Capítulo 19

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

La felicidad había sido drenada del rostro y el cuerpo de Jimin, solo con haber escuchado la voz de Jaewo. Mientras sus pies se encontraban petrificados en su sitio, su mente rebobinaba una y otra vez en las palabras de aliento de Taehyung, diciéndole que ese bastardo debía haber incluso olvidado su existencia; Jimin había creído. Todo había sido tan maravilloso en los últimos tiempos, que había llegado a creer que su paranoia todos estos años había sido injustificada, creada solo por el miedo y los malos recuerdos.

Malos recuerdos. Eso era lo que definía su pasado con Jaewo. Todos ellos agrupaban momentos que desearía olvidar o nunca haber siquiera atravesado. La burla constante y bulliciosa de sus compañeros aquella mañana de graduación, el rostro decepcionado de sus profesores, la mirada triste de sus padres, los comentarios indiscretos de sus vecinos; su propia vergüenza. Se sentía mareado por una avalancha de memorias que lo aplastan dolorosamente hasta asfixiarlo, recordándole por qué Mochi y Park Jimin no debían nunca ser relacionados.

Jimin se sentía abrumado. Eran tantas las emociones mezcladas, que ni siquiera sabía cómo reaccionar. Después de dejar Busan, había pensado más de una vez las múltiples maneras en que le gustaría devolverle uno por uno, los golpes que ese hombre dio a su tranquila vida. Sin embargo, recordar las implicaciones de una conducta así, teniendo en cuenta su posición actual, lo hacía terminar rezando por no volver a verlo.

—¿Estás tan emocionado que no puedes ni hablar? —le cuestionó Jaewo, con evidente sarcasmo.

Park respiró profundamente, en un intento de reunir calma. Se tomó el tiempo de mirarlo de arriba abajo. Estaba un poco más alto y parecía haber subido de peso, su apariencia era descuidada; su cabello, ahora rojo y despeinado, y su barba incipiente, dejaba ver un descuido inesperado por parte de quien una vez fuese uno de los chicos más deseados de su preparatoria. Más que nada, parecía un prófugo de la justicia, con sus ropas color marrón y negro, anchas y maltrechas. Eso activó nuevas alarmas en Jimin, ¿y si era algo así como un delincuente callejero?

—¿Qué quieres? —preguntó arisco el escritor.

—A ti —dijo, haciendo un escalofrío subir por la espalda de Jimin—. Por eso estoy aquí. Tenemos mucho de que hablar para ponernos al día.

—Tú y yo no tenemos nada de que hablar.

Jimin miró a sus alrededores, preocupado, temiendo, sin siquiera saber a qué. Buscando una manera de huir, creyendo que podría escapar para siempre de él si corría con todas sus fuerzas.

—Yo también creía eso. No había nada más que necesitara de ti, ingenuo pueblerino. Ya había obtenido todo lo que quería. —Sonrió malicioso—. Fue bastante divertido.

—Calla —respondió, casi susurrando.

—Eras tan inocente, creyendo que habías logrado conquistarme. Que tenías lo que todos deseaban. ¿Cómo pudiste llegar a creer que poseías algo que no pudiera obtener en otro sitio? Solo eras conveniente. Ingenuo y conveniente.

—Calla —volvió a decir, un poco más alto.

—Al menos el sexo fue bueno. Aprendiste rápido lo que me gustaba. Pero, ¿sabes qué fue lo mejor? —Se relamió—. Que estuviste dispuesto a hacer todo lo que quise. Eso te hizo útil. Aunque, ya lo sabes.

—¡Calla! —gritó. Se sentía humillado e imbécil. Quería enterrar su inocencia pasada, el amor ciego que llegó a sentir por una persona que no valía la pena. Que no vale la pena.

—Mucho cuidado con cómo me hablas, Jimin. Puedo destruir tu vida.

—¿Destruir mi vida? —El temperamento del escritor hirvió—. ¿Más de lo que ya lo hiciste?

Un corto silencio se instauró.

—Es increíble como la tecnología ha evolucionado en los últimos años. —Jaewo vio a Jimin confundido por su aparente cambio de tema—. Los tiempos han cambiado. Hemos pasado de no tener permitidos siquiera los celulares o el acceso libre a internet en las escuelas, a poder viralizar un vídeo en cuestión de segundos. Soy de los que le gusta guardar los videos por años. ¿Crees que un video porno, contigo de protagonista, se haría viral?

—¡Eres un maldito, Jaewo! —gruñó.

—Y tu ya no eres el simple nerd de la literatura, eres un hombre famoso. Con dinero. Hagámoslo simple. Me das la suma que te pida, y el video permanece oculto.

—¿Oculto? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que tengas el dinero en tus manos, y consideres divertido hacerlo público? ¡No volveré a caer en ese error!

Jimin hiperventilaba, se sentía tan enojado como no recordaba. Había pasado de querer y esconderse, a desear golpearlo hasta dejarlo inconsciente. Jaewo se merecía eso y más. Su ataque de rabia había hecho salir a flote la respuesta que tanto le costaba admitir en voz alta, en estado de ecuanimidad. Ese hombre le había jodido la vida de todas las maneras posibles, ¿qué más podría hacerle? Ya no quedaba nada en su interior para destruir y lastimar, que no hubiese sido dañado ya.

—Me humillaste, me amenazaste. ¡Extorsionaste a mis padres! —elevó más su voz, casi hasta sentir que su garganta se desgarró—. Y al final, cuando obtuviste lo que querías, me hiciste ver como el hazmerreír de mis compañeros, la vergüenza de mi familia y la puta del pueblo. ¡Tú y tus amenazas se pueden ir a la mierda!

Jimin se sentía un tonto. Recordar que el motivo principal por el que había mantenido su identidad en secreto al inicio de su carrera literaria, era evitar que Jaewo lo descubriera, ahora que lo tenía en frente, lo hacía sentir incluso ridículo. No había una escapatoria. Porque este hombre, al final, sin importar si él cumplía o no sus términos, acabaría haciendo lo que le viniese en gana y destruiría todo a su paso otra vez. Si había logrado reconstruir su vida una vez, volvería a hacerlo. Era más fuerte ahora, no quedaba nada de ese chico crédulo y engañado del pasado. No se dejaría amenazar ni amedrentar.

—Ya no estás en la misma posición de antes, no puedes arriesgarte.

—Soy yo quien decide sus riesgos. A lo que no quiero arriesgarme, es a bailar en la palma de tu mano de nuevo.

Jimin hizo el intento de darse la vuelta, pero Jaewo lo agarró del brazo y tiró de él hasta arrastrarlo al interior de un callejón cercano. El escritor pensó en gritar, pero los alrededores de la calle donde se encontraban, estaban bastante vacíos. Lo levantó en peso y fijó su cuerpo contra la fría pared de ladrillos. Los contenedores de basura bloqueaban la vista a lo que sucedía.

—Quiero diez millones de wons, Jimin. Eso, o tus gemidos serán escuchados en toda Corea.

—Pues que los escuchen —lo enfrentó, tratando de mantener firme su voz—. Más te vale tener un abogado listo, si de veras te atreves a divulgar ese video.

No de manera evidente, pero vio el rostro de Jaewo palidecer un poco. Él también podía jugar ese juego. No era un ignorante, no se dejaría intimidar ni engañar por parte de ese imbécil.

Jaewo lo separó un poco de la pared, solo para volver a golpearlo contra esta segundos después.

—No te hagas el valiente, Jimin, sé que no eres tan duro como dices ser. ¿Dices que no te importa que el mundo escuche? Y dime, ¿Jeon Jungkook forma parte de ese mundo?

En esta ocasión, fue el turno de Jimin de palidecer. ¿Cómo podía Jaewo relacionarlos a él y a Jungkook? ¿Qué tanto sabía? Las alarmas se encendieron en su cabeza.

—¿Q-qué tiene que ver Jeon en esto?

—Se está cayendo a pedazos tu máscara de seguridad —se burló—. Crees que has cambiado, pero sigues siendo el mismo. La cara que pones cuando lo miras o hablas de él en entrevistas, es la misma que ponías cuando me veías a mí en el pasado.

—Estás imaginando cosas —se defendió con voz temblorosa.

—Estás mintiendo. ¿Él sabe de tus sentimientos? ¿Sabe que eres gay? ¿Sentirá asco de ti cuando sepa que eres un puto? —Sonrió con suficiencia—. Creo que sería interesante si le envío el video solo a él, y averiguarlo. O quizás podría contactarlo, mostrárselo y comentarle nuestras vivencias juntos.

—¡Hijo de puta! —La rabia hizo las lágrimas descender por sus mejillas.

—Espero que ahora tengas más interés en pensar mi propuesta. Esto no ha terminado. Te contactaré pronto. Se cómo hacerlo, Mochi.

Jaewo lo soltó, y antes de que pudiera recuperar el equilibrio, le propinó un fuerte golpe a Jimin en el estómago, que le sacó el aire y lo dejó de rodillas en el piso. Cuando Park pudo recuperar el aliento y mirar a su alrededor, la silueta de Choi había desaparecido, sin saber precisar por dónde.

El peso de cada palabra y cada acción que ocurrió en ese sitio, cayó como un bloque sobre su cabeza. No sabía qué hacer, ni hasta dónde repercutiría lo sucedido. A Jimin, la opinión del mundo no le importaba, no construía su vida alrededor de intentos de agradar a los demás. Sin embargo, la opinión de Jungkook sí le importaba. Estaban comenzando a construir una relación, no quería que esta clase de trago amargo los pusiera en la cuerda floja.

Tomó su celular y marcó el número de Taehyung. Su propia capacidad de tomar decisiones sin titubear se había agotado en su arranque de valentía contra Jaewo y, su mejor amigo, conocedor de su pasado y presente, y su apoyo más sincero, era de quien más necesitaba un consejo.

La llamada no se conectó, incluso después de su tercer intento. Era extraño que Taehyung no le contestara el teléfono, pero supuso que estaba lo suficientemente ocupado, o no lo traía encima en ese momento. Con la fe de que su llamada fuera devuelta cuando fuese vista, comenzó a caminar sin rumbo fijo, sobando su adolorido abdomen, rezando para que no quedasen marcas. Pasaron los minutos hasta que transcurrió media hora, y su teléfono permanecía silencioso. Todavía ansioso, tomó un taxi y se dirigió a la casa de la única persona con la que podría intentar desahogarse, en ausencia de Taehyung.

Se encontraba frente a la puerta del departamento de su editor, esperando a que este le abriera la puerta después de haber tocado el timbre. No había llamado para anunciar su llegada, sabía que Jin estaría en casa, preparando la cena para su hija. No le sentaba bien interrumpir, pero en serio necesitaba hablar con alguien.

—Buenas tardes —saludó Seokjin, abriendo la puerta. Llevaba unos pantalones de chándal color marfil y un pullover blanco, estaba envuelto en un delantal negro—. ¡Oh! Jimin, qué extraño tenerte por aquí. ¿A qué debo el honor de dejar de ser un personaje secundario olvidado, y ser necesitado de nuevo?

—Hola, Jin. Me quejara por el golpe bajo, pero lo merezco —admitió, con una sonrisa amarga. Últimamente había incluso enviado sus capítulos por correo, sin encuentros personales. Solía pasar sus tardes conversando con Jungkook.

—¡Claro que lo mereces! Todavía recuerdo cuando decías que era como un padre para ti, y no solo tú editor a cargo. —Se limpió una lágrima imaginaria.

—No seas dramático. —Sonrió. De veras necesitaba sonreír—. ¿No me invitas a pasar? ¿Dónde está Hana? Hace mucho que no la veo.

—Se está duchando, casi íbamos a comer. Supongo que debo ponerte plato, ya que llegaste a esta hora. —Se hizo a un lado y le dio espacio para entrar

Antes de que Jimin diera un paso al interior, se escuchó el sonido de unos pasos acercarse, seguidos de una voz, que asumió pertenecía a la persona que se escuchaba acercarse.

—Jinnie, no encuentro el vestido blanco de flores púrpuras que le regalé a Hana, y dice que quiere ponérselo.

La imagen de un hombre alto, medianamente fornido, de cabello negro y atractivo rostro, se vio aparecer. Llevaba un pantalón negro y una camisa blanca remangada hasta los codos, usaba zapatos de vestir. Por su aspecto, se podía asumir que había estado vestido de traje y el saco y la corbata habían sido retirados.

—Oh, buenas tardes —saludó—. Perdón por interrumpir.

—Jimin, él es Kim Namjoon, un... —vaciló— amigo. —Las mejillas de Seokjin se colorearon de un suave tono rosa—. Nam, el es Park Jimin, el escritor del que estoy a cargo en el trabajo.

—Mucho gusto, señor Kim. —Hizo una reverencia, atando cabos respecto a lo que podría estar presenciando.

—Llámame Namjoon. —Sonrió, un par de hermosos hoyuelos aparecieron en sus mejillas—. El placer es todo mío. Jinnie... Jin —se corrigió— me ha hablado mucho sobre ti. Muchas gracias por cuidar de él.

—Por el contrario, es él quien siempre cuida de mí.

—¡Joonie! —La voz de Hana de escuchó desde el fondo—. ¡Mi vestido!

—Está en el segundo cajón inferior a la derecha, en el armario de mi habitación, Nam —le aclaró Seokjin.

—Será mejor que me apresure, no es correcto hacer esperar a la princesa. —Miró a Jimin—. Ha sido un placer. —Hizo una reverencia y se retiró a paso veloz y ligero.

—Bueno, creo que también es momento de que me vaya —dijo Jimin.

No estaba claro de qué tipo de relación podría existir o no, entre Seokjin y ese hombre llamado Namjoon, pero, por la familiaridad con que se llamaban entre ellos y la forma en que la pequeña Hana, que solía ser un poco tímida, se comportaba, debían ser bastante cercanos. No quería interrumpir los planes que seguramente tenían juntos, para llenar a Jin con sus problemas.

—Acabábamos de decir que ibas a quedarte a cenar.

—No quiero molestar.

—No lo haces.

—Lo sé. Como también sé que su cena será más amena si la comparten entre los tres. —Sonrió—. Me alegro mucho por ti, Jin.

—No sé de qué me estás hablando. —El editor desvió la mirada, algo avergonzado.

—Nos vemos en nuestra próxima reunión, la semana que viene. —Se dio la vuelta para dirigirse al ascensor.

—Jimin, ¿de verdad está todo bien?

—¡Claro! Por qué no habría de estarlo. —Forzó una sonrisa—. Adiós, Jin. Saluda a Hana de mi parte.

Era lo mejor. Era su problema, después de todo. Ya pensaría en algo... Eso esperaba.

¡Holiwis! Al fin de vuelta con esta historia. Perdón por la demora.
Mi conexión está horrorosa y el banner no me carga, luego lo pongo. 💜

Chao chan 😘

Hasta la próxima actualización.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro