Sonriéndole al teléfono

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Llegó temprano al trabajo, y estaba contenta, más que nada porque ese día cobraba su sueldo y podía aprovecharlo para comprarse mucha rop...no, tenía que aprovecharlo para buscarse un nuevo "hogar" y dejar esa pocilga donde vivía, que entre las cosas que más odiaba de esa pocilga estaba el dueño, un hombre fornido, fastidioso y siempre enojado vaya a saberse porqué. Se sentó en su escritorio y trató de inspirarse para escribir sobre un nuevo disco de una banda horrible que a ella no le gustaba, pero su trabajo era escribir y no poner sus gustos personales. Su inspiración, que a duras penas salía, se cortó cuando frente a sus ojos  una enorme bolsa llena de caramelos. Levantó la vista y vio que quien sostenía la bolsa era Margaret.

-¿Querés?-dijo Margaret muy sonriente, blandiendo la bolsa.

-Sí...gracias-tomó uno con desconfianza, quizás estuvieran envenenados, pero vio que Margaret le convidaba al "estúpido", a Jenny, a Joseph y ella también comía con muchas ganas, así que le quitó el papel y se lo metió en la boca.

El día transcurrió tranquilo, al final se dirigió hasta la oficina de Joseph, que le dio un cheque que tendría que cobrar en el banco. Salió más que feliz, su sueldo era más de lo que esperaba, así que mientras caminaba a su "casa" iba mirando adónde podría mudarse próximamente. Llegó, y el dueño, con su misma cara de enojo de siempre, se acercó a ella.

-Llamaron por teléfono hace diez minutos.-dijo mientras tomaba de un mugriento vaso de cerveza.

-¿Quién?

-Y yo qué sé.

Eva se dirigió a su habitación, dejó sus cosas y comenzó a acomodar sus libros, preguntándose quién habría llamado. Solo tenían su número su madre y...no, no podía ser él quien llamara.

-Voy a llamar de vuelta-dijo Ringo hablando solo–Sí, será mejor que marque otra vez, quizás ya volvió.

-¿A quién llamarás?-dijo Paul entrando, comiendo una manzana.

-A Eva.

-Otra vez con esa dichosa Eva.

-La invitaré para el sábado.

-¿Y qué pasa el sábado?

-¿No te acordás que me invitaron a la fiesta?

-Cierto, a él solo lo invitan a fiestas-dijo John, que había dejado de lado la revista que leía-No nos importa, nosotros ya tenemos dónde ir y con quién, no tenemos que andar llamando a una chica que seguro que es horrible.

-Si la vieras no dirías lo mismo...Además no te importa, ella es mi chica.

George soltó una carcajada exagerada, a la que se unieron los demás.

-¡Si ni siquiera la llamaste!

-Pero va a decir que si, soy irresistible.

-Ringo, recordá que acá el único irresistible tiene nombre y apellido, es Paul McCartney, y soy yo-Paul puso cara de galán, se acomodó su corbata.

-Lo que digas, Macca, ya te tragarás tus palabras....

Golperon la puerta con dos golpes secos y muy ruidosos, Eva se sobresaltó.

-¿Sí? ¿Qué pasa?-preguntó sin abrir.

-Teléfono-dijo el dueño.

Abrió rápidamente, bajó las escaleras y tomó el tubo, las manos le transpiraban, aunque su mente le decía que era su madre, de eso no había dudas.

-¿Hola?

-¡Hola!

Eva tragó saliva. No era su madre.

-¿Qué tal Ringo?-dijo disimulando sus nervios.

-¿Cómo sabías que soy yo?

-Aparte de mi madre, sos el único que tiene mi número.

-Ahhh...Estee...Te llamaba para invitarte a una fiesta.

-¿Para...?

Si algo de Eva desorientaba al mundo era esa simple pregunta de sólo cuatro letras, ese "¿Para...?" que cortaba todo argumento.

-Eh...es una fiesta a la que me invitaron, pensé que a lo mejor podía ir con vos.

-¿Para hacer una nota?

-No, para divertirnos.

Eva hizo una sonrisita algo malévola.

-No puedo, no me gusta, no salgo de noche, y no ando con desconocidos.-le lanzó todas esas razones juntas, como probándolo para ver qué le contestaba

-Bueno-solo dijo Ringo.

Ahogó una risita, pero se cortó en seco cuando lo oyó.

-Entonces chau, nos vemos.-dijo Ringo, y colgó.

Eva se puso primero pasmada, y luego roja de furia, pero ni sabía porqué. Se fue a su habitación y siguió acomodando libros, se odiaba por haber perdido esa oportunidad, pero no, no quería quedar como una desesperada, el papel de difícil le encantaba, pero pensaba que él respondería con algo mas y no que cortara asi nomás. La había cagado.

-Soy una tonta, seguramente llamó a otra, debe tener una agenda telefónica llena de números de mujeres que le dirán "si" al menor movimiento de solo un dedo de él.

John reía, despatarrado en el sillón, mirando la cara de Ringo aún con sus manos sobre el teléfono.

-Voy a llamar otra vez.

-Claro, porque la esperanza es lo último que se pierde, ¿no?

-Esta chica me encanta-largó Paul muy pensativo.

-¿Eh? ¿Qué decís? ¡Si no la conocés!

-Es especial, bah, me parece ¿no, Ringo?

-Si... lo es, eso mismo pensé yo, que es especial.

-¡Lo que faltaba!-John se puso de pie y se fue, fastidiado por lo que acababa de escuchar, pero cuando oyó que Ringo volvía a marcar en el teléfono, entró nuevamente. Si algo le podía, era la curiosidad, y más cuando se trataba de conquistas.

Golpearon la puerta con la misma intensidad, otra vez era el dueño.

-Teléfono.

Salió disparada de la habitación y tomó el tubo.

-¿Hola?

-¿Y si te digo que vengas para que nos hagas una nota a los cuatro juntos?-la voz de Ringo la dejó callada, ¿qué le decía?

Los otros tres beatles se quedaron sorprendidos por la propuesta que Ringo le estaba haciendo a Eva.

-Ok. ¿Cuándo voy?

-El sábado.

-Los sábados no trabajo.

-Bueno, entonces...

-Sólo bromeaba –rió– ¿A qué hora?

-A la mañana, a las 10. ¿O es muy temprano?

-Siempre me levanto temprano. Ahí estaré

-Vamos a compartir el té juntos, ¿te parece?

-De acuerdo, lo que digas.

-¿Con galletitas de chocolate o frutilla?

-Frutilla. –sonrió, le parecía muy tierno.

Se despidieron y Eva colgó dando un gritito, se dio vuelta, feliz, pero detrás suyo estaba el dueño.

-Si van a volver a llamar por teléfono quédese ahí, no pienso volver a avisarle para que atienda.-dijo con su ya clásica cara de enojo.

-No, no van a volver a llamar.

-Ya sabe que acá no puede traer hombres.

-No voy a traer, yo voy donde ellos están.

El hombre la miró raro y ella se fue muerta de risa, pero conteniéndose.

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