[Capítulo 19]

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CAPÍTULO 19

Cuando escuchó la respuesta de Gulf, supo lo que tenía que hacer. La casa de campaña no era el lugar adecuado para mostrarle a su querido sumiso lo que era hacer el amor. El menor había susurrado sutilmente un "si" y su corazón de volvió loco de felicidad. Por un momento pensó que, al tener el control de la situación Gulf se negaría pues el sexo no había sido nada agradable para él al ser forzado, pero cuando respondió afirmativamente a su cuestionamiento, sintió que quizás el menor sintiera algo positivo por él.

Mew se levantó y ayudó a Gulf a que se pusiera también de pie. Pudo ver la confusión en la cara del joven sumiso pero le regaló una sonrisa para que se tranquilizara. Y lo logró, Gulf pudo devolver el gesto con una sonrisa más tímida, pero sonrisa al fin y al cabo.

El empresario cargó a Gulf y sin decir una sola palabra lo llevó a su alcoba. Estaba a punto de romper su más valiosa regla de no meter a ningún sumiso a su habitación, pero Gulf había dejado de serlo desde hacía mucho tiempo, ahora lo sabía. Iba a tomarlo como su prometido, tal y como lo había hecho creer a las personas cercanas que Gulf conocía, aunque primero tenía que hacer que el hermoso joven se enamorara de él.

Gulf se sorprendió mucho cuando pasaron la puerta de su habitación para llegar a la de su dueño. Abrió mucho los ojos cuando, en los brazos de Mew, entró en ella. Era amplia, mucho más amplia que la suya, los colores que la adornaban eran grises y cafés en diferentes tonalidades. La iluminación era tenue y sutil, envolviendo la habitación en un aire íntimo y cálido.

La pared en donde estaba recargada la cabecera de la cama se encontraba fraccionada en varias partes dejando ver que por la parte de atrás de encontraba una especie de salita frente a una televisión enorme. A los pies de la cama, la cual tenía muchas almohadas y cojines, había dos sillones cuadrados sin respaldo. Y una alfombra gris claro bordeaba la aquella zona.

A un costado de la cama pudo ver una puerta, sin embargo no supo distinguir si se trataba del baño o de un closet. Aunque eso era lo menos, lo que de verdad le importaba era saber qué estaba haciendo en ese lugar, y por qué Mew lo había llevado ahí cuando prácticamente estaba prohibido.

- Mew... - dijo y el nerviosismo en su voz era evidente.

- Shhhh, tranquilo cariño – susurró depositándolo con cuidado sobre la cama – vamos a hacer el amor –

- Pero esta es tu habitación –

- Lo sé – sonrió de lado – y a partir de ahora, también será la tuya –

Se colocó encima de él para besar sus labios una vez más. Era como si la boca de aquel bello joven tuviera un imán que atraía a la suya intensamente. Lo cual le parecía perfecto, quería besarlo hasta que sus labios fueran capaces de trasmitir todo lo que sentía por él, que con un beso fuera capaz de entender que aquello ya no se trataba de un dominante subyugando a su sumiso, deseaba que Gulf comprendiera que aquella entrega era mucho más que sexo.

Después de deleitarse con el delicioso y dulce sabor de la boca de Gulf, se alejó de aquellos sensuales labios para ahora saborear la delicada piel de su cuello. No podía definir con exactitud que sabor tenía, pero con completa seguridad podía afirmar que le encantaba. Y al parecer al menor también, pues los gemidos que soltaba eran de puro placer.

Gulf recibía con gusto, todas y cada una de las caricias que el señor Suppasit le brindaba. Eran tan distintas a todas las que había recibido en el pasado. Las de su nuevo amo eran delicadas, suaves, finas, sensibles y consideradas, se sentía de cristal en los brazos de ese hombre, pues lo trataba como mucha sutileza y cuidado. Quizás ahí radicaba el diferencia entre el sexo que había tenido antes con lo que estaba haciendo con el señor Suppasit.

Una de las manos de Mew se colocó con cuidado en la nuca de Gulf mientras que la otra acarició con ternura su mejilla rosada. El empresario lo miró a los ojos y así permanecieron unos segundos, segundos en los cuales ninguno dijo nada solo pudieron perderse en los ojos del otro olvidándose de todo alrededor.

- Te quiero Gulf... - susurró Mew con suavidad – Te quiero mucho... -

Jamás pensó en decir esas palabras a alguien, pero que ahora que salía desde el fondo de su alma se sentía tan bien... tan correcto...

Sin embargo, no esperaba que Gulf comenzará a llorar segundos después de haberle confesado sus sentimientos. Un caudal de lágrimas mojaba las mejillas del joven sumiso resbalando por su barbilla para perderse en su cuello. Poco a poco los sollozos del muchacho se intensificaron, lo cual lo hizo sentir que su alma se estaba desgarrando. No quería verlo llorar, al menos no de tristeza. 

No obstante no detuvo a Gulf, ese chico necesitaba sacar todo lo malo que le había pasado, su corazón debía liberarse de tanto dolor del pasado, su alma requería desechar tanta desdicha y desconsuelo. Gulf necesitaba desahogarse y Mew estaba ahí para poder consolarlo.

- Llora todo lo que necesites amor – dijo Mew acomodándose en la cama y atrayendo el cuerpo de Gulf hacía el suyo para abrazarlo con cariño.

- Mew... - sollozó con dolor - Max... Max... me dijo que nunca... que nadie me iba a querer – confesó mientras lloraba incontrolablemente – me dijo que nadie me querría... porque no valgo nada... porque solo soy basura... porque... solo soy un esclavo mugriento que... -

- Shhh, no eres nada de lo que Max te dijo cariño – interrumpió Mew abrazándolo más fuerte – eres el ser más maravilloso de este planeta, y yo voy a cuidar de ti –

- Señor Suppasit ¿Por qué es tan bueno conmigo? – preguntó el menor entre lágrimas y sollozos. Sus ojos estaban completamente rojos y en su voz se reflejaba un profundo sufrimiento y dolor.

- No soy señor Suppasit Gulf, soy Mew, solo soy Mew... - sonrió tratando de tranquilizarlo.

- ¿Por qué eres bueno conmigo? – volvió a preguntar.

- Porque te quiero – repitió el mayor.

Gulf volvió a llorar aferrándose a la camisa de Mew mientras este lo abrazaba con cariño. El menor no podía creer las palabras de su amo. Mucho tiempo atrás había perdido por completo la esperanza de que llegara alguien a su vida que sintiera cariño y compasión por él, había creído fervientemente todas y cada una de las palabras de Max y de todos los hombres que habían abusado de él.

Él no valía nada ni era nadie como para que el señor Suppasit lo quisiera y sin embargo, ya se lo había dicho tres veces en ese momento. No quería creer esas hermosas palabras para después llevarse la sorpresa de que todo era mentira. Sabía que le dolería mucho enterarse de que lo que Mew le había dicho era falso, porque lo hacía sentir tan bien como para que ese sentimiento de bienestar se lo arrebatarán en el futuro. Lo mejor que podía hacer era no ilusionarse, no podía permitirse eso, por mucho que le gustara escuchar de los labios de Mew decirle que lo quería, si en un futuro no resultaba ser cierto, sería desolador para él.

- Mew... dijiste... dijiste que haríamos el amor – a Gulf no se le olvidaba lo que su amo quería hacer, y lo mejor para evitar seguir llorando era complacerlo.

- Eso estamos haciendo cariño – besó su frente – así también se hace el amor –

Mew continúo abrazándolo, acariciando su cabello y repartiendo besos por todo su rostro. Hacer el amor no necesariamente implicaba tener sexo, y Mew fue capaz de entenderlo en ese momento en el que Gulf más lo necesitaba y él estaba ahí, para darle todo el amor que se merecía.

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Su brazo estaba adormecido y por más que intentaba moverlo no podía, así que en contra de sus deseos abrió los ojos y una mata de cabello negro le tapó la vista al ventanal que estaba a un costado de la cama. Gulf dormía entre sus brazos con la cabeza recargada de su brazo y su rostro oculto en su cuello. De ahí el adormecimiento de aquella extremidad de su cuerpo.

Levantó un poco su cabeza para ver el reloj que estaba en la mesita de noche. Diez de la mañana. Todo un record para él que aun siendo sábado, ya que solía levantarse alrededor de las ocho el fin de semana. 

Seguramente Saint lo estaría esperando abajo y debía darse prisa para hablar con su hermano menor del engorroso tema del citatorio ante la corte suprema de justicia. Se movió con cuidado pero no pudo evitar despertar a Gulf, que inmediatamente abrió los ojos y lo observó desorientado.

- Buenos días Mew – susurró Gulf con la voz adormilada.

- Buenos días cielo – respondió Mew tomándolo de la barbilla para ver sus ojos – mira nada más como tienes tus ojitos hinchados de tanto llorar – besó cada uno de ellos.

- Lo siento... -

- No te disculpes cariño, voy a bajar para hablar con Saint que seguramente ya debe estar esperándome – comentó – si quieres puedes quedarte unos minutos más en la cama –

- ¿Aquí? –

- Sí aquí –

- ¿Quieres que me quede aquí? – preguntó Gulf confundido.

- Solo un rato, recuerda que iremos a la playa – recordó el mayor – descansa un poco y después te das una ducha, el baño está por allá – señaló Mew la puerta del fondo.

- Está bien – respondió Gulf y el empresario besó su frente antes de dejarlo solo en su habitación.

Mew salió de la alcoba para bajar en busca de su hermano. No se equivocó al decir que ya lo estaba esperando, Saint se encontraba en la alfombra de la sala jugando con los gatos de Gulf. ¡Los gatos! Se olvidaron por completo de ellos en toda la noche.

- Mira que estas bolas de pelos son tan adorables y tiernas, entiendo que te hayan conquistado al igual que su dueño –

- Esas bolas de pelos no me quieren – respondió Mew – ayer intentaron rasguñarme y cuando les quería quitar un papel que me robaron y metieron debajo del sillón –

- ¿Te estás escuchando Mew Suppasit? – preguntó Saint entre risas – me estás diciendo que tienes celos de unos pequeños e indefensos gatitos –

- No estoy celoso de esos bichos – alegó el mayor – Gulf sigue descansando, deja a los gatos aquí, vamos al despacho –

Era momento de hablar de cosas serias. Contaba con solo dos semanas para intentar por todos los medios posibles librarse de pisar la prisión y usar el maldito traje naranja con el que había soñado. Agradecía que su hermano fuera abogado, él mejor que nadie podía asesorarlo en todas las cosas legales que venían en su contra.

- Sabes perfectamente bien que no sería bien visto si yo te represento en los juzgados ¿Verdad? – dijo Saint una vez que estuvieron los dos en la oficina de Mew.

- Conflicto de intereses – comentó el mayor entendiendo la disyuntiva en la que se veía envuelto Saint.

- Efectivamente, pero no tengo ningún problema en hacerlo –

- Si lo haces tú, tu reputación como abogado puede verse afectada y sabes muy bien que el prestigio de un abogado es su principal carta de presentación, no quiero que te veas envuelto en todo esto –

- Si así lo prefieres, tengo al abogado perfecto para este caso -

- ¿Quién es? – preguntó Mew.

- Thanayut Thakoonauttaya – respondió Saint – es un excelente abogado y tiene mi entera confianza –

- Es solo una audiencia para que haga mi declaración, ¿Crees que sea necesario que él me represente? –

- Entiendo tu punto, Thayanut es alguien demasiado discreto, no tendríamos problema alguno en contarle tus actividades – dijo el menor de los Suppasit – y respondiendo a tu pregunta, sí, no solo es necesario que un abogado esté contigo Mew es indispensable que éste ahí –

- ¿Aunque solo sea un presunto culpable? –

- Mew – dijo con seriedad – ayer, cuando salí de aquí empecé a moverme, tengo contactos en la Corte Suprema de Justicia y... - Saint cayó para observar preocupado a su hermano.

- Habla de una vez – dijo el empresario temiendo lo que escuharía. 

- Ellos tienen testigos – respondió – testigos protegidos –

- ¿Quiénes son? –

- Por su calidad de testigos protegidos se desconoce Mew, y no sabremos quiénes son hasta el día de la audiencia –

CONTINUARÁ...

Mew le ha dicho a Gulf que lo quiere, pero éste no le cree. 

Las noticias que trajo Saint no son buenas en realidad. Alguien testificará en contra Mew... 

¿Estaremos acercándonos la final de la historia? Es la pregunta del final del capítulo. 

Recuerden que se aceptan todo tipo de comentarios, pero me reservaré de responder ofensas e insultos. 

Hasta el siguiente capítulo. 

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