Cap 4: Abismo

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La ciudad traga velozmente al tiempo, el unico reloj consistente podría haber sido el momento en el que cerraran los comercios o, en el caso de Angelina, cuando sus pies no le permitieron seguir sosteniendola más y el dolor de sus piernas era intensamente imposible de ignorar.

Estas últimas dolencias significaron la retirada de la joven a su departamento. Apenas llegó a la entrada del edificio el encargado la recibió con una sonrisa carismática de bajo de su bigote canoso y desaliñado, después de un suspiró se permitió encender su celular observando el desespero de 135 llamadas perdidas de su hermana. Maldición.

Subió por el ascensor apoyandose de vez en cuando en una extremidad ignorando su reflejo en las paredes de espejo, no queria verse a si misma, y al abrirse solo le quedo dar unos pasos mas hasta llegar a la puerta con la inscripción n° 072

-Lucy?- llamó con su voz suave al entrar. Enseguida avistó a su hermana que se encontraba sentada en el sillón masajeandose las manos con nerviosismo, esta al escucharla entrar salió disparada a su encuentro con lágrimas en los ojos.

-Angie !!!!- Gritó mientras la envolvia en un fuerte abrazo- Son las 23:20!!! Estaba muy preocupada, es tan tarde y tu sola- sollozó- y no me respondías...- aferró sus manos al ahora tembloroso cuerpo de su hermana.

-Lamento preocuparte, apagué el celular- se excusó la muchacha acariciando la espalda de su hermana.

Lucila había vuelto a su departamento cerca del medio dia, pero al no encontrar a se gemela su mente comenzó a  entregarle malos pensamientos, al caer la noche Alice Bristton y las mínimas diferencias con Angelina la estaban por enloquecer.

Ambas continuaron abrazadas hasta que se calmaron, luego se dejaron caer sobre las sillas del comedor, abundando silencio y mirandose una a la otra como un borroso reflejo. La mayor no aguantó más y se levantó para traer unos sandwiches de jamón,queso y huevo, de cualquier manera la mas joven los devoró y aunque intento ayudarla, su cuerpo no le respondió. Estaba realmente muy cansada.

-Temí tanto- susurró Lucila- acaso no comiste nada en todo el dia?.

-Una hamburguesa- dijo sin importancia mientras comia con entusiasmo. Su hermana lejos de pensar en la propaganda de los negocios de comida rápida, visualizo perfectamente lo que en verdad habia ingerido ella, un pedazo de pan con una lamida de carne y en el mejor de los casos un trébol de lechuga con unas gotas de tomate. Si no hubiera estado tan angustiada y aliviada al verla frente a ella le estaria dando un monólogo en reprendimiento.

-Cómo te sientes?-

-hecha cuero- le miro cansada. Definitivamente el cuerpo le estaba pasando factura. Y cuando el silencio estaba dispuesto a reinar nuevamente, Lucila tomó la mano de su gemela y acariciandola con su pulgar, habló.

-No puedo detenerte verdad? No abandonarás al asesino y la muerte de Alice Bristton- No hicieron falta palabras, ello era mas una afirmación que pregunta.

-Bien- continuó- Te acompañaré, ayudaré y protegeré, pero cuando yo diga BASTA, es BASTA- dictaminó seria. Estaban hablando de perseguir a un asesino, no era asunto de risa. Pero una sonrisa emotiva se desplegó en el rostro de Angelina.

-Okey, se que lo lograremos, juntas si. Una inocente fue asesinada.  " Nosotras no somos de las que se quedan a observar y esperar lo mejor...-

-Nosotras somos mas tercas....- recitó aquel juramento que habian compartido en su niñez.

-Nosotras vamos juntas, Nosotras somos únicas y nos protegemos la una a la otra...- Sonrió la menor.

-Porque cuando una mire al vacio, la otra la abrazara...- se tomaron de las manos.

-Porque juntas nacimos y juntas moriremos, hasta encontrarnos en la próxima vida...- dijeron al unisono-... ES UNA PROMESA" -

Sus rostros eran los mismos, sus gestos eran distintos, sus ojos eran idénticos, sus sentimientos diversos. Iguales y diferentes. Eran como el agua y el aceite. Pero cuando una necesitaba a la otra, siempre estarían unidas. Aunque el cielo se cayera a pedazos y la tierra se partiera ambas se abrazarian.

Porque las gemelas Caravajal no solo eran hemanas, eran dos almas puestas en la tierra para cuidarse, amarse y salvarse la una a la otra.

Porque, aunque se negara, cuando miras la oscuridad del abismo aquella negrura profana entra en tí, no es algo facil de evitar pero increiblemente sencillo de acceder.

Y Lucila sabía bien que no podia evitar que su hermana caminara al borde del acantilado, pero bien podia evitar verla caer y no hacer nada, ser inútil.

Mientras tanto bajo las anchas penumbras de la noche, apenas acariciado por los destellos de las estrellas o más bien por las luces de los edificios. Un alma solitaria llena de odio vislumbraba las distancias entre zoteas. El viento helado nocturno se deslizaba por su rostro de ojos oceánicos y sus brazos magullados en cicatrices.

Una sonrisa torcida se formo en el cuando avistó la espalda apoyada en la ventana de su víctima, completmente a su merced fumando un abano que producía una nube grisacea de humo. No lo dudo, apoyando su rifle con el ya colocado silenciador sobre la cornisa. Al poner el cartucho las balas encastraron en el arma como si estuvieran deseosas de volar por los aires con el poder de las divinidades oníricas griegas.

El aire frío volvió a soplar inclinando levemente hebras de su cabello sobre su frente, y las rendijas de sus pupilas asomaron por la mira , asemejandose a los ojos de un gato al acecho.

"Ahora" Susurró una voz ronca en su cerebro impulsando cada fibra de sus músculos, estremeciendolo por completo en una especie de éxtasis. Cuando la sangre le rugió en los oidos su dedo se contrajo en un movimiento simplemente mortal sobre la cola del disparador.

La sensual muerte bailaba a su alrededor con insistencia hasta ya hace tanto tiempo, llegando al punto de haber formado una entidad dentro de su cabeza, un monstruo que vivía y crecia bajo su piel, un tumor sanguinario que le hablaba entre sueños.

El asesino vislumbró a su objetivo desplomarse en el suelo como si fuera un árbol alcanzado por un rayo en plena tormenta. Motivo, el agujero que se expandió con velocidad en su nuca.

Los gritos no tardaron en llegar y el homicida se regocijo con los aterrados sonidos. Su melodía tan familiar que calmaba el rapido latido de su corazon como una cancion de cuna.

Desarmó el rifle y lo guardo con tranquilidad, estaba a una larga distancia del suceso. Sumado a las sombras de la noche y la altura de la terraza en la que estaba, no sería notado por ningún transeunte para atestiguar una nula silueta.

Bienvenidos a este mundo nuevo de locura y terror, donde las lealtades se pondran a pueba y el amor solo se reconoce como el deseo toxico de querer proteger y poseer





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