Klaus Mikaelson

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Lena empujó la vieja y arruinada puerta de aquella iglesia con facilidad, rompiendo el candado que la resguardaba. Se abrió de par en par, ella avanzó a pasos lentos y seguros, deteniéndose una vez pasado el umbral.

Olfateó, escuchó, y observó... sus sentidos agudizándose, si caía una mínima partícula, ella lo sabría. Miró en cada rincón, pared, por el suelo y techo, en busca de alguna trampa o hechizo que pudiese obstaculizar su objetivo. Los bancos se encontraban en mal estado, y en posiciones descuidadas, algunos siendo solo trozos de astillas. Caminó por el centro del pasillo, hasta llegar al final, sus pasos haciendo eco en cada esquina.

Se detuvo, y fue cuando lo sintió. 

Estaba siendo rodeada, desde afuera se oían el crujir de unas pisadas en la tierra húmeda.
No la sorprendió. Desde las ventanas se podía ver el brillo resplandeciente de la luna en su punto más alto, iluminando todo, ellos creían tener ventaja. Ella se volteó y en la entrada, de pie, vio al cerebro tras la emboscada.

Él avanzó unos cuantos pasos, siendo seguido por sus lacayos. Contó diez de ellos. 

—¿A qué debo tu presencia, Reynolds?—inquirió ella, con voz suave.

Él sonrió ladinamente.

—Se comenta en el Barrio Francés y el Bayou que su cabeza tiene precio, reina mía... ¿Quién sería en mi posición  si no aprovechara tal maravillosa oportunidad?—se expresó, elevando sus manos en el aire para dar énfasis y ejercer una leve reverencia ante ella.

—Una vez traidor, siempre traidor—señaló ella sin inmutarse—. ¿Tú no crees poder contra mi?

Miró a cada uno de sus acompañantes a su lado, respaldando. Reconoció todos los rostros, rostros que antiguamente pertenecieron y juraron lealtad a su manada.

—Siempre me subestimaste—gruñó él con desagrado—. Nunca fui lo suficiente, para ti o la manada. Eso cambió, y quedará más que claro en este lugar, aquí y ahora.

Hizo una seña con su mano derecha y comenzaron a rodearla, encerrándola en medio.

—Tu cabeza será mía esta noche, y seré muy feliz de enviar el resto de lo que sobre de ti a la familia Original... Ya puedo saborear la mirada de horror en el rostro de Klaus Mikaelson cuando le entregue a su bastardo parte por parte.

Ella sintió su piel erizarse y picar, preparándose para el inminente cambio, apretó los puños con fuerza.

Lo vio pasar todo rápidamente. Él efectuó su cambio, sacando a relucir su oscuro pelaje, garras y colmillos. Embistió en su dirección. Ella sin quedarse atrás, cambió. Sus largas garras, blancos colmillos y pelaje igual de oscuro que la noche misma sin luna. Se convirtieron en una bola enorme de pelos, que rasguñaba y pateaba, feroces gruñidos se oían en cada recoveco del antiguo edificio.

Él intentó llegar a su cuello, pero ella no se dejaría, jamás lo haría. Con su cuerpo, ligeramente de menor tamaño, utilizando tal ventaja, se separó a gran velocidad. Cegado por su sed de venganza, volvió a embestir su cuerpo, enterrando sus garras en el suave vientre de la loba. Ella con sus grandes colmillos rasgó su pata, quitándole de encima, el quejido del lobo no se hizo esperar. Retrocedió y ella aprovechó para ir contra sus puntos blandos.

Sin alcanzar a esquivar, otro cuerpo chocó contra ella, tomándola por sorpresa, arrojándola unos metros en dirección opuesta. Recomponiéndose, sacudió su pelaje, vio como sus acompañantes cambiaban y lentamente se comenzaron acercar a ella. Gruñó enseñando sus colmillos, no les temía, y no se dejaría amedrentar. Les demostraría, una vez más, porqué ella era su Alfa y no alguien más.

Arremetió contra el primero en su campo visual, que sin prever tal acción, rodó en el piso, lo cual la aventajó. Rasgó su cuello de un mordisco veloz, cubriéndose de su sangre, y chorreando de su hocico. Ella resoplaba con furia, levantando la mirada del cuerpo ya sin vida bajo sus patas. Lena lucía terrorífica, una imagen digna de cuentos y películas de terror. Sus gruñidos, acompañados del sonido de las garras arañando el piso al caminar.

El gran cuerpo transformado de Reynolds empujó entre los presentes, hasta llegar a la joven loba. Por una milésima de segundos observó a su compañero caído, luego a ella.

Un gruñido y se lanzó nuevamente al ataque. Ella no quiso esquivarlo, se arrojó de igual manera, queriendo terminar con todo lo más pronto posible. Entre mordiscos y rasguños en algunas extremidades, ella continuó peleando. Su antigua manada, sin querer ser menos, se unieron a él, contraatacando.

Ella forcejeó, empujó, mordió y rasgó a unos cuantos, pero no podía acercarse a uno, sin ser atacada por otros tres, dificultando sus avances. Ralentizando la inevitable masacre que causaría. Se protegían entre ellos. Jadeando ella se mantuvo impasible ante los lobos. Una vez más, demostrando su posición.

Ellos volvieron a acercarse más, empujando su cuerpo, para desconcertarla, dejando el espacio para el ataque de Reynolds. Sus colmillos fueron directo a su cuello, ella se preparó, tensando sus músculos ... pero él jamás llegó a tocarla.

Una nueva bestia se había hecho presente, había embestido contra el lobo de Reynolds, tirando su cuerpo entre los bancos de la iglesia. Los lobos restantes, desconcertados, no habían visto venir tal encrucijada. Ella se acercó a la gran bestia Mikaelson, él con sus brillantes y dorados ojos la observó, lamiendo su oreja, quitando la sangre de ella.

El par de lobos observó los esfuerzos del caído y a sus compañeros. Ella sintió un segundo aire entrar en su cuerpo cansado, la fuerza de Klaus era su fuerza y viceversa. Su presencia los atemorizaba, la de ella imponía fuerza. Y estaban listos para continuar.

Todo se tiñó de rojo. 

Dos bestias salvajes, desatadas por su naturaleza

Klaus se encargaba de arrojarlos al suelo con su fuerza bruta, ella proseguía desgarrando sus estómagos y gargantas con gran rapidez. El piso se llenó de pulpas deformes y sangrantes, lobos desgarrados ya sin forma reconocible alguna, y extremidades cercenadas por doquier.

El penúltimo de ellos se arrojó, herido, en dirección a Lena, mientras Klaus lidiaba con Reynolds. Ella esquivó su pesado cuerpo, y rápidamente se colocó sobre él, sus feroces fauces presionando su cuello, hasta que oyó el tan preciado crujido.

Él dejó de patalear y moverse bajo su cuerpo, lo soltó, retrocediendo. Por instinto miró hacia atrás, Reynolds corría hacia ella, y Klaus lo seguía a unos metros.

Sus grandes patas la empujaron, quitándole el aire por un segundo. Rodó en el suelo, chocando contra los bancos. Su fuerza era peculiar e imprevisible, Lena lo concedió, pero a mayor tamaño, más lentitud de acción.

Ella sabía lo que hacía, se quedó quieta por unos segundos, esperando. Sintió su pesado cuerpo acercarse, apenas ella cayó, y lo tuvo justo donde quería.

Si funcionaba, todo acabaría. Si no lo hacía... las cosas acabarían de igual forma, aunque no bien para ellos.

Rápidamente se levantó, apenas lo tuvo encima y agarró su cuello con el hocico, arrojándolo al piso. Él forcejeo con empeño y se enredaron sus cuerpos, pero no lo soltó. Klaus llegó en aquel instante y cambiando a su forma humana, enterró la mano en el pecho del licántropo, arrebatando su corazón latiente.

Lena lo soltó, sintiendo su cuerpo ya sin vida bajo sus patas. Él dejó caer el corazón al suelo, junto a la demás mugre de la masacre. Ella cambió lentamente, dejando relucir su pálida piel a la luz de la luna, y cabello obsidiana cubierto de sangre y trozos de vísceras.

Luego de largos minutos solo se oían sus agitadas respiraciones y el goteo de la sangre, de sus manos y cuerpos hacia el piso. Ella vio el charco bajo sus pies descalzos. La espesa sangre escurría por todas sus extremidades. Sus falanges fueron las ultimas en volver a su forma original, y apretó los puños, tronando sus nudillos. Su pecho subía y bajaba con rapidez, sus colmillos aún picaban en sus encías con ansías y desesperación.

La adrenalina aún activa y corriendo por sus venas.

Retrocedió unos pasos, chocando contra el pecho tibio y cubierto de sangre fresca de Klaus. No volteó, él agachó la cabeza hasta la altura de su cuello, olisqueando, buscando... Él bufaba con cierto cansancio en su oído, acariciando su oreja con su nariz y labios, dejando su caliente aliento en ella.

Estaban juntos, después de todo.

Habían masacrado de la peor manera posible a un grupo completo de lobos. Rasgando carótidas y extremidades de sus cuerpos aún con vida. Klaus sujetó su cintura desnuda con ambas manos, acercándola a su cuerpo. Su boca aún junto a su oreja, respirando sobre ella. El corazón de Klaus latía desbocado en su pecho, como secuela de la descarga de adrenalina. Ella lo sintió en su espalda. El suyo estaba en iguales condiciones.

La mano derecha de Klaus viajó hacia su vientre, contuvo la respiración y finalmente pudo oír aquel peculiar tercer latido en el lugar. Él sopló un suspiro de alivio.

—Él planeaba...—murmuró ella—. No iba a dejarlo...

Las palabras quedaron a medias, a la par que ambos agachaban la mirada hacia el cuerpo de Reynolds.

—Bastardo—gruñó Klaus—. ¿Crees que esté...?

—Es un Amery—cortó ella, con orgullo, sabiendo a lo que se refería—. Él está bien. Estamos bien...

—Es un Mikaelson—corrigió él con una sonrisa y un beso en su mejilla.  





jelou!

a un par de pasos de colocarme al día...😷💙

*Amery se cree que significa "poder universal" en noruego antiguo, imaginen la ventaja de los Originales con ese bebé.🧐

stay tuned😏

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