Capítulo 24

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—Necesito una orden para traer aquí a Raymond Steele e interrogarlo.

—¿Qué mierda dices? —Welch clava sus dedos en mi hombro y me guía con pasos rápidos hasta su oficina.

—Es parte de mi investigación, necesito que rinda declaración por el homicidio de Richard Johnson.

—¿Perdiste la jodida cabeza? No hay forma posible en que puedas lograr eso.

—¿Por qué no? —me libero de su agarre para confrontarlo—. ¿De qué privilegios goza el señor Steele?

—Siéntate de una maldita vez, así te explico el jodido lío en el que te metiste, muchacho idiota.

Un gruñido se me escapa por sus palabras, ¿Jodido lío?

—Hasta donde sé, tienes razones para proteger a Steele de todas sus mierdas, ¿Por qué piensas que yo soy el problema?

Welch sonríe de forma tenebrosa, se inclina en su escritorio para abrir un cajón y lanza una carpeta frente a mi. Toma lugar en su silla, haciéndome una seña con la mano para que vea el contenido.

—¿Algo que quieras confesar, Grey?

Confundido, tomo las fotografías para mirarlas con detenimiento y siento un hueco formarse en mi pecho: Ana y yo besándonos afuera de mi departamento, otra de ella bajando de mi auto y una más nosotros saliendo de aquel motel en donde la encontré.

—¿Qué carajos es esto? —levanto la mirada hacia Welch, furioso—. ¿Todo el tiempo supiste dónde estaba Ana y aún así me mandaste a buscarla?

—No, idiota. Todo el tiempo supe dónde estabas tú, y tengo que decir que no eres tan perspicaz como creí.

—Mandaste a tus jodidos uniformados a seguirme...

—Yo no me ensucio las manos, Christian, si estás en problemas fue porque los ocasionaste tú mismo.

—¡Esto se trata de Raymond Steele! ¡Él fue quien mandó matar a Johnson!

—¿Tienes pruebas de eso?

Mierda.

—No, pero las tendré pronto y no podrás hacer nada para proteger a tu amigo.

—Cierra la puta boca, que a quien trato de defender es a ti, maldito malagradecido. ¿Sabes lo que hiciste? ¿Sabes lo que provocaste por coger con la hija de Steele?

—Yo no... —dejo de hablar, incapaz de mentirle a mi superior.

—Escucha bien, tenemos que manejar esto con mucho cuidado porque tu seguridad y la de tu equipo están en juego.

—¿Es una amenaza?

—Mierda, Christian, ¡Si! ¡Jodiste tu única ventaja con Steele cuando te revolcaste con la maldita chica!

—Entonces él lo sabe... —espero la confirmación de mi mayor temor.

—No, pero lo sé yo y la persona que tomó esas fotografías. —se recuesta sobre la silla para frotar su enorme panza—. Estoy tratando de salvar tu jodido pellejo de ser despedido, porque puedo demostrarle a Ray que eres útil.

—No entiendo nada, Welch, habla claro.

Saca un pañuelo de su saco y se limpia el sudor de la cara, con un gesto tan nervioso que le tiemblan las manos. ¿A qué mierdas le tiene tanto miedo?

—Steele quiere ser senador, lo sabes porque está haciendo campaña por toda la jodida ciudad y durante años se ha asegurado que su secreto permanezca oculto.

—Ana. —confirmo para que continúe.

—Pero esa jodida niña se reveló y ha estado causando problemas desde entonces, como tú bien lo sabes desde que te envié detrás de ella.

Asiento, porque la misma chiquilla lo dijo. Ella hace lo posible por salir del control de su padre.

—El problema es que coincidió con la investigación que tu muertito estaba haciendo y estaba chantajeando a Steele con revelar el secreto. ¿Sabes lo que eso significa?

—Perder su candidatura, supongo.

—Así es y él no puede darse ese lujo porque quién lo apoya a él tiene influencia en todo el país.

—Mierda. —susurro. Ahora qué, ¿Narcotráfico?

—Lo que Steele quiere es que dejes el caso inconcluso.

No puedo evitar la risa de burla que se me escapa.

—¿Y lo dejo ir solo así? ¿Sabiendo que terminó la vida de alguien?

—Pues si. A ti tal vez no te preocupa porque tus padres viven en Detroit, pero las familias de Sawyer, Williams y Kavanagh están aquí... Si entiendes lo que digo.

—Entonces nos estás amenazando para dejar libre a tu amigo. —gruño con los dientes apretados—. Eres una maldita rata igual que él.

—Oh, no, no soy yo quien los tiene en la mira. Lo creas o no, Raymond no confía en mí y mandó a su propio agente a vigilarnos. A todos.

—¡Sabía que ese bastardo tenía algo que ver! —me levanto de la silla de un brinco, la ansiedad volviendo tan rápido que necesito un cigarrillo.

—Lo único que puedo hacer ahora es negociar con Taylor. No le menciona a Ray tu asuntito con su hija y tú no vas detrás de él por lo de Johnson.

—¿Tengo alguna otra alternativa?

—No, ésta es tu mejor opción, a menos que quieras hacerle compañía al reportero.

—Eso va a arruinar mi récord perfecto, Welch. ¿Salvas su carrera y afectas la mía?

—Vivirás. —gruñe como si eso solucionara el jodido asunto—. Ahora ve y dile a tu equipo que se terminó, llevarás todo lo que tienes a Evidencias y ahí desaparecerá de los registros.

Niego enérgicamente con la cabeza, no puedo creer lo que está pasando y a lo que me están obligando. Yo mandaría a Welch, Taylor y a Steele a la mierda pero es una decisión de mi equipo. Son sus familias quienes estarán en riesgo.

—Voy a aceptar a nombre de mis chicos, pero no voy a entrar en detalles de la mierda en la que estás metido...

—Estamos... —se burla con una gran sonrisa—. Con el tiempo entenderás que los favores te ayudarán a llegar lejos.

—Ya que lo mencionas, me debes un favor y no puedes negarte. ¿No puedo ir detrás de Steele? Bien, pero quiero al tirador.

—Haré tu petición, pero no te aseguro nada.

Alguien golpea la puerta de Welch y me hace una seña para que salga, lo que no esperaba aún era toparme de frente con Jason Taylor.

No estoy de humor para mirar a mi equipo y decirles que todo nuestro esfuerzo no servirá de nada, así que en su lugar voy a la acera a fumarme al menos tres cigarrillos.

Hasta que mi móvil suena de nuevo con un mensaje de Welch para que regrese a su oficina. Golpeo la puerta y empujo para entrar, encontrándome con que Welch y Taylor me esperan.

—Tendrás al tirador, te entregaremos al hombre que disparó contra Johnson. — asegura mi jefe—. Y te alejarás de la hija de Steele.

Abro la boca, sorprendido e incapaz de replicar la orden, sobre todo por la expresión fría e impasible de Taylor. Welch vuelve a hablar, recuperando mi atención.

—Por lo menos hasta que Steele gane la candidatura y le importes una mierda.

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