27.

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Cada voto y cada comentario cuentan :)   

Los días volaban, pasaban tan rápido que cada noche era casi una tortura al saber que el día siguiente representaba un día menos.

Cinco días.
Dentro de cinco días, Kim volvería a Washington y quién sabe, quizá poco a poco se fuera olvidando de Arizona: de Minewolf, del sol, de la librería, de Marc…

Eso era lo que pensaba el chico mientras llegaba hasta la gran casa blanca de Kim.
Cuando llegó, tocó el timbre y sintió que su mano temblaba ligeramente al apretar el botón.

La había invitado a ir a su casa e iba a hablar con ella sobre la noche del incendio, ya estaba seguro de que no serviría de nada seguir ocultándole lo que verdaderamente había sucedido esa noche.

Sabía que se enfadaría, lo tenía claro y le dolía, pero sabía que eso era lo correcto.

Esa mañana había recibido la visita de Rob en su casa y en pocas palabras, le había contado que la venganza de Frank y Kelsey no tardaría en llegar.

Sabía cómo sería, seguramente algunos cristales rotos en su casa o quizá incluso le hicieran daño físicamente, aunque eso era bastante menos probable.
Lo único que Marc esperaba era que esa estúpida “venganza” no tuviera nada que ver con Kim y que con un poco de suerte, él hasta pudiera disimularlo hasta que ella se hubiera ido de Minewolf.

Confiaba en Rob y le agradecía el haberle dado el mensaje, pero sabía que él no podía hacer nada más aparte de eso.
Marc se había mostrado muy a favor del nuevo propósito del chico: había decidido cambiar, dejar todo ese rollo de la banda y las demás chorradas aparte. Ser simplemente él mismo.

Además le había comentado que Will se había decidido a seguirle y dejar el grupo también, aunque Will —a sus ya más de dieciocho años— no podría volver a empezar tan fácilmente como Rob, que apenas contaba con dieciséis.

Marc se centró en esperar a que alguien abriera la puerta y ya se dirigía a volver a tocar el timbre cuando unos pasos acelerados se acercaron y Kim abrió la puerta.

Él se quedó mirándola, embobado, durante unos segundos: tenía el pelo algo húmedo y caía, muy liso, sobre un bonito corsé negro y rojo, que la hacía parecer incluso más baja, pero a la vez más adulta.

—Vaya —alcanzó a decir Marc, perdiendo su mirada en las infinitas lazadas de la prenda y los cordones—. Estás…

Kim posó la mano en la barbilla del chico y alzó su cabeza hasta establecer contacto visual.

—Tengo los ojos aquí, Marc.

El chico se rió con su habitual soltura y confianza, y no pudo evitar notar cómo el rubor había subido hasta las mejillas de la joven, que se giró para coger unas llaves que reposaban en la mesilla del hall.

—No hace falta que lleves la camioneta, podemos ir andando.

—No, no son las llaves de la camioneta. Son las de la casa. He dejado la camioneta en la tienda esta mañana y he vuelto en el coche de Lisa.

Marc asintió y le sostuvo la puerta a Kim, hasta que ella hubo salido. Después salió de la casa tras ella.

—Y bueno, ¿me vas a decir a qué viene esa ropa tan sexy?

La chica sonrió, halagada y ambos comenzaron a caminar a buen ritmo hacia la casa de Marc, que no estaba cerca, precisamente.

—No empieces a pensar mal. Simplemente… me apetecía estar elegante en mis últimos días aquí.

El tono triste se coló en la voz de Kim, y Marc lo vio, por lo que cambió también su tono para intentar animarla.

—Eso es estar más que elegante, jovencita —Dijo teatralmente, imitando el acento rudo del sur y fingiendo una voz aún más grave.

Pronto recibió un golpe en el pecho por parte de ella y una risa desahogada.

—¿Siempre eres así de pervertido?

Marc fingió ofenderse.

—¿Yo? ¿Pervertido? Agradece que haya  hecho la versión “cateto” sin palmadita en el trasero…

Ella soltó una nueva carcajada y le tomó la mano. Era cálida, cómo él en esos momentos. Casi ni podía acordarse de ese Marc al que había conocido hacía dos meses; había cambiado tanto… Mirándole a los ojos en ese momento, no cabía duda de que él era feliz. ¿Qué pasaría cuando se fuera? Ni siquiera lo habían hablado seriamente aún. Y sabía que no volvería junto a sus antiguos amigos (al menos no con todos) pero se sentía demasiado mal dejándolo solo y también ella estaría sola aunque sus amigos estuvieran con ella en Washington.

—Oye, Marc —preguntó ella con aire algo distraído, pero a la vez seria—. ¿Crees que lo que dijo Frank el otro día…?

—Vaya, qué forma de cambiar de tema —murmuró frunciendo el ceño al pensarlo—. ¿Te refieres a las amenazas? No hará nada. Frank en el fondo es un cobarde.

Kim suspiró, un poco más aliviada. Realmente no sospechaba que Marc acababa de mentirle, era obvio que harían algo —incluso Rob se lo había dicho ya— pero con un poco de suerte lo harían cuando Kim ya se hubiera ido de Minewolf.

No quería que ella volviera a tener nada que ver con ellos. Nunca.

***

Para Kelsey, todo estaba arreglado, El plan no era del todo perfecto, pero ella no salía perdiendo en caso de que todo se descubriera; lo había dispuesto para que así fuera.

Se imaginaba la cara de Kim al ver lo que su novio había hecho y la verdad, no podía esperar a llevar a cabo el plan.
Kelsey no era tonta, sabía que Marc no iría corriendo a su lado después, seguramente la odiaría… pero eso ya no importaba, Marc se merecía urgentemente una dosis de realidad y ella se la daría.

Por fin sabría lo que se siente cuando la persona a la que quieres te desprecia y además el efecto sería mayor, según había oído comentar a sus padres, Kim se iría de Minewolf dentro de cinco días.

Marc conocería el significado de estar completamente solo y eso provocaba placer en Kelsey.

Seguramente ella nunca sabría que en realidad no se había enamorado de Marc jamás, que directamente no había querido a nadie, nunca.

Con su teléfono móvil en la mano se dirigió a la ventana de su habitación y miró la hora en el reloj. Casi inmediatamente recibió una llamada y la contestó al instante.

—Hola, Frank —murmuró con voz algo nerviosa—. ¿Ya está todo listo? ¿Estás con la camioneta ahí?

El próximo capítulo será bastante más largo, lo subiré el domingo por la noche.

¡Mil besos!

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