Capítulo 22 - Arcano VIII - La Fuerza

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La Fuerza: Sublimación o regulación de las pasiones y bajos instintos; poder, energía, gran amor; el espíritu que domina la materia; acción, coraje, éxito; poderosa voluntad y gran fuerza física; la fuerza interior que domestica la bestia; poder sobre los animales.

INVERTIDO

Discordia, ruina; debilidad, testarudez, abuso de poder; impaciencia, temeridad, grosería, insensibilidad; dureza, crueldad, furor.

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Las tres de la madrugada. La luna llena brilla en todo su esplendor. Un poco de sus rayos se cuelan entre las cortinas de la recámara de Selene, iluminan tenuemente una silueta dibujada bajo una delgada sábana sobre la cama. Una espesa y oscura neblina se filtra por debajo de la puerta de su habitación. Poco a poco se eleva, se condensa, comienza a esbozar la silueta de un cuerpo de mujer. Éste, aún translúcido, empieza a caminar muy despacio mientras se solidifica. Para cuando está junto a la cama ya parece un cuerpo desnudo de carne y hueso, piel perfecta, cabello negro y ojos grises.

Retira suavemente la sábana y ahí está el cuerpo dormido, apenas vestido de la joven mujer. Dormía únicamente con unas bragas de encaje color salmón y una blusa de algodón sin mangas.

Su gata salta sobre la cama interponiéndose entre ella y su ama, las garras extendidas perforan el cubrecama, su lomo arqueado como si quisiera alcanzar el techo, las orejas pegadas a la nuca, el hocico abierto de una manera que parece sobrepasar los límites de su pequeña cabeza, mostrando unos afilados dientes como de porcelana. Bufando con fiereza y dispuesta a morir por defenderla.

—Maldita zorra, te haré pagar muy cara tu humillación, a tu gata la mataré primero, haré que te comas sus tripas. Pero tú no te irás tan pronto, te haré sufrir, haré tu pesadilla interminable. Me rogarás que te mate. No te dejaré despertar. Agonizarás por lo que te parecerá una eternidad, tu tortura será legendaria hasta en el infierno...

—Pues a mí ya me estás matando del aburrimiento —dijo una voz conocida por ella.

Volteó hacia el origen de la interrupción, el armario, sin abrir la puerta, atravesándola como si estuviera hecha de humo, salió caminando Dante, con toda tranquilidad y con las manos en los bolsillos del pantalón.

—Vaya que eres terco, o muy estúpido, ya sabes que no puedes detenerme en este plano, la vez anterior te perdoné la vida por ser familia, pero esta vez no seré tan tolerante. Creí que habías aprendido la lección.

—Claro que lo hice, sé bien que no tengo oportunidad contra ti, recuerdo que ya ni siquiera tengo la protección de los atalayas, jamás podría hacerte ningún daño aquí. Pero él sí.

De pronto el centro de su pecho estalló, salpicando de icor el rostro de Dante, quien ni siquiera pestañó, con más asombro que dolor, ella bajó la mirada para ver su propio corazón saliendo de su tórax empujado desde atrás por la punta de una especie de lanza. Lo tomó con ambas manos como tratando de meterlo de nuevo, miró fijo a Dante con odio abrasador en sus ojos amarillos y estalló en millones de partículas de oscuridad. Sólo el corazón aun latiendo se mantuvo intacto atravesado de lado a lado por la lanza.

Empuñándola estaba un anciano de largo cabello blanco, parecía ser tan viejo como las montañas mismas, su piel arrugada era bronce bruñido por el efecto de incontables años bajo el implacable sol del desierto, vestía ropa de gamuza y había un par de plumas de águila atadas a su cabellera, apretaba los párpados con fuerza.

Las partículas trataban de disiparse, el anciano comenzó a entonar un cántico, rítmico, melodioso, tranquilizador. Parecía que el aire mismo se hacía más respirable con sólo escucharlo, la nube de perdición negra comenzó a ser absorbida dentro del corazón. El anciano no se movió hasta que el último átomo de maldad estuvo atrapado en su interior. Entonces sin dejar de cantar tomó el corazón pestilente con una mano y comenzó a atar una correa de cuero alrededor de él. Dio muchas vueltas hasta cubrirlo por completo, luego metió el bulto dentro de una bolsa de gamuza y tiró de un cordón para cerrarla.

Dejó de cantar y abrió los ojos, blancos por las cataratas. Era obvio que no los necesitaba para ver.

—Muchas gracias Sani, viejo lobo, te debo una. Bueno, otra.

—No me debes nada Ata'Halne, no lo hice por ti, lo hice por ella. Después de todo, es de la familia —respondió el anciano señalando a Selene, quién se había sentado, tenía a su gato acurrucado sobre su regazo y había observado todo lo sucedido. Bueno, más bien una parte de su espíritu había hecho todo eso, ya que su cuerpo físico seguía durmiendo sobre la cama.

—Dante, no sé cómo entraron a mi casa, pero gracias por salvarme —expresó Selene. Al estar dentro de un sueño, las cosas más ilógicas parecen tener sentido, por lo que no le parecía tan extraño verlos ahí—. ¿Quién es tu amigo? Sani creo que lo llamaste.

—Él es tu tatarabuelo —explicó Dante mientras se sentaba en la cama a su lado—. Yiska es su verdadero nombre, Sani significa simplemente «anciano». Pero en verdad no estamos aquí, bueno, no físicamente. Estás dormida, entramos a tu sueño. Sabíamos que Qarinah querría vengarse por lo que le hiciste.

—¿Tengo un tatarabuelo?, ¿en serio?, ¿y qué eres, apache, comanche? —preguntó la joven entusiasmada.

—Sí mi niña —dijo el anciano—, lo tienes. Y hay sangre navajo corriendo por tus venas —explicó mientras a su vez se sentaba al otro lado de ella.

—¿De verdad?, es un honor, en serio lo siento así.

—Así debe ser, lleva tu herencia con orgullo pequeña.

—¿Y qué significa lo que le dijiste a Dante?, Jata, Hasta... —preguntó entornando los ojos tratando de recordar.

—Ata'Halne, «El que interrumpe». Verás, fue mi discípulo hace muchos años, pero era un pésimo estudiante...

—No era tan malo, sólo algo impaciente.

—Y la paciencia es una de las virtudes más importantes, insensato. Lo vez, me volviste a interrumpir —tronó el anciano exasperado.

Selene rio al ver a Dante ser reprendido por su antiguo maestro, luego dijo:

—Entonces, ¿ya terminó todo?, ¿ya mataron a esa cosa?

—Aún no —respondió Dante—. Recuerda que no es posible destruir a esas cosas de noche, hay que esperar a que amanezca. Pero mi antiguo maestro se encargará de hacerlo a primera hora.

—Y lo haré con gran gusto, nadie se mete con mi familia. Ahora debes dormir de nuevo para que puedas despertar.

Al escuchar las últimas palabras del anciano, ella sintió mucho sueño, se recostó exactamente sobre su otro cuerpo formando uno sólo de nuevo. Su gata bajó de la cama y también volvió a dormir en el suelo. Antes de cerrar los ojos Selene preguntó:

—Y Yiska, ¿qué significa?

—Es un nombre muy apropiado para lo que acaba de suceder —dijo Dante mientras la cubría con la sábana—. Significa «La noche ha pasado».

Entonces ella cerró los ojos y quedó dormida dentro de su propio sueño.

—Oye, Sani, ella ha sufrido muchas cosas, ya tiene bastantes problemas como para lidiar con los horrores de los últimos días. ¿No podrías hacer esa cosa?, ya sabes... —preguntó mientras colocaba sus dedos índice y medio sobre su propia frente. Además de preocuparse por su salud emocional, también pensaba que Carlos lo perdonaría más fácil si hacía esto.

—Creo que será lo más apropiado.

En anciano se reclinó sobre ella, puso sus dedos sobre su frente y entonó otro cántico, más suave y melodioso que el anterior. Parecía una antigua canción de cuna. Después de un momento, dejó de cantar y se levantó.

—Listo, no recordará nada de las criaturas que ha conocido, si acaso como viejas pesadillas, lejanas y fragmentadas. También a mí me recordará como un sueño, pero tal vez recuerde lo suficiente para que quiera conocer sus raíces.

—Sé que no lo haces por mí, pero igual, muchas gracias.

—Hasta pronto, y suerte en lo que haces, se ve que la necesitas.

El anciano se dispersó en una nube de vapor blanco, llevándose la bolsa con el negro corazón. Dejó tras de sí la fragancia de la arena bañada por el rocío de la mañana.

Dante le echó un último vistazo a la perfecta silueta de Selene dibujada bajo la tela. Sonrió, sacó un pequeño espejo de su bolsillo, miró su reflejo y desapareció.

Despertó en el asiento de su auto, se había aparcado cerca de la casa de Selene. Su pericia navegando por el plano astral distaba mucho de ser considerada apropiada siquiera. Si intentaba llegar desde más lejos corría el riesgo de perderse, por lo que había dormido las últimas noches así: vigilando su habitación, esperando que Qarinah apareciera. Al fin lo había hecho, ahora podría dormir cómodamente en su departamento. Yiska por otra parte, él podía viajar instantáneamente desde el desierto de Arizona sin ningún problema, dejando su cuerpo cómodamente dormido en su casa. Pero igual que él había estado al pendiente de su descendiente desde que Dante le avisó del peligro que corría. Marah no era tan fuerte, así que los hechizos de protección invocados por Dante y Yiska la mantendrían alejada de sus amigos.

—Dulce Castillo —murmuró Dante—. Más bien: «Dulce Castigo» ...

«Maldición, mirar así de escasamente vestida a esa niña me ha puesto muy mal, ojalá Marah decidiera hacerme una visita, sé que es tan peligrosa como besar con lengua a una cobra, pero creo que el riesgo valdría la pena.» Se dijo a sí mismo mientras se alejaba en su viejo auto rumbo al horizonte como si persiguiera a la luna. Mientras en su oficina, el último pétalo de una rosa marchita caía al suelo.

F I N

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Gracias por seguirme. Espero les haya gustado mi historia. Tal vez agregue un epílogo en un par de días. Me gustaría mucho saber su opinión.

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