XXVII. Batalla silenciosa.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Todos los dioses que residían sobre el Olimpo se mantenían atentos a la sala de reuniones que el Concilio solía utilizar para planear sus movimientos. Por la madrugada, y para sorpresa de todos, Zeus tuvo como invitado a Hades. Ninguno parecía estar contento de verse, pero parecía necesaria su improvisada junta para así dejar en claro ciertos puntos.

Dentro del gran cuarto, ambos se miraban mutuamente, como si sus ojos fueran los encargados de transmitir el enorme poder que poseían, tratando de intimidar al otro.

Hades sabía que no era bienvenido en los dominios de su hermano, pero los días habían avanzado, y lejos de tener noticias sobre Ares, solo había ignorancia y preocupación. El dios se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos sobre la mesa y entrelazando sus dedos.

— ¿Y por qué me invitaste aquí?

— Quiero a Lalisa. — Dijo Zeus, sin titubeos ni rodeos. — Sé que la estás protegiendo y, protegiéndola a ella, arruinas todos nuestros planes.

Hades se ofendió pero no lo mostró, su expresión permaneció neutra. — ¿Nuestros? Hasta donde yo sé, el único obsesionado con los humanos eres tú. — El dios se levantó de la silla y se acercó a su hermano. — Cuando dividimos la soberanía del universo, confiamos en que tú dirigirías con bien... Tal parece que nos equivocamos. — Soltó una risa sarcástica y se cruzó de brazos. — ¿Y me ponen a mí como el malo?

Zeus apretó los dientes y miró hacia la puerta donde suponía que más de uno intentaba escucharlos. — Sabes que Lisa es un peligro para nosotros.

— Solo es una niña que busca la libertad de su padre.

— Una niña con mucho poder. — Aclaró. — ¡Hermano, escúchame! El mundo es nuestro pero está plagado por seres inservibles.

— Entonces dime cuál es tu verdadero afán de tener a Lalisa y solo así podré decidir si ayudarte.

Zeus mantuvo la paciencia al ver la pequeña posibilidad de tener la ayuda de Hades sólo si le explicaba sus razones para querer tener custodiada tanto a Lisa como a Ares. El dios se acercó hasta su hermano y se inclinó para poder susurrarle un par de cosas.

El rey del Inframundo amplió los párpados y miró perplejo a Zeus.

— Compruébalo por ti mismo. Y cuando lo hagas, regresa aquí y dame tu respuesta. Siempre serás bienvenido.

Hades salió de la sala completamente confundido, rápidamente Lisa se acercó a él para asegurarse de que se encontrara bien.

— ¿Sucedió algo allí, señor?

— Necesitamos volver.

El dios sabía al derecho y al revés la historia de Lisa, él había estado allí para apoyar a Ares cuando nació la pequeña, pero jamás se le ocurrió que faltaba una pieza fundamental para terminar de comprender las razones que su hermano tenía.

Al llegar a su propio hogar, a su propio reino, se tomó tan solo unos minutos para decidirse en ir hasta el Tártaro.

— Creí que solo los que ya estaban condenados y juzgados podían ir hasta allá. — Mina se veía desconfiada por la incomprensible forma de actuar de su amo y señor.

— Y no es una mentira. — Hades se quitó el velo negro que cubría su cabeza y miró hacia el oscuro río que lo llevaría a su destino. — Pero este es mi hogar.

— ¿Irás por Ares?

— Aunque quisiera, no puedo salvarlo. — Hizo una pausa y se giró para ver a la chica. — Voy por alguien más... mejor dicho, a asegurarme de que ese alguien exista.

— Déjeme ir con usted.

Hades negó. — No soportarías estar allí. Es un abismo de lamentos, ni siquiera yo puedo estar por más de una hora allí abajo.

— Esperaré a cualquier orden suya.

El dios le sonrió en agradecimiento y emprendió su viaje hasta el lugar que siempre trataba de evitar.

Pasos lejanos se escuchaban entre las mazmorras, Ares, con cierta dificultad, alzó la mirada cuando escuchó que el hombre encarcelado frente a él se levantaba y arrastraba las pesadas cadenas.

— O-oh. Tenemos visitas — Dijo en tono de burla.

— ¿De quién?

— Nuestro héroe.

Ares se vio notablemente sorprendido cuando Hades apareció, y por solo un instante sintió que al fin podría salir de allí. Sin embargo, algo no pintaba bien, la expresión de su viejo amigo denotaba preocupación y angustia.

— Muéstrate. — Pidió Hades al hombre que se mantenía oculto entre las sombras, lo escuchó reír y desde ese instante supo que Zeus no había mentido.

Tanto Hades como Ares anticiparon la aparición del desconocido. El dios de la guerra tragó saliva y sus piernas flaquearon cuando, entre las sombras, emergió Chronos, o al menos un ser idéntico a él.

— Sorpresa. — Dijo con una sonrisa mientras sus manos tomaban los barrotes y acercaba su rostro. — ¿Entonces ya lo sabes? Se tardaron mucho.

Todo era un mar abierto de confusión, Ares perdió el aliento por un segundo. Era imposible que Chronos se encontrara allí, ¿quién había estado con su hija todo el tiempo? No pasaron por desapercibido todas las cadenas que rodeaban al dios, unas cuantas para los brazos, otras en forma de cruz para el pecho y unas últimas que cubrían todas sus piernas. A diferencia de él, las condiciones en las que se encontraba Chronos eran peores.

— No me miren así... como si no me conocieran.

— Es imposible... n-no puedes estar en dos lugares al mismo tiempo.

Chronos sonrió. — Claro que puedo. Desde que tu hija nació todo el orden natural que teníamos cambió. ¡Y lo sabes! ¡Todos lo saben! — El dios apretó con fuerza el metal.

— ¿Cómo es qué pasó?

— Yo les contaré, mis queridos amigos. — Relajó su expresión y terminó sentándose en el frío suelo mientras soportaba el dolor que le generaban las cadenas a cada movimiento que hacía. — El día en que Lalisa nació, cuando me enfrenté a Artemisa, una parte de mi esencia quedó atrapada en estas malditas cadenas. ¿Es que no es obvio? Una parte de mí quedó libre y decidió ayudar a una pobre mocosa... y la otra parte quedó encarcelada para siempre en un lugar como este... y ya sabemos dónde se encuentra una tercera parte. Fui fragmentado en contra de mi voluntad por culpa de una recién nacida, mis poderes disminuyeron gracias a ella. — Su codo se apoyó sobre su muslo y su oscura mirada se posó sobre Ares. — Engendraste a una revolucionaria, felicidades. — dijo con sarcasmo.

— ¿Zeus alguna vez te visitó? ¿Le dijiste algo que no debía saber?

Chronos fingió pensar, para luego encogerse de hombros. — Estoy algo cansado, ¿sabes? Puedes regresar mañana si es que quieres saberlo.

El dios enfureció y golpeó los barrotes con tal fuerza que logró doblar uno de ellos. — Respóndeme ahora.

— Bien... bien. — Chronos bostezó y sonrió. — Esa chica... Lalisa... puede que sea la próxima soberana de este asqueroso mundo. Sin embargo... fue muy ingenua al relacionarse con la raza que Zeus tanto desprecia. —Hizo una pausa pensando en sus siguientes palabras — ¿Sabes cómo destruir a tu enemigo? — Preguntó al aire, sabiendo que ninguno de los otros dioses respondería. — Atacando lo que más quiere. Ustedes dos deben ser expertos en el tema. Oh. Pobre Lalisa, esperemos que no se haya encariñado tanto con los humanos... ver su destrucción sería doloroso para ella. Zeus mataría a dos pájaros de un tiro al capturar a tu hija, Ares, primero protegería su lugar como rey del Olimpo y segundo, se desharía de los mortales.

Hades removió su cabello sintiéndose atrapado en esa explicación, exhaló con fuerza y dio un paso hacia atrás. — Mi hermano... ¿desde cuándo lo sabe?

— El día en que montaron un torneo falso. — Se dirigió al dios de la guerra. — Creyó que separándola de ti podría hacer algo contra ella... pero mi otro yo, el idiota, la protegió. Usaron como excusa tu plan de tomar el Olimpo y ¡bingo! Te acusaron de traición y henos aquí. Todo planeado, todo con segundas intenciones. — Esta vez miró a Hades. — ¿Algo más que preguntar?

— Dónde está tu... ¿tu hermano?

— ¡¿El idiota bueno?! Aquí no, es obvio, lo mantienen capturado en el Olimpo intentando sacarle más información que a mí. No diré nada más. Odio los interrogatorios.

— Mi hija no debería estar envuelta en todo esto, ¿por qué representaría un peligro? Ella es fuerte pero-

— ¿Recuerdan todos aquellos que intervinieron en su nacimiento? ¿Quién, personalmente, le sonrió a esa bebé y entregó una cadena de oro que tú, Ares, conservaste e hiciste pasar como tuya?

La pregunta dejó mudos a los dioses, ninguno se atrevió a hablar incluso si sabían la respuesta. Muy dentro de ellos tenían la certeza de que Lisa podía hacer y deshacer a su antojo el orden que Zeus había impuesto, sin embargo, no la creían preparada todavía.

— Hades. — El dios se acercó y estirando ambas manos tomó el manto negro que este poseía llamando así su atención. — Protégela. — Pidió.

El dios se soltó bruscamente.

— Uh. El Señor ya tomó una decisión. — Fue lo último que Chronos dijo formando una desquiciada sonrisa, como si disfrutara del miedo que a Ares consumía lentamente.

Como Zeus lo había prometido, las puertas del Olimpo estaban abiertas para que Hades volviera; el rey del Inframundo tomó un gran respiro y después de muchas horas meditándolo volvió a la sala de reuniones. Su hermano se le quedó mirando desde el centro de la mesa, con una con una sonrisa arrogante.

—¿Entonces? — Preguntó alzando una ceja.

—Te apoyo. — Dijo por fin, sin señales de arrepentimiento. — Si Lisa interfiere quiere decir que yo...

—¡Exacto! — Zeus se levantó y corrió hacia el dios. — Todo cambiaría, hasta perderías tu reino. — Una risa de alegría escapó de sus labios y las oscuras nubes que habían estado cubriendo el Olimpo se dispersaron dejando un ambiente más alegre. — Confiaba en ti, mi hermano, no me dejaría solo.

Hades dio un paso al costado y negó soltándose del brazo que rodeaba su cuello. — No lo hago por ti, lo hago por mí. — Aclaró. — Pero si piensas que mañana mismo te traeré en bandeja de plata a esa niña, estás equivocado.

—Pero ella confía en ti... solo miéntele un poco y la emboscaremos.

—Es por eso que Ares y Atenea son los encargados de planear las guerras. — Soltó con frialdad. — Trata de capturarla mañana y te aseguro que mitad de tu reino caerá. Incluido tú.

—¿Qué sugieres?

—Prepara a tus hombres, a los mejores. Prepara a tus hijos. Prepara a todos. Si es cierto lo que ese Chronos dijo entonces necesitaremos mucha suerte...y fuerza. — Hades, como costumbre propia, arregló el velo negro sobre su cabeza y se dirigió a la puerta. — Yo me encargaré de Lisa. Pero tomará tiempo, no lo sé...—Se encogió de hombros. —Consúltalo con Atenea y dame una respuesta cuando estés seguro.

Zeus, antes de que su hermano abandonara la sala lo detuvo. — Oh, ¿y hermano? Haz esto y quedarás perdonado por todo.

Hades asintió sin prestarle verdadera atención, al salir halló a su mano derecha que cuidaba de que nadie interrumpiera esa segunda junta.

—¿Sabes dónde está Lisa ahora? — Preguntó.

La rubia asintió.

—Llévame con ella.

Una fiesta y una adorable escena entre Lisa y una mortal era difícil de superar o de interrumpir. El hombre esbozó una pequeña sonrisa desde lo lejos haciéndole una señal a Mina para que ambos pudieran irse de allí.

—La buscaré cuando sea prudente.

Lisa se encontraba acostada boca abajo en su sillón mientras miraba a JiSoo fijamente, la joven le contaba el nuevo sueño que había tenido; esta vez con Rosé como protagonista mientras pedía a gritos que fuese rescatada. Ninguna de las dos chicas querían alarmarse pero de corazón esperaban que ese sueño no se tratara de ninguna premonición.

—¿Cuándo podremos ir por ella?

—Cuando sepa que estoy preparada. Lisa me ha dicho que he mejorado pero todavía dudo de mi capacidad. — A la tailandesa no le dio tiempo de seguir con su corta conversación cuando ambas escucharon el grito y la risa de una pequeña revoltosa. La pelirroja se levantó y volvió a encontrarse -como todos los domingos- a las Kim, esta vez acompañadas por SooYoung.

—Que no se tardaron ni un poco. — Dijo con una sonrisa.

—MinJeongie nos sacó casi a rastras de casa para poder llegar temprano con YooJin.

No fue necesario que Lisa se levantara, en menos de un minuto tuvo a Jennie sentándose sobre su abdomen con una sonrisa mientras balanceaba sus pies. Todos giraron los ojos al ver que el saludo matutino de esas dos tardaría más de lo necesario.

—Apresúrate.— Dijo la coreana en tono burlón.

—Si alguien no estuviera encima mío sería más fácil.— Respondió entornando los ojos.

Lisa sentía que sus propias promesas eran una farsa. Desde un comienzo se había planteado no entrometerse con los humanos más de la cuenta, pero Jennie no era una persona cualquiera, no señor, quien tuviera dos dedos de frente notaría lo hermosa y perfecta que es, con esa sonrisa y adorable presencia que la hacía querer abrazarla todo el tiempo. Tal vez, y solo tal vez, la tailandesa habría continuado con su labor de ignorar sus propios sentimientos, pero justo en el momento en que Jennie tuvo la valentía que a ella le faltó para besarla, supo que no había vuelta atrás, supo que ese cariño disfrazado en amistad sería difícil de ignorar.

Jennie, por su parte, se giró un poco y sus palmas las posó sobre los hombros ajenos, para luego inclinarse y besar a la tailandesa. Todavía no creía que estaba viviendo tal sueño al lado de la mayor, debía admitir que esa última semana había sido difícil para ambas, la incomodidad y el silencio era parte de ellas, sin mencionar que apenas podían verse a los ojos sin soltar risas nerviosas que delataban su poca experiencia con las relaciones. Parecían dos adolescentes. Sin embargo, todo acabó cuando Lisa, una tarde antes de que Jennie ingresara a su turno de trabajo, se inclinó para abrazarla por la cintura y volver a besarla, porque sí, porque extrañaba esa poderosa sensación de felicidad cuando la tenía cerca.

No existía una etiqueta para definirlas, Lisa porque no tenía la menor idea sobre lo que significaba el título de "novia" y Jennie porque realmente no le importaba. Todos se habían terminado enterando de su primer beso gracias a Jennie.

La tailandesa lentamente fue levantándose y sus brazos cargaron con la delicada anatomía de Jennie, fingiendo que la haría caer si no se sujetaba fuertemente de su cuello.

—¡Lisa! — Gritó. —¡Lisa puedo caerme!

Y eso era lo que a la tailandesa tanto le gustaba, no había perdido la confianza y amistad con Jennie.

—¿Pueden dejar de esparcir miel? — Preguntó SooYoung notablemente exasperada.

—Bien... bien...— Lisa bajó a la coreana y estiró su brazo para poder tomar su chaqueta, las visitas a la casa de YooJin solían alargarse y viendo cómo estaba vestida Jennie supo que ese abrigo la salvaría de futuras quejas por el frío.

El viaje en sí era largo, pero el grupo se las ingenió para no aburrirse en la parte trasera del bus que las llevaba a esa parte alejada de la ciudad. MinJeong era la más emocionada, y es que en su mochila de dinosaurio llevaba todos los dibujos que le había hecho a su abuelita, y también –a escondidas de sus hermanas- la última rebanada de pastel que habían comprado el día anterior.

Cuando por fin llegaron, caminaron por todo el campo que rodeaba a la casa, disfrutando de la suave y refrescante brisa. Lisa iba por delante, como siempre, guiándolas mientras las demás hablaban o reían, MinJeong utilizando a JiSoo como su propio caballo. Nada fuera de lo común. Sin embargo, para esa ocasión, la tailandesa sintió que una mano se escabullía y terminaba tomando la suya, rápidamente bajó la mirada y se encontró con una tímida coreana que intentaba no verla.

Lisa no dijo nada, por el contrario, le dio un suave apretón y continuó con su camino, esta vez al lado de la coreana.

El silencio en la tailandesa era algo común, Jennie ya estaba acostumbrada, sin embargo, todavía le quedaban dudas sobre la extraña relación que estaban llevando. ¿Era apropiado caminar tomadas de la mano como en ese momento? ¿Estaba presionando a Lisa para que se comportara más cariñosa? Tenía cierto temor, para qué negarlo.

—Lisa. — La llamó. — ¿Está bien así?

—Muy bien. — Respondió. — ¿Y tú? ¿Te va bien?

Mentalmente Jennie golpeó su frente. Era difícil de tratar. — Me refiero a... a esto. — Alzó ambas manos entrelazadas y esperó una reacción por parte de la mayor, pero nunca llegó.

—Oh. — Se tomó un largo rato para pensar en lo que diría, poniendo cada vez más nerviosa a la menor. — Me gusta. — Dijo por fin. Se detuvo a medio camino y dejó que las demás avanzaran, dejando a JiSoo como responsable del pequeño grupo para que llegaran a casa de YooJin. Se paró justo frente a Jennie y soltó su mano. — Es decir... t-tú me gustas. Pero a veces me pregunto... ¿no estoy cometiendo un error? Y no lo malinterpretes... me refiero a que, ¿y si estando conmigo sales dañada?

—¿Ese es tu miedo? — Lisa asintió. — ¿Debo repetirte que sé cuidarme muy bien?

—¿Estás segura? ¿No me tienes miedo? ¿O a todo lo que me involucra?

—¡Jamás te tendría miedo, Lisa! — Dio un paso hacia adelante y tomó el brazo de la más alta, obligándola a rodear su cintura. — Cuando me abrazas siento que nadie puede hacerme daño. — Tomó un gran respiro y alzó su rostro solo para besar la barbilla de la tailandesa. — Y cuando me besas siento que no hay nada más suave y dulce que tus labios. — Estaba avergonzada, decir todo eso le estaba costando mucho. Era cursi. Y aun así necesitaba hacérselo saber.

Las palmas de Lisa sudaban, jamás había sentido tanta adrenalina, abrazó con fuerza a Jennie si llegar a lastimarla y la atrajo, sin embargo, apenas sus bocas se rozaron, alguien tosió muy fuerte logrando separarlas.

—¡Oh, lo siento! ¡No las vi! — Dijo con sarcasmo Hades. — Bueno, sí lo hice. Lo siento. — Nunca en su existencia había sentido tanto miedo como en ese momento cuando Lisa lo miró de mala gana, reclamándole en silencio su interrupción. — No me mates, ¿okay? Pero necesitamos hablar. — Le dio una mirada a la coreana y trató de sonreír pero esta, que nunca lo había conocido en un parpadeo se escondió tras Lisa. — Que agradable muchacha.

—¿Qué es lo que necesitas? — Preguntó fastidiada.

—Si no te molesta, desearía que sea a solas. — Señaló con su índice hacia la casa. — Lisa también está aquí.

Lisa se giró y besó la frente de Jennie. — Te alcanzaré después. Y prometo que hablaremos todo lo que haga falta.

La coreana obedeció y tomando una prudente distancia de ese extraño hombre se alejó.

Una vez solos, el dios miró a los costados, divisando a unos cuantos metros a varios de sus discípulos que cuidaban que nadie estuviera vigilándolos.

—Lalisa... ahm... necesito entregarte a Zeus.

—¿A qué estás jugando?

—Hoy me reuní con él, hablamos un poco. — El dios tomó un respiro y cerró los ojos. —Necesito explicarte varias cosas pero, sobretodo, necesito que te prepares. Ahora me encargaré yo de entrenarte.

La joven, sin entender un poco lo que decía el dios retrocedió desconfiada. Lo único que había quedado en su cabeza era la reunión que Hades había tenido con Zeus.

—Él cree que estoy de su lado. —Prosiguió. — Pero solo abrí una oportunidad para recuperar todo lo que has perdido, y que ocupes el lugar que mereces. — Las risas de las chicas se escuchaban como fondo pero no disminuían en nada la tensión que se había generado entre esos dos.

—¿Dices que me entregarás?

—Sí. — Asintió. — Fingiremos tu derrota y cuando Zeus se confíe, atacaremos.

—¿Cómo es que decidiste esto tan rápido?

Hades miró hacia el grupo reunido a unos metros y luego volvió su mirada a Lisa. — Ven conmigo y te lo explicaré todo.

La tailandesa se vio atrapada entre una decisión u otra. Después de tantos meses esperando una oportunidad para ayudar a su padre, Hades aparecía y con una confusa explicación se la entregaba. Tomó un respiro, estiró su mano y el dios rápidamente la tomó.

Ambos habían desaparecido de ese mundo y Lisa esperaba la comprensión de sus amigas... sobretodo la de Jennie.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro