Capítulo 12

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No mentía, hay actualización. Jajaja. Se que muchas pensabais que iba a desaparecer de nuevo jajaja.

Mañana subiré el próximo capítulo amores. Estoy cansadita hoy :(

Aclaración: este capítulo es una transición para el próximo (que estará lleno de risas).

 *Todos los lectores gritando* ¡YA ERA HORA CRUEL ESCRITORA!

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Débora

Salir de aquella casa, tras semanas viviendo en ella, fue revelador. Me había acostumbrado a mi rutina. Esa que era tan previsible. Tan obvia y segura. Sin imprevistos o dramas. Durante días mi vida se había visto reducida a una serie de sucesos: mis libros, los paseos por el jardín a media tarde, mis visitas matutinas por parte de Tabita, las tardes de cine con Abigail... Dentro de aquella previsible burbuja sabía que nada malo podía pasar. Entre las paredes de aquella fortaleza me sentía protegida. No había mejor cura, para un alma intranquila, que estar rodeada por hombres lobo capaces de destrozar a cualquier intruso o amenaza en cuestión de segundos. Tras el paso de las semanas había olvidado que fuera de aquella burbuja donde hibernaba, el mundo había continuado su curso. Tan inalterable como siempre. Tan lleno de poder que tu insignificante existencia no podía tornar su rumbo. Me percaté de ello escondida tras el cristal tintado del auto. A través de la oscura ventanilla, no pude evitar observar con fascinación como la gente paseaba, se reía o charlaban entre ellos... tan ajenos al caos que mi vida era desde hacía meses.

Suspirando aparté la mirada de la calle. A lo lejos, mi destino final: la estación de policías. Como siempre, iba directa hacia el caos. No era capaz de comprender mi fascinación por él. No entendía porque siempre acababa yendo de cabeza a la locura. Casi parecíamos dos imanes. Atrayendo y repeliéndose mutuamente sin cesar. De nuevo iba directamente a enfrentarme a todo lo que con tanto empeño había intentado cerrar bajo llave. Con suerte hoy sería la última vez que necesitaría aquella llave.

Me enteré de la noticia mientras tomaba un té y leía en la sala de estar. Con el ruido de la televisión de fondo, y protegida bajo una manta, me sorprendí sonriendo mientras releía las palabras de mi libro favorito. No sabía cuántas veces me había reído con sus palabras, pero estaba segura de que aquella tampoco sería la última vez. Dejando el libro a un lado, cogí la taza caliente y bebí un sorbo. Frente a mi la noticia de un incendio llamó mi atención. Subiendo el volumen del televisor, escuché con curiosidad como relataba el suceso. Cero víctimas mortales y cinco hospitalizados por inhalación de humo.

<Menos mal que nadie ha fallecido> pensé mientras recogía mi pelo en un moño y volvía a coger la taza de la mesita. Tras dar un par de sorbos más, cogí el mando de nuevo para bajar el volumen. Obviamente, no fui lo suficientemente rápida.

Frente a mí, la elegante señora del noticiero daba una emocionante exclusiva: delante de la comisaría de Limerick, los policías habían encontrado al asesino que llevaba semanas en la lista de criminales más buscados. Que orgullo y suerte la mía, ese sujeto era Arthur. Al ver su fotografía, y los videos de los curiosos transeúntes que habían presenciado su detención, la taza que sostenía en la mano resbaló cayendo al suelo.

A pesar de ver cómo se estrellaba contra el suelo, no fui capaz de escuchar el sonido de la cerámica romperse en mil pedazos. Como un torbellino, Thomás entró corriendo a la sala atraído por el estruendo. Lleno de preocupación observo la sala y luego el suelo lleno de té. Tras mirar la televisión y mi rostro descompuesto, su pequeño cerebro comprendió lo que pasaba. Con calma, como si ya estuviera acostumbrado a tratar con el caos, avanzó hasta quedar frente a mi. Con su pequeña figura bloqueando el televisor, mi ojos no tuvieron más opción que centrarse en él. Su mirada llena de tranquilidad lograron sacarme de mi ensoñación. Cogiéndome de la mano, me obligó a levantarme y salir con él al pasillo. Como una muñeca de trapo lo seguí sin rechistar.

Siguió su rumbo sin detenerse hasta que encontró a Larisa. Está al verme, pálida y muda, me llevó hasta uno de los taburetes de su cocina donde tras ponerme otro té entre las manos, fue en busca de los demás. A mi lado Thomás acariciaba mi espalda con su pequeña mano. La ternura de su preocupación me animó a sonreírle y como respuesta su rostro se iluminó al instante.

Los siguientes minutos fueron una secuencia de escenas donde mi participación se redujo a la de observar y respirar. La cocina jamás había estado tan llena de gente. Amoos, Anabel, Larisa, Catalina, David... todos discutían que medidas debían tomar. A mí lado Amoos me envolvía entre sus brazos, protegiéndome de la discusión que se desarrollaba ante mis ojos. Su rostro inexpresivo chocaba con su mirada dulce preguntando que tal estaba y que quería hacer. Por arte de magia la discusión frente a mí se detuvo y todas las miradas de los presentes se fijaron en mí... Por suerte el sonido de mi teléfono me salvó de tener que responderles. Al otro lado de la línea, un agente de policía decidía por mí lo que iba ha hacer. En menos de dos minutos todos estaban ya en sus coches listos para ir a la comisaría como me habían pedido.

Y ahí estaba yo de nuevo: en la parte trasera de un coche, rodeada de periodistas ansiosos por hacerme preguntas que deseaba ignorar y a punto de entrar en aquel lugar lleno de más preguntas que no quería responder.

Rodeada por todos, entre en aquel edificio. Por mi espalda una gota de sudor frío resbalaba hasta desaparecer. Con la boca seca y tensa, seguí avanzando hasta la recepción. Amoos sujetaba mi mano con fuerza, y detrás de mí el resto de la familia miraban el lugar con la nariz arrugada.

— Buenas, soy Débora Tate. Hace una hora me han llamado para que venga a identificar a... — bajo la mirada de aquel agente, con aquel uniforme azul tan parecido al de mi padre, las pocas fuerzas que me quedaban se desvanecían.

— Buenas, Amoos Moore. Venimos a identificar a Arthur y a revisar la declaración que dimos hará aproximadamente un mes y medio. — a mi lado Amoos apretó la mano al policía mientras sonreía tenso — Por favor indíquenos hacía donde debemos ir para acabar cuanto antes.

— Por supuesto — murmuró mientras se levantaba y señalaba a nuestra derecha — Última mesa. El inspector del caso os informará de todo. Solo vosotros dos. El resto tiene que salir fuera.

Avanzando entre aquellas mesas repletas de papeles e informes, podía notar como la tensión dentro de mi aumentaba. En pocos minutos tendría que enfrentarme a él. No lo había visto desde aquella noche, y no estaba segura de que podría pasar. El inspector al vernos llegar, se levantó de su silla con rapidez. En menos de cinco minutos nos explicó la situación, le llevó diez más revisar nuestras declaraciones y otros cinco para llevarnos a la sala de interrogatorios. Tras la protección de aquel cristal falso creí que al verlo no notaría nada, pero cuando mis ojos se encontraron con su esquelética figura, la rabia acumulada durante aquellas semanas se hizo presente. De no ser por la mano que Amoos apretaba, estaba segura que me habría abalanzado sobre ese desgraciado para arrancarle los ojos. Respirando profundamente, intenté aplacar aquella ira. Sin querer perder más tiempo observando su rostro sonreír al espejo tras el cual me escondía, me giré al oficial.

— Es él. — dije mientras abría la puerta y salía de aquella sala. — Él mató a Lucas. — murmuré llena de odio mientras lágrimas caían por mis mejillas.

De vuelta en el coche, cerré los ojos con fuerza. Las ganas de golpearlo todo eran abrumadoras. Tenía que salir de allí, alejarme de todos y gritar hasta quedarme sin voz. Tenía tanta rabia dentro de mí, que no sabía cómo deshacerme de ella.

— Para el coche. — escuché a Amoos decirle al conductor. Tras salir del coche, abrió mi puerta y me tendió la mano. Confusa salí y le cogí la mano que me ofrecía. — Puedes ir a casa. Dile al resto que tardaremos en llegar.

Y sin más el coche desapareció por la carretera dejándonos a Amoos y a mí en medio de la nada. Rodeados únicamente por el bosque. Mirando a mi alrededor, calcule que estábamos a unos quince minutos de su casa.

— ¿Qué hacemos aquí Amoos? — pregunté mientras se alejaba de la carretera y se adentraba en el bosque.

— Vamos a descargar esa ira que llevas dentro de ti. — murmuró sonriendo de lado — No puedo soportar ver como empeña tu dulce mirada. 

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Mañana subo el próximo capítulo amores. ¡Y si todo va bien subo 2 en lugar de solo uno!

¿Quién más le hubiera pegado a ese hombre? Yo seguro que sí. 

Y para acabar... ¿Quién más se quiere comer a besos a Thomás? 

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