06.- Recuerdos memorables

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El resto del semestre transcurrió con normalidad, sobre todo en lo académico. Lo único que podría haberse considerado negativo era que (t/n) detestaba tener contacto con Ace, solo se llevaba bien con Sabo.

De todos modos, la aversión era mutua y lo demostraban cada vez que tenían alguna oportunidad. Cuando correspondía armar grupos en clases y por alguna casualidad quedaban en el mismo, el ambiente resultaba insoportable para todos, así que hasta los profesores procuraban no dejarlos juntos.

Según (t/n), Ace siempre la molestaba y tenía bastante razón, éste pasaba haciéndole comentarios insidiosos acerca de su peinado, su ropa, su forma de ser «una idiota despistada». Nada quedaba impune de todas maneras, ella sabía perfectamente cómo defenderse: haciéndole zancadillas cuando podía, le compraba sándwiches solo a Sabo, le hacía nudos en las mangas de su chaqueta o ponía pegamento entre las hojas de su cuaderno. Sí, (t/n) tenía esa extraña idea de hacer justicia.

Nadie olvidaría la vez que Ace se metió con el maquillaje de (t/n) diciéndole que odiaba a las mujeres con «la cara pintada como payaso», ganándose un buen golpe en la nariz.

Ella jamás había golpeado a nadie, pero se sintió tan ofendida que no había podido contenerse.

Lo positivo de todo fue que con eso por fin dejo de molestar tanto a (t/n) y ella disminuyó sus «represalias»; sin embargo, Sabo se encargó de recordar con lujo y detalle el incidente por el resto del año, sacando de quicio que Ace quien simplemente optaba por chasquear la lengua y refunfuñar.

Por otro lado, (t/n) nunca tuvo problemas con el rubio quien, a diferencia de Ace, se comportaba muy amable con la chica. Siempre fue muy comprensivo, también a veces tenía su lado rebelde y era igual de cabeza dura que su hermano, pero se podía conversar con él más de dos minutos sin que tuviera la necesidad de hacer algún comentario burlón. Por esta razón la joven prefería pasar el tiempo con él ya sea almorzando juntos o ayudándose mutuamente en todas las materias.

En todos los meses en que (t/n) y Ace se llevaban como perro y gato, Sabo los observaba y a pesar de que prefería reír, también le provocaba dolor de cabeza. Sin embargo, le encantaba estar con (t/n), aunque eso requiriera soportar sus constantes intercambios poco amistosos.

A final de semestre, se decidió una tregua definitiva entre (t/n) y Ace, a petición de su hermano, ya que el primero necesitaba que lo ayudaran a aprobar todas las asignaturas.

Ya se había adaptado bastante bien al instituto, pero siempre estaba más pendiente de las actividades deportivas, descuidando sus estudios.

Sabo, en cambio, era mucho más responsable. Incluso cuando se quedaba dormido en varias clases, siempre hacia el esfuerzo de ponerse al día, aunque eso significara quedarse estudiando hasta tarde.

(t/n) por su parte mantenía sus notas regulares. No era la mejor, pero estudiaba cuando tenía que hacerlo.

Dedicaron semanas estudiando para sus exámenes finales y pasaban mucho tiempo juntos y la verdad era que entre los tres hacían una buena combinación.

Y a pesar de que Ace y (t/n) no lo iban a admitir, lo pasaban muy buen juntos.

De una u otra manera, esos papelitos habían conseguido su objetivo desde el primer día. (t/n) por fin podía decir con orgullo que tenía buenos amigos y las cosas en el instituto ciertamente habían cambiado para bien.

No obstante, en casa todo iba peor.

Los malos tratos eran más frecuentes y más agresivos. Era como si su padre odiara verle feliz o esa era la idea que tuvo la chica cuando se dio cuenta que su progenitor no necesitaba del alcohol para ser violento. Por lo mismo, el poco respeto y aprecio que le tenía se había esfumado.

Era tan errático el comportamiento de su padre que ella vivía en constante ansiedad. No era algo que iba a reconocer en voz alta, pero solo sus amigos le ayudaban a tener fuerzas para seguir adelante.

Las ganas de estar con ellos eran más grandes que el miedo por lo que aprovechaba cada oportunidad en la que su padre no estaba, se las arreglaba para escapar e ir a ver a sus amigos a su hogar. Esperaba con ansias esas escapadas en la tarde y por las noches para pasar el rato, ellos incluso la iban a buscar y a dejar en bicicleta cuando se hacía tarde.

Sabo y Ace vivían en una casa de acogida para niños, a la salida de la ciudad. Vivían allí con una mujer fortachona de cabellos naranjas y un eterno cigarrillo en la boca, la vieja Dadan.

Sin duda una mujer poseedora de mucha paciencia y, a pesar de su apariencia dura, de un gran corazón.

Fue allí donde también conoció al hermanito menor del que tanto hablaban, Luffy. Un mocoso de once años llorón y temperamental, pero en el fondo muy tierno y amable. A la chica le parecía adorable y era difícil no prestarle atención. En múltiples ocasiones (t/n) había tenido que defenderlo de Ace. Se comportaba tal y como lo hacía con ella haciéndole bromas pesadas, como cuando le decía que saliera a la esquina a ver si llovía o le apostaba si es que podía robar comida para luego arrancar de una furiosa Dadan.

Ahora no solo eran los tres, junto a Luffy pasaban tardes enteras haciendo deberes, jugando o simplemente conversando de la vida y de lo que querían hacer de mayores. Sabo quería ser un abogado, Luffy quería comer en todos los restaurantes del mundo y Ace quería recorrerlo. (t/n) reía cada vez que esos dos armaban sus planes de viaje y comida. Ella en cambio nunca se planteaba más allá del día a día, así que solo escuchaba y le causaba ternura que ellos siempre la incluyeran en sus proyectos.

Eran esos momentos los que le llenaban más que nada en el mundo. Lo que más deseaba era que esos días nunca terminaran.

*

Pasaron los meses y las cosas mejoraron entre ella y Ace. Él había cambiado totalmente su actitud hacia la chica. Era innegable que le gustaba estar con ella, aprender de ella, escucharla, verla, su pelo, su cara, su boca... En fin, le gustaba todo y había comprendido que comportarse como un idiota no le ayudaba en nada.

Tal había sido su cambio de comportamiento que en más de alguna ocasión le había defendido, como cuando inventaron rumores sobre ella o cuando injustamente le habían acusado de matar al hámster de la clase cuando estuvo a su cuidado ¡y es que ya estaba demasiado viejo!, también había lanzado un par de golpes a Kid luego que le agarrara el trasero en pleno receso haciéndose el gracioso frente a sus amigos.

Había comprendido que era importante hacerle saber que estaría allí para ella, ya no solo Sabo y Luffy tendrían sus atenciones, él también quería y estaba dispuesto a poner de su parte.

(t/n) debía reconocer que Ace había hecho un cambio y ya no le molestaba. Además de empezar a defenderla—cuando nadie se lo había pedido—, incluso comenzó a acompañarla a casa y a interrumpir los encuentros con Sabo cuando quedaban a estudiar en la biblioteca.

La chica pensaba que eso era demasiado extraño viniendo de él, pero ella simplemente concluyó que la había aceptado y que le preocupaba como una hermana más. Sin reconocer ni darse cuenta de que, efectivamente, ninguno de los dos hermanos la miraba de esa manera.

(t/n) realmente no pensaba en esas cosas, sólo le bastaba estar con ellos.

Fue por esa relación cada vez más cercana, que en más de alguna ocasión su padre le había prohibido acercárseles desde que Los había visto juntos en el instituto y no le había parecido ni en lo más mínimo. Pese a eso, (t/n) no estaba dispuesta a dejar ir eso tan preciado, por lo que constantemente desafiaba al adulto y terminaba muy mal para ella.

En casa de sus amigos lo habían notado. Dadan se mostraba muy amable —en vista y considerando el carácter difícil que tenía— y más de alguna vez la observó por más tiempo de lo debido siempre preguntando cómo estaban las cosas en casa. Y es que ese mechón de pelo cubriendo un ojo o esa extra aplicación de maquillaje en algún pómulo en más de una ocasión, no pasaban desapercibido para ella. Había vivido lo suficiente como para intuir lo que ocurría. (t/n), sin embargo, creía que nadie más se había dado cuenta, pensaba que los demás no sospecharían de sus actitudes y marcas. Pensaba que a nadie le importaría.

Un día, después de haberse escapado de una mala tarde en casa, Luffy le abrazó presionando más de lo debido y descubrió sin querer, los indicios de maltrato en su amiga.

—Estas bien (t/n)? —pregunto el pequeño algo preocupado.

—Sí, está todo bien Luffy— respondió la chica con una sonrisa fingida para variar intentando zafarse de la conversación.

—¿Estás segura? Porque si hay alguien a quien patearle el trasero. ¡Cuenta conmigo! —exclamo el chico haciendo chocar su puño contra la mano opuesta —. ¡Nadie se mete con nuestra amiga!

—¡Eres adorable Luffy! —dijo ella, dando por cambiado el tema.

—(t/n) no digas esas cosas. Ya no soy un niño —replico el pequeño con el ceño fruncido, muy serio.

—Sí, sí. Discúlpame —respondió la chica tapándose la boca para reprimir unas risitas.

Aun siendo pequeño, siempre fue muy seguro de sí mismo, aunque más que intimidar daban unas irresistibles ganas de mimarlo. Se sentía tan querida alrededor de sus amigos, realmente se sentía afortunada de tener a esas personas especiales a su lado, le habían demostrado que cosas buenas le podían suceder también a ella.

Para mal de (t/n), no todo lo bueno podía durar para siempre, no con un padre como el que tenía.

Al final de ese año, se realizó la ceremonia correspondiente a cada término de año escolar. En ella, la directora hacía un discurso y se despedía a los últimos años con diplomas y fotos, además de otorgar distinciones a los puestos destacados en rendimiento escolar.

Sabo le había pedido asistir a (t/n) con la excusa de que sería el último día y debían al menos vitorear a los compañeros que habían sacado primeros lugares. No había sido una razón convincente ni para él ya que ninguno de ellos había logrado sobresalientes en ninguna asignatura, pero la chica aceptó de buena gana, pasar un rato con sus amigos siempre era buen panorama, haciendo lo que sea.

Concluida la ceremonia se encontraron en la entrada con un Luffy quien llegaba corriendo a abrazarlos luego de dejar tirada la bicicleta en la que venía. Había ido a buscarlos para que le llevaran a comer pizza como había prometido Sabo cinco días antes, a cambio del «pequeño» favor que le había hecho.

(t/n) había recibido una auténtica sorpresa aquel día. Luffy le había pedido juntarse después de clases, en el parque cercano al instituto para conversar de algo en «privado». (t/n) sospechó desde un comienzo que era una mentira porque el pequeño era pésimo disimulando, pero le siguió el juego de igual manera.

Su corazón dio un vuelco cuando vio a Sabo sentado en uno de los columpios con los codos apoyados en sus rodillas. Al verla llegar le sonrió de forma nerviosa y un rubor cubrió sus mejillas.

(t/n) jamás se esperó que uno de sus mejores amigos se le declarara en ese momento. Nunca había considerado ese tipo de sentimientos y como no estaba segura de que decir, prometió que le daría respuesta pronto. Para Sabo el momento había llegado, tenía que ser ese último día.

Por su parte, Ace había andado insoportable toda esa semana, había escuchado de boca de Luffy los planes de su hermano y odiaba todo eso.

No entendía muy bien porque, pero le enojaba pensar de qué (t/n) y Sabo pudieran andar de la mano como unos tontos. Miró mal a Sabo todos esos días sin tener reacción de vuelta, el rubio andaba de tan buen humor que nada le molestaba y ¡más rabia le daba a Ace! Es por eso que no había aceptado ir a la ceremonia ni de broma...

Y a pesar de eso venía, a regañadientes, detrás de Luffy. Dadan le había amenazado fuerte y claro: «No dejes que ese mocoso haga alguna tontería. O verás...» ¿Desde cuándo se había convertido en niñera?, realmente odiaba todo ese día, nadie podía quitarle ese humor de perros.

(t/n) de deshizo del agarre del menor de los hermanos y sin dar mayor importancia a la mala cara de Ace, caminó junto a Sabo emprendiendo su camino a la pizzería.

Habían avanzado sólo unos metros cuando de improviso sintió que le tomaban el brazo y la giraban con suavidad. Sabo estaba a escasos centímetros con la cara muy sonrojada viendo de reojo como los otros dos hermanos se adelantaban, uno apretando los puños con rabia obligado a acarrear una bicicleta y otro caminando a saltitos con una gran sonrisa.

Sabo intentaba mantener la compostura de siempre, pero tenía la mente enfocada y la vista perdida en los ojos brillantes frente a él. No existía nadie más.

Por su parte, (t/n) sentía su corazón palpitar con tal fuerza que por un momento podría haber imaginado que se iría volando.

—Y... ¿Y-ya pensaste una respuesta (t/n)? —expresó el rubio con una sonrisa nerviosa en tanto ponía una mano tras la cabeza.

La chica no sabía qué decir, no tenía idea que sentía por él, ni por nadie.

Había pasado la semana pensando en las posibilidades y aun así no tenía una respuesta clara. Era cierto que con él siempre estaba cómoda y le demostraba suficiente cariño, pero no podía ignorar el hecho de que eran mejores amigos. ¿Qué pasaría si lo perdía como amigo? No era una opción, sin embargo, tampoco debía ignorar los sentimientos de alguien a quien quería tanto. (t/n), en su indecisión, no encontró mejor respuesta que abrazarlo con todas sus fuerzas, Sabo con suavidad le apartó y le tomó las mejillas en sus cálidas manos y le besó.

(t/n) no vio eso venir. Fue un beso inesperado, tierno, dulce y suave.

Su primer beso.

Apenas fue un roce de sus labios contra los suyos y un zumbido invadió sus oídos. No podía pensar en nada ni articular palabra, solo mantuvo los ojos muy cerrados mientras su cara estaba de todos los tonos de rojo conocidos.

A Sabo parecía no importarle que hubiese cientos de compañeros saliendo de la ceremonia, en realidad ninguno de los dos se había dado cuenta. Para ellos el mundo había desaparecido y el tiempo se había detenido por unos segundos. Incluso para Ace que los observaba desde lejos con las manos en los bolsillos de sus shorts intentando apartar la mirada mientras pateaba una piedra, por alguna razón sintió los ojos empañados y un inexplicable peso en el corazón.

Lo que ninguno de ellos imaginó fue que el padre de (t/n) había decidido justamente ese día en particular, esperarla en la salida. Él también había estado viendo todo desde el momento en que Luffy había llegado.

(t/n) se separó de Sabo y abrió los ojos, su sonrisa era amplia y sincera. Mil cosas rondaban por su mente; pero se sentía inmensamente feliz. Nunca antes había sentido algo parecido y pese a que sus sentimientos no estaban totalmente claros, estaba segura que apreciaría este momento por el resto de su vida.

Aún sonriente, decidió inclinar la cabeza y dirigir la mirada hacia atrás del rubio. De inmediato la sonrisa se desvaneció como nieve en el agua y sintió caer el alma a los pies.

Ver esos ojos empañados de licor y esa cara contorsionada por el odio provocó un sudor frío que recorrió su espalda. Casi sin respirar miró a cada uno de los hermanos, sus ojos denotaban súplica.

Tendría que haber gritado por ayuda en ese momento y ellos hubiesen hecho lo que fuera por ella.

Demonios, estaba lleno de gente... Alguien podría haber hecho algo, lo que sea. Sin embargo, su boca no se movió y se sintió como flotando en un sueño. Sin hacer caso a lo que le decían los chicos, vieron cómo se alejaba para entrar al vehículo de su padre en silencio en el asiento del copiloto, cual oveja entrando obedientemente al matadero.

Mientras avanzaban, iba sosteniendo su falda con los puños apretados, cabizbaja.

Los veinte minutos de trayecto parecieron eternos, por alguna razón su cabeza no paraba de mostrarle escenas de lo que había vivido en esos meses.

Ese año había terminado de buena manera, consiguió buenas notas y había conseguido buenos amigos.

Maldición, hasta había recibido su primer beso. A pesar de todos los altos y bajos podía decir con seguridad que, para ella, había sido perfecto. Quería que incluso ese día terminara bien; pero en su corazón sabía lo que le esperaba y tenía miedo.

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