vii. Moody Princess

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seven moody princess


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¿QUÉ TE PONES PARA IR a una reunión, en un pub poco fiable, a la que te invitó un imbécil? ¿Botas para pisotearlos o qué? Mia examina su armario con la cabeza ladeada y los ojos entrecerrados; no quiere parecer que lo intentó, pero tratar de lucir demasiado indiferente iría en contra de cada creencia de la moda que Mia tiene, de que es estúpido preocuparse si la gente pensara que hiciste un esfuerzo, porque a la mierda, todos lo hacen. Así que Mia saca sus pantalones a cuadros verdes, su jersey negro y su chaqueta vaquera, la negra, con el cuello marrón. Luego toma sus tijeras y se recorta el cabello (estaba empezando a ser demasiado largo) y sale por la puerta del dormitorio.

La mayoría no se preocupa por la ropa, piensa Mia. Sabe que, personalmente, cuida sus atuendos, pero sabe que la mayoría los pasará por alto. A menos que ella se ponga su vestido del Baile de Navidad todas las mañanas, no le prestarán atención. O, al menos, no tanto como piensa. Pero Mia lo adora mucho y le gusta pensar en ello, soñar despierta con nuevas ideas de vestimenta, desear que algún día tenga un buen trabajo para poder permitirse un gran vestuario. Sueña con tener un vestidor.

Entiende que es malo querer tanto, pero imagina esto: Mia, con su pequeña y linda familia, con esta habitación de arriba con un tocador y estantes de ropa. Tal vez tenga una hija o un hijo, y tal vez se sienten en su regazo y ella les muestre su vestimenta, y tal vez adopten su propio amor por la ropa y los lleve de compras.

Mia sabe que suena como un estereotipo, pero le encanta soñar acerca de cómo será su vida cuando sea mayor. Tiene una entera imaginada con su novio fantasma, porque, vamos, ¿quién no? Le gusta pensar en su boda, cómo la tendrá durante el verano, cuando hace buen tiempo, o tal vez en el otoño, pero a principios, así no hace mucho frío. Y para los niños le gusta la idea de solo dos, como hija única, desearía tener un hermano, y tiene una lista completa de nombres potenciales escritos... Bueno. Nombres de niños. Para una niña será Emilia, no por ella, sino su madre.

¿Pero para los niños? Oscar, Leo, Noah. En secreto, ama el nombre de Orion, pero parte de ella se siente incómoda con su hijo teniendo alguna asociación con su padre. Cuando le gustaba el nombre, era cuando su padre estaba en prisión, y Mia estaba allí, pensando en lo valiente que era su padre por sacrificarse, lo brillante que era. Y luego escapó, no se molestó en verla y todo se fue por el desagüe junto con sus sentimientos por el nombre.

Mia no sabe con quién se casará. Durante siglos su novio fantasma tuvo forma, y fue Cedric. Pero ya no más. Ahora esta figura misteriosa es eso, un misterio.

George pone su mano sobre el hombro de Mia cuando ella se mete en el Caldero Chorreante, lo que la hace saltar. Casi le aparta la mano, pero él le quita el abrigo antes de que ella pueda.

—Sabía que vendrías —dice con una sonrisa petulante.

Mia pone los ojos en blanco.

—Cállate.

—Bastante Gryffindor de tu parte.

—Hay de Hufflepuff aquí —señala Mia—. Y de Ravenclaw y... —estaba a punto de agregar Slytherin, pero cuando mira a su alrededor, no hay uno solo. Sin embargo, hay un Archie que saluda a Mia. Ella le sonríe y se pregunta por qué Cormac no vino también—. Ni siquiera sé si iré a las reuniones reales...

—No cursas Defensa, podrían serte útil —dice George encogiéndose de hombros. Mia puede ver a Fred y Lee, y Briar sentada entre ellos. Quizás ella y Fred tengan una cita o algo así, después de esto, Mia duda que Briar haya dejado Francia para venir a esto—. No sabes lo que hay allá afuera.

Mia piensa en Cedric y su asesinato.

—Tú no —susurra.

Hay una pausa. Normalmente las hay en estos días.

—Puedes sentarte con nosotros en la parte delantera, si quieres —dice George.

Mia se apoya contra la pared.

—Estoy bien, gracias.

—Vale. Me quedaré contigo, entonces.

—¿Por qué?

—Podrías sentirte sola —responde George.

Mia no sabe qué decir.

—Uh. Vale.

—Puedo ir —dice él.

Ella frunce.

—¿Está bien...?

—Genial —comenta George.

Mia está muy confundida ahora mismo.

Él se apoya contra la pared junto a ella. Se siente muy consciente de que están de pie de la misma forma, así que se cruza de brazos para hacer una ligera diferencia. George parece decirle algo a Fred, y Fred algo a George, y Mia se siente muy extraña. No sabe qué está pasando. Lo cual es especialmente raro, porque ¿cuándo se queda Mia sin palabras al tratarse de chicos?

—Esto —habla Hermione, su voz un par de octavas más alta de lo habitual. Obviamente está nerviosa—. Bueno... bueno, ya sabéis por qué hemos venido aquí. Veréis, nuestro amigo Harry tuvo la idea... es decir —Harry la fulmina con la mirada. Imbécil—, yo tuve la idea de que sería conveniente que la gente que quisiera estudiar Defensa Contra las Artes Oscuras, o sea, estudiar de verdad, ya sabéis, y no esas chorradas que nos hace leer la Umbridge, porque a eso no se le puede llamar Defensa Contra las Artes Oscuras. Bueno, creí que estaría bien que nosotros tomáramos cartas en el asunto.Y con eso quiero decir aprender a defendernos como es debido, no sólo en teoría, sino poniendo en práctica los hechizos...

Y luego la sala se rompe en un coro de pero ¿qué pasa con nuestro examen? Mia comparte una mirada con Briar, quien sonríe suavemente.

—Pero también quiero estar debidamente entrenada en defensa porque... porque... porque lord Voldemort ha vuelto.

Un par de personas gritan de terror ante la mención. Mia frunce. No se dio cuenta de que la gente reaccionó así por él. Mia no diría su nombre, claro, pero es por costumbre. También le tiene miedo, como todos los demás en el país, pero ¿gritar...?

—¿Qué pruebas tenéis de que Quien-vosotros-sabéis ha regresado?

Mia ya sabe que es Zacharias Smith.

Hermione comienza:

—Bueno, Dumbledore lo cree...

—Querrás decir que Dumbledore le cree a él —aclara, y asiente con la cabeza hacia Harry—. Y creo que tenemos derecho a saber qué es exactamente lo que os permite afirmar que Quien-tú-sabes ha regresado.

Mia puede sentir la sangre en su cuerpo hirviendo. Mueve nerviosamente los brazos, los despliega y mete las manos en el bolsillo del abrigo. Junto a ella, George la mira como si la estuviera observando y la mandíbula de Mia se aprieta. ¿Cómo se atreve Zacharias Smith, este capullo, a sentarse aquí y actuar como si tuviera el poder? ¿Qué más le habría pasado a Cedric, excepto morir a manos de Quien-tú-sabes? ¿Él cree que alguien más lo mató? Que se vaya a la mierda.

—Mira —interviene Hermione—, ése no es el tema de esta reunión...

—Déjalo, Hermione —dice Harry—. Yo lo vi. El año pasado, Dumbledore le contó al colegio en pleno lo que había ocurrido, pero si tú no lo creíste, no me creerás a mí, y no pienso malgastar una tarde intentando convencer a nadie.

Pero Zacharias persiste.

—Lo único que nos contó Dumbledore el año pasado fue que Quien-tú-sabes había matado a Cedric Diggory y que tú habías llevado el cadáver a Hogwarts —declara, tratando de descartar toda la historia. Se necesita toda la energía de Mia para evitar romper el vaso de cerveza de mantequilla en sus manos o convertir el líquido en un desastre en erupción. Cedric no querría esto, Cedric no querría esto—. No nos contó los detalles ni nos dijo cómo habían matado a Diggory, y creo que a todos nos gustaría saber...

—¿Y por qué te interesa saberlo? —cuestiona Mia, hablando por fin. Una ráfaga de cabezas se vuelve para mirarla, a su ceño fruncido en su rostro, a la vela a su lado que se tornó de un tono anaranjado intenso. Mia mira a Zacharias, cuyo rostro se ha vuelto blanco como el hueso—. Estoy esperando.

—Bueno, yo...

—¿Qué, te gusta saber cómo muere la gente? —continúa ella. Zacharias está titubeando ahora, sacudiendo la cabeza—. No es asunto tuyo lo que le pasó a Cedric. Te sugiero que te calles o te vayas, ¿vale?

Zacharias, con los ojos muy abiertos, asiente.

—Va-vale...

—Bien —la voz de Mia sigue sonando agresiva.

George silba junto a ella.

—Bueno, Harry —dice él—. ¿Qué decías?

Raro, piensa Mia.

Zacharias sigue mirando a Mia, completamente asustado. Es comprensible. Mia siempre hizo un gran esfuerzo para ser amable con todos, vivir con ¡es guay ser amable! Pero ahora, hay una ira constante en su interior. Solo está malhumorada. Moody Mia, esa es ella. Moody Mia sentada, furiosa, esperando el día en que su miseria se acumule y produzca suficiente energía para devolverle a Cedric.

—Bueno... como iba diciendo —dice Hermione, su voz aguda, aparentemente alarmada por el hecho de que Mia estaba a punto de "marcarse un Emilia" y quemar todo el edificio—, si queréis aprender defensa, tenemos que decidir cómo vamos a hacerlo, con qué frecuencia vamos a reunimos y dónde vamos a...

Alguien le pregunta a Harry:

—¿Es verdad que puedes hacer aparecer un patronus?

Oh, Mia recuerda eso.

¡Deberías haber visto el Patronus de Harry! —había dicho papá, todo sonriente y alegre porque el perfecto Harry había salvado el día—. Su Patronus es como el de James, Em, ¿no es genial? Merlín, Harry es un mago tan brillante, ¡no puedo esperar a ver cómo será de mayor!

No era como si Mia estuviera allí, en su dormitorio, ¡justo al lado del Sauce Boxeador!

—Sí —contesta Harry.

—¿Un patronus corpóreo?

Vaya con el chico maravilla, piensa Mia. Jesucristo.

—Uh —susurra George—, ¿estás bien?

Mia frunce el ceño.

—¿Qué?

—Literalmente puedo sentir lo caliente que estás desde aquí —señala él, y mira la brecha decente entre los dos. Mia se cruza de brazos. No cree que él aprecie sus quejas sobre el pelirrojo honorario.

—No es nada.

George hace una mueca, poco convencido.

—¡Sí lo es!

—¿Cómo lo sabes?

George la mira.

—Vamos. ¿Es por lo que Smith estaba diciendo?

—Sí —dice Mia, mintiendo para que se calle.

Vuelve a sintonizar con el encantador alboroto de diferentes niños alabando a Harry. Ella lo entiende, él ha hecho algunas cosas, aprecia que es valiente y todo eso, pero ¿por qué debería su padre preferirlo? Sirius es su padre, no el de él. Y sin embargo, está aquí, siendo elogiado de la misma forma que su padre lo alaba cada vez que encuentra la oportunidad. Ya sea cinco minutos después de que Mia vuelva a ver a su padre, o este verano, aún duele. Le recuerda que, al final del día, su padre lo quiere más que a ella.

—Ya sé que algunas cosas las conseguí sin ayuda —dice Harry, sonando incómodo—, pero lo que intento haceros entender es...

Zacharias habla de nuevo, para gran entusiasmo de Mia.

—¿Intentas escabullirte y no enseñarnos a hacer nada de eso?

Mia ni siquiera tiene que usar su magia, porque Ron la supera.

—Oye, tú, ¿por qué no cierras el pico?

—Hemos venido aquí a aprender de él y ahora resulta que en realidad no puede hacer nada...

—Harry no ha dicho eso —gruñe Fred desde el frente del pub.

—¿Quieres que te limpiemos las orejas? —pregunta George, sacando algo metálico de la bolsa de Zonko. Mia piensa que se parece un poco a un rizador de pestañas de gran tamaño.

—O cualquier otra parte del cuerpo —dice Fred—. De verdad, no tenemos manías.

Mia mira a George y susurra:

—Oof.

—Cállate —murmura él.

—Sí, bueno... —continúa Hermione, hablando para el grupo—. Siguiendo con lo que decíamos... Lo que importa es: ¿estamos de acuerdo en que queremos que Harry nos dé clases?

—¿Y por qué no simplemente... matamos a Umbridge? —cuestiona Mia a George.

George frunce.

—Me encanta el entusiasmo, pero eso es ilegal.

—... ¿Tu punto? Es mejor que esto.

Hermione vuelve a decir:

—¿Estamos todos de acuerdo?

Hay un murmullo. George le da un codazo a Mia, ella se queja antes de decir algo muy poco entusiasta.

—Poco a poco —dice George.

Mia pone los ojos en blanco.

—Entonces, la siguiente pregunta es con qué frecuencia queremos reunimos —dice Hermione—. Creo que, como mínimo, deberíamos reunimos una vez por semana...

—Un momento —dice Angelina Johnson, capitana del equipo de quidditch de Gryffindor—, tenemos que asegurarnos de que esto no interferirá con nuestros entrenamientos de quidditch.

Cho Chang, capitán de Ravenclaw, asiente.

—Ni con los nuestros.

Zacharias Smith mira a Mia antes de asentir.

—Ni con los nuestros.

¿Él es el capitán ahora? ¿Qué diablos?

—Estoy segura de que podremos encontrar una noche que le vaya bien a todo el mundo —afirma Hermione—, pero pensad que esto es muy importante, estamos hablando de aprender solos a defendernos de Vo-Voldemort y de los mortífagos...

—¡Así se habla! —brama Ernie, uno de los amigos de Zacharias. A Mia le cae bien. Está súper entusiasmado con la vida, como solía estarlo Mia, y es agradable ver a alguien con ese hermoso brillo dorado en todo el mundo—. Personalmente creo que lo que intentamos es muy importante, con seguridad lo más importante que haremos este curso, más incluso que los TIMOS —Mia está en sexto año, lo que significa que no tiene responsabilidades hasta el próximo. Así que no se relaciona con esto, pero lo entiende—. No me explico cómo el Ministerio nos ha endilgado una profesora tan inepta en este periodo tan crítico. Es evidente que no quieren aceptar que Quien-vosotros-sabéis ha regresado, pero ponernos una profesora que intenta deliberadamente impedir que utilicemos hechizos defensivos...

Hermione mira a Ron y Harry.

—Creemos que la razón por la que Umbridge no quiere entrenarnos en Defensa Contra las Artes Oscuras es que se le ha metido en la cabeza la idea de que Dumbledore podría utilizar a los estudiantes del colegio como una especie de ejército privado. Cree que podría movilizarlos para enfrentarse al Ministerio.

Luna Lovegood asiente.

—Bueno, es lógico. Al fin y al cabo, Cornelius Fudge tiene su propio ejército privado.

—¿Qué? —dice Harry, con los ojos entrecerrados y confundidos. Parte de Mia cree que se ve más como eres muy rara que no lo entiendo, pero ella no puede decirlo con certeza.

Y luego ocurre lo siguiente:

Luna: Tiene un ejército de heliópatas.

Hermione: Eso no es cierto.

Luna, ahora un poco irritada: Claro que sí.

Neville, preguntando a todos: ¿qué son heliópatas?

Luna, sin molestias: son espíritus de fuego.

Es un poco aturdidor a los ojos de Mia. Regresó a los días en que se sentaba en las prácticas de quidditch, no porque practicara el deporte, sino porque Cedric estaba ocupado explicando estrategias y Mia no tenía a nadie más con quien pasar el rato. A veces los otros miembros del equipo le preguntaban: "Hey, Mia, ¿por qué no pruebas?" porque, para ser justos, ella actuaba como una sustituta cuando alguien estaba enfermo durante la práctica, pero nunca pensó en eso.

Realmente no le gusta jugar quidditch. A ella realmente no le gusta volar en una escoba. Es incómodo y hay métodos de transporte más fáciles. El verano pasado (no el más reciente, cuando su padre no pasaba cada minuto con Harry y no estaban encerrados en Grimmauld Place) su padre dijo que le conseguiría una moto como la que él solía tener. Mia no está segura de si el nivel de comodidad será mejor, pero supone que vale la pena intentarlo... si es que pasa ahora.

—Suena como tú —dice George, en voz baja.

Mia casi se ríe.

—Tú eres el pelirrojo, ¿no deberías ser tú?

—Puede que los dos lo seamos. Tenemos mucho en común.

Mia, esta vez, se ríe.

Luna continúa:

—Unas enormes criaturas llameantes que galopan por la tierra quemando cuanto encuentran a su paso...

—No existen, Neville —dice Hermione.

Mia mira a George.

—Pero nosotros estamos aquí.

George resopla. Mia sonríe suavemente.

—Hay muchísimos testimonios oculares. Que tú tengas una mentalidad tan cerrada que necesites que te lo pongan todo delante de las narices para que...

—Ejem —carraspea Briar, y así, la sala queda en silencio. La niña de oro ha vuelto, está creando la paz que tanto se necesitaba. Luna parece volver a su estado tranquilo y Hermione parece menos irritada. La creciente molestia de todos los demás, de esta interrupción aleatoria de la reunión, desaparece por completo, como si nunca hubiera estado allí. Todo porque Briar Crouch dijo "ejem."

Aparentemente es la delegada en Beauxbatons, bueno, eso dice Mia pero sabe que es verdad. Tendrías que ser sorda para ignorar las constantes menciones de Fred Weasley de cómo está saliendo con la delegada de Beauxbatons... Cabe señalar que, entre los chicos, Beauxbatons fue vista como la academia de chicas guapas el año pasado. En fin, está divagando.

Briar se para y, a la luz del pub lúgubre, el rizo de su cabello rubio crea un halo alrededor de su rostro. Un ángel caminando entre hombres. Cubierta con sus jeans blancos y el abrigo de la marca Beauxbatons, la imagen es aún más clara.

—¿No estábamos intentando decidir cuántas veces nos íbamos a reunir? —cuestiona Briar al lado de Harry, lo que parece calmarlo un poco. Mia está asombrada por todo. Los otros dos hijos de merodeadores (salvo Livvy, el hermano de Briar) están unidos, mientras que Mia fue por el mal camino. Desearía no haberlo sido, sinceramente...

—Sí —se apresura Hermione.

—A mí una vez por semana no me parece mal —opina Lee Jordan, uno de los viejos amigos de Briar cuando asistía a Hogwarts y era parte del grupo de amistad de Fred y George. Al parecer, las cosas se están arreglando, ahora que Briar se ha convertido en el centro de todo.

Angelina Johnson se sienta recta.

—Siempre que...

—Tranquila, no interferirá con el quidditch —dice Briar. Mira a Hermione, quien parece aliviada de que alguien más esté ayudando con la organización, y agrega—: Tengo que regresar a las seis, pero puedo ayudarte a calcular un horario, si me escribes.

Hermione asiente y dice:

—Bueno, la otra cosa que queda por decidir es dónde vamos a reunimos...

Y luego la gente comienza a ofrecer ideas. La biblioteca. Madame Pince se cabrearía. Un aula no utilizada, pero McGonagall no querrá que nos involucremos en algo como esto. Cada opción tenía su problema, por qué no podían elegirla. Mia comienza a recordar esa sala de su cuarto año, pero piensa cállate, Mia. Nunca dijo que quería formar parte de esto. No quiere ser, ¿verdad? Si alguien la ataca, su magia golpeará de vuelta. Está a salvo. Pero... no puede evitar escuchar la otra voz en su cabeza, la que suena terriblemente como la de su madre, diciendo, pero no es justo, conoces un algún lugar que puedan usar...

Mia suspira.

—Creo que ahora cada uno debería escribir su nombre, para que sepamos que ha estado aquí —dice Hermione, y saca un pedazo de pergamino de su mochila. Briar lo toma y se lo da a Fred, ya que Briar no necesita firmarlo, considerando que en realidad no irá a las reuniones—. Pero también creo que todos deberíamos comprometernos a no ir por ahí contando lo que estamos haciendo. De modo que si firmáis, os comprometéis a no hablar de esto ni con la profesora Umbridge ni con nadie.

El pergamino se mueve entre ellos, algunos dudan más en poner su nombre que otros, y cuando llega a la parte de atrás, Mia se da cuenta de que será la última en tenerlo.

George está firmando su nombre y escribiendo 'es un imbécil' junto al nombre de Fred, con una pequeña sonrisa en su rostro. Mia mira el pergamino con los ojos entrecerrados. Una vez que firme, será todo: se habrá puesto oficialmente entre los Gryffindors y los Weasley, entre el grupo de personas que fueron horribles con su mejor amigo antes de su muerte. Todo el verano se ha sentido resentida con ellos, sintiéndose como una extraña considerando su unidad familiar. Firmar eso es como decir hey, quiero ser incluida. Externamente declarando que sí, no está incluida, y nunca lo ha estado, y que sí, se está poniendo en su ecuación.

Tal vez en Navidad se ponga un suéter con una M grande. Woo.

George le entrega el pergamino y por un segundo comparten una mirada. Por lo que parece, tampoco está seguro de si ella lo va a firmar.

Mia frunce, gira la pluma entre sus dedos y suspira.

Cedric querría esto.

Entonces lo firma.

Mia Black.

La gente comienza a salir del pub ahora y Mia lleva el pergamino y la pluma de nuevo al frente, para dárselos a Hermione. Mia siente como si estuviera haciendo el camino de la vergüenza, pasando entre todos, consolidando el hecho de que había estado aquí, en caso de que hayan olvidado su discusión con Zacharias. Harry había estado hablando con Briar, pero Briar ya se había ido, sosteniendo la mano de Fred. Asqueroso.

Mia mira a su alrededor con torpeza.

—Uh —Harry, Ron y Hermione la miraron boquiabiertos. Ella se siente como un extraterrestre—, fui la última en tenerlo, así que, eh, aquí tenéis...

Hermione sonríe nerviosamente.

—Oh, gracias.

Merlín.

—Y, duh —dice Mia, y se detiene. Realmente no quiere contarles sobre esa sala. Pero tiene que hacerlo. La irritaría saber que no la ha mencionado. Se sentiría mal, sin decir nada, cuando sabe que puede ayudar. Así que suspira y continúa—. Conozco una sala... podéis usarla para las reuniones.

—¿Dónde? —pregunta Harry, mirándola extrañamente. Casi sospecho. Vete a la mierda, tú eres el que me quita a mi padre.

—En un pasillo —dice Mia—. Creo saber cuál.

—Pero alguien podría...

—Está escondida, es segura —dice Mia, frunciendo el ceño a Harry.

Ron y Hermione se quedan quietos. A Mia le preocupa que los haya congelado... No lo ha hecho. Ella ve a Ron parpadear. Crisis evitada.

Harry entrecierra los ojos todavía.

—¿Cómo la conoces?

—Pues —comienza Mia, y lo mira directamente, sus propios ojos se entrecierran—, puede que lo hayas olvidado, pero fue mi padre el que escapó de Azkaban. Tal vez quería esconderme de todo.

Se da la vuelta y se abrocha el abrigo para regresar a las tiendas normales de Hogsmeade. Puede oír a Hermione susurrar frenéticamente algo a Harry y Ron, pero lo ignora. En serio. ¿Harry cree que puede estrechar los ojos e intentar ser grosero con ella? Fue su mejor amigo el que murió, fue su padre quien escapó para cuidarlo a él, no a ella... ¿Y cree que puede salirse con la suya? Joder. Hay una malhumorada en Hogwarts, y es Mia Black.

Mia sale y, antes de que la puerta pueda cerrarse, alguien más se marcha. Ni siquiera tiene que mirar a su lado para saber que es George; esta vez está acompañado por Lee Jordan.

—Ha sido divertido —comenta George.

—Casi tanto como lo que estamos haciendo ahora —prosigue Lee.

Mia levanta una ceja.

—¿Qué estáis...?

—¡Me alegra que lo preguntes, Mia! —dice Lee con una sonrisa. Mia está desconcertada. Casi se tropieza con George por alejarse del extraño chico sonriente—. George y yo iremos a Las Tres Escobas para quitarnos el sabor aguado de la cerveza de mantequilla de ese lugar, pero antes le haremos una pequeña visita a Freddie.

—¿Conoces Madame Pudipié? —pregunta George.

Mia frunce el ceño.

—Sí...

—Briar está obsesionada —dice George—. Tiene su gracia ver a Fred allí.

—Creo que preferiría morir antes que pisar ese lugar —añade Lee, estremeciéndose.

Mia mete las manos en los bolsillos de su abrigo, sintiéndose un poco avergonzada.

—Creo que es un lugar encantador.

—¿Ah, sí? —dice George.

Mia asiente.

—Es agradable...

—Oh... bueno, uh...

Lee suspira.

—De todos modos, vamos a Las Tres Escobas después, por si quieres venir.

—Uh...

—Tal vez deberíamos ir directamente allí —sugiere George.

Lee luce horrorizado.

—¿Y no burlarte de tu gemelo?

—¿Has visto su cara? Ya ha pasado por mucho.

—Tenéis la misma —dice Lee—. Mia, ¿no crees que...?

—Son un poco diferentes —responde Mia.

George le sonríe a Lee.

—¡Te lo dije!

—Solo significa que los dos sois feos —dice Lee, y Mia se ríe.

Las Tres Escobas está frente a ellos, y Mia comienza a preguntarse si debería dar una excusa para regresar al castillo en lugar de soportar una incómoda hora con George y Lee. Pero supone que están bien... No debería pasar nada. Fue agradable poder reír un poco, después de lo enojada que había estado durante esa reunión.

—¿Vienes? —pregunta Lee.

—Uh —dice Mia—, si no es molestia.

—Claro que no es molestia, Mia —dice George con una sonrisa.

Sin embargo, esto todavía se siente súper raro.

Súper, súper raro.

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