Mi perdición.

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No puedo creer que el dichoso día haya llegado. Es cierto que cuando te suceden cosas buenas, el tiempo vuela, pero cuando es al contrario, los días se sienten eternos y deseas que todo termine. Así me sentí en los últimos tres días después de verla en ese maldito McDonald's. La situación no mejoró cuando me percaté de algo que realmente me aterra y desearía poder suprimir.

Verla con ese tipo me superó en todos los sentidos. Estaba tan furioso que pensamientos perturbadores inundaron mi mente. Entre ellos, la idea de encerrarla, para que nadie más pudiera tocar las narices, en especial su maldito ex. Sabía que eso era una completa locura, pero a pesar de ello, era lo que más pensaba: sacarla de donde estuviera y encerrarla en mi casa,  donde solo pudiéramos estar solos nosotros dos.

Suspiré, hundiendo mi cara en el cuello de mi chica, oliendo su aroma a lavanda. Ella estaba sentada sobre mi regazo, aunque intentó en vano sentarse en un asiento aparte, yo se lo negué. Ahora estábamos en el aeropuerto esperando a que su vuelo saliera. Necesitaba disfrutar de ella tanto como fuera posible. Sé que también estaba siendo muy dramático, pero no podía evitarlo. Era algo que ya no podía controlar.

—Ya te dije que solo será un fin de semana. Estaré aquí el domingo, así que no pongas esa cara de cachorro abandonado —dijo mostrándome una sonrisa.

Supongo que así es como debía verme: como un pobre perro a punto de ser abandonado por su dueña. Si mi yo del pasado me viera, estoy seguro de que se reiría de mí y luego me daría unos buenos golpes, y con buena razón. "¿Por qué estaba siendo tan patético?" "Pero, ¿qué puedo decir?" "Esta chica se metió en mí hasta los huesos." Fruncí el ceño ante tal pensamiento.

—Oye, ¿A qué viene esa cara? —quiso saber, llevando su dedo a mi frente.

—No es nada —dije desviando la mirada, pero ella me tomó de ambas mejillas para que la mirase.

—Dímelo.

—Solo pensaba en lo idiota que debo verme ahora —confesé, soltando otro suspiro.

—No tanto, solo un poco —añadió, y yo la miré con cara de pocos amigos.

—Es broma, es broma, pero no negaré que te ves un poco adorable viéndote así.

—¿Viéndome así cómo? —pregunté por curiosidad.

—Pues así, como si no pudieras vivir sin mí —dijo y luego desvió la mirada, sus mejillas tiñéndose ligeramente de rojo.

Estaba a punto de preguntarle si le gustaría que no pudiera vivir sin ella, cuando a través de los megáfonos se anunció el número de su vuelo. Laura se levantó, y yo hice lo propio. Cuando se giró para verme, tenía los ojos brillosos y húmedos, como si estuviera haciendo esfuerzos por no llorar.

—¿No se suponía que eras la fuerte de los dos? —la dije con una media sonrisa, y ella se apresuró a abrazarme.

Laura enredó sus brazos alrededor de mi cuello, y yo envolví los míos alrededor de su cuerpo, sintiendo su calor. Un calor que sabía que iba a extrañar mucho. "Vaya si lo iba a extrañar."

—Solo va a ser un fin de semana, ¿No? —dije con voz dulce después de haber puesto fin al abrazo.

Ella asintió, sorbiéndose la nariz, mientras yo limpiaba las lágrimas de sus mejillas, teniendo cuidado de no destrozar su maquillaje.

—Yo también te echaré de menos, mi pequeño León —la aseguré, acercándome a ella para depositar un dulce y tierno beso en sus labios.

Me separé antes de que la agonía fuera aún peor. Me forcé a sonreír para mi llorona novia y le devolví el bolso de mano que sostenía.

—Aunque de verdad me encantaría que pasara, no quiero que pierdas el vuelo.

—Qué contradictorio —dijo riéndose de forma nerviosa.

—Así soy yo. Ahora ve —la indiqué, soltando su mano, algo que de verdad me costó muchísimo hacer.

—Te llamaré cuando llegue —me prometió, y yo asentí sin dejar de sonreír.

Laura se unió a la fila para embarcar, lo cual no tardó ni diez minutos. Antes de pasar por la puerta, volvió la mirada hacia mí y se despidió con la mano, mostrándome una sonrisa radiante. Poco sabía yo que sería una de las últimas veces que volvería a ver esa sonrisa. Permanecí en la sala de espera hasta que vi su avión despegar. Luego salí del aeropuerto y me subí a mi coche. Apoyé mi cabeza en el respaldo del asiento y cerré los ojos. Los sentía húmedos y me picaban terriblemente por contener las ganas de llorar.

"¿Cómo demonios he llegado a esto?" Se suponía que solo iba a ser un mero capricho, algo pasajero, por la novedad de que se resistiera a mí de esa manera tan intensa. Solo pretendía molestarla y jugar con ella hasta que encontrara a otra persona con la que entretenerme. "No esperaba que..." Con solo pensar en ese sentimiento, me estremecí.

No es como si no hubiera tenido novias, pero no eran relaciones duraderas, y tampoco me entregaba completamente. Sin embargo, ahora, babeaba por una chica a la que le doblaba la edad.

—Estoy mal de la cabeza.—me recliné en el volante y golpeé mi cabeza varias veces contra él¹.


AL DÍA SIGUIENTE.


Estaba de mal humor y preocupado a partes iguales. Desde que Laura se fue, no había tenido noticias de ella, y se suponía que me hablaría nada más llegar. Ayer no quise molestarla, imaginé que llegaría tarde y muy cansada. Seguramente querría pasar tiempo con sus padres, a quienes no veía desde hacía tiempo. Así que solo le escribí deseándole que hubiera llegado bien y buenas noches.

Pero aún no había visto ese mensaje. "¡Por Dios, ya eran las doce del mediodía." " ¿Qué tanto tiene que hacer que no puede escribir ni un mísero mensaje?"

De rabia, tiré mi móvil sobre la cama y comencé a desvestirme para darme un baño después de haber estado ejercitándome. Entré al baño y me di una ducha rápida. Al salir, me anudé una toalla en la cintura y tomé otra más pequeña para el cabello. Mientras me secaba el pelo, el móvil empezó a sonar. Alargué la mano para alcanzarlo. Era una videollamada, y al ver el remitente, mi enfado disminuyó y sonreí automáticamente.

"Sí, soy un maldito bipolar."

Respondí a la llamada y dejé el móvil apoyado en uno de los armarios, continuando con el secado de mi cabello.

—¿Quién fue la que dijo que me llamaría en cuanto llegara? —solté con tono acusatorio.

—Lo siento, llegué casi a las diez de la noche. Mis padres me habían preparado un banquete que ni te imaginas. No tuve tiempo ni siquiera para respirar, y caí rendida en la cama en cuanto la toqué —me explicó.

Dejé de secarme el cabello y presté atención. Estaba en su cama, con el cabello hecho un desastre como si acabara de despertar. Llevaba una simple camisa, pero no podía ver más debido a las sábanas que la envolvían.

—No me digas que acabas de despertar.

—Estaba muy cansada —se excusó, y sus mejillas se pusieron rojas de vergüenza.

—Ya lo veo —me burlé, y ella entornó los ojos.

—No te rías de mí y siento lo de ayer, de verdad que se me fue el santo al cielo, mis padres siempre hacen todo muy exagerado, no me dieron descanso y me ahogaron a abrazos, mi madre se puso a llorar como si de un funeral se tratara, en serio no sabes...

Y así comenzó a despotricar largo y tendido sobre sus padres, pero ni ella misma se daba cuenta de que, a pesar de lo mucho que se quejaba, lo hacía con una sonrisa en su rostro.

Laura dejó apoyado el móvil sobre la cama, donde tenía una vista mucho mejor y completa de ella. Gesticulaba mientras hablaba, lo que hacía que las sábanas que la cubrían dejaran al descubierto todas sus piernas y pude fijarme mejor en lo que llevaba. Al contrario de lo que creía, en vez de una camisa, esta era una blusa que le llegaba por encima del ombligo, dejando al descubierto su tanga de encaje de color negro. Mi cuerpo reaccionó antes siquiera de que pudiera terminar de admirarla y al ver que me había quedado mudo y solo la miraba fijamente, se apresuró a decir.

—¿Qué es lo que tanto miras?

—A ti, en lo sexy que te ves y lo mucho que me gustaría estar en esa cama y hacertelo—dije sin rodeos.

—¡Dante!—gritó y luego se cubrió la boca a los segundos.

Mi chica abrió mucho los ojos y sus mejillas se tiñeron de rojo ante mis palabras. "No sé cómo no se ha acostumbrado a que le diga este tipo de cosas, si cuando lo hacemos soy mucho peor, pero si lo pienso bien, es mejor, así puedo disfrutar esas caras adorables que suele poner."

—¿No puedes estar ni un día sin hablar de sexo?—dijo bajando la voz y mirándome mal, a pesar que su cara denotaba que le gustaba cuando le decía esas cosas.

—No, me gusta el sexo, sobre todo si es contigo. Además, ¿Qué puedo hacer si te veo así? Tienes suerte de que no esté allí.

—Dante—me llamó la atención, esta vez evitando gritar y mirándome con la cara más seria que podía hacer.

Pero lejos de acobardarme, solo me excitaba más.

—Deja de decir esas cosas, por qué incluso si estuvieras aquí no podríamos hacerlo.

—¿Y eso por qué?—pregunté incrédulo.

—Porque mi cuarto está al lado del de mis padres, no me gustaría que me escucharan gimiendo—me explicó, señalando con el pulgar detrás de su cabecera.

—Pero eso solo lo hará más divertido y excitante, verte bajo de mí, mientras entro en ti una y otra vez y tú haces lo posible por contener tus gemidos.

De solo imaginarlo, mi entrepierna se sacudió, haciéndome notar lo mucho que le gustaban mis lascivos pensamientos.

—Pero... eso no va a pasar, así que será mejor que te detengas...—Dijo en voz baja y entrecortada, mordiendo su labio.

"¿Por qué quiere que me detenga cuando realmente no lo desea?" "Qué poco sincera es con respecto a sus deseos."

Tomé el móvil que estaba apoyado en el armario, me anudé la toalla alrededor del cuello y me senté sobre la cama, apoyándome en el cabecero de esta. Mientras me ponía cómodo, ella se retorcía un mechón de su cabello y maltrataba su pobre labio inferior con los dientes. Su blusa se levantó, dejándome ver sus pechos desnudos. "No tiene sujetador."

—Quítatela—dije sin más y Laura me miró confusa.

—¿Qué?

—Quítate esa blusa, quiero verte—repetí señalando su ropa.

No respondió de inmediato y se quedó mirándome por unos segundos. "¿Se negará o lo hará?" Dije en mi interior, mordiendo mi labio por la expectativa. Miró su blusa y luego llevó sus manos a ella, tocó el dobladillo de la misma y parecía que de verdad se la iba a quitar, pero no lo hizo y bajó esta, con duda.

—¿Quieres que me la quite?—me preguntó con tono inofensivo, se mordió el labio y luego se relamió.

Lo estaba haciendo a propósito, pero no quería que viera lo desesperado que estaba y las ganas que tenía de gritarle que lo hiciera de una maldita vez, así que asentí lentamente. Y por supuesto, ella obedeció y se lo quitó. Sus pechos quedaron al descubierto y sus pezones sobresalían como nunca antes, y me vi a mí mismo imaginando mi boca allí, succionando, lamiendo y mordiéndolos.

Estaba excitada, sin duda, y yo también, lo que me llevaba a preguntarme "¿Si así está arriba, cómo será abajo?" Mientras pensaba en ello, una idea se cruzó por mi cabeza.

—Me dijiste el otro día que nunca te has tocado, ¿Verdad?—pregunté de forma inocente.

—Sí, pero no voy a hacerlo ahora—añadió, percatándose enseguida por donde iban los tiros.

—Vamos, será divertido—intenté persuadirla.

—¿Divertido? Te recuerdo que mis padres duermen en la otra habitación—me recordó, señalando la pared detrás de ella.

—Entonces solo tenemos que ser cuidadosos, vamos Laura, sé que tú también lo deseas.

Sé lo ansioso y desesperado que debía estar sonando en este momento, pero no me importaba, la deseaba mucho y sé que ella a mí también. Descubrí mi toalla, dejándola ver lo duro que estaba por su culpa.

—¿Me vas a dejar así? Ya sabes que no manejo bien la frustración sexual—la recordé.

Me llevé la mano a mi pene y la envolví, comenzando a frotarme.

—No manejas bien ningún tipo de frustración—soltó burlándose de mí, sin apartar la mirada de lo que estaba haciendo.

—Entonces, ¿Me ayudarás?—la tenté una vez más, mostrándole una sonrisa traviesa, al que no tardó en devolver y supe que había ganado.

—Me gustaría, pero no sé cómo debería hacerlo—murmuró con timidez y nerviosismo.

Verla tan inocente e inexperta, por alguna razón me encendió mucho más y deseé poder atravesar la pantalla y hacerla mía ahora mismo.

—Está bien, te enseñaré, para empezar, tócate, los pechos—le indiqué con tranquilidad, deteniendo mis movimientos.

Ella me hizo caso y se llevó la mano a uno de sus pechos y los tocó con timidez.

—Nena, tocarlos como lo haría yo si estuviera allí—la ordené y ella se agarró con más confianza su pecho y empezó a tocarse.

Primero uno y luego otro, los tocaba que daba gusto, frotaba y tirada de sus pezones, y con cada frote sus pezones se hacían más grandes y sobresalían. Ella gemía de placer cada vez que repetía la secuencia.

"Esto era realmente la gloria, no podía apartar mi mirada de ella."

—Lo estás haciendo bien, sigue así, ahora baja despacio, hasta tu vagina, quiero ver lo mojada que estás por mí—la pedí y ella obedeció.

Recorrió su cuerpo despacio, con su mano acariciándose, hasta llegar al lugar deseando y lo enfocó y dios... Tuve que hacer todo acopio de mi autocontrol para no venirme en este momento. Notaba lo brilloso que se veía con solo su ropa interior, la ordené que lo quitara y así lo hizo y estaba más que empapada.

—No sabes las ganas que tengo de pasar mi lengua allí y saborearte toda nena—comenté y ella soltó un gemido en respuesta a mis palabras.

—Esto es tan molesto, desearía que estés aquí—se quejó soltando otro gemido.

No pude evitar sonreír satisfecho de lo impaciente que estaba y lo mucho que me deseaba.

—A mí también me gustaría estar allí cielo, pero ahora sigamos, métete dos dedos y nuevos—la indiqué otra vez.

No titubeó y lo hizo. Primero metió uno y luego segundo del otro y los dos entraron tan bien que nuevamente casi me hace perder el control.

Joder, esta niña va a ser mi perdición.

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