Capítulo 17. Phoebe Grey

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Phoebe Grey.

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—¿Este chico es tu novio? —se ríe mi compañera Luisa—. Es un poco pequeño, ¿No?

Presiono mis labios con molestia porque nadie la invitó a nuestra conversación.

—¿Por qué? ¿Te gusta? —le dirijo una mirada irritada—. Solo debiste decirlo, Lui. Burlarte te hace parecer desesperada.

Ella frunce las cejas, pero finalmente se endereza apartando su cabeza hueca de en medio, así puedo volver a ver la cara del chico sentado a mi lado en la banca.

—¿Qué? ¡No! —chilla—. No me gustan los niños, prefiero a los chicos de secundaria.

—Igual que a Phoebe. —se ríe Liam.

Luisa y yo nos miramos, ella con asombro y yo todavía molesta de que interrumpiera mi conversación con mi mejor amigo.

—De todas formas, ¿Qué quieres? Nunca me hablas.

Mi odiosa compañera hace un gesto con la boca, que rápidamente cambia a una sonrisa muy falsa.

—Me preguntaba si podría ir a tu casa algún día, ya sabes, a escuchar música o ver alguna película.

Mis ojos se entrecierran con sospecha, no porque sea desconfiada como papá, sino porque es extraño que ella de pronto sea tan amistosa conmigo. Luego lo capto.

Oh, rayos. ¿Ella quiere ver a Teddy? Infiernos, no.

—No, lo siento. Tengo cosas que hacer, muy importantes, y mi papá es muy estricto.

Liam asiente en apoyo, lo cual agradezco porque lo hace parecer más realista. Luisa hace una mueca otra vez, torciendo su boca a un lado.

—¿Cómo qué? Estoy segura que lo estás inventado.

—No lo hago. —digo al tiempo que mi amigo dice: "no lo hace".

Ambos nos miramos rápidamente, pensando en alguna actividad que sea muy demandante y que requiera todo mi tiempo.

—Baila Ballet. —agrega Liam.

¿Ballet? ¿Está loco?

—Es gimnasia. —golpeo su brazo—. ¿Cuántas veces tengo que decirlo, Li?

El rubio se ríe un poco antes de levantarse y acercarse a la orilla de la acera, donde su autobús se detiene.

—Si, lo olvidé. Lo siento. Nos vemos mañana.

Luego desaparece dentro del autobús escolar que lo llevará a casa mientras yo me quedo ahí con la tonta Luisa y su repentino interés en mi hermano.

—Y bien, ¿En dónde tomas tus clases de gimnasia? ¿Tu hermano te lleva?

Dios, llévame.

—No, solo déjame en paz. Y aléjate de mi hermano.

Me subo al siguiente autobús que se detiene en la parada, feliz de estar lejos de esa entrometida y de todas las demás que vieron a Ted y a mamá en la última junta escolar. Ni siquiera sé qué rayos hacia mi hermano aquí ese día.

30 minutos más tarde estoy entrando por la reja de la casa. Papá y mamá todavía no están aquí, así que voy primero a la cocina con Gail por algo de comer.

—¿Cómo te fue? —pregunta, amistosa como siempre.

—Bien. ¿Ted llegó? ¿Harry?

Ella niega con la cabeza, aun revolviendo el contenido de un sartén en la estufa. Espero un rato más en la cocina hasta que es la hora de llegada de mamá, pero son ambos los que llegan.

Me encuentran sentada en el sofá de la sala, mis manos puestas en mi regazo y mi mejor mirada triste. Mamá está a mi lado al instante.

—Phoebe, cariño, ¿Qué pasó?

Papá se detiene por detrás de ella, arrancando la corbata de su cuello con molestia.

—Nada mamá, es solo que... —papá me interrumpe con un gruñido.

—No.

—¡Christian! —mamá frunce las cejas—. No ha dicho nada aún.

Papá lanza la corbata y cruza los brazos frente a su pecho.

—¿Es sobre Jamie Sawyer?

¿Qué?

—¡No! —es mi turno de gritar.

Papá suelta un suspiro exagerado.

—Jodidas gracias, Dios. —luego gira sobre sus talones—. Ahora ve a hacer tu tarea.

No tengo que mirar a mamá para saber que pone los ojos en blanco como siempre hace y le dirige una mirada exasperada. Yo espero tener algún día ese nivel de comodidad con Jamie.

—Nena, ¿Qué es? Dime.

—Lo he pensado mucho y creo que es el momento para que yo... —ambos me miran con los ojos muy abiertos—. Tome alguna clase extracurricular, tal vez algo deportivo como gimnasia. No estoy segura del ballet, pero me gustaría intentar...

...Algo que me ayude a tener amigas de mi edad.

Papá sonríe y asiente antes de que pueda incluso mirar a mi mamá, que lo mira con ojos entrecerrados. Él simplemente parece feliz.

—¡Si, por supuesto! —mamá abre la boca para hablar, pero él vuelve a interrumpir—. Cualquier cosa que te mantenga lejos del chico Sawyer.

Mamá resopla y se pone de pie. Primero me da una palmadita y una sonrisa.

—Cariño, ve a tu habitación y empieza a buscar la clase de tu interés, necesito hablar algo con tu papá.

Mierda. —dice bajito, pero lo escucho—. ¿Qué hice?

Salgo de la sala y me dirijo a las escaleras, aunque no subo. Me quedo ahí en el primer escalón escuchando lo que sea que mis padres van a discutir sobre mí como si fuera una niña de 6 años.

—¡Christian! Deja de molestar a Phoebe y a Jamie. —mamá presiona sus manos en las mejillas de papá—. Basta de luchar contra ella, lo harás peor.

—¿Entonces qué? ¿Me siento y observo como ese jodido chico se lleva a mi princesa y la hace parte de las boberías de Luke?

Hasta acá escucho el resoplido de frustración de mi madre.

—No. Pero deja de insistir en que se aleje de él, es imposible, y sabes que hará exactamente lo contrario.

—Bueno, esa es tu culpa, Cerecita. La niña lo heredó de ti, tú y ella van a matarme.

Mamá se ríe, pero el tono de su voz baja cuando lanza una advertencia.

—Si, lo heredó de mí. Y es tan terca como tú. Esa es una receta para el desastre, mi amor. —le acaricia el cabello con ambas manos—. Y no harás que Phoebe cambie de opinión. Es probable que ya haya elegido el color de los manteles para la recepción.

—¿Los qué? ¿Manteles? ¿Cuáles jodidos manteles? —subo corriendo la escalera porque papá sigue gritando—. ¿Cuál jodida recepción? ¿Ana? ¡Ana! ¡Phoebe!

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