Capítulo 42

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Luke se acerca cuando estoy recargado contra la pared con un cigarrillo en los labios, afuera del edificio donde se lleva a cabo la cena. Un grupo de azules vigila el acceso de las calles que nos rodean.

—¿Y bien? ¿Cómo me veo? —levanta los brazos y gira, mostrándome su ridículo saco.

—¿Qué mierda es eso? ¿Conseguiste un traje de pingüino? —gruño.

—Esto, Señor Me Importa una Mierda, es un traje de etiqueta. —abre el saco para mostrarme su chaleco y camisa—. Es el atuendo apropiado para la ocasión.

No puedo evitar poner los ojos en blanco con cada una de sus estupideces.

—Solo tenías que aparecer con un traje sin arrugas, imbécil. No ponerte un chaleco y reloj de cadena como si fueras un puto rico excéntrico.

—Dicen que para serlo, tienes que empezar por creerlo. —encoge los hombros—. ¿Dónde está nuestra chica?

Eso sí llama mi jodida atención.

—No es nuestra, es mía. —me señalo.

—El amor te hace celoso, Christian. Haré una oración extra por ti.

—¿Qué? ¡Eres un jodido mentiroso! No vas a la iglesia desde que te conozco y es tu alma por la que deberías pedir, idiota.

—¡Shh! Calla, no voy a discutir contigo frente a Ana.

Hace una seña hacia la calle y puedo ver un auto estacionarse. Antes de que el valet parking abra la puerta, lanzo el cigarrillo al piso y me acerco.

—Yo me encargo. —gruño para que suelte la manija.

Se aparta a tiempo porque la puerta es empujada desde adentro y una sonriente Ana me mira, sus ojos azules y sus labios muy rojos la hacen parecer sexy.

—Hola, amor.

—Nena. —extiendo mi mano para que la tome—. Te ves hermosa.

—Gracias.

Sus mejillas se tornan rojas pero no aparta la mirada de mi, incluso cuando el idiota de Luke carraspea para llamar la atención.

—Si, hola Ana, también estoy aquí. —se mete las manos a los bolsillos—. Chris me invitó.

—¿Ah, si? —balbucea mirando entre ambos—. Supongo que más personas es más diversión.

Luke le muestra su jodida sonrisa moja bragas.

—Ese es el lema de mi vida, cariño.

Sostengo su mano antes de que se pose en el hombro de ella y le lanzo una mirada en advertencia.

—¡Esto no es un puto trio! —le gruño con los dientes apretados.

Pongo la mano en la parte baja de la espalda de Ana para guiarla, dándome cuánto ahora que su vestido plateado tiene la espalda descubierta.

Jodida mierda.

—¿Cerecita? —le hablo bajito—. ¿Qué carajos llevas puesto?

Sus cejas se arquean.

—¿No te gusta? —gira sobre su eje para mostrarme su vestido—. La vendedora dijo que te encantaría.

—A mi me gusta. —agrega Luke.

Me quito el saco del traje y lo coloco sobre sus hombros antes  de mascullar una maldición hacia mi mejor amigo y sus ojos curiosos.

—Christian... No puedo lucir mi vestido si llevo esta cosa encima.

—La cosa se queda. —advierto.

Pasamos la puerta principal y caminamos por el vestíbulo, donde más azules resguardan el festejo. La mayoría de ellos novatos en el fondo de la cadena incapaces de quejarse.

—Atención, unidad 328 reportando un vehículo sospechoso... —Luke y yo nos detenemos ante la notificación por radio en los azules—. Se dirige al este por la carretera, iniciamos maniobra de revisión.

Compartimos una mirada preocupada cuando los uniformados que escucharon el reporte ingresan al salón en busca del capitán Abernathy, quién les da instrucciones.

—Deberíamos ir. —dice Luke—. Podría ser nuestro camión.

—Tienes razón.

Digo, pero mantengo mi vista en la hermosa chica que me mira confundida.

—Christian, si tienes que ir...

No escucho el resto porque el imbécil rubio de su amigo aparece detrás de los azules como un jodido buitre queriendo comerse a mi Cerecita. Sawyer sigue mi mirada y lo capta.

—Yo iré. Llamaré a Ethan para que me acompañe. —Luke Palmea mi espalda—. De todas formas no quiero estar aquí.

—¿Seguros que a Ethan no le importará? —pregunta Ana.

—Voy a preguntarle.

Luke se aparta de nosotros tomando su móvil para llamarlo. Yo debería ir, es mi maldita unidad y debería liderar, pero no quiero dejar a Ana sola.

—Ethan está cerca, iremos en su auto. ¿Le echas un ojo a Leila si aparece por aquí buscando a Ethan?

—Si. Y gracias Luke. —mi amigo hace una reverencia.

—Disfruten la noche.

Lo observo hasta que sale del edificio y entonces giro hacia mi cita, apoyando de nuevo la mano en su cadera para guiarla al salón donde Welch y los demás se encuentran.

Tomamos asiento en una mesa del extremo con algunos policías retirados y saludamos.

—¡Ahí está Jesse! —chilla Ana.

—Excelente, qué emoción. —gruño.

—¡Jesse!

El estúpido rubio saluda desde la distancia, se despide de algunos hombres y corre hacia nosotros.

—¡Annie!

¿Por qué mierda la llama así?

—Hola Jesse, ¿Recuerdas a Christian? —ella me señala.

—Si, claro, el detective Grey.

—Detective en jefe del departamento de Investigación. —aclaro estrechando su mano.

—Bien... —me ignora para mirarla de nuevo—. Te ves preciosa.

—Gracias, tu también te ves muy bien.

—¿Bailarás conmigo más tarde?

—Si. —responde al tiempo que digo que no.

Necia.

—Te veré más tarde.

Asiente brevemente con la cabeza y se aleja hacia el grupo de hombres en el fondo del salón. Cuando vuelvo mi vista a un lado, Ana me mira con curiosidad.

—¿Qué?

—¿Estás celoso?

—No.

—¿Entonces está bien si me quito el saco?

—No. —se ríe.

—Bien, pero igual quiero bailar. ¿Bailas conmigo?

—Mierda, nena. No estoy seguro de saber cómo... —me interrumpe girando la cabeza.

—Tienes razón, le diré a Jesse que podemos tener ese baile ahora.

—Cerecita tramposa. —me pongo de pie y extiendo la mano para que la tome.

Deja mi saco sobre la silla alegando incomodidad y sonríe todo el camino al centro de la pista. Ni siquiera reconozco la canción cuando ella comienza a guiar.

—Relájate, amor.

—Estoy relajado. —mis hombros se tensan en respuesta.

—Realmente estás incómodo, Christian. —sus brazos se cruzan detrás de mi cuello y acaricia mi nuca—. Lo tomaré en cuenta para cuándo celebremos nuestra boda.

—Mierda, Cerecita, si que sabes cómo tranquilizar a un hombre.

Se ríe, pero sus ojos se mueven a alguien detrás de mí antes de que se escuche una voz ronca.

—Annie, señor Grey.

—Hola Papá.

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