Capítulo 20. Jamie Sawyer

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Jamie Sawyer.

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—¿Para qué son las flores, Jimmy boy? —Marcie me mira por el espejo retrovisor de la camioneta de mamá, sin importarle que es quien conduce.

—Es el cumpleaños de Phoebe. —digo, esperando que eso calme su curiosidad.

Su gemela gira la cabeza desde el asiento del copiloto para mirarme.

—Eso es muy lindo, Jamie. Estoy segura de que a Phoebe le gustarán mucho.

Eso espero.

He esperado por su cumpleaños número 14 por un largo tiempo, por fin puedo decir que tengo una novia y presentarla a mis amigos.

—¿Flores? —Marcie arruga las cejas, mirando a Maddie—. ¿Para qué carajos querría flores? Debiste comprarle chocolates, chico.

Miro a mis hermanas discutir, porque eso es lo que ellas hacen todo el tiempo. Evito mencionar que fue mamá quien me aconsejó y me llevó a comprar un obsequio que pagué con mis propios ahorros.

—Las flores son lindas, es romántico. —Maddie me defiende—. Dios, me siento tan vieja viendo a Jamie vivir su primer amor.

Se ríe bajito y al instante sé que Marcie pone los ojos en blanco... Y no en la carretera frente a ella.

—Mierda, sí. Pasamos de cambiar los pañales sucios de Jamie a llevarlo a su primera cita oficial. —Se pasa la mano por el cabello—. Necesito una cerveza.

Agradezco en silencio cuando estacionamos en el camino de entrada de los Grey, y casi quiero bajar corriendo antes de que mis hermanas intenten darme algún consejo.

—Gracias, las llamaré cuando la fiesta acabe. —cierro la puerta corrediza y me alejo de ellas—. Ya pueden irse, las quiero.

Voy por el camino de entrada sin mirarlas y levanto la mano para golpear la puerta. Espero unos segundos, deseando ver la sorpresa en el rostro de mi novia cuando la puerta comienza a abrirse.

—¡Feliz c...! —la cara pálida de Liam aparece y me interrumpe—. ¡Hey, tú no eres Phoebe!

—Ya lo sé. —se queja, pero su mirada está detrás de mí—. ¿Quién te trajo? ¿Tu papá? ¿Tus hermanas?

Qué le importa.

Lo empujo porque quiero entrar a la casa y encontrar a Phoebe antes de que su padre o su hermano me alcancen. Papá me advirtió que me cuidara de ellos.

—¿Phoebe? —sigo el sonido de la música hacia el patio.

Sé que probablemente es ahí donde estén celebrando la fiesta porque Ted dijo que vendrían las amigas de Phoebe y la familia, pero solo Liam me sigue.

Alguien me detiene del brazo y me gira antes de gritar.

—¡Jamie! ¡Viniste! —Ted mira las flores y frunce las cejas—. ¿Trajiste flores? ¿Par qué rayos querría flores?

—¡No son para ti, idiota! —papá de advirtió que los hombres Grey no apreciaría el gesto—. Son para Phoebe.

Ted hace una mueca de disgusto antes de señalar la sala con su mano libre, la otra lleva un tazón de palomitas de maíz con queso.

—Déjalas en la cocina y ven, quiero mostrarte el nuevo juego que compré de peleas.

Quiero ir, pero no es eso por lo que vine. Los videojuegos pueden esperar, hoy tengo que llegar a mi chica antes de que...

—Sawyer. —el señor Grey apoya su pesada mano sobre mi hombro—. Necesito hablar contigo un momento.

Bueno, carajo. Voy a morir sin recibir al menos un beso de mi novia.

—S...sí, señor.

Me empuja por el pasillo que lleva a su oficina, luego por la puerta y hacia la silla frente a su escritorio. Se toma su tiempo para sentarse, echando un largo vistazo a su nombre en la placa que dice "jefe de detectives, Christian Grey".

—Bien, Jamie. Has crecido aquí junto a mis hijos, prácticamente eres de la familia, pero que eso no te confunda. Mi hija es un asunto totalmente diferente y voy a asegurarme que la trates con respeto.

—Si, s... —levanta la mano para interrumpir, así que solo asiento para que sepa que estoy escuchando.

—Verás, mi esposa y yo tenemos diferentes puntos de vista sobre lo que es mejor para mi hija. Yo espero que ella se enfoque cien por ciento en la escuela, pero prohibirle verte podría hacer que ella se encapriche más. —luego agrega en voz un poco más baja—. Dios sabe que esa niña heredó la belleza y la inteligencia de su madre.

Lo sé. Papá me contaba muchas historias cuando era niño sobre sus compañeros de trabajo y las misiones especiales. Aquella donde se enfrentó a un cartel mexicano es su favorita.

Mi suegro sigue hablando y yo me esfuerzo por poner atención.

—Como dije, tenemos diferentes opiniones. Pero creo que tú y yo podemos llegar a un acuerdo si... —la puerta del estudio se abre y la señora Grey entra.

Me dedica una gran sonrisa antes de fruncir las cejas hacia su esposo.

—Amor, ¿Qué dijimos sobre asustar al pobre Jamie?

El señor Grey desvía la mirada hacia su licorera.

—Que iba a controlarme, pero, carajo Cerecita, el chico tiene como 17 años. Sé lo que quieren esos chicos a su edad.

Su esposa arquea una ceja en alto y lo mira por largos segundos, luego se gira para mirarme.

—Jamie, cariño, ¿Por qué no le llevas a Phoebe esas flores? Y por favor, cierra la puerta detrás de ti.

Bueno, rayos. No necesita decirlo dos veces, salgo de ahí lo más rápido que puedo y esta vez voy directo al patio a buscar a mi chica. Ella está ahí solo con Liam y Harry.

—¡Phoebe! —la llamo y ella corre hacia mí—. ¡Feliz cumpleaños!

Pongo el ramo de rosas en sus brazos y ella entierra la cara para oler su aroma, luego me sonríe.

—Muchas gracias, Jamie. Me encantan las rosas, será mejor que las ponga en agua.

Antes de que se aleje, tomo su mano y enlazo sus dedos con los míos, mi regalo para ella en mi mano libre.

—Hay algo más. —le nuestro la cajita y Phoebe la toma, luchando por mantener el agarre sobre las flores.

Apenas puede abrirla, la expresión de sorpresa se registra y me mira.

—No lo hiciste. —susurra—. Jamie...

El collar de flor a juego con los aretes que le regalé en otro cumpleaños lleva a un lado otro dije de corazón, las letras J&P grabadas en el metal. Papá dijo que era cursi, pero que a las mujeres les gustaban las mierdas cursis.

Sus palabras, no las mías.

Phoebe chilla tan fuerte que Harry y Liam se acercan, ella aprovecha el momento para empujar el arreglo en las manos de su hermano antes de lanzarse sobre mí.

—¡Me encanta! —sus brazos rodean mi cuello y me obligan a inclinarme—. Te quiero tanto.

¿De verdad?

Antes de que pueda preguntarlo en voz alta, ella planta un suave beso sobre mis labios. Y esta vez no se aparta incluso cuando su papá sale al patio.

—¡Phoebe!

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