28.

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Cada voto y cada comentario cuentan :)   

La habitación de Marc estaba algo desordenada, pero era agradable. La sala era bastante grande y las paredes estaban llenas de fotografías y posters.

—¡Tienes una guitarra eléctrica!

Kim se abalanzó sobre ella en cuanto entró a la habitación y sin esperar permiso de Marc, la cogió entre sus manos. Era negra, bastante mejor que la que ella tenía en Washington.

—Ya te dije que la tenía.

La joven siguió contemplando el instrumento, maravillada.

—Solamente he visto una B.C. Rich como esta en casa de Álex, y la toca tanto que creo que ya es parte de su cuerpo —alzó la vista y miró a Marc con algo de timidez—. ¿Puedo?

—Claro.

Kim no tardó más de medio minuto en enchufar la guitarra al amplificador que reposaba en el suelo, regular el sonido y fijarse la correa. Comenzó a tocar Bittersweet y ambos recordaron que esa era la canción que sonaba cuando él se atrevió a besarla por primera vez. Marc sonrió al escucharla, habían pasado tanto desde entonces…

De pronto la música cesó y Kim le tendió la guitarra al chico.

—¿Tocarías algo?

Él la rechazó, riéndose.

—La verdad es que lo hago muy mal…

—Yo también, a pesar de llevar cinco años tocando, pero me gusta y eso es lo importante.

Suspirando, Marc intercambió su puesto con ella y durante unos segundos pensó qué quería tocar. Los acordes comenzaron a salir: La melodía era complicada y Kim se dio cuenta de que esa era la primera cosa que Marc no lograba hacer.

Cuando la melodía acabó ella sonrió.

—Me encanta Fear.

Marc no tardó en soltar una carcajada y terminar de dejar la guitarra apoyada en la pared, al parecer lo había hecho peor de lo que creía.

—Estaba tocando Lightning in the Storm.

Sin saber qué decir, Kim enrojeció y acabó por sentarse en la cama de Marc, avergonzada.

—No pasa nada, Kim. Te dije que no sabía tocar. Mi padre era el experto.

Ella se relajó un poco con eso y él no tardó en sentarse en la cama junto a ella, se miraron a los ojos mutuamente y fue perceptible que Kim estaba algo nerviosa. No era tonta, sabía perfectamente lo que pasaba y lo que se esperaba que ella hiciera: Estaban solos en la casa de él y sentados en su cama. Y, joder, ella se iría en cinco días sin saber cuándo volverían a verse.

Kim se acercó a besarlo y sintió su piel caliente bajo la suya. Marc enredó su mano en el largo cabello de ella y juntos se dejaron caer sobre la cama.

Para ser sinceros, Marc no podía concentrarse en ese momento: Quería hablar sobre la noche del incendio, es más, ella le había dicho que necesitaba saber las respuestas.
Se besaban cada vez más ardientemente y ambos sabían hacia dónde estaba yendo la situación, Marc sabía lo que acabarían haciendo y de pronto no fue tan fácil.

Kim se enfadaría, se enfadaría mucho cuando él le dijera lo que quería saber. ¿Iba a permitir que eso pasara después de que se hubieran acostado?

No, por supuesto que no. Bastante había hecho ya saliendo con ella cuando al parecer Kim no se daba cuenta de cómo era él. Aunque se hubiera arrepentido, había dañado a gente; personas que en ningún momento le habían hecho nada a él.

Había sido egoísta, pero la verdad es que él la necesitaba en su vida. Como ya se había repetido mil veces, era el único rayo de luz que había podido entrar en su tormenta y tampoco quería renunciar a eso.

Las manos de Kim temblaban un poco cada vez que acariciaba a Marc, y él se dio cuenta. Algo le dijo que no estaba preparada para algo así y mucho menos de esa manera.
Kim sólo iba a hacer el amor con él porque iban a separarse. Eso no podía ser una razón.

Cuando se descubrió a sí mismo intentando desatar los lazos del corsé que Kim llevaba, apartó sus manos de pronto de la prenda y miró a la chica a los ojos.

—Espera.

Ella se detuvo. ¿Había hecho algo malo? Estaba nerviosa, sí, mucho. La verdad es que no sabía cómo actuar y de pronto, un pensamiento asqueroso pasó por su mente: Seguro que Kelsey sí habría sabido qué hacer.

Se sintió mal en cuanto su mente se lo dijo, Marc le había dicho bastante claro que sólo la había besado una vez y que ni siquiera había querido hacerlo.
Suspiró y se alejó un poco de Marc, dejando espacio de sobra entre ellos.

—¿Estoy haciendo algo… mal?

—No. No, claro que no

Marc se quedó mirando a sus ojos verdes durante un segundo y sin creerse lo que iba a hacer, se recolocó la camiseta y levantó de la cama. Era un idiota por frenar lo que iba a pasar, pero mucho más idiota habría sido al usar a Kim sabiendo lo que iba a pasar después.

—Tenemos que hablar.

—¿Ahora? —Musitó ella y ese tono de voz, parecida a la de una niña, hizo sonreír a Marc.

Se inclinó y la besó suavemente, pero no tardó mucho en apartarse de ella y volver a ponerse serio de nuevo.

—Dijiste que querías respuestas, quiero dártelas.

Kim asintió con la cabeza y se sentó en la cama, apoyada en la pared mientras clavaba sus ojos en los de él.

—¿Esto va a cambiar de alguna forma lo que sientes por mí? —Marc lo dijo rápidamente y mirando a otra parte, como si esa pregunta fuera una obligación.

Kim sintió un escalofrío y de pronto comenzó a preocuparse. ¿Qué intentaba decirle?

—¿Tendría que cambiar mis sentimientos de alguna forma lo que vas a decirme?

Como toda respuesta, Marc suspiró. Kim se preocupó aún más y de pronto tuvo el impulso de decirle que lo dejara, que no hacía falta que le diera explicaciones. Pero en el fondo las quería, sentía que no podría llegar a tener toda su confianza depositada en él a no ser que se lo contara todo.

—¿Por qué pasó? ¿Qué queríais?

El joven sintió que su cuerpo estaba acalambrado, ya no había vuelta atrás. Clavó sus ojos azules en los de ella, seriamente.  Pensar que en ese momento lo miraba con esa mueca inquisidora cuando, apenas unos minutos atrás, la había tenido entre sus brazos…

—Ya los conoces, son como pirañas con un plato de carne delante —se acercó a ella—. No me estoy quitando culpa pero… todo era muy confuso, Kelsey me retó y yo…

—¿Tuviste que darle al público lo que pedía? —Kim sonrió amargamente.

La verdad es que no estaba enfadada ni lo iba a estar, pero la decepción era algo que no podía controlar y ya comenzaba a estar decepcionada.
¿Qué esperaba que le dijera? ¿Que no fue culpa suya y que le obligaron?
Sabía perfectamente que Marc lo había hecho con consciencia, sabiendo qué estaba haciendo y sí, bajo presión, pero aun así era él quien controlaba sus actos.

—¿Viniste esa tarde a la librería sólo para robar las llaves?

—Sí.

Su voz sonó imparcial, estaba nervioso y se sentía culpable. Demasiado.

—¿Lo hiciste porque sabías que estaría yo?

Esa pregunta fue como una puñalada. Era como si le preguntara “¿Me has manipulado conscientemente?” Y lo peor era que no quería mentir, que le diría la verdad.

—Sí.

Kim apretó la mandíbula y desde su posición vio cómo ella se encogía un poco más en la cama, parecía una niña pequeña y quería ir a abrazarla y consolarla, pero eso no era lo que ella quería en ese momento.

La chica alzó de nuevo los ojos, brillantes.

—¿Quemaste tú la librería?

—No, fue Frank. Se cabreó mientras estábamos dentro, quemó un libro y huyó.

—¿Y por qué no le acusaste?

Marc chasqueó la lengua.

—No es tan fácil. Frank es un cabrón, si yo hubiera abierto la boca, él habría tirado a los leones a Rob y a Will. Por eso él sabía que yo no diría nada.

—¿Y ellos dos también participaron en el incendio?

Las preguntas parecían no querer acabar nunca, pero al menos ya había pasado la peor parte.

—No, estaban fuera en ese momento. Tampoco estaba Kelsey, aunque ella sí tuvo mucho que ver. De todas formas Rob y Will los han dejado, se han dado cuenta de que no vale la pena.

Kim se levantó de la cama y asintió lentamente con la cabeza. No sabía qué decir, en realidad lo único que quería en ese momento era poder pensar un poco la situación.
Las respuestas ya las había imaginado, pero siempre duele mucho más cuando la persona a la que quieres te confirma tus sospechas.

Se quedó quieta un momento y él se situó detrás de ella. Estaba a sólo un suspiro de poder tocarla, pero en ese momento no se atrevía a moverse.

—¿Me odias?

Kim sonrió con dificultad y se dio la vuelta, encarando a Marc.

—No, no. Sabes que te quiero.

—¿Pero…? —Adelantó él.

—Pero necesito pensar un poco sobre todo esto. No me gustaría hacer nada de lo que luego fuera a arrepentirme.

Él asintió con la cabeza, al menos no era una declaración de odio y venganza, como había esperado.
Con sorpresa, recibió un suave beso de la chica en la mejilla (casi imperceptible) y unos segundos después, la puerta de su habitación se cerró con un portazo.

Sintió un vacío en el estómago,  ¿había hecho lo correcto?

No pudo seguir pensándolo ya que de pronto, el sonido de su móvil le alertó. Se acercó al escritorio y cogió el móvil, pero nada le preparó para la extrañeza que sintió.

Era Kelsey quien le estaba llamando.

***

Cuando Marc llegó a la plaza principal de Minewolf, sólo necesitaba ver a Kim.
Había intentado hablar con ella en cuanto había recibido la llamada de Kelsey, pero Kim no había respondido al teléfono. Seguramente era demasiado pronto para hablar con ella.

Había anochecido hacía unos veinte minutos y aunque debería habérselo tomado como una broma pesada o algo por el estilo, Marc no había podido resistirse a ir a comprobar lo que Kelsey le había dicho.

Cuando el chico había descolgado el teléfono unos minutos antes, la voz perversa de Kelsey lo había sorprendido.

—Hola, Marc —había comenzado, como saboreando las palabras—. ¿Qué tal está tu novia? La he visto salir de tu casa muy preocupada… espero que no haya tenido ningún accidente con su camioneta al volver a casa.

Kelsey había colgado antes de que Marc pudiera decir nada, pero su corazón se había acelerado y su boca se había secado. Inmediatamente había salido corriendo hacia la puerta, esperando que esos cabrones no hubieran sido capaces de hacer algo a Kim.

Al parecer, ellos no aceptaban que el problema lo tenían con él y no con Kim.

La plaza estaba excepcionalmente vacía y Marc pensó que seguramente había partido de fútbol o algo por el estilo.
Una señora mayor pasó por su lado y lo saludó, amigablemente.
Aún recordaba cómo hacía un mes, nadie quería saludarle por la calle tras el incendio y mucho menos cruzar un par de palabras con él. Lo único que recibía eran miradas de odio e insultos.

A unos metros, en un callejón, Marc vio aparcada la plateada camioneta de Kim y se acercó corriendo hacia ella.

Aparentemente, estaba vacía. ¿Kim se habría ido andando a casa?

Con el corazón latiendo a mil por hora, se acercó a los cristales y miró dentro del vehículo.

Nada, no había nadie.
Rezaba todo lo que podía para que todo hubiera sido una broma de mal gusto de Kelsey y que en realidad Kim estuviese en su casa, a salvo.

Suspiró, aliviado, y se alejó del coche.

Iría a la casa de Kim. No quería ser pesado ni seguir molestándola, pero lo haría si eso implicaba asegurarse de que estuviera a salvo. No podía perderla, es más, no iba a hacerlo por más que la gente intentara separarlos. La quería y eso era lo único que importaba.

Con las manos en los bolsillos, Marc se giró y comenzó a andar en dirección a la casa de Kim y Simon, pero no había dado más de tres o cuatro pasos cuando se oyó un estruendo horrible.

Marc se giró inmediatamente y oyó el ruido de cristales rotos. No supo cómo sucedió, pero al instante siguiente, los asientos traseros de la camioneta de Kim comenzaban a arder y el fuego se iba extendiendo poco a poco por todo el vehículo.
Una imagen muy familiar le vino a la cabeza, un año atrás, y al principio no supo cómo reaccionar. Parecía que estaba fuera de control, pero necesitaba ser dueño de sus actos. Tenía que hacer algo.

El joven ahogó un grito y se acercó corriendo al furgón, pero vio que era mucho más prudente alejarse del fuego ya que si éste llegaba al depósito, la camioneta podía explotar.

Durante unos segundos de confusión, pudo ver difusamente una figura vestida de negro escapar por el callejón y cuando la figura se detuvo unos segundos, reconoció indiscutiblemente la sonrisa malévola de Frank.

Su cerebro le ordenó que fuera tras él e hiciera volver a ese cabrón, pero cuando quiso hacerlo, descubrió que en apenas un par de minutos, la gente comenzaba a llegar a la plaza.

Al parecer, habían oído el estruendo desde sus casas y no habían tardado en salir corriendo. Algunos llevaban cubos de agua, incluso, pero Matthew Rice, el alcalde del pueblo, se situó rápidamente en primera plana.

—No os acerquéis, ni se os ocurra —Gritó, alzando los brazos—. La policía y los bomberos están de camino.

Marc no pudo evitar darse cuenta de que al pronunciar la palabra “policía” le había mirado a él y entonces, de pronto, todo encajó en su mente.

—No os acerquéis, con estos trastos viejos nunca se sabe si podría explotar en cualquier momento.

La cabeza de Marc comenzó a darle vueltas mientras el alcalde Rice seguía alejándolos a todos de las llamas. Nuevos habitantes del pueblo llegaban y la gente comenzaba a cuchichear mientras le señalaban.

Aunque cuando la cosa se puso fea de verdad fue cuando las sirenas de la policía y los bomberos comenzaron a oírse, cada vez más cerca de allí.

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Bueno bueno, ¡ya se ha liado!

Ya os he dicho que estamos muy cerquita del final así que intentaré acabar de subir la historia entre esta semana y la siguiente, por lo que me veréis por aquí muy a menudo.

¡Mil besos, lectores y lectoras!

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