Capítulo 2. Theodore Grey

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Theodore Grey.

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Jamie Sawyer es un idiota.

Le lanzo otra mirada furiosa y él solo encoje los hombros con indiferencia, sentado a mi lado en lugar de estar junto a Evangeline. Idiota.

Vuelvo mi vista a Patricia y al dedo enredado en su cabello rubio mientras me sonríe, mordiendo su labio inferior. No hemos prestado atención a la película desde que comenzó y ha estado susurrando que debería besarla.

Y lo haría, pero la mirada insistente de Eva sobre ella, tratando de llamar su atención para no sentirse ignorada me desconcentra. Mi cita está arruinada.

—Jamie, ¿Por qué no llevas a Eva a la dulcería? —le pido, esperando que capte el mensaje.

Él estira la mano.

—Claro, le compraré más palomitas y otro refresco. —agita su mano otra vez—. ¿Tú quieres algo, Patty?

Ella le dedica una mirada incómoda y niega, pero le hace una seña a Eva para que se mueva. Al menos no soy el único desesperado por llegar a los besos.

Deslizo un billete de 5 dólares en la mano de Jamie.

—Eh, ¿Ted? Esto no es suficiente.

¿Cómo carajos no? Quiero decirle que use su propio dinero para sus malditos nachos con queso, pero recuerdo a la rubia y su prima mirando. Tomo otro billete de 5 y lo pongo en su palma.

—Aquí tienes, amiguito. —me aparto para que él pase frente a mí y se lleve a Eva—. Tómense su tiempo.

Eva le sonríe a Jamie, pero es tan tonto que no creo que lo note, a menos que esté fingiendo no darse cuenta de los coqueteos de ella por ese estúpido asunto de mi hermana.

—¿Ted? —la voz de Patricia me saca de mis pensamientos—. ¿Vas a besarme ahora?

Rayos.

—Si, bebé.

Me inclino hacia ella con calma, tomando directamente sus labios con una suave presión, dulce al inicio. No quiero presionar y meter mi lengua en su boca tan pronto cuando podría dejarla queriendo más.

No voy a alardear con ella, pero tengo cierta fama que atrae a las chicas como moscas. Soy guapo, soy listo cuando quiero serlo y Jamie y yo estamos en el grupo de los populares gracias a nuestros padres.

Aunque por supuesto, tengo más experiencia que él en este asunto de las citas.

Mi mano se apoya ligeramente sobre el brazo de Patricia para acariciarla, pero algo me empuja antes de que un bote de palomitas me golpee la cabeza.

—Uy, perdón.

Jamie se sienta a mi lado y lanza un puñado de maíz en su boca. Por la expresión de Eva, ella está decepcionada de que él se sentara junto a mi otra vez.

—¿Qué carajo, Jamie? Ten cuidado, hermano. —me paso los dedos por la frente y siento la mantequilla caliente haciendo una mancha.

—Perdón, es que no pude resistirme a las palomitas recién hechas. ¡Amo el olor de la mantequilla!

Patricia se deja caer de nuevo en su asiento, manteniendo la vista al frente y con el ceño fruncido de molestia. Carajo, mi vida apesta justo ahora.

Patricia y Eva platican el resto de la película, lanzando miradas ocasionales hacia nosotros y riendo de algo. Me tengo que conformar con tomar el bote de palomitas de Jamie y comer hasta que se acaban.

Las luces se encienden un poco después y las personas comienzan a levantarse de sus asientos para salir, lo que es perfecto porque quiero acompañar a Patricia a casa. Con suerte obtendré otro par de besos y una siguiente cita.

Antes de que enlace su brazo con el de su prima, la rodeo por los hombros para hablarle.

—¿Y bien? ¿Crees que puedes confiar en Jamie para acompañar a Eva a casa?

Las chicas se miran y asienten, Eva buscando de nuevo la mirada de Jamie. Si, otra oportunidad. Caminamos hasta la salida del complejo, feliz de saber que ellos se dirigen a la izquierda y nosotros a la derecha, con algo de privacidad extra.

—Entonces... —carraspeo para que me miren—. Llevaré a Patricia a casa, Jamie, ¿Tú podrías...?

Me detengo porque él golpea mi otro hombro y señala.

—¿Ted?

—¿Qué? —gruño.

Jamie se rasca la cabeza y la inclina en dirección a la calle, pero no entiendo lo que dice. O lo entiendo hasta que veo el auto patrulla detenido junto en la acera y la mujer con el impecable uniforme de color azul.

¿Mamá?

—Theodore. —me llama, gracias Dios que no usa el ridículo diminutivo—. James. Chicas.

Asiente hacia ellas con respeto y una cara seria. El hombre más joven que la acompaña nos mira con molestia, de uno a otro como si hubiéramos cometido un delito.

—¿Quiere que los lleve a casa, capitán?

Mamá se toma un momento para decidir y yo maldigo en voz muy, muy baja.

—Solo a las chicas, Corey. Asegúrate que lleguen a salvo a casa y que no se metan en problemas con sus padres por esto.

El policía extiende la mano hacia la patrulla para que ellas suban, haciéndolo sin mirarme o darme al menos una pequeña despedida.

—Ustedes dos conmigo. —nos habla mi madre.

Su auto patrulla está detenido más adelante, nos abre la puerta para que subamos a la parte trasera donde nuestros castigos inician.

—¡Pero mamá! —me quejo, alguien de la escuela podría vernos o tomar una fotografía.

—Arriba Ted, no me hagas pedir refuerzos.

Rayos.

Subo al auto seguido de Jamie y empuja la puerta con fuerza, sabiendo que estamos atrapados y a merced de su discurso. Conduce primero a casa de Jamie y le pide que baje en silencio, lo que mi mejor amigo de toda la vida hace rápidamente.

Luego es mi turno mientras me lleva a casa. Estaciona frente a la casa y baja para abrir mi puerta, pero se atraviesa para que no pueda salir todavía.

—Esto no era necesario. —me quejo cruzando los brazos.

—Si, lo era. —se inclina y se baja los lentes oscuros para que pueda mirarla—. Quiero que recuerdes esto cada vez que salgas de casa sin hacer primero tus tareas y sin pedir permiso.

—¡Le dije a papá! ¡Él me dio permiso!

—Le mentiste a tu padre, Teddy. Dijiste que era una salida con todos los compañeros, no una cita. —se aparta para que salga del auto con mi mochila—. Si no puedo confiar en ti, tampoco puedes salir, jovencito.

Carajo.

Camino hacia la casa sintiendo que el enojo disminuye y la decepción de mentirle a mis padres crece. Phoebe está en las escaleras cuando paso por ahí para ir a mi habitación, solo observando.

Ella no sería capaz de delatarme con mamá, ¿O sí?

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