Capítulo 8

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Espero que os guste tanto como a mí.

•• <<────≪•◦⚜◦•≫────>> ••

X

Una sonrisa, capaz de hacer temblar a cualquiera que se atreviera a mirarme, cubrió mi rostro al ver como lentamente el sol descendía tras las copas de los árboles hasta desaparecer. Su luz, cada vez más y más tenue, tiñó todo con tonalidades rojizas, mezcladas a su vez, con colores naranjas y amarillos. Ya quedaba menos. Quedaba menos para que la luna remplazara esos colores cálidos, y llenos de vida, por un uniforme negro, únicamente interrumpido por el brillo pateado de esta.

La reina de la noche, en lo alto del cielo, condenada por la eternidad a girar alrededor de la Tierra, de nosotros, me recordó mi propia condena. Mientras que la luna vivía atada al planeta, y brillaba gracias al sol, yo estaba encadenado a su pálida luz desde hace más tiempo del que podía recordar.

Bajando la mirada, lleno de odio, cerré con fuerza mis manos. Mi piel fría, dura y pálida, similar en el tacto al roce de unos dedos sobre una estatúa me llevó a imaginarme como eso: una fría estatúa tallada en mármol. Carente de emociones o sentimientos. Fuerte y firme. Inamovible. Mi piel tan helada como el hielo, bien podría ser comparada con una piedra enterrada bajo la nieve, o condenada a existir bajo la sombra. Sin poder ver el sol jamás. Sin poder sentir su calidez.

Dejando la ventana atrás avancé por la sala iluminada únicamente por una docena de velas. Las paredes de piedra parecían susurrar palabras pronunciadas tiempo atrás. Susurros de secretos retenidos que ansiaban ser liberados y escuchados por todos. Ignorando aquella sensación de ser observado, de estar rodeado por fantasmas del pasado, fui bajando los escalones con calma.

Mi paso era seguro. Ágil. El paso de alguien que sabe exactamente lo que va a pasar. Que sabe cómo debe reaccionar. El andar de alguien que jamás se sorprende.

Sin poder evitarlo sonreí de nuevo. Jamás. Siempre. Nunca. Eternidad... Palabras que yo comprendía a la perfección. Palabras cuyo significado parecía venirle grande a muchos. Odiaba cuando las personas hacían su uso sin ser capaces de entender su significado. La hipocresía de los humanos al usarlas sin cabeza. Como si la importancia de estas fuera poca cosa para ellos.

'Jamás he amado a alguien como te amo a ti'.

Los humanos se toman muy a la ligera sus promesas. Yo no cometía esa atrocidad. Casi parecía que disfrutasen incumpliéndolas...

Hacer pactos con ellos, era pues muy entretenido. Me encantaba torturarlos. Ver cuánto tiempo eran capaces de cumplir con su palabra. Ver hasta donde llegaba su promesa si su orgullo, vanidad o vida estaban en juego. Yo las promesas las consideraba algo sagrado. Al hacer un pacto lo cumplía hasta el fin de mis días. Hasta la eternidad. Yo podía usar esas palabras sin miedo a mentir.

'Yo jamás incumplo mi palabra'. 

Esta era una frase sin mentiras. 

Una frase real.

Supongo que esa virtud era algo que me caracterizaba. Era lo que se suele decir: un rasgo identificativo. Todos los que me creían conocer sabían que no mentía. Y a pesar de ser un secreto conocidos por todos, nadie se atrevía ha hacer pactos conmigo. Nadie. A no ser que la necesidad fuera mayor que su miedo hacia mi persona...

Así pues, me encantaba jugar con las palabras. Las convertía en adivinanzas. En trampas. En juegos mentales difíciles de resolver. Me encantaba la belleza de una verdad envuelta en mentiras. Era un arte que había tardado siglos en perfeccionar. Mi única fuente de entretenimiento. El rayo de luz que iluminaba mi oscura eternidad. Mi droga favorita.

Llegué a la puerta principal de mi fortaleza un segundo antes de que el último rayo de sol se apagara tras las montañas. Un gesto de la mano hizo que las puertas se abrieran de par en par. A mi alrededor, las sombras se encogieron temiendo desaparecer por el sol, pero este ya no estaba. El frío de la noche huyó al sentir mi presencia.

Con calma de dirigí al mismo lugar que hacía días visitaba. Ya me sabía aquella caminata de memoria. Mis ropas, más oscuras que la noche que me envolvía, ondearon al son del viento. Mi pelo, del mismo color que la luna sobre mi cabeza, brillaba bajo su luz. 

Plateado. 

Un color sin vida.

Únicamente había un trazo de color que evitaba que todo mi ser fuera descolorido. Un único mechón de pelo negro en la parte derecha de mi cabeza. Un acto de rebeldía quería pensar. Una muestra de que, a pesar de mi aspecto pálido, ojos claros y pelo blanco como la nieve, era algo más que un espectro sin color.

La vegetación bajo mis pies descalzos crujió. En menos de dos minutos llegué a mi destino. Frente a mí, entre las hojas, se podía ver su mansión. Llevaba años observándola. Tratando sin descanso de encontrar una manera de derribar sus defensas. Quería lograr traspasar sus muros y caminar entre ellos. Destruir todo lo que amaba.

La idea de sembrar el caos en su hogar, como años atrás él había hecho con el mío, era lo que lograba que mi sonrisa se mantuviera intacta en mi rostro. La idea de poder contemplar su rostro lleno de dolor me hacía sonreír más todavía. No me avergonzaba mi sed de venganza ni la maldad en mis ojos claros.

A través de las ventanas vi a gente correr de un lado al otro con frenesí. A varios metros, justo debajo de mí, podía ver guardias en fila. 'Parece que se les ha perdido algo', pensé lleno de diversión. Y sin más me desvanecí del lugar. Lejos de aquel caos. En busca del origen de este. Sabía a la perfección cual era. En las mentes de los guardias rugía una única palabra: Débora.

Su nombre no era más que otro cualquiera para mí. Un nombre sin más importancia que la que estaba dispuesto a darle. Sabía quien era. Todos mis espías más de una vez me habían susurrado esa palabra al oído. Una joven pelirroja de mirada suave como la miel. Un alma triste. Atormentada. Sabía que por las noches lloraba en silencio. Sufriendo por culpa de pesadillas. Perseguida en sueños por un hombre sin rostro. 

Muchas noches me las había pasado postrado en su ventana observándola retorcerse entre las sabanas de su cama. Con gotas de sudor cubriendo su frente. Con los parpados agitados, luchando por abrirse y despertar. También había días en los que la veía sonreír dormida, soñando con praderas llenas de luz o escenarios repletos de espectadores que le aplaudían. Ver sus sueños era algo sencillo. Su mente carecía de barreras. Pero lo único que me importaba realmente de ella era lo que significaba para él. Era su mate. En otras palabras, un blanco fácil que podía perseguir para dañarle. 

Iba a ser divertido.

Verla entre la oscuridad fue más fácil de lo que pensaba. Sobre todo teniendo en cuenta que su mente era un remolino de pensamientos que chillaban. Casi parecía que me estuviera llamando a gritos. Lo primero que vi fue la luz de su móvil. Esta iba y venía, en un vaivén nervioso. Lo segundo que captaron mis ojos fue su melena tan opuesta a la mía. La suya era de un color rojo intenso, similar a la sangre. Al verlo moverse de un lado a otro me pareció ver una hoguera crepitando. Tan lleno de vida y color. Tan diferente a mí. Cuando se dio la vuelta, a pesar de que sus ojos no me vieron agazapado entre las sombras, yo la vi a la perfección. Su mirada parecía ser parte del mismo fuego que había visto en su cabello. A pesar del miedo que estos reflejaban, también había determinación en ellos. Me pareció ver un sentimiento universal en ellos. Algo que hacía años que había dejado de sentir:

Ganas de vivir.

Sin darme cuenta, di un paso en su dirección, hipnotizado por esa emoción. A pesar de mi sigilo, su cabeza se giró en mi dirección tan rápido como un relámpago. Tenía los ojos fijos en mí. En ellos solo habitaban dos emociones que batallaban entre si: la curiosidad y el terror. La boca se le abrió levemente, haciendo una mueca, mientras sus labios dejaban escapar un murmullo. Mientras trataba de pronunciar su nombre, su respiración se agitaba y el corazón le latía con más fuerza. 

Un solo movimiento de mi parte, y saldría disparada como un cervatillo deslumbrado por los faros de un coche. Así que me moví, y efectivamente, ella huyó.

Mientras le perseguía, escuché el caos de sus pensamientos y no pude evitar reírme con ellos. Cuando me aseguré de que todos los guardias habían escuchado sus gritos, la dejé atrás. Ya había cumplido su función. Ya me había proporcionado unos minutos donde nadie estaría vigilando la casa. Tanto tiempo buscando una excusa, una distracción tan perfecta como la que ella me había proporcionado. Sin ser consciente de la distracción en la que se había convertido, Débora siguió respirando y sollozando, cada vez más y más lejos de mí.

Al llegar a la mansión, y como supuse, no había nadie allí para detenerme. Sabiendo perfectamente donde debía ir, me deslicé velozmente entre las sombras. No era la primera vez que estaba entre aquellas paredes. Muchos años de mi vida los pase encerrado en aquel lugar. Como un cuadro más de su colección. Colgando de varias cadenas. Permitiéndome sentir por última vez.

Ninguno de los que quedaban en la casa se percató de mi presencia. Nadie me detuvo mientras me colaba en aquellas celdas tan familiares para mí. Como una vieja amiga, me recibió el olor a sangre y el hedor del miedo. Siguiendo mis instintos, seguí ese aroma a muerte. Al llegar a la única celda habitada, esperaba ver un ser digno de ella, pero solo vi a un humano. Un cobarde y llorica humano, que al verme comenzó a temblar violentamente. Supongo que a sus ojos yo era lo más parecido a la muerte. Con aquella sonrisa sádica todavía decorando mi rostro, me acerqué a él. Su corazón latía desbocado. Colarme en su mente fue más sencillo que respirar. Nada más salir de ella, supe que ese era el caos que tanto tiempo estaba ansiando desatar. Temblando, por mi presencia y la oscuridad que parecía haberse apoderado de la sala, me suplicó que lo matará. Que haría cualquier cosa. 

'Oh pobre ingenuo desgraciado' pensé al ver como se volvía una víctima más de mis pactos.

- Trato. - dije partiéndole el cuello antes de que pudiera volver a coger aire por última vez.

Dejando detrás de mí la semilla del caos que nadie vería hasta que fuera demasiado tarde, salí de la casa sin dejar de sonreír. 

•• <<────≪•◦⚜◦•≫────>> ••

Creo que ahora entenderéis por que he tardado tanto en escribir este capítulo... era todo un reto. 

¿Nuevo personaje? ¿Teorías?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro