y era tan bueno en ello, que no habría querido otra mejor recompensa. Su lengua recorría  los pliegues de mi vagina, mientras las lamia, tomándose su tiempo que daba gusto. Cuando no podía soportarlo, se alejaba y procedía a tirar aire frío, soplando y haciéndome estremecer.

—Dante—gimoteé y tiré de su cabello y cabeza hacia mi interior.

Él alzó la vista hacia mí, al escuchar su nombre y sonreía con malicia, sin dejar de mover sus dedos dentro de mi más que húmedo interior.

—¿Quieres correrte?—preguntó y yo asentí.

—Pero ya te hice venir antes—dijo, tirando de mí clítoris con sus dientes.

Grité por ese repentino placer, mientras me miraba con desaprobación.

—Shh, baja la voz, ¿Quieres que todo el alrededor se entere de que le estoy haciendo sexo oral a mi novia?—se quejó.

Iba a decirle que no éramos novios, pero recordé como reaccionó la última vez y preferí no provocarlo más. "Sobre todo cuando su cabeza  esta entre mis piernas."

—Más rápido—imploré, atrayendo su cabeza nuevamente hacia mi centro.

Él se rió, pero hizo caso y se centró plenamente en mí, moviendo sus dedos hábiles dentro de mi. Mis caderas se retorcían a su ritmo, mientras que con su boca, seguía torturandome haciéndome tener espasmos. Mi cuerpo se calentaba, mi corazón estaba desbocado y latía como loco.

 —No, pares—tiré mi cabeza hacia atrás, aceptando todo lo que me daba y hacía sentir, hasta que mi cuerpo no lo pudo aguantar más y se rindió.

—¡Dante!—grité sin poder evitarlo viniéndome completamente en su boca.

Cerré los ojos. Todo mi cuerpo aún seguía agitado por el recién orgasmo, pero a pesar de ello me sentía terriblemente satisfecha, incluso el estrés que me acompañaba, el cabreo y enfado que arrastraba se habían ido, todo mi cuerpo ahora estaba en calma.

Dante me besó repentinamente, por lo que sin resistirme le correspondí, probando mi propio sabor. En otras circunstancias, habría dicho que es asqueroso, pero me sentía tan bien que ni me importó.

Al separarse de mis labios, abrí los ojos y lo miré, encontrándome con su sonrisa de suficiencia.

—Será mejor que nos demos prisa; los demás deben estar preguntándose dónde nos hemos metido.

—¿Estás seguro de que quieres salir así? —dije, señalando sus pantalones, que parecían una tienda de acampada.

—Cierto, me olvidé. Entonces tendrás que salir tú primero mientras me ocupo de esto —respondió, y me incorporé.

Tambaleé un poco, pero Dante me atrapó antes de que perdiera el equilibrio. Después de recuperar la compostura, me paré frente a él y sin ninguna vergüenza, llevé mi mano a su entrepierna. Dante parpadeó y me miró aturdido, supongo que porque no se lo esperaba.

—Déjame ayudarte con esto —dije con voz seductora.

—No tienes por qué hacerlo, lo de antes fue por...

Pero dejé de escucharlo y desabroché su pantalón bajando la cremallera.

—Es mi manera de darte las gracias —dije con una sonrisa traviesa, agachándome a la altura de su miembro, dejándolo al descubierto.

Su miembro, firme como una piedra, impactó en mi rostro y Dante soltó una risa, aunque intentó disimularlo.

—Lo siento, eso fue sin querer —se apresuró a decir, aunque se notaba que no le importaba en lo más mínimo.

—No recordaba que fuera así la última vez —dije, admirando todo su ser.

—Eso es porque estabas demasiado ocupada gritando de placer para darte cuenta de algo más —respondió mirándome con deseo.

Sonreí al ver cómo usaba todo su autocontrol para mantenerse sereno, pero dejé de torturarlo más y me lo llevé todo a la boca de una. Se tensó y destensó en fracción de segundo, mientras maldecía entre dientes, y empleé mi lengua para lubricarlo completamente. Dante colocó ambas manos sobre mi cabeza, guiándolas hacia su centro, así como yo lo hice con él.

—Laura —soltó en un jadeo, tirando sus caderas hacia adelante.

Su miembro entraba y salía con facilidad de mi boca. Cuando finalmente me acostumbré a él, aumenté la velocidad, y él enredó parte de mi cabello en sus manos. Levanté la vista para ver cómo se perdía en el placer, lo que solo me animaba a seguir.

—Espera Laura, si continúas, yo...—dijo, pero eso no bastó para que frenara.

Lo hice más rápido, hasta que su cuerpo se tensó nuevamente.

—Mierda—maldijo entre tiemdes y se apresuró a retroceder, lo que lo llevó a venirse en mi cara.

Fue algo tan inesperado, que no me dio tiempo a cerrar siquiera los ojos. Pero lejos de disculparse por lo que había hecho, Dante sonrió con arrogancia y me miró.

—Te lo advertí.

—¿Por qué has retrocedido?—pregunté curiosa.

Dante tomó un puñado de papel y comenzó a limpiar mi rostro.

—No quiero besarte, con mi semen en tu boca.

—Pero si tú has hecho lo mismo—me quejé.

—No es lo mismo, además, tampoco vi que te quejarás—me provocó, pero no dije nada y me incorporé.

Ambos arreglamos nuestras ropas y el mono que llevábamos puestos. Salimos de los baños minutos después como si nada con la bolsa de las bebidas en mano y caminamos uno al lado del otro, pero a medida que nos acercamos mi inquietud iba en aumento.

—¿Crees que se darán cuenta de lo que estuvimos haciendo?—le pregunté nerviosa.

—Seguro que con esos pelos que tienes, sí.

—¡¿Qué?!—me detuve y me llevé las manos a la cabeza.

—Me dijiste que estaba bien, cuando te pregunté—dije espantada.

—Cálmate, estás bien, te estaba tomando el pelo—dijo él, riéndose a carcajadas.

—¡No tiene ninguna gracia, Dante!—le grité empezado a golpear su pecho.

—Perdón, perdón, te ves demasiado adorable cuando estás asustada—dijo sonriendo y tomándome por la cintura, atrayéndome hacia él.

—Eres lo peor.

—Pero así, con todo, me adoras—me soltó, dándome un tierno beso en los labios.

—¿Quién te dijo eso?

—¿Me lo negarás?—me retó y yo lo sonreí inclinandome a besarlo.

—Tuve una sensación extraña en toda la tarde, se veían demasiado sospechosos, pero resulta que era eso.

Tanto Dante como yo, giramos la cabeza hacia él, que nos miraba, con una expresión tan dura y fría como el mismo hielo.

—Luka—dijimos, al unísono.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro