Capitulum XXI

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

jeon jungkook

19 de noviembre de 2009, Nam-gu, Busan, Corea del Sur

Como una mañana más, el sol se alzó por el horizonte, los pájaros cantaron acompañados por la brisa otoñal que comenzaba a instalarse en la ciudad. Pero la diferencia era que esta no era como otra mañana cualquiera, aquel amanecer del día de después del aniversario, un chico pelirrubio se encontraba a mi lado, durmiendo plácidamente sin ningún tipo de preocupación.

Debo admitir que no me esperaba en lo absoluto la aparición de Min Hwa en escena ese día, mucho menos que nos encontrara besándonos sin problema en el supermercado. Me asusté por cómo iba a reaccionar mi familiar, pero también me aterrorizaba la idea de que se sintiera herida por no haberle hecho saber antes y ahora no fuese capaz de aceptar mi perdón.

Por ello, a pesar de haber amanecido con la persona que amaba acostado a mi lado y que con solo ver su bello rostro durmiente parecía que todos mis males desaparecían, los problemas seguían ahí y tuve que darme una rápida ducha, despertando al rubio para no llegar tarde a la hora acordada en la que la morena nos había citado con la intención de no tener más secretos.

No me quedó de otra que acceder a su petición de contarle todo para obtener su perdón. No quería estar en malos términos con el único familiar cercano que me quedaba y ver el rostro de Min Hwa dolido era lo más triste del mundo. Y como buen hermano pequeño que era y que deseaba arreglar las cosas a toda costa, Jimin y yo nos encontrábamos sentados en la cafetería acordada por la chica, quien ahora me miraba entre una mezcla de confusión, sorpresa y miedo al observarme beber del té pedido minutos antes y el cómo tocar el recipiente del lugar no tenía un efecto en mí.

—Increíble...—susurró de forma audible, apreciando de reojo como el psicólogo sonreía satisfecho con sus avances en mi caso.

Me sentía como un maldito mono de circo, siendo usado por el mayor para mostrar la eficiencia en su trabajo y resultando observado con fascinación por la morena.

—¿Desde hace cuanto tomas sesiones?—me preguntó y la miré, sintiéndome incomodo por la forma tan intensa en la que conectaba sus ojos con los míos. Me estaba sintiendo realmente pequeño sentado frente aquellas dos personas.

—Desde hace más de un año— respondí seguro. Min Hwa miró al rubio quien asintió dándole veracidad a mis palabras.

—Un año...—meditó en voz alta— Eso es mucho tiempo y no me habías contado nada, ¿eh?—regañó. Agaché la cabeza y la chica gruñó con molestia— Con que Park Jimin—se dirigió ahora al mayor y pude notar como se tensaba de repente al oír su nombre—, dime, ahora quiero saber tu punto de vista sobre el problema de mi pequeño hermano como psicólogo—la miré asesinándola con los ojos por haber sacado a relucir el llamarme "pequeño" frente al más bajo y escuché como Jimin reía por ello.

—Bien, empezaré por la primera vez que saqué al Sr. Jeon a un supermercado sin el uso de guates o barreras—gruñí con molestia de nuevo.

Aquellos dos se habían compinchado sin yo saber nada para molestarme usando diferentes formas de llamarme y noté la diversión en los ojos de ambos cuando el psicólogo se refirió a mi como "Sr. Jeon". Odiaba a ambos en ese momento.

—¡No!—mustió de repente interrumpiéndose a sí mismo. Jimin pareció acordarse de algo y no tenía una idea del que era— Comenzaré por la primera vez que lo puse a prueba, ¿te acuerdas?— se giró a mirarme y, confuso, negué. El mayor rió y se giró de nuevo— Si no recuerdo mal fue en nuestra primera sesión, le pedí que sacara sus guantes siempre que viniese a las sesiones y esa vez le pedí que lo hiciera. Era su primera vez hablando conmigo y se veía bastante indefenso—fruncí un puchero al oír eso, tanto Min Hwa como el rubio rieron con ternura, sabían que yo actuaba de esa forma asustadiza algunas veces—. Hablamos por un rato y, luego, decidí comprobar que tipo de misofobia poseía y si solo aparecía cuando era consciente.

—El bolígrafo...—mustié cayendo en cuenta de a que se refería y el psicólogo me miró asintiendo, dejándome la palabra para continuar— Jimin fue tan inteligente que dejó caer un bolígrafo que, con suerte, llegó a parar a mis pies, me pidió que lo recogiera y accedí, pero cuando iba a tocarlo, pude observar la piel de mis manos y no pude recogerlo. Lo malo es que no fui consciente de que lo hizo a propósito hasta una semana más tarde— el rubio rió y lo acompañé en una carcajada, recordando los buenos momentos.

—Debo admitir que eso fue ingenioso—comentó Min Hwa. El bajo asintió agradecido por el cumplido y se dispuso a continuar.

—Ese día le regalé una planta para que la cuidara como pago a las sesiones y por lo que he visto, has hecho un buen trabajo Kook— le sonreí orgulloso. La morena me miró con una sonrisa de lado, ella sabía sobre mis dotes de jardinero—. Entonces, después de ese primer análisis, lo llevé a comprar sin guantes, o más bien, a que usara el pomo de una tienda sin protección. Lo distraje para que lo hiciera, se le notaba realmente nervioso y funcionó el hacerle pensar en otra cosa. Pensé que sería más sencillo de lo que creía pero entonces, Jungkook corrió a los baños y lavó sus manos. Creía que sufriría un ataque allí mismo.

—Fue muy asqueroso...—comenté.

El mayor posó su mano sobre la mía cuando un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, recordando aquel momento y me sonrió con ternura, demostrándome que no había nada de lo que preocuparse.

—Supuse que ese día estaba perdido cuando salió corriendo hacia los aseos, pero me confundió que al salir, todo su cuerpo desprendiera decisión y terminamos turnándonos sobre quien cogía los productos, claramente, él sin guantes.

—¿Lo hiciste?—preguntó Min Hwa y asentí. Ella se mostró sorprendida, volteando su vista al mayor con toda su atención puesta en él.

—Ese día nos encontramos con Kim...—me paralicé al escuchar el nombre del pelimenta y apreté con fuerza la mano que tenía sosteniendo la del más bajo para que se detuviera.

—¿Kim?¿Kim Taehyung?— cuestionó mi familiar y asentí sin dar detalles. No sabía tampoco como se tomaría que le hubiera ocultado que tenía un flechazo con mi jefe y que ella no supiera nada al respecto—¿Qué sucede con Taehyung?

El rubio me miró buscando la aprobación de si proseguir o no. Esto estaba realmente volviéndome loco, mis nervios estaban de punta por que mi hermana mayor pudiera enterarse de todo lo que mi desastrosa y contaminada vida llevaba a rastras y no me sentía completamente seguro de ello. Mordí mi labio inferior con indecisión al respecto.

—Tranquilo, no va ha pasar nada—susurró el pelirrubio, sonriéndome con ternura.

Era increíble como solo con una simple mirada, unas palabras o incluso una sonrisa, Jimin podía llegar a convertir todos mis más grandes temores en unos con los que llegar a reírse. Él era simplemente perfecto. Asentí y el rubio me hizo una señal para que fuera yo quien informara a la chica sobre el tema referente al actual pelimenta. Sobé mi nuca con nervios y miré a la mujer quien esperaba con el ceño fruncido.

—¿Y bien?

—Hubo un tiempo en el que Taehyung me gustaba—la morena abrió sus ojos de más—. Jimin notó eso casi al instante por mi forma de actuar y...bueno, eso...—concluí.

—Realmente creo que escondes demasiadas cosas Jungkook—suspiró con pesadez y se recostó en el asiento—. Esta bien, sigue—pidió, el psicólogo asintió y siguió contando.

El mayor siguió narrándole a mi familiar sobre mis avances respecto a la fobia y como lo había ido afrontando. Pero debía añadir un pequeño detalle y este era que en ningún momento Jimin mencionó algo sobre la violación o la causa de mi fobia y, claramente, ese punto no se le pasó por alto a mi hermana.

—Pero, ¿Cuál fue la causa? ¿Por qué comenzó? Tengo entendido que la misofobia no comienza a afectar a alguien sin ningún motivo.

—Hay una razón...—hablé antes del que el mayor pudiera intervenir y volví a morder mi labio, dudoso si continuar o no.

Si confesaba lo sucedido años atrás, Min Hwa podría llegar a sentir lastima por mí, o sentirse culpable por que ella no estuvo ese día para consolarme. Pero nada era su culpa, las cosas sucedían porque así tenían que ser y el destino quiso darme esta vida tan cruel. Tal vez, en un pasado llegué a culpar a mis difuntos padres como los causantes de mis desgracias, pero ni ellos ni mi hermana eran los responsables de lo que sucedió aquel triste día y creía que, quizás, ya iba siendo hora de dejar de ocultar las cosas.

—¿Estás seguro?—preguntó el psicólogo y simplemente asentí. Debía sincerarme de una vez por todas con aquella persona que se ocupó de mí por años y que solo buscaba el bien.

—¿Jungkook...?—la morena nos miró con una interrogación en el rostro. Estaba buscando por una respuesta que, tal vez, no le agradara en absoluto, pero debía saberlo, ella debía saberlo.

—El día de la muerte de papá y mamá—comencé—, algo más ocurrió ese día.

—¿Algo?¿Como qué?

—V-verás...—tartamudeé por los nervios. La situación me estaba superando y el mayor lo notó, agarrando con más fuerza mi mano, diciéndome que él estaba allí, a mi lado, dándome fuerzas. Sonreí tristemente y suspiré—Ellos no vinieron a recogerme aquel día Min Hwa, por ello decidí usar el atajo que conocíamos para volver a casa y, ese, fue mi error.

—No entiendo Jungkook...

—No era tan de noche, pero si lo suficiente para que nadie te viera si te metías en un callejón así. El problema fue que no estaba solo en aquel callejón, había un hombre ebrio en el lugar, pude oler el alcohol en su cuerpo cuando se acercó a mi.

—E-espera, ¿qué...?— Min Hwa tartamudeó. Se estaba haciendo una idea de lo que estaba contándole y las lágrimas se acumularon en sus ojos.

Le sonreí con tristeza. No contarle sobre ello todo este tiempo fue para evitar que esto sucediera, que ella se sintiera mal de alguna forma y yo no quería herirla. Pero la había mentido y ocultado las cosas por mucho tiempo, creía estar lo suficientemente capacitado ahora para hablar del tema. Todo era gracias a la aparición del mayor y estaba seguro de que si él no estuviera sentado a mi lado en ese momento esta conversación no la hubiera tenido nunca.

—Ese hombre no estaba en sus cinco sentidos. Se acercó a mi, me pregunto si tenia miedo y mi error fue negarle ese hecho tan obvio. Tal vez, si hubiese admitido que estaba aterrado nada hubiera pasado, pero no fue así y el desconocido se molestó por mi respuesta— la primera lágrima humedeció la mejilla de mi familiar quien ocultó un sollozo colocando sus manos en su boca por la confesión—. Fue lo más asqueroso que viví nunca, me tocó, quito mi ropa y luego... me violó— la morena gimió con tristeza. Solo bajé la cabeza avergonzado, mi situación no era nada de lo que presumir—. Dolió de una forma aterradora, apenas pude caminar después y tuve que ocultar los rastros de sangre con la chaqueta que llevaba. Como pude regrese a casa y todo se volvió negro cuando todas aquellas patrullas de policía se encontraban al rededor de nuestra casa. Luego lo supe, lo de papá y mamá, y me culpé todo este tiempo por haberlos culpado en el momento en el que ese hombre estaba dentro de mí por no haber llegado nunca, pero ellos, simplemente, no podía, porque ya no estaban, y-yo no lo sabía....

¿Estaba llorando? ¿En qué momento el dolor que mis palabras arrastraban con ellas se intensificó hasta tal punto de hacerme doler el pecho? No noté cuándo, pero mis ojos cargados de lágrimas rompieron en llanto y eso fue lo suficiente para que, segundos después, sintiera mi cuerpo ser rodeado por unos brazos ajenos, unos desconocidos y que no le pertenecían al rubio, unos cargados de protección y bañados en remordimientos. Min Hwa era la propietaria de ese abrazo y no dudé un segundo en corresponder su gesto lleno de necesidad por amenhar su dolor. 

Lo había hecho, le había contado toda la sucia verdad que arrastraba conmigo y el motivo por el que no quería que ella me tocara. Pero la morena ya era consciente de mi sufrimiento y no dudó en el momento de lanzarse a mi cuello y llorar conmigo. 

Y, por primera vez en mucho tiempo, me sentí bien al poder hablar con mi familiar. Tantos años mirándola a la cara y mintiéndola en un tema delicado del que no estaba preparado, ahogándome en mis propios pensamientos de culpabilidad al tener el descaro de engañarla de alguna forma. Ya no era necesario y el peso de mis hombros parecía haber desaparecido por completo. 

Ahora podía tocarla, hablar con ella sin tener aquellas dagas de madera atravesando mi corazón en cada sonrisa fingida y compartir buenos momentos mientras nuestras pieles se rozaban despreocupadas. Sin temerle a los gérmenes y los virus que eso conllevase, sin temerle a la muerte o la suciedad. Ya nada de eso me importaba realmente, solo estar bien y al lado del mayor, compartiendo momentos divertidos con mi familiar y riendo en compañía de mi superior, su pareja y el chico pelirrojo. De alguna manera, estaba renaciendo.

Lloramos abrazados por unos minutos y nos disculpamos más tarde con el rubio al haber tenido que presenciar aquella escena tan deprimente. El chico negó y cada uno regresó a su asiento en la mesa. Charlamos por un rato más, contándonos sobre pequeñas anécdotas y comentando acerca de la relación que mantenía activa con el mayor. Le confesé a Min Hwa que salía con él y ella se alegró por nosotros.

Pero no todo puede volverse rosa de repente, los colores oscuros de una paleta de pintura son difíciles de aclarar pero muy fáciles de oscurecer más, y sabía que algo no cuadraba en los pensamientos de la morena cuando se quedó observando a Jimin con el ceño fruncido, como si intentara recordarlo de algo.

—¿Hay algo mal, Noona?—le pregunté y la chica inclinó su cabeza sin aparatar su vista del mayor.

—De verdad creo que nos conocemos de algo Jimin...—el rubio rió nervioso y negó nuevamente.

Pero, ¿Alguna vez escucharon el dicho "se pilla antes a un mentiroso que a un cojo"? ¿No? Bueno pues, el siguiente, va ha ser un claro ejemplo para demostrar la veracidad de aquella sabia frase.

La morena pareció recordar algo y abrió sus ojos sorprendida, formando un "o" con sus labios y volteando su rostro a mirarme con una sonrisa emocionada.

—No me habías dicho que lo encontraste— comentó y mostró su prelada hilera de dientes.

 Pero el problema era que yo no la estaba entendiendo ¿De qué estaba hablando?

—¿De quién hablas?—pregunté ahora siendo yo quien fruncía su ceño y le daba una corta mirada al rubio por lo misteriosamente callado que estaba actuando.

—De Mochi, me preguntaste por él cuando nos vimos, ¿No te acuerdas?

—Si, pero no lo he encontrado, ¿por qué dices eso?

—Pero si Jimin es...—la muchacha detuvo sus palabras al pararse y observar el rostro asustado del pelirrubio. También me gire a verlo.

—¿De que estas hablando? Jimin no puede ser...aquel chico...—me detuve sonriendo con ironía.

Era imposible que aquel niño pelinegro al que tanto amé en un pasado pudiera ser el rubio, ¡era un completa locura! Pero a veces las locuras pueden llegar a ser verdad y la forma tan nerviosa en la que el mayor mordía su labio, evitando hacer contacto directo conmigo, me hizo dudar de que aquella locura de verdad fuera eso, algo imposible.

Solté su mano y lo miré buscando algún tipo de respuesta. Que se girara a mirarme y me confirmara que aquella hipótesis de la morena no era más que algo inventado.

—¿Jimin?

—Jungkook, yo...amm... quería comentart-

—¿Es en serio?—lo interrumpí cuando se dignó a mirarme.

Se veía apenado, como si de verdad estuviera arrepentido por algo, como si él de verdad resultara ser mi gran y amado Mochi...

—Si...— y entonces, mi respiración pareció detenerse. El canto de las aves y el ruido de los coches se esfumó, siendo sustituido por un pitido agudo que ensordeció mi mente. El mundo pareció no seguir avanzando, todo a mi alrededor desapareció y la cruda realidad de la que yo había sido engañado por la persona en la que confié y llegué a creer que nunca me traicionaría o mentiría de aquella forma, me golpeó en le pecho con fuerza, haciéndome jadear adolorido.

Agaché mi rostro, sintiendo como mis orbes comenzaban a arder y ser inundados por agua salada, lágrimas que no tardarían en salir y que por más que brotasen no serían capaces de borrar el intenso dolor que me consumía. Me levanté de la mesa sin decir nada, las palabras no salían ahora, necesitaba alejarme de todo y todos, pensar en una razón coherente por la que al rubio no se le hubiera ocurrido mencionarme que ya nos conocíamos de antes.

—Lo siento Noona, tengo que irme, regresaré a Busan, me encantó verte— mi voz salió fría y rasposa, como si cristales oprimieran mis cuerdas vocales en cada palabra y me hicieran sangrar por dentro.

—Jungkook...—habló Jimin en un susurro, pero no le miré, no podía hacerlo.

—Está bien, si necesitas algo, dímelo...—esta vez fue mi hermana quien comentó y aquella respuesta fue suficiente como para girarme y comenzar a avanzar en dirección al hotel donde nos hospedábamos, recogiendo mis maletas y tomando el primer tren rumbo a la ciudad de Busan. 

Ahora mismo no podía pensar en nada más que las palabras de Jimin, entremezclándose con los recuerdos de aquel niño pelinegro y haciendo que la realidad fuera más que clara.

¿Cómo no había podido verlo? Era tan obvio, todo habían sido tantas señales para que no me diera cuenta de quien era realmente el rubio. La forma tan clara en la que me conocía desde un principio, que supiera de mis gustos por los acertijos y aquella forma de llamarme cuando pareció que mi mundo se desplomaría al pensar que el mayor moriría por tragar mi semilla, pero no, nada había sucedido después de eso y, sinceramente, ya no me interesaba demasiando por el tema.

El dolor era tan profundo que calaba hasta mis huesos y me hacía gemir adolorido en cada mínimo movimiento que hacía en el asiento de aquel tren. Mi rostro era cubierto por la humedad de mis lágrimas y, agradecía que no muchas personas se encontrasen en aquel vagón a esa hora, no quería tener a algún extraño sentado a mi lado, mirándome con lastima.

Solo quería llegar a mi departamento, envolviéndome en las sábanas de mi cama para ver si me fundía con estas y todo el mal de mi mente desaparecía. No le había dicho nada al mayor desde que lo dejé en aquella cafetería. Obtuve una o dos llamadas perdidas de su parte, más, algún que otro mensaje que no me vi capaz de contestar. Estaba dolido y todo en mí desprendía malestar por donde quiera que me vieses. Lo único que hice fue llorar desconsolado, pensando en lo estúpido que debí verme al no ser capaz de reconocer a mi primer amor y que ahora era la actual persona de la que estaba enamorado. Yo era realmente estúpido e ingenuo por confiarle mi corazón a alguien quien me ocultó le verdad desde un principio. Seguramente, el psicólogo se reía de mí cada vez que me veía y no lo reconocía nunca. Pero no era su culpa que yo llorase, sino mía, todo era mi culpa. El estar tan ciego por el amor y no querer ver más allá de los actuales sentimientos del más bajo. Todo era culpa de mi descuido y la falta de audacia para recolectar las señales que el pelirrubio emitía sobre nuestro pasado y su verdadera identidad. Yo era un auténtico idiota.

Y como había citado, no hice más que llegar a mi departamento después de casi media hora en tren y acurrucarme bajo las mantas de la cama, intentando que todo el dolor de mi pecho fuese amenhado por el calor de los edredones aún sabiendo que el calor de sus brazos era el único que podría consolarme.

[...]

El sonido insistente del timbre me hizo despertar de la vil pesadilla en la que me había sumido casi una hora antes.

Hice todo lo posible por ignorar a la persona en la puerta, tenía una mínima idea de quien podría ser y, rápidamente, descarté la posibilidad de abrirle, no quería verle. Envolviéndome aún más con aquellas sábanas que habían sido empapadas con mis lágrimas antes de caer el los brazo de Morfeo, tapé mi oídos para no escuchar nada de lo que pasara en el exterior. No estaba preparado para afrontar las cosas. 

Pónganse en mi lugar. En menos de un día le confiesas a tu familiar más preciado que sufres de una fobia porque fuiste violado de pequeño y te enteras de que tu primer amor y la persona que amas en la actualidad son la misma y no sabías nada de ello. Doloroso, ¿verdad? Pues así me sentía, como si acabase de perder mi vida entera y mi cuerpo fuera ahora un recipiente vacío, sin alma, sin corazón, solo siendo ocupada por dolor y malos pensamientos. Lo diré una y mil veces, dolía y mucho.

Sollocé una vez más en silencio cunado el sonido del timbre dejó de sonar y los rastros de agua ya habían comenzado a caer de nuevo. Esperaba por que se fuera, por que me diera algo de espacio y tiempo para pensar. Pero al parecer, dejarme sufriendo en silencio y envuelto en soledad no era lo que pasaba por la mente del más bajo y pude oír como la puerta principal era abierta con una par de llaves, suponía que Min Hwa le había dicho el escondite secreto del conjunto de llaves que yo guardaba en una maceta al pie de la puerta.

—¿Jungkook?—Dios, por favor, dame las fuerzas necesarias para que todo vaya bien.

Su voz, tranquila y algo ronca inundó la habitación junto con sus pasos indecisos. Él estaba aquí ahora y sabía que quería ser escuchado, pero el problema era que yo no estaba seguro de si resistiría lo suficiente para lograr escucharlo o, simplemente, me derrumbaría frente a él.

—Jungkook, por favor, déjame explicarte...—pude notar que divisó mi presencia bajo aquellas mantas y se acercó a la cama, sentándose en el borde de esta— Por favor...solo quiero que me escuches...

Miles de cosas y preguntas atacaron mi mente con su pedido. ¿Por qué debería escucharlo? Él había tenido el suficiente tiempo como para comentarme de esto en más de un año. Muchos pensaran que lo más apropiado sería dejar de lloriquear por una persona que me había ocultado la verdad y echarlo a patadas de mi departamento. Quizás, hubiera hecho eso si yo tuviera la valentía. Pero yo no era así y, de todas formas, amaba a Jimin. Lo quería con todo mi corazón y una parte de mi alma rogaba por que me abrazara en ese instante, que me consolara del propio dolor que él mismo me estaba causando. Yo no quería perderlo a pesar de que me sentía desfallecer en cualquier momento por todos los acontecimientos.

Puede que a algunos le parezca mal mi siguiente acción pero, como había dicho, yo lo amaba y eso no podía negarlo. Con todo el peso de mi cuerpo, me hice a un lado en la cama, dejándole espacio para que el también se envolviera en aquellas sábanas sin siquiera cruzar palabras. Me arriesgué mucho con aquella acción. El mayor podría pensar que lo quería lo más lejos posible y, simplemente, desistiera ante la idea de ser escuchado, pero mis pensamientos parecieron ser oídos por el psicólogo y, siendo cuidadoso de no hacer un movimiento en falso, se envolvió en aquel edredón, cubriéndose por completo y mirándome apenado. 

No sabía lo que aquel pensaba, no podía saberlo por la simple razón de que no me atreví a mirarlo a pesar de que escasos eran los centímetros que me separaban para tocarlo, una corta distancia que Jimin decidió mantener y, en el fondo, agradecí.

—Te escucho—murmuré en una voz más ronca de lo normal. Llorar durante más de 20 minutos me había pasado factura.

—Siento no habértelo dicho, pero no creí que fuera necesario. Aquel día, el supuesto día que nos conocimos, yo ya sabía quien eras Jungkook. No pude ignorar tu presencia, tan notoria en mi mundo como cuando eras solo un niño y, verte intentando superarte a ti mismo, fue la escusa perfecta para acercarme—hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas para proseguir—. Te busqué por mucho tiempo, a aquel niño pelinegro con el que había llegado a sentir cosas inexplicables—un nudo creció en mi garganta al escucharlo. Mantuve el silencio—. Y ese día, cuando te reconocí después de tanto tiempo, algo en mí me incitó a no perderte esta vez. No sabía lo qué había sucedido contigo, por qué desapareciste de un día a otro, o cómo había trascurrido tu vida desde entonces. Por ese motivo me acerqué a ti y fue demasiada la sorpresa de todos los acontecimientos que te sucedieron—comentó y mordí mi labio, intranquilo—. Pero  la mayor sorpresa fue que no me reconocieras. Pensé que, tal vez, lo harías a pesar de los años, como yo veía clara en ti la imagen de aquel niño, pero no fue así y pude notarlo con solo una mirada, la primera vez que me miraste en aquella cafetería como si intentases de todas las maneras descifrar si yo era una buena o mala influencia. Y se me ocurrió la peor idea de todas, empezar de nuevo contigo—declaró y se removió inquieto bajo la manta—. Pensé que quizás era lo mejor, nosotros habíamos pasado muchas cosas juntos en un pasado y, crear una nueva oportunidad en un futuro, sería diferente, por ello no te dije nada... El día en el que estuviese mal en mi departamento, realmente creí que te perdería, que todo por lo que había estado luchando desaparecería y fue casi como un impulso llamarte como yo solía hacer. Una parte de mí se esperanzó de que recordaras el pasado y pudieras seguir adelante, juntos, pero negaste recordar todo cuando me llamaste con aquel apodo y eso me hizo saber que no querías saber nada de eso. Por ello no dije nada y lo dejé a un lado. Pero, cuando Min Hwa comentó sobre que habías estado buscándome y supe que ella sabía quien era, sentí miedo a que esto pasara. Es mi culpa, no pude evitar ser egoísta y ocultarte la verdad para intentar formar una vida a tu lado como alguien nuevo, alguien de tu presente. Y-yo realmente lo siento Jungkook...

Jimin comenzó a llorar, sollozando y cubriendo su rostro con sus manos para intentar aparentar ser fuerte ante la situación. Y, aunque todo pareciera irreal, como si nada hubiera sucedido realmente, yo le creía ,o al menos eso era lo que mi corazón creía correcto, el confiar en él a pesar de la gran verdad oculta y que el mayor se había encargado de esconder por una solo capricho suyo.

Lastimosamente, no podía culparlo, en cierta forma, yo era igual de culpable que él en esto al no haber visto a la persona oculta frente a mí todo este tiempo y de alguna forma yo también era egoísta al desear que el rubio dejara de llorar y culparse de mi dolor.

—Está bien, Jimin, no llores...—murmuré con el tono más cálido y lejos de culparlo de algo que podía, acercando mis manos temblorosas a su rostro y retirando las lágrimas que caían de sus ojos rojizos por el llanto. Él se sorprendió ante mi contacto y lloró con más intensidad.

—D-de verdad lo siento...

—Está bien, todo está bien, no necesitas disculparte, también es mi culpa por no haberlo visto— subí mi vista a sus pupilas avellanas y le sonreí con ternura—. No te preocupes por nada... Mochi...

El rubio se mostró sorprendido por mi forma de llamarlo y me miró confuso. Pero yo no estaba molesto, no guardaba algún tipo de rencor por su vil mentira y tampoco deseaba que siguiera culpándose por lo sucedido. De alguna forma, el dolor que sentía anteriormente, fue remplazado por la dolorosa sensación de ver llorar al psicólogo y, todo su dolor, llegó a convertirse en el mío.

Porque si Jimin reía, yo lo haría. Porque si Jimin lloraba, yo lo haría. Porque si él sufría, yo lo haría y me encargaría de buscar una forma de hacerlo sentir bien, a ambos.

Y todo el frío otoñal en la intemperie pareció no existir, porque el aura acogedora que invadía aquella habitación, llena de ardientes emociones e intensos sentimientos, era lo suficiente abrasadora como para acoger nuestras almas en un calor tranquilo que nos hacía sentir bien. Los astros parecieron alinearse, provocando que un "click" en mi cabeza se hiciera y yo fuera consciente de mi situación actual. Era él, Mochi era Jimin y eso significaba que ya lo conocía. Sabía como era desde su infancia, ciertas cosas sobre su familia y el gusto por algunas cosas pero, lo que más sabía y tenía claro, era que ahora podía confiar en él completamente y —como llevaba deseando por meses y no fui capaz de realizar— entregarme en cuerpo y alma. Porque, como una vez alguien dijo, Si es de verdad, no se puede escapar. Jimin era el único y verdadero que ocupó mi corazón todo este tiempo y quería demostrárselo de una vez por todas como también quería mostrarle que todo estaba bien. Estaba listo para fundirme en uno solo con aquel hombre al que amaba y que deseaba tener a mi lado para siempre.

Con mis manos temblorosas por los nervios en sus mejillas, me fui acercando con lentitud a sus labios, cerrando mis ojos y, por fin, degustar esos carnosos y rosados labios con los que tanto cariño solía recibirme. El mayor se tensó con lágrimas aún en sus ojos, dejando sus belfos estáticos sin corresponderme. Pero quería enseñarle que estaba bien, que podíamos estar de una buena forma y que no necesitaba atormentarse por nada porque yo lo había perdonado. Estampé mis labios con más fuerzas, provocando que le rubio soltase un gemido cuando se vio obligado a abrir su boca y dejarle paso a mi húmeda lengua que pedía por ser envuelta en su calor.

A lentos movimientos, me subí sobre el regazo del más bajo, introduciendo mis curiosas manos por el borde de su camiseta. Lo toqué sin vergüenza cuando dejé su boca libre para dirigirme a su cuello y lamer esa parte con vehemencia. Quería hacerlo, deseaba hacer el amor con aquella persona y creía que era así cuando sus manos agarraron mis muñecas con fuerza, alejándolas de su cuerpo y obligándome a dejar la zona de su cuello para mirarme con la respiración agitada. La mía también estaba acelerada, acompañando a los frenéticos latidos de mi órgano.

—Jungkook... no podré detenerme si sigues...—con su voz alterada, me miró portando un brillo indeciso en sus ojos. 

Estaba asustado, igual de nervioso que yo, pero su temor era diferente al mío y él solo estaba conteniéndose por mí, para no herirme. Llevaba haciéndolo mucho tiempo, desde que comenzamos con nuestra relación de coqueteo y eso, no me lo perdonaría nunca. Pero no se equivoquen, yo no me estaba obligando a nada por la satisfacción del más bajo, deseaba unirme a él como mi alma y cuerpo tanto habían imaginado hacer antes.

—Jimin, no te detengas—le sonreí con decisión y moví una de mis manos aún agarradas para acariciar su mejilla con ternura. Él mordió su labio inquieto.

—No quiero que te veas obligado a nada Kook...

—Y no lo estoy, quiero que me hagas el amor, Jimin—hablé y el rubio me miró sorprendido, buscando la razón verdadera del por qué yo actuaba de esa forma. Pero no había algún motivo oculto, solo estaba mi amor por él y yo, nada más—. Quiero hacerlo—lo miré decidido y eso bastó para verme debajo del esbelto cuerpo del mayor y siendo atacado por sus labios, esta vez con la ferocidad y el deseo entremezclados. Amaba a ese hombre y sus tiernos y carnosos labios.

Me envolví en sus besos, la forma en la que su húmeda lengua se hacia paso en mi cavidad bucal y el cómo, simples roces contra mi piel, estaban haciéndome arder en estasis. No fui consciente en que momento mi camiseta fue retirada y los labios del mayor ahora recorrieron todo mi torso desnudo, haciéndome jadear y estremecerme bajo sus caricias suaves. Me vi inmerso en la tentación de apreciar una vez más aquel abdomen esculpido que el rubio poseía, conteniéndome a realizar cualquier mínimo movimiento por la inseguridad que me infundaba mi inexperiencia. Pero el psicólogo parecía notar la intensa mirada con la que recorría se cuerpo cubierto y me sonrió para sacar finalmente la prenda de seda de mi vista y dejarme en un estado más que duro con solo apreciar a aquel hombre frente a mí.

Santa mierda...

—¿Estás listo?—me preguntó, acercándose de nuevo a mis labios sin besarlos para esperar por mi respuesta.

Con sinceridad, no, no estaba listo. Todo en mí había sido remplazado por el miedo al dolor o que la mala experiencia en un pasado fuera repetida. Pero las pupilas avellanas que tanta confianza desbordaban al observarme me hicieron tomar una respiración honda y asentir, pasando mis brazos al rededor de su cuello y uniéndonos en un beso más.

El mayor no tardó en proseguir con el siguiente paso, dirigiendo sus manos a mi pantalón para desabrocharlo y bajar este junto a mi bóxer de una. Me sentí desnudo y expuesto, la vergüenza me invadió y en ese momento solo deseé que la tierra me tragara para que Jimin no pudiera verme. Pero, como el rubio llevaba haciendo todos estos minutos desde que habíamos comenzado,  una sola mirada y sonrisa me hicieron saber que estaba bien, que nada me haría daño y solo me dejé llevar por mis deseos más ocultos.

—Eres hermoso, Jungkook—mis mejillas ardieron al escucharlo decir eso. Inconscientemente, las imágenes de la primera vez que aquel hombre me había dicho hermoso azotaron mi mente y no pude evitar sonreír con felicidad, nosotros habíamos avanzado mucho en nuestra relación desde ese entonces y aquello me alegraba enormemente. 

Pero mi sonrisa fue borrada al sentir mi erecto pene ser tomado por las manos ajenas y un masaje comenzar sobre él. Jadeé aferrándome más a su cuello y buscando esconderme en el hueco de este, deleitándome con el dulce olor a mandarina y menta. Jimin comenzó a masturbarme y se sintió como estar en el mismo edén.

Pero no todo puede ser felicidad y placer en la vida de Jeon Jungkook y, como era de esperarse, el recuerdo del hombre borracho, tocándome y haciéndome gritar de dolor también se convirtieron en un recuerdo del momento, convirtiéndose en unas ganas insaciables de querer huir en aquel instante. Mi respiración se cortó provocando que mi pecho entero temblara agonizando; sentí rastros húmedos deslizar por mi mejilla y una presencia dañina acechar en las sobras de la habitación. Venía a por mí, el miedo a ser tocado de aquella forma de nuevo y tal vez la muerte estuviera esperándome también. Yo estaba tan aterrado y fuera de mí por lo vil y trágico de mi pasado que podría utilizar con veracidad la frase "morir de miedo".

La diferencia de ese entonces y ahora era que no estaba siendo atacado, mucho menos alguien buscaba encontrar su placer en mi dolor y tampoco me dejarían tirado después de terminar. Porque no era ningún hombre extraño quien estaba junto a mí, era Jimin, y él pudo notar el repentino miedo en mis ojos cuando me obligó a mirarlo, deteniéndose en sus acciones. Era él y ver su rostro hizo que mi corazón golpeara con fuerza, sacando de mi cabeza los malos recuerdos para devolverme a la realidad.

—¿Estás bien? Podemos dejarlo si no-

El mayor habló preocupado, se le notaba el temor en la garganta y su mirada apenada solo me hizo sentir mal. Estaba a chantándose después de todo, tenía el presentimiento de que se culpaba por algo en su interior. Pero no tenía porque; con solo verlo, por su voz y su respiración entrelazándose con la mía, me hicieron saber que esto que íbamos a hacer, era lo mejor que haría en mi vida. Por ello lo interrumpí, llevando una mano a su mejilla y sonriendo a pesar de las lágrimas. No tenía porque detenerse.

—Estoy bien, lo siento, los malos recuerdos me atormentaron por un segundo.

—¿Estás seguro de que estás bien?—asentí. Jimin pareció soltar el aire que había contenido en sus pulmones y prosiguió a darme un casto beso para retirar el resto de prendas que él portaba. Pero antes de retirar sus pantalones junto a su bóxer, se detuvo— No tenemos lubricante—comentó, mirándome detenidamente—¿Aún así quieres seguir?

—Bueno...—sabiendo a que se refería me removí algo incómodo por la penetrante vista del pelirrubio en mi cuerpo, alargando mi brazo para tomar un pequeño bote del cajón de la mesilla. Le enseñé la etiqueta del tarro y se mostró sorprendido con una pizca de diversión en sus ojos. Sentí el rubor ardiendo en mi rostro.

—¿Compraste lubricante?—preguntó incrédulo, acercándose a la cama. Solo asentí—¿Cuándo?

—H-hace unas semanas.

—Entiendo—sin decir más, el psicólogo se desprendió del resto de sus ropas dejándome una majestuosa vista que no tardé en gravar con mis ojos.

Era simplemente increíble en cada poro de su piel, nadie podía negar aquello.

Se acercó de nuevo a la cama; mi órgano bombeó con fuerza una vez más. Estábamos muy cerca, desnudos, sin nada que cubriese nuestras pieles del contacto. Solo nosotros y nuestros corazones deseándose, anhelando por convertirse en uno solo.

El mayor juntó nuestras labios con una delicadeza tierna que me hizo derretir en su boca. Enrollé mis brazos al rededor de su cuello y, poco a poco, el rubio fue recostándome en la cama quedando entre mis muslos expuestos. Acarició mi cintura con la yema de sus dedos, haciéndome jadear de nuevo por lo gratificante que estaba siendo su toque. Y, entonces, sentí como una de sus manos se dirigía a mi entrada, palpando el orificio con sus dedos y provocando que una corriente eléctrica recorriera mi columna.

Lo miré asustado, pero Jimin se dedicó a sonreírme infundiendo seguridad y destapó aquel bote con el frío gel.

—Voy a prepararte primero ¿Si?—asentí sin saber mucho a lo que se refería, observando con detenimiento como esparcía el gel sobre sus dedos para dirigirlos nuevamente a mi entrada, haciéndome sobresaltar por el helado contacto repentino— Relájate, de momento solo será un dedo.

—Es fácil decir que me relaje cuando- ¡A-ah!—grité adolorido por la repentina penetración de uno de sus dedos en mi interior, una extraña sensación se implantó en aquella zona. Había dolido— ¡Debías avisar, idiota!—me quejé.

—Lo siento, creí que era el mejor momento, estabas distraído—le di una mala mirada y en pocos minutos la sensación dolorosa fue calmándose.

Aquello me sorprendió notoriamente, mis recuerdos se remontaban a una experiencia devastadora y sangrienta, nunca me imaginaba que se pudiera llegar a sentir…placer.

—Ya…ya no duele…—comenté y el mayor asintió, comenzando a simular estocadas en mi agujero que se sintió como el mismo cielo.

¿Así era como se sentía hacer el amor? No sabía cómo pero estaba experimentando lo que sería el momento más placentero al lado de la persona que amaba. Era increíble.

Jimin fue introduciendo más dedos en mi abertura, provocando que los primeros instantes dolieran pero todo el mal fuera remplazado por gozo, con mis gemidos inundando la habitación y en rubio intentando acallarme con sus besos húmedos. De pronto, Jimin retiró sus dedos y un vació se instaló en su lugar, pidiendo por más. Pero era lo suficientemente capaz para saber que era lo que se avecinaba y, como predije, separó más mis piernas, acercando su hombría a mi entrada.

—¿Estás listo?—tragué saliva al escucharlo y asentí con un indeciso movimiento de cabeza.

Él era grande, más que yo y que el agresor de un pasado, demasiado grande para mi gusto diría yo. Pero, sin poseer el don de leer la mente de las personas para saber que yo estaba aterrado por su descomunal tamaño, el psicólogo fue entrando en mí de una forma tranquila pero rápida. Gemí adolorido cuando lo sentí dentro y me aferré a su cuello sollozando en este de dolor.

—D-duele...duele...

—Lo siento, tengo que hacerlo...

Por los siguientes minutos, que a mi ver fueron eternos, ninguno de los dos hizo algún movimiento. Yo me dedicaba a sollozar en su cuello y él a acariciar mi cabello intentando brindarme consuelo. Pero entonces, el dolor se esfumó y debía añadir que la posición en la que nos encontrábamos era un poco incómoda, Jimin intentaba mantenerme entre sus brazos para aferrarme a él y terminamos viéndonos obligados a movernos para cambiar la postura. Ese fue el detonante de todo el mar de placer y el roce de las puertas del paraíso para ambos. El rubio movió ligeramente sus caderas provocando que su miembro resbalara en mi interior y gemí por ello. Pero esta vez no fue de dolor, sino de etéreo placer y el psicólogo lo notó, mirándome a los ojos para seguido besarme y comenzar a embestir lo que serían las puertas a mi alma.

Solo aclararé una cosa más de aquel día y es que, por primera vez en mi desgraciada vida, me sentí completo. La sensación fue la misma que la de dos almas destinadas complementándose o esa pieza del puzzle que perdiste en algún momento. Me sentí bien y me hizo sentir mejor el saber que Jimin y yo nos estábamos fundiendo en uno. Nuestros besos desbordantes de amor y la forma nada brusca y en busca de dañarme lo menos posible en cada penetración. Me sentí como si yo fuera una barca surcando un mar en calma y que resultaba poseer un magnífico arrecife de vivos corales en su interior. 

Intensos sentimientos formaban aquel coral. El cariño, la ternura, el deseo de no separarnos nunca... Convertirnos en uno solo y amarnos en cada puesta de sol. Solo éramos nosotros y me encargué de amar al mayor como Jimin y como mi pequeño amigo Mochi, porque ellos, las dos personas a las que había amado en toda mi existencia, resultaron ser la misma, y ahora, no dejaría escapar a ninguna de las dos versiones del rubio frente a mí. No lo soltaría nunca.

Hola buenas ^^ les dejo un nuevo cap por aquí. Espero q lo disfruten y si es así les invito a seguirme para tener notificaciones de cuando público.

Se me hizo un poco más largo de lo habitual 😅(no me maten) pero aquí está aunq fuera de tiempo. Lo siento (╥﹏╥) intentaré seguir los horarios de publicación.

Sin más q decir, muchísimas gracias a todas las personitas q leen esta historia y esperen por el final + los epilogos q ya están muy cerca (. ❛ ᴗ ❛.)

Quiero añadir q no estoy muy orgullosa de este cap pero por más q lo escribí y reescribi no pude hacerlo mejor. Seguiré intentando mejorar y gracias por leer!!
( ◜‿◝ )♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro