05.- Cuando los conocí

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(T/n) había vivido toda su infancia a las afueras de la ciudad. Su madre estaba todo el día con ella y tenía su educación desde casa. Su padre trabajaba todo el tiempo y no lo veía, prácticamente no lo conocía; sin embargo, sabía que cumplía sus obligaciones por ellas.

Por razones que nunca supo, las cosas no estaban bien entre ellos dos y su madre un día simplemente recogió sus cosas y decidió irse, dejándola con su padre.

A sus diez años no entendía que sucedía, pensó que había sido su culpa y a pesar de sus súplicas, su madre no pudo o no quiso hacer el esfuerzo de quedarse. Lamentablemente para (t/n) esa sería la última vez que la vería debido a un terrible accidente momentos después.

Por la crueldad del destino, tuvo que lidiar con la pérdida temprana de quién había sido la persona más importante de su vida y tuvo que soportar una nueva, y dura, vida junto a un desconocido llamado padre, quien intento ahogar sus penas bebiendo.

(t/n) intentó desde ese momento sobrellevar la violencia en casa, violencia que ella atribuía al alcohol. Todos los días hacia el esfuerzo consciente de portarse bien y no provocar a su padre, fallando rotundamente cada vez. Pasaron días, meses y años de actitudes posesivas y constantes maltratos, tanto físicos como psicológicos. La chica se decía que cada año sería mejor y aunque no tenía amigos ni familiares directos, conservaba una extraña esperanza. Se sentía atrapada en la torre más alta del castillo mientras un monstruo la resguardaba, pero tal como en aquellas historias donde la princesa hallaba su verdadero camino con o sin príncipe, ella estaba segura de que también tendría la oportunidad y eventualmente sería al fin libre.

Con eso en mente, alcanzó la edad de catorce años conservando la misma personalidad soñadora y resiliente. En su corazón presentía que ese año —inicio de sus años de instituto—, iba a ser particularmente especial. Y no se equivocaba.

Llegó la tan esperada fecha de inicio de clases, tomó su mochila con todas sus cosas cuidadosamente arregladas la noche anterior y su padre la dejó en frente del establecimiento. Le exigió un beso y ella como siempre accedió, tal como en el último tiempo lo estaba haciendo. Él le tomó de la cabeza para retenerla cerca unos segundos. «Como odio que haga eso», pensó con rabia; pero antes de entrar a clases se sacudió todo pensamiento negativo y dejó todo atrás como hacía día a día.

Entrando al instituto, saludó a sus conocidos de años anteriores con una gran sonrisa, le saludaban de vuelta, pero no había entusiasmo en su saludo de fingida cortesía. «No soy nada importante para ellos, pero ellos tampoco lo son para mí, no me importa», pensó (t/n) mientras le sacaba la lengua a la nada. Luego de la ceremonia de inauguración de año, la primera parte de la jornada, comenzaría oficialmente el año escolar.

En el salón se sentó en la posición de años anteriores, siempre atrás para que no le descubrieran dormir o comer. Su atención se centró en el exterior con la mirada perdida, cejas fruncidas y brazos cruzados sobre la mesa. Estaba realmente decepcionada, no sabía por qué había estado tan emocionada hasta hace un rato. «Todo es igual que antes, aquí vamos de nuevo por un año aburrido», pensó resignada. En cuanto dejó caer la cabeza en la mesa, bajo la mirada de desaprobación de su compañero pelirrojo a su derecha, oyó que tocaban la puerta del aula.

Entre las voces distinguió a una mujer entrada en edad, era la directora Tsuru conversando con el profesor, (t/n) ya estaba casi dormida y las ganas de hacer otra cosa se le escapaban, pero alzó levemente la cabeza e intentó curiosear con solo un ojo abierto.

Cualquier cosa que sucediera podía ser más interesante. De todas las clases, la de matemáticas era la más aburrida y más aún con el profesor de voz chillona y aspecto extraño. Desperezándose un poco, volcó su total atención a lo que se veía adelante: frente al pizarrón estaba de pie la directora y dos adolescentes a su lado.

El rubio era un poco más alto, tenía una tierna sonrisa y un rostro amable; además de una particular cicatriz en el ojo izquierdo que lo hacía ver muy especial. Su apariencia era ordenada, pero en vez de la chaqueta gris del uniforme traía un cárdigan amarillo.

(t/n) alzó las cejas y se incorporó completamente alerta para tener una mejor vista. El otro chico, era moreno y tenía una melena ondulada, mechones caían por su cara llena de pecas, casi tapándole los ojos. El andaba con el cuello de la camisa abierto y la corbata suelta un poco hacia abajo. Le daba un aspecto desordenado, casi rebelde. Tampoco ayudaba el semblante que llevaba, evidentemente, no tenía cara de agrado.

«Y a este que bicho le picó, quizás tampoco quiera estar en matemáticas», pensó (t/n) involuntariamente esbozando una gran sonrisa mientras hacia un tímido gesto de saludo.

Con ese simple movimiento, captó la atención de los recién llegados, ya que vio como el rubio movía la mano levemente alzada a modo de saludo y el moreno desviaba la mirada chasqueando la lengua.

—Atención alumnos, ellos son Ace y Sabo. Serán sus compañeros nuevos desde ahora. Por favor guíenlos en lo que necesiten y acompañémonos en este nuevo año escolar —dijo la directora en voz alta, procurando hacerse escuchar por todos—. Ya quisiera ver a alguno de ustedes en mi despacho si hacen algo indebido y no siguen mi sugerencia.

A pesar de la edad de la señora y esa apariencia de adorable abuelita, cuando hablaba así era de temer, una mujer bondadosa cuando quería; pero tenía un carácter fuerte que no daba ganas de desafiar ni desobedecer. Sus sugerencias parecían más amenazas que otra cosa. No por nada era directora del instituto más grande del South Blue.

Se escucharon murmullos entre algunos alumnos y sonidos de afirmación en otros. El pálido profesor indicó hacia atrás del salón, hablando solo para ellos dos y se dirigieron a tomar asiento.

El moreno se sentó en el asiento vacío tras (t/n) y el rubio también atrás, pero a su derecha justo detrás del pelirrojo.

Acto seguido, la directora intercambio unas palabras con el profesor en la entrada, para luego retirarse por completo. Sin esperar más, el docente retomó sus explicaciones sobre números racionales e irracionales.

—Irracional es estar dos horas escuchando a este tipo...—murmuró (t/n) pensando que nadie la escucharía. La mayoría de sus compañeros rieron.

—Señorita (t/n), ¿tiene algo decir con respecto a la materia?

—N-no señor...—contestó la aludida con las mejillas encendidas, intentando no llamar más la atención. La chica suspiró y lo miró por unos segundos mientras continuaba su explicación, definitivamente no estaba dispuesta a entrar en el mismo sopor de hace un rato atrás.

Ignorando por completo la clase, tuvo una idea: no iba a perder esta oportunidad de hacer amigos nuevos, quizás esta fuera la ocasión para ello. Nunca se había considerado una persona segura de sí misma como para dar el primer paso; pero pensó que como ellos no la conocían, había que intentarlo. Armándose de valor, escribió en dos papeles:

«Hola, mi nombre es (t/n), seamos amigos. (•u•)».

Pensó por un segundo que sería algo infantil, pero eso no evito que agregara un dibujo de carita sonriente al final de sus palabras. Inspiro profundamente y con disimulo colocó una mano por detrás de la cabeza, pasando los mensajes hacia atrás. Sintió como se los sacaban de la mano, ni siquiera vio quién; pero imagino que tenía que ser uno de los dos.

Para su pesar, el compañero pelirrojo a su derecha miró el intercambio con malos ojos —había estado pendiente de cada movimiento de (t/n)— y esperando el momento oportuno para intervenir. Tenía cuentas pendientes que quería saldar con ella.

(t/n) se mantuvo expectante unos momentos, realmente quería ser su amiga y no sabía si era una buena manera de hacerlo. De pronto, desde atrás, sintió un golpecito en el hombro, era Ace quién le avisaba para devolver los papeles. Sin mucha delicadeza los tiró hacía adelante, uno cayó en la mesa y otro en el suelo.

«Uy qué mala puntería tiene», pensó la chica haciendo una mueca. De inmediato leyó la que había aterrizado cerca, esta decía: «Hola (t/n). Soy Sabo. Al recreo podríamos conversar más ▼・ᴥ・▼»

La chica se sorprendió de ver una impecable caligrafía y también porque había agregado una carita de perrito, ¡que adorable! «Como me lo suponía, es muy simpático», pensó y se volteó para ofrecerle la mejor de sus sonrisas, él le correspondió con un leve sonrojo.

Ahora tocaba buscar la que se había caído al suelo, la de Ace.

Con cuidado se deslizó hacia abajo por la silla, apoyando sus manos en la mesa para alcanzar el papel doblado con el pie, la posición era muy incómoda, pero no quería llamar la atención del profesor otra vez, era la primera clase que tenía con él y no era lo ideal tener problemas.

Mientras estaba muy contorneada y solo se veía una cabeza en el respaldo de su propia silla, no se percató de que alguien pasaba por el lado y justo cuando su pie derecho iba a alcanzar su objetivo, vio una mano de uñas pintadas de negro tomar el papel.

Su compañero se había levantado y vuelto a su silla sin llamar la atención de nadie. «Demonios debí haberme levantado yo, si seré idiota», pensó llevándose una palma a la frente.

Con las mejillas ardiendo por la vergüenza, se incorporó correctamente en su silla y extendió la mano, dándole a entender a su compañero que le devolviera la nota.

Desde atrás escuchó un resoplido de parte de Ace y una risita ahogada de Sabo. No estaba pasando desapercibida, para nada, pero aun así seguía insistiendo en que le devolvieran la nota. El pelirrojo, haciendo caso omiso de los gestos de (t/n) abrió el papel, lo miró con atención y lo cerró inmediatamente ahogando unas carcajadas y resoplando por la nariz. En su ataque de risa estiró la mano para devolverlo, una vez que (t/n) lo recuperó, leyó su contenido. En el centro sólo tenía escrito un «NO» con letras mayúsculas.

Lo revisó por un lado y por otro pensando que quizás el chico había escrito algo diferente en otro lugar, pero nada. Frunció el ceño y se volteó en dirección al autor de semejante insulto a su amabilidad. Ace la miró fijo y enojado.

«¡Ah! Pero que rayos le pasa a éste. Si estamos con esas, ¡yo también puedo mirar feo!», pensó (t/n) ofendida!», ciertamente no iba a perder ese duelo de miradas. Se acomodó mejor poniendo ambas manos en el respaldo de su silla para mirar aún peor a su nuevo compañero.

De reojo vio como Sabo le movía el hombro a Ace, pidiéndole que deje de ser un idiota.

—Eso, lo que dice Sabo, deja de ser un idiota. —Aprovechó de decir la chica en un susurro.

Desde hacía ya un buen rato que el profesor sentía murmullos y ruidos desde el fondo del salón, había intentado ignorarlo, pero ya había sido suficiente.

—Señorita t/a... ¿¡Me hace el favor de poner atención en clases?! —Resonó la voz chillona del profesor.

La chica, muy rápido, se posicionó correctamente en su silla intentando encogerse para evitar las miradas.

—¡Se está enviando notitas con los alumnos nuevos profesor! —intervino una voz a su lado.

(t/n) giró su cabeza bruscamente hacia la derecha, su compañero pelirrojo tenía levantado el brazo.

—¿Estás acusándome a mí, Eustass? —reclamó la chica indignada con los ojos muy abiertos, masticando las palabras con desprecio cuando pronuncio su nombre. Si había alguien que le caía mal en la clase desde que eran pequeños, era él. Simplemente no soportaba la manera en que se salía con la suya con todo.

—¡Eres un imbécil! —dijo (t/n) y él le ignoró sonriendo maliciosamente.

Su compañero no había olvidado aquella vez en que (t/n) lo había delatado, en frente de todos, a fin de año por estar maquillándose de en clases. ¿Por qué tenía que meterse en sus asuntos?

De pronto, se escuchó una gran risotada desde atrás del salón, justo detrás de (t/n).

El profesor, a estas alturas, no tenía ganas de estar aguantando a alumnos que no pusieran atención en clases, no iba a soportar ningún insulto desde el primer día.

—Sí, sí gracias señor Eustass, no es muy noble de su parte, pero gracias.

—Señorita t/a, señor Portgas esperen el resto de la clase afuera —dijo con voz autoritaria. Sí, eso les enseñaría a todos a no meterse con él como en años anteriores.

—Ni que fuera una buena clase...—se atrevió a decir por lo bajo la chica justo cuando pasaba por el lado.

—Le oí claramente, señorita (t/a). ¡Ésto irá a su hoja de vida!

Atrás suyo pudo escuchar que las risas al pelinegro se intensificaban por sobre las de sus compañeros, le parecía tan gracioso ver como la chica hacia tanta tontería. (T/n) fulminó con la mirada al moreno y luego miró al profesor intentando encontrar las palabras para disculparse.

—Pero profesor Moriah, yo... —balbuceó la joven con las mejillas encendidas.

—Fuera del salón, ¡ahora! —vociferó el profesor interrumpiendo, sin dejar que articulara palabra alguna mientras les indicaba la salida para que se retiraran.

Una vez afuera, los dos se mantuvieron parados a un costado de la puerta. Ace tomó la palabra.

—Eres idiota.

—¿Qué? ... ¿¡Trato de hacer amistad contigo y encima me insultas !? —dijo (t/n) ahogando sus gritos. Lo único que le faltaba era que la enviaran a dirección.

—Nadie pidió tus papelitos —replicó el moreno mientras se apoyaba en la pared; tenía una mano en el bolsillo y la otra se despeinaba la melena.

—Y bueno, ¿Por qué estabas tan enojado? —preguntó (t/n) curiosa, ignorando la mala actitud del joven. Él la miró fijamente, no sabía si contestarle o no. Sinceramente no tenía ganas de conversar con nadie de ese Instituto. Aun así, se veía tranquilo.

—Pasa que no quiero estar aquí entre niñitos de papá y ricachones engreídos —protestó chasqueando la lengua y mirando hacia el otro lado.

—Extrañas tu escuela anterior no? ¿De dónde vienes?

—De Baterilla ...y sí, allá era todo más simple —agregó con tono nostálgico.

—¡Ah! yo también crecí fuera de la ciudad —declaró la chica intentando armar conversación.

—Sí bueno...—musitó el chico, pero siguió sin mirarle, se notaba que su mente estaba lejos de allí.

—De todas maneras, no todos somos así como dices Ace...

—La verdad no me interesa como seas. —Eso había sonado muy mal, el chico se arrepintió en el momento y se iba a disculpar cuando ella le interrumpió.

—Lo... lo siento Ace. No fue mi intención que te echaran de clases conmigo —le dijo (t/n) con tono acongojado mientras se deslizaba hacia abajo para abrazar sus rodillas.

De verdad estaba arrepentida de haberle arrastrado con ella y triste por lo último que le había dicho Ace. Era recién el primer día de clases y ya estaba haciendo tonterías, quizás su padre tenía razón y realmente era una torpe en la que nadie se interesaría.

—De verdad eres idiota —dijo él, acercando su mano lentamente a la mejilla de una sorprendida (t/n). Estaba preparada para una caricia, pero en vez de eso el chico le dio un muy fuerte pellizco.

—¡Auch!, ¿qué haces? ¡pecoso de mierda! —Lamentó utilizar una palabrota, pero eso realmente le había dolido.

—¡Ajá! Conque así eres en realidad, sí que eres una niña idiota y consentida ...—le dijo con media sonrisa-. Y encima malhablada.

—Idiota serás tú y no me insultes, ni sabes cómo soy —dijo (t/n) con enojo. Le hervía la sangre por todo el atrevimiento del pelinegro.

—Te digo cómo se me plazca idiota, consentida y cachetona.

—¿Y tú? Idiota pecoso y Mmm...Mmm ¡alto!

Ace se largó a reír de nuevo por los débiles intentos de insulto por parte de su compañera y le dio unas palmadas en la cabeza, ganándose un manotazo, (t/n) estaba hecha una fiera.

—Pff, eres un monstruito, niña.

—No me hables pecoso —le respondió la chica, cruzándose de brazos.

Ace sonrío ante la cara de ofendida de la chica mientras pensaba que, a pesar del extraño comienzo de año, quizás podía ser posible aceptar el hecho de estudiar allí.

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