XXVIII. Cuestión de percepción.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Lalisa quedó con los brazos al aire mientras sostenía fuertemente su espada, sus párpados se ampliaron y el eco de las gotas de sangre resonaron en toda la oscura habitación. Una vez más había sido alcanzada. Sus muslos habían sido atravesados por finos metales que se asemejaban a largas agujas. Se dejó caer y bajó la mirada completamente frustrada.

— Levántate. — Ordenó Hades dando vueltas alrededor de su nueva discípula.

El panorama había cambiado radicalmente para la tailandesa, el plan que poco a poco iba tomando forma era obra de Hades. El rey del Inframundo había logrado engañar a Zeus haciéndole creer que él le entregaría a Lalisa. Sin embargo, el soberano del Olimpo jamás se imaginaría que esa sería su última pelea antes de que Lalisa pudiese derrotarlo y tomar el lugar que merecía desde su nacimiento.

El único problema eran los duros y despiadados entrenamientos que Lalisa estaba teniendo las últimas semanas. Pero era justo. Mientras Zeus preparaba un ejército, ella preparaba su fuerza.

La menor tomó un respiro y con cero consideración sacó las afiladas armas que Hades había utilizado para lastimarla. Se levantó y volvió a empuñar su espada.

— Así no podrás ni protegerte a ti misma. — Soltó el dios. — Vamos Lisa, necesito que te concentres.

La única vez en la que Lalisa había sentido que su poder era tan grande como para poder percibirlo emanando fuera de su cuerpo fue cuando MinJeong fue herida. Pocas veces lo había conseguido sin necesidad de sentirse furiosa y si debía ser sincera, le costaba bastante. Inhaló profundo. Necesitaba concentrarse si quería tener de nuevo esa fuerza, miró al dios y asintió mientras su cuerpo entero se tensaba, el dolor que se acumulaba en sus músculos era casi insoportable pero como siempre, no le tomó importancia. Cerró sus ojos por varios segundos, y cuando volvió a abrirlos estos eran un mar profundo y oscuro.

Hades sonrió satisfecho.

Lisa avanzó con gran rapidez, soltando su espada y valiéndose sólo de sus extremidades, cuando el dios creyó que lo atacaría por la derecha, una fuerte patada en sus costillas izquierdas lo sorprendió. A comparación de YoonGi, este no salió volando por varios metros, al contrario, se mantuvo estático intentando no doblegarse al dolor que se expandía por todo su torso.

Hades dejó aparecer una hoz en cada mano, un fuerte rival como lo era Lalisa, merecía la aparición estelar de sus armas favoritas. Era su turno de atacar, alzó su brazo y en su intento por querer perforar el abdomen de la chica, esta, con un solo empuje en el pecho lo estrelló contra la pared. El dios perdió el aliento y entre sombras borrosas miró a Lalisa acercarse.

— Maldición... — Masculló cuando su cuello fue tomado. Hades no tuvo más remedio que encender sus armas, y sin pensarlo hizo un rápido corte al brazo que lo sostenía para así poder liberarse y reposicionarse.

Lalisa no estaba enfurecida, para nada, pero le era imposible controlar todo el poder que experimentaba, necesitaba saciar esa sed de destrucción o de lo contrario caminaría por todo el Inframundo destruyendo muros a su paso. Miró el corte en su brazo y sonrió como si se tratara de un chiste, su mano la posó sobre la herida y esta se curó en segundos.

Una nueva oportunidad. Ya estaba lista para retomar el combate.

Corrió hasta Hades y antes de que pudiera asestar un golpe más, sus ojos volvieron a la normalidad, sus piernas se detuvieron de golpe y cayó al suelo completamente adolorida y exhausta. Un grito de dolor se escapó de su garganta.

Hades miró desde lejos cómo Lisa se retorcía y quejaba, llevándose las manos a su cabeza. Supo que el entrenamiento había acabado. La muchacha no podía seguir el ritmo de su propio poder. Su lado humano no se lo estaba permitiendo, no era la primera vez que la detenía.

— Lo hiciste bien. — Dijo mientras se acercaba. Y no mentía, nadie que él conociera podía pasar 17 horas entrenando bajo el abrasador calor del infierno todos los días. — Lo hiciste bien. — Repitió intentando animarla y sin tocarla, no podía imaginarse el dolor que Lalisa estaba soportando.

— Dormir... — Pidió dándose una vuelta para quedar boca abajo, mirando cómo la puerta de esa sala de entrenamiento se abría y Mina ingresaba con varias jarras de agua.

— Lo mereces. Pero antes de eso necesito que hablemos. — Hades se puso en cuclillas, mirando cómo Mina pasaba un trapo húmedo por el rostro, cuello y brazos de la tailandesa, todo con sumo cuidado. — ¿JiSoo todavía tiene sueños extraños?

— Algunos. — Respondió con pesadez.

— ¿Has podido ver en sus recuerdos?

Lalisa negó. — Es difícil ver recuerdos de una vida muy antigua. — Lentamente fue reincorporándose con la ayuda de la rubia y apoyó las manos en sus muslos. — Además, siento que ella misma pone una barrera para que yo no pueda ver nada. — Alzó la mirada y entorno los ojos. — Nunca comprendí tu preocupación por ella, es decir, sé que la acogiste aquí cuando huyó de Hefesto pero... ¿hay algo más?

El dios guardó silencio y se levantó. — Fue especial para mí. — Respondió para luego darse media vuelta y caminar hacia la salida. — Como una hija. — Susurró con gran lamento.

Lalisa se giró confundida hacia la rubia y esta se encogió de hombros.

— ¿Tú conociste a JiSoo en esa época?

— Llegué un poco después. — Respondió. — Sólo sé que ella y Hades tenían una grandiosa relación.

La tailandesa volvió su mirada a la entrada de la sala, JiSoo y Hades terminaban siendo los más misteriosos a su percepción y le causaba cierta curiosidad los lazos que ambos habían formado en un pasado lejano.

— Y solo se va. — Comentó Jennie notablemente enfadada hundiéndose más en el sofá. — Se va como si nada y cuando regresa está herida, ¡herida! Me pidió que no me preocupara pero, ¿cómo no hacerlo? — La coreana bajo el tono de su voz y llevó una mano a su pecho. — Si cada vez está peor... y me duele verla tan mal. Ese tal Hades es el culpable. ¡No me mires así! — Pidió a quien escuchaba sus quejas. — ¡No me importa que sea un dios! ¡Está maltratando a mi Lili! — Rápidamente llevó ambas manos a su boca sin creer que trataba de suya a la tailandesa. — Solo quiero que esté bien... ¿qué debería hacer? Me he pasado noches enteras leyendo sobre todo este tema y no encuentro nada que pueda ayudarme con exactitud. — Soltó un suspiro y se levantó de su asiento. — Tal vez deba buscar mejor... — Miró la hora en su teléfono y frunció la nariz. — Pero Lisa está por llegar. — Estiró sus brazos hacia arriba y después se inclinó para besar la frente del peluche de pingüino que le había servido como oyente. Porque, a su pesar, no existía nadie con quien pudiera hablar de su preocupación más que JiSoo, pero últimamente la joven también había estado ocupada y todavía no le tenía tanta confianza como para lloriquear por el poco tiempo que pasaba con Lisa. — Gracias por escucharme, Mingu.

El nombre de su peluche lo había escogido ella y para sus hermanas no fue ninguna sorpresa que la coreana adorara al muñeco solo porque Lisa se lo había regalado.

Cuando llamaron a la puerta Jennie corrió a abrirla y tuvo que reprimir sus ganas de reclamarle a Lisa por el estado en el que se encontraba.

La tailandesa bajó la mirada y dejó que Jennie tomara su mano para guiarla hasta el sofá.

— El señor Mingu está aquí. — Dijo la mayor con una sonrisa, esperando no recibir una llamada de atención. Le ponía nerviosa la forma en la que Jennie la miraba, sabía que a la coreana no le gustaba su duro entrenamiento pero no podía hacer nada si es que tenía a todo un ejército de dioses tras ella. — Estás molesta. — Concluyó al no recibir ningún tipo de respuesta.

Jennie negó y la soltó solo para llevar su diestra al rostro contrario. — Mira cómo estás... — Susurró detallando los hematomas en los pómulos de Lalisa y su labio partido. Las heridas desaparecían con rapidez, pero la expresión cansada y adolorida de la tailandesa era lo que rompía su corazón.

— Perdón. — Se disculpó. — Pero...

— Es tu obligación. Ya sé. — Habían tenido esa conversación muchas veces. Jennie la acarició con sumo cuidado y se acercó a ella, con cierto temor escondió su rostro en el cuello de la tailandesa y cerró los ojos al percibir el aroma a jabón que Lalisa desprendía. Cada día, después de su entrenamiento, la tailandesa se aseaba a la perfección y visitaba a Jennie. Era un detalle pequeño pero muy lindo. — ¿Te duele algo?

«Todo.» Pensó.

— No. Sabes que soy fuerte. No conozco lo que es el dolor.

Jennie se separó tan solo un poco para verla. — Tu cara me dice otra cosa.

— Tal vez te dice que no he recibido un beso en todo el día.

El corazón de la menor se agitó, pocas veces eran las que Lalisa tomaba la iniciativa. Todavía no tenían un término que las definía, pero unos cuantos besos eran suficientes para reafirmar el cariño que se tenían mutuamente.

Jennie alzó su mano y tomó el mentón ajeno solo para atraer su rostro y así capturar sus labios. Fue delicada, no deseaba dañarla más. La besó por largos segundos hasta que descendió hasta su barbilla y cuello, escuchándola reír.

— Te quiero. — Susurró la mayor antes de besar su frente y tomar su mano. — Te prometo que todo acabará pronto y cuando eso suceda, haré un mundo mejor.

Lisa ya había hecho esa promesa una vez, y hasta la fecha se lamentaba no haberle dado a YooJin una vida plena y feliz, sin embargo, sentía que ahora todo iba a su favor. Pero para ganar una guerra necesitaba una buena preparación, las horas que se las pasaba entrenando y lejos de Jennie pronto serían recompensadas.

— ¿Es posible que el mundo mejore?

La tailandesa asintió. — Lo es. — Su mano apartó un mechón de cabello de Jennie y lo posó tras la oreja de esta. — Yo me encargaré. Cuidaré de todos. — Lisa tragó saliva cuando, de repente, pudo mirar en los recuerdos de Jennie. Sus padres intentaban protegerla a ella y sus hermanas en un trágico choque del auto familiar con un enorme camión. La tailandesa no sabía porqué miraba ese recuerdo, pero sintió la tristeza y miedo que había embargado a la coreana.

— No te sacrifiques. — Dijo intentando mantener la voz prolija. — Si algo te llega a pasar por proteger a todos... no sé qué haría.

Lisa pudo comprender por fin la razón de ese recuerdo. Esbozó una pequeña sonrisa y esta vez fue ella quien tomó el mentón ajeno para obligarla a verla. — Miedosa. — Jugó ganándose un leve golpe en su hombro. — Miedosa. — Repitió esta vez abrazando con un solo brazo la cintura de la menor evitando que se separara.— No me pasará nada. — Susurró besando una y otra vez los labios ajenos.

— Promételo. Lisa, que no te irás.

— Lo haré solo si tú prometes confiar en mí.

— Ya lo hago.

Ambas se sonrieron y se fundieron en un abrazo que repuso los sentimientos de la coreana, logrando hacerla sentir feliz y protegida, olvidando el doloroso recuerdo de sus padres.

Cuando se separaron, Lalisa suspiró. — Ahora debo irme. Todavía tengo asuntos pendientes y tú debes dormir. — Su índice lo apoyó en la punta de la nariz de Jennie cuando esta hizo un puchero. — Es más de medianoche.

— Pero es muy poco... ¿Cuánto tiempo has estado aquí? — Preguntó fingiendo que mordía el dedo de Lalisa.

— Muy poco pero...— Una idea llegó a su cabeza, y aunque sabía que se ganaría problemas con Hades, no le importó. — Salgamos. — Dijo. — Sí, sí, pasemos el día juntas. Déjame reponer mi ausencia. Por la mañana te buscaré y podremos hacer lo que tú quieras.

Deseaba negarse o, al menos, hacerse la difícil por un momento. Pero era imposible si la tenía abrazada de esa forma, se impulsó y fue a colgarse del cuello ajeno para besar su rostro repetidas veces. — Acepto. Acepto.

Lalisa prefirió sonreír a dejar ver el dolor que su cuerpo todavía sufría. No se opuso cuando Jennie envolvió sus piernas alrededor de su cintura y realmente quiso fotografiar ese momento, la coreana debía estar pareciendo un koala, uno muy bonito.

Sus rostros se encontraron frente a frente.

— Bonita. — Dijo Lalisa con una sonrisa logrando encender las mejillas de la coreana. — Y miedosa. — La besó rápidamente para luego emprender un nuevo camino hacia el pasillo que la llevaba directamente a la habitación de Jennie, todo mientras esta acomodaba el rostro en la curvatura de su cuello.

— No tengo sueño...

— Mentirosa. Lo tienes.

— Y tú también.

— Sí, también. — Admitió llegando a la puerta.

Jennie a regañadientes tuvo que bajarse, cuidando de no hacer mucho ruido. Aunque su hermana tenía el sueño pesado, no deseaba despertarla. Asomó su rostro por el umbral de la puerta y se cercioró de que YeRim estuviera en el mundo de los sueños, una vez segura, se giró en dirección de Lalisa.

— Entonces... buenas noches.

¿Después de tantos besos compartidos en tan pocos minutos era correcto hacerlo nuevamente? Lalisa no se detuvo a pensarlo ni un segundo cuando tuvo los labios ajenos sobre los propios.

— Buenas noches. — Repitió la coreana.

— Recuerda. Estaré aquí temprano y haremos todo lo que... la gente normal hace. Y-yo no soy buena con esto. ¿Qué se supone que haremos?

Jennie le guiñó y mandó un beso volado. — Déjamelo a mí, ¿de acuerdo? — Lalisa asintió y fue retrocediendo con una sonrisa tonta en sus labios, moviendo de forma torpe su mano en señal de despedida, logrando que Jennie riera cuando chocó con una pared y después con una mesa.

— Eso no estaba allí. — Dijo en su defensa.

— Torpe. — Jennie se encogió de hombros e ingresó a su habitación cuando escuchó la puerta principal de su hogar cerrarse.

— La tienes torpe, ¿huh? — La voz de YeRim la hizo sobresaltarse y llevar automáticamente una mano a su pecho.

— ¿Que tú no dormías?

— Tanto murmullo y sonidos raros me despertaron. — Dijo. — Hermana, tienes suerte de que MinJeongie no despertó o te habría cortado toda esa azúcar. Parecen dos recién casadas.

— Shhh. — Siseó avergonzada mientras se dirigía a su cama.

— Deberías ser directa y decirle "hey, Lisa, ¿y el anillo para cuándo?"

— ¡YeRi! — Escuchó reír a su hermana y se acomodó sobre el colchón. — ¿Verdad que se está tardando?

— Lentas. — La menor bostezó y se giró. — Suerte en tu cita con Lisa. Al fin pasan algo de tiempo juntas.

Hasta su hermana se había dado cuenta de la ausencia de Lalisa. Suspiró y cerró sus ojos. — Será un buen día.

Lalisa no mintió cuando dijo que estaría temprano por la casa de las Kim para recoger a la coreana. Por suerte, Jennie se había preparado muy bien con una canasta llena de comida, ideas sobre lo que podía hacer junto a la tailandesa y mucha, pero mucha emoción que la hacía sonreír como tonta mientras caminaba al lado de la más alta al salir de su hogar.

— ¿Qué haremos entonces? — Preguntó Lalisa estirando su brazo para poder quitarle la canasta y ser ella quien la cargaba. — Oh... ¿qué hay aquí?

— Un poco de todo. — Dijo. — Fruta, emparedados, yogurt, agua... lo necesario para no pasar hambre en nuestro paseo.

La tailandesa asintió a la explicación recibida. — Espero hayas preparado mucho. — Comentó, al quedarse en silencio recordó un tema que deseaba hablarlo con la menor. — Anoche me quedé algo inquieta. — Admitió siguiéndole el paso.

— ¿Por qué?

— Bueno, tú y yo... demostramos otro tipo de afecto. — Miró en dirección de una mujer que pasaba cerca de allí y la señaló. — Por ejemplo, no me sentiría ni cómoda ni bien besando a esa chica o a cualquier otra.

Jennie apretó sus labios dejando que Lalisa pudiese expresar lo que sentía, era tierna cuando intentaba comprender todo lo que la gente normal hacía.

— ¿Sabes? Muchas veces me escapaba después de entrenar con papá y observaba a los humanos. Su comportamiento. Una vez presencié la pelea de dos... ¿novios? Era una pareja. Él había se había acostado con la mejor amiga de ella.

La coreana arrugó su nariz. — ¿Su mejor amiga? Eso no se hace...

— Es lo que dije. — Lalisa sonrió llevando su mano desocupada a su nuca, sobándola con nerviosismo. — Si te imagino besando a alguien... me enojo y duele aquí. — Señaló su pecho. — Pero tú y yo solo somos amigas, ¿no? ¿Significa que no debería sentir esa ira? ¿Debería dejar de tener miedo a que alguien más te bese?

Era un encanto. Lalisa era un tierno e ingenuo encanto. Jennie se adelantó unos pasos y se posó frente a la tailandesa, su pulgar e índice tomaron el mentón ajeno y la acercó para besarla rápidamente. Pudo comprender la rara explicación de la mayor y solo causó que la quisiera tener para siempre a su lado. — ¿Entonces tienes miedo a que alguien más me guste? Ese es tu inquietud.

— ¿Gustar?

— Sí. Gustar.

Lalisa recordó la vez en la que JiSoo le había explicado que esa palabra era muy delicada y no debía decírselo a ninguna persona porque podría malinterpretarse. Sus ojos brillaron ante la alegría.

— Yo te gusto. — Concluyó con una sonrisa burlona.

— Dios, Lisa, eres muy lenta a veces. — Soltó un suspiro y sonrió de vuelta.

— ¿Entonces no besarás a nadie más?

— No, no me gustaría besar a alguien que no seas tú.

Lalisa se sintió aliviada con esas palabras, tomó la mano ajena y prosiguieron con su caminata. Todas sus dudas sobre la extraña relación que mantenía con la coreana todavía no estaban resueltas, pero tenía todo el día para ir preguntando y comprobar que sus sentimientos cuando estaba con Jennie eran muy diferentes a los que tuvo con Afrodita.

La primera parada fue un parque, extenso y hermoso, con un lago en el medio rodeado de pequeñas piedrecitas que la gente utilizaba para lanzar y hacerlas rebotar en el agua. Lalisa observó a las personas y por un breve momento se decepcionó al saber que no estaría a solas con la coreana. Sin embargo, toda molestia se esfumó en un abrir y cerrar de ojos cuando la vio correr como si de una niña se tratara.

Jennie se encargó de llevar a la tailandesa bajo la sombra de un gran árbol y la invitó a sentarse.

— ¿Vienes aquí muy a menudo?

La coreana negó. — Solía venir con mis padres y hermanas. — Confesó. Era un lugar especial pero tanto YeRi como MinJeong no se atrevían a ir hasta allí para evitar los tristes recuerdos, por lo que la coreana no veía ningún sentido visitarlo sola. — Y ahora contigo.

Lalisa dejó a un lado la canasta que cargo todo el trayecto y se acercó a la menor. — ¿Qué hacían?

— De todo. A veces jugábamos... o solo nos sentábamos a comer y hablar durante horas. — Miró hacia un pequeño niño escapando de su padre y algo en su pecho dolió. — Cuando jugábamos el equipo de papá siempre perdía porque se enfrentaba a nosotras cuatro. Era un orgulloso.

Lalisa solo percibió cariño y nostalgia en las palabras de Jennie, bajó la mirada y jugó con el césped. — Ahora podemos hacer nuevos recuerdos... las dos. — Murmuró. — Claro que sin olvidar a tus padres, es decir, son sagrados los señores Kim y... — Unos labios la callaron.

— Me encanta tu idea.

— Bien. — Lalisa se acomodó y frotó sus manos para luego tomar la canasta, ponerla sobre sus muslos y abrirla. Su boca se hizo agua. No había probado bocado y toda esa comida parecía gritarle para que la saboree. — ¿Es que daremos de comer a todos aquí?

Jennie se encogió de hombros. — Me he dado cuenta que eres un poquito hambrienta, casi insaciable.— Rió bajito estirando su mano para sacar un recipiente con trozos de manzana.

— Lo recordaste. — Tomó un trozo de fruta y lo puso al lado del rostro de la coreana. — Ambas me gustan.

Lisa lo decía con tanta naturalidad y cero vergüenza que Jennie llegó a dudar de su veracidad. — Lisa, ¿qué significa para ti que algo te guste?

La mayor se llevó la fruta a su boca y masticó mientras pensaba en su respuesta. — Que lo disfruto. — Respondió encogiéndose de hombros, Jennie se sintió algo dolida por esa vaga respuesta. — Pero además de gustar de ti... hay algo más. — Cruzó sus piernas como si de un indio se tratara, apoyó su codo sobre su muslo y después su mentón sobre el puño mirando fijamente a la coreana. — Necesito que conozcas sobre mis costumbres para que entiendas lo que siento y creo. — Comentó. — Verás. Además de Apolo, hay alguien que domina muy bien el arco y las flechas. — Comenzó con una explicación fácil, a su parecer. — Eros, a él lo veneran por ser quien interfiere en el amor.

— ¿Cupido? — Preguntó imaginando a un pequeño niño alado.

— Eros. — Corrigió. — Me encantaría hablarte sobre él y su intervención en el origen de todo lo que tú conoces, pero no nos desviemos... — Lisa se irguió y llevó una mano a su pecho, a la altura de su corazón, dando pequeñas y suaves palmadas. — Cuando una persona es alcanzada por una flecha de Eros, no hay vuelta atrás... — Llevó su mirada hasta la coreana y sonrió con timidez. — Lo que siento es que, aunque no la vea, hay una flecha con tu nombre en mi corazón...

Jennie tragó saliva, comprobando que en realidad sí se podían sentir mariposas en el estómago. Era un maldito lío.

— Para ustedes decir que alguien les gusta es sinónimo a quererlo... y lo comprendo. — Hizo una pausa, mirando seriamente a la coreana— Como te acabo de explicar, para mí es muy diferente, ¿tú podrías aceptarlo?

No podía gritar de emoción en un lugar público, pero podía abalanzarse a los brazos de la mayor. Y lo hizo. Su corazón latía como nunca. Si lo que la tailandesa decía era cierto, entonces no había duda... — Lisa. — Llamó en un susurro, bajando la mirada por breves segundos. — Tu nombre también está aquí. — Señaló su pecho.

Lalisa sonrió y apretó el abrazo. — En el Olimpo suelen llamarse amantes. — Volvió a hablar haciendo una graciosa mueca en señal de desagrado. — Me gusta más la forma en la que ustedes se expresan. Tiene un significado más bonito.

— ¿Y cuál es esa? — Jennie aprovechó para hacerse la desentendida.

— Sé mi novia. — Soltó sin rodeos. — Nunca te traicionaré con tu mejor amiga. — Agregó pensando que era una condición necesaria para que Jennie aceptara.

La coreana perdió el aliento por un segundo, y tras recomponerse agitó su cabeza. — ¡Cómo te tardabas! — Exclamó empujando a Lalisa para quedar acostada sobre ella, besando cada parte de su rostro.

— ¿Es un sí? — Preguntó tratando de no reír.

— ¡Es un por supuesto! — Jennie detuvo su sesión de besos y llevó una mano a su boca. — Santo Cielo. Soné tan desesperada...

Lalisa soltó una carcajada ante la expresión contraria. — A mí me gustó. — Dijo atrayéndola de nuevo, dejando que Jennie reposara su cabeza sobre su pecho y así dejar que escuchara el ritmo de su corazón que solo ella provocaba.

La coreana cerró sus ojos, ese parque se llevaba el primer nuevo recuerdo que deseaba conservar para siempre.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro