Capítulo 65. Jamie Sawyer

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Apenas bajamos del taxi, llevo a Phoebe por el vestíbulo del Fairmont.

Todo debe estar listo, hice la reservación cuando me enteré de mi salida y me aseguré de contactar a Ted para que me ayudara. Lo chantajeé un poco, pero el cabrón sabe que está en deuda conmigo por todo lo que pasamos en nuestra adolescencia.

—Reservación a nombre del señor Sawyer. —le digo a la chica, sus ojos parpadean rápido sobre mi uniforme.

—Si, señor. —baja la cabeza y sonríe buscando en el monitor frente a ella.

Phoebe debe darse cuenta de lo que ocurre porque se pega a mi pecho y extiende su mano con el anillo de promesa que le di antes de irme.

—Lo siento si suena grosero, mi chico está muy ansioso por llegar a la habitación. —dice, y se inclina para besarme el cuello.

El calor que he estado sintiendo desde que la vi sube hasta mis orejas, y maldición, me encanta cuando ella marca su territorio.

La chica sonríe con menos fuerza, pero se apresura a deslizar la tarjeta electrónica por el mostrador para que yo la tome.

—Gracias. —Phoebs la agarra primero y camina hacia el ascensor mientras yo llevo nuestras mochilas.

Camina por delante de mi por el pasillo, dándome otra vista de ese bonito uniforme blanco que la hace ver tan sexy.

—Nena... —ella se detiene a meter la tarjeta en el lector—. ¿Las enfermeras no llevan uno de esos vestidos ajustados con medias blancas?

Mi chica se ríe y camina dentro de la habitación.

—Estoy casi segura que ese es un disfraz de enfermera zorra, nene. ¿Te gustaría que lo usara para ti?

—Mierda, si. Y necesito ver todo lo que me he perdido en estos tres años... —mi dedo hace un círculo sobre su bonito cuerpo con curvas—. Mi premio por proteger a mi país.

Phoebe se ríe. Cierro la puerta, dejo las mochilas en el piso y ella va hacia las cortinas de la habitación para abrirlas, la luz que inunda el espacio me permite verla mucho mejor.

—Bien. —gira y se sienta en el borde de la cama—. Es obvio que tienes un plan y reclutaste a mi hermano en él. ¿Cuál es ese plan?

Mi chica es tan lista, debí suponer que lo descubriría rápido y contaba con que ella estuviera de acuerdo en este secuestro exprés.

—Es muy sencillo en realidad, se trata de nosotros teniendo tiempo para reconectar antes de que tu papá decida encerrarte en casa. —su expresión cae ligeramente—. Pero no es solo sobre sexo, es sobre decidir lo que pasará con nosotros a partir de ahora.

—¿Qué quieres decir? —pregunta, y no estoy sorprendido de que su papá mantuviera en secreto nuestra conversación.

—Le dije a tu papá que cuando estuviera de vuelta, nadie podría separarte de mi. Y pienso cumplirlo.

La expresión de mi chica se suaviza.

—Bien. —libera su cabello de la coleta alta que lo sostiene y se pone de pie—. ¿Ahora vamos a hacer el amor?

—Carajo, si.

Por fin soy libre de tocar a mi chica.

Me acerco a ella y sostengo su bonita cara entre mis manos para besarla, apretando su cuerpo contra mi mientras ella invade mi boca con su lengua.

Mis manos ansiosas recorren cada curva que he querido tocar desde que ella se desarrolló: sus tetas, su cintura, su culo. Doy un tirón a la blusa blanca que lleva y los botones salen volando.

—¡Jamie! —se ríe—. Ese es mi uniforme.

—Te compraré otro, o cinco más. Mierda, tal vez debas cambiar a algo con un cierre.

Y una falda.

Phoebe se ríe pero deja de hacerlo cuando mis dedos se enganchan en sus pantalones y los bajo de un tirón. Mierda, debería ir más lento y ser más romántico.

Me aparto de ella para tomar un respiro, pero Phoebe debe pensar que me estoy arrepintiendo porque frunce las cejas y se me acerca.

—Quítate el uniforme, soldado. Ahora.

—Si, señora.

Pateo las botas, luego los pantalones mientras ella se acerca a ayudar con mis botones.  No los arranca, solo desliza uno a uno hasta que me quita la parte de arriba, luego va por la camiseta blanca debajo.

Cuando ella se aparta de mi, solo me quedan los boxers puestos.

—Bueno, vaya. Esto va mejor de lo que imaginé.

Phoebe desengancha el broche de su sostén blanco y lo deja caer al piso, mis ojos lo siguen porque, carajo. Estoy a punto de ver tetas.

—¿Jamie? —ella malditamente lo está disfrutando—. ¿Me esperaste? ¿O dejaste que alguna mujer te tocara?

Quisiera responder rápidamente a su pregunta, pero me temo que la sangre ha abandonado mi cerebro haciéndome lento.

—¿Qué? —pregunto, siguiendo con la mirada sus hábiles dedos recorrer el elástico de sus bragas—. Nena, sabes que eres la única. Ahora ven aquí antes de que mi pene estalle en pedazos por la acumulación de sangre.

Mi respuesta le gusta porque ella deja caer sus bragas blancas al piso y me deja ver por completo su cuerpo. Como sigo inmóvil, Phoebe se acerca y me toca por encima de los boxers.

—Entonces esta será nuestra primera vez, como debe ser. —su mano sube y baja, apretándome—. Me haré cargo de ti, y de tu pene adolorido si me sigues a la cama.

—Si.

Ella me aprieta con más fuerza y tira de mi hasta el borde de la cama. Se sienta y me mira con el labio entre sus dientes, luego se desplaza hasta el centro de la cama.

—¿Jamie? Esa cereza no se va a reventar sola.

Mierda.

Sacudo la cabeza para salir del aturdimiento que me causa ver su cuerpo desnudo y me arrodillo en la cama, listo para sostener mi peso sobre ella.

—Voy a besarte. —anuncio y ella se ríe.

—Esperaba que lo hicieras. —sus suaves labios me tocan—. No te detengas, Jamie. Estoy lista para llegar hasta el final.

Bueno, carajo.

Comienzo por besar sus labios, luego desciendo por su mandíbula a su cuello. Mis dedos siguen sus clavículas hasta la hinchazón de sus tetas. Son más grandes de lo que recuerdo, así que me tomo mi tiempo besando la piel delicada y lamiendo entre ellos.

Phoebe desliza las manos por mis hombros.

—Eres más grande.

—Si. —concuerdo—. El entrenamiento especial de los marines.

—Oh. —gime, y lo hace de nuevo cuando mis labios tocan sus pezones—. Se siente tan bien.

Sigo torpemente el camino hacia abajo hasta que sus piernas se abren para mí y mis hombros se encajan en ese espacio. Le lanzo una mirada rápida antes de acercarme más a su centro.

—Nena, recuerda que está también es mi primera vez y no tengo experiencia. Dime si algo no te gusta.

Phoebe se ríe de nuevo y empuja mi cabeza más abajo.

—Lo estás haciendo bien, nene. Solo no te detengas.

Tal vez debí dejar que Reynolds me explicara con más detalle como se hace esto de la forma correcta, pero la idea de aprender juntos me gusta muchísimo más.

—No lo haré, nena. —mi lengua toca su botón sensible—. No lo haré.

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