eleven - at what cost

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chapter xi.
( age of ultron )

día del juicio, dios está llamando
de rodillas, los cerdos de guerra arrastrándose
pudiendo misericordia por sus pecados
war pigs ─── black sabbath

sokovia
6 de mayo, 2015

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Zarcillos rojos se deslizan por la ciudad a medida que la gente sale de sus casas y edificios de apartamentos grises. Nos pasan con miradas distantes en los ojos, siguiendo la llamada de Wanda, que trata de sacarlos de aquí. Los agentes de policía se apresuran, ayudándonos a evacuar antes de que sea demasiado tarde.

—Su hombre está en la iglesia, jefe —la voz de FRIDAY resuena a través de la interfaz conectada que tenemos papá y yo, haciéndome mirarlo mientras se desplaza a cierta distancia—. Creo que le está esperando.

—Voy contigo —le doy a papá una mirada firme, siguiéndolo al tiempo que se dirige hacia el centro de la ciudad.

Nuestros pies forman pequeños golpecitos contra el concreto al aterrizar en el centro de una iglesia en ruinas. El aire está lleno de humo y frío, y yo me enderezo lentamente, mirando a papá a la par que él mira a su alrededor con precaución. El traje de papá zumba silenciosamente a medida que avanzamos bajo la luz blanca que brilla a través de las ventanas y los arcos abiertos.

Una voz rompe el sonido, haciéndonos congelar.

Ultrón sonríe.

—¿Vienes a confesar tus pecados?

De inmediato levanto mis manos y retrocedo los hombros, buscando el robot que aún no se ha mostrado.

—No sé —replica papá casualmente, frunciendo los labios—, ¿cuánto tiempo tienes?

Le ruedo los ojos.

—Más que tú —un fuerte pie cruje en el suelo, haciéndonos girar para ver cómo el cuerpo de metal de Ultrón, mucho más grande, se alza sobre nosotros.

Retrocedemos un poco, reposicionándonos.

—Eh, ¿te has estado pinchando? —Ultrón ladea la cabeza y se acerca un poco más; papá continúa bromeando—. ¿Un pequeño cóctel de vibranium?

Estoy de acuerdo en voz baja, tratando de sonar indiferente.

—Pareces un poquitín más grande...

Ultrón lanza una risa casi silenciosa.

El ojo de papá se contrae por lo que puedo ver a través de nuestra lente conectada.

—No sé, se te ve un poco hinchado.

¿Hinchado?

Oh, Dios.

A pesar del aire seco que se cierne, dejo escapar una carcajada y lo observo de reojo.

Ultrón no luce muy divertido.

—Ganáis tiempo para salvar a la gente.

—Bueno, esa es la misión —papá y yo comenzamos a caminar por el círculo que evita que los tres nos separemos—. ¿Recuerdas?

—He avanzado más allá de tu misión. Soy libre —sus ojos brillantes se encuentran con los míos y siento una sonrisa inmediata en mi rostro—. No soy una marioneta.

Mi ceño desaparece y salto cuando un gran artilugio de metal sale de la plataforma cercana. Gira a través del cemento y sus garras metálicas aplastan el suelo circundante, golpeándolo para colocarse en su lugar. Mis cejas se fruncen profundamente y recupero el aliento, mi estómago se revuelve al pensar lo que pueda ser.

—¿Qué? —Ultrón pregunta burlonamente, de pie al otro lado del edificio circular—. ¿Creíais que erais los únicos que ganabais tiempo?

Respirando pesadamente, sigo mirando la cosa con temor, sabiendo que, sea lo que sea, no es nada bueno para nosotros ni para el resto de Sokovia.

—Ahí está el resto del vibranium —nos informa FRIDAY, unas espirales blancas rodean el artilugio que sobresale del suelo.

Me acerco un poco más, respirando en silencio mientras miro el dispositivo. El vibranium se ha excavado profundamente en la tierra, hasta su núcleo.

—Función: aún no está clara.

—Así es como termináis, Starks.

Papá y yo levantamos la vista lentamente hacia el robot, preocupándonos en nuestras características correspondientes. Cómo terminamos. El final. Un nudo se eleva en mi garganta y miro a mi padre con los ojos muy abiertos y preocupados.

—Esta es la paz en mi tiempo.

—Tienes una idea terrible de paz, Ultrón —señalo, volviendo un poco los hombros hacia atrás.

Nos retiramos de nuestra conversación cuando fuertes choques y gritos brotan desde el interior de la ciudad. Mis ojos se vuelven preocupados, haciendo clic en mis diales para que aparezca una imagen en mi lente. Un vídeo de legionarios, que comienzan a emerger de cada corredor y grieta, cobra vida ante mis ojos y me veo obligada a ver cómo los seres metálicos comienzan a destrozar a las personas que intentan desesperadamente huir.

—¡Papá! —mi voz se llena de pánico al mirarlo por encima del hombro, sintiendo que casi estoy pidiendo permiso.

—¡Vete! —grita profundamente—. ¡Visión se encargará de esto! ¡Voy detrás de ti!

Mis propulsores me lanzan desde la iglesia antes de irrumpir en la ciudad. Me dejo caer junto a Wanda, intentando a toda prisa detener a los legionarios atacantes mientras las personas intentan salir del puente. Wanda, con los dientes apretados, mantiene un escudo rojo, tratando de romper los seres de metal antes de que ellos mismos puedan atravesarlo.

Intento lo mejor que puedo para ayudar a Wanda, gritando órdenes y ayudando a los civiles a moverse lo más rápido posible. Hombres, mujeres y niños de diferentes nacionalidades, no solo sokovianos, pasan a mi lado, todos gritando. Hay mucho miedo, tantas caras aterrorizadas que me cuesta incluso respirar.

—FRIDAY, ¿la Visión? —papá pregunta por el comunicador.

—Jefe, funciona. Está expulsando a Ultrón de la red. No escapará por ahí.

Solo hay una breve pausa de alivio antes de dejar escapar un grito de sorpresa, el suelo comienza a agrietarse y astillarse debajo de mis zapatos. Toda la ciudad tiembla, arrancándose de sus cimientos en un ritmo horriblemente enfadado. Wanda y yo nos agarramos del brazo, tratando de estabilizarnos ante el mundo que continúa retumbando.

Cuando las dos tropezamos, una mano firme se apodera de nuestros brazos y reconozco a Clint por encima del hombro mientras dice en voz baja:

—Esto no va a ser bueno.

Una larga grieta da vueltas alrededor de la ciudad, creando un enorme hoyo en el que edificios, autos, puentes y el resto lloriquean y se deslizan profundamente. La gente grita a mi alrededor y me apresuro a tratar de llevarlos al otro lado. Me tiran de los brazos, el pelo y la ropa, rogando que los lleve a un lugar seguro. Pero no puedo salvarlos a todos. No puedo. Una gran nube de polvo gris se eleva a mi cara, haciéndome toser y dar la vuelta temblorosamente, encontrando a papá en medio de la creciente destrucción.

—¿FRIDAY? —su voz es tranquila al hablar desde lo alto.

—Sokovia se va de paseo —responde la IA femenina con un tono tembloroso.

Mis pulmones se estremecen, el polvo continúa levantándose.

—Oh Dios...

—¿La veis? —mis botas de cuero se disparan para poder mirar con temor cómo Ultrón se eleva sobre todos nosotros, extendiendo sus manos hacia la tierra devastada—. ¿Toda su belleza? Su inevitabilidad. Os alzáis sólo para caer.

La ciudad asciende y los edificios colapsan y desaparecen, cayendo sobre el lado de la tierra flotante.

Vosotros, Vengadores, sois mi meteorito. Mi rápida y terrible espada. Y la tierra se agrietará bajo el peso de vuestro fracaso.

Me tapo la boca con la mano, sacudiendo la cabeza mientras el suelo ya no nos rodea, sino el aterrador cielo azul pálido.

—Expulsarme de vuestros ordenadores, poned a mi propia sangre contra mí.

Wanda permanece presionada contra un automóvil, mirando los legionarios que se avecinan con los ojos muy abiertos y asustados. Clint y yo nos paramos uno al lado del otro, tratando de derribarlos. Pero no sirve. Otro solo toma su lugar.

—No significa nada. Cuando el polvo se asiente, lo único que vivo en este mundo... será de metal.

Aprieto mis dientes, frunciendo el ceño ferozmente a los robots que se ciernen. El trozo de tierra se eleva cada vez más y ya no hay forma de detenerlo.

FRIDAY continúa explicando para los dos Stark restantes:

—El núcleo de vibranium tiene un campo magnético. Es lo que mantiene unida la roca.

—¿Y si cae, FRIDAY? —presiono un dedo en mi comunicador, tratando de escuchar el sonido de la tierra rompiéndose—. ¿Qué pasará?

—Ahora mismo, el impacto matará a miles. Y si asciende lo suficiente, la extinción global.

—Dios, ayudanos —musito, sacudiendo la cabeza, mirando horrorizada a los legionarios que siguen llegando.

—¡Ese edificio no está vacío! —FRIDAY se apresura a decirle a mi padre, recorriendo los edificios de apartamentos temblorosos que bordean la ciudad en ascenso—. En la décima planta.

Unos segundos después, escucho que papá ríe torpemente por nuestras comunicaciones dobles, sonriendo a la pequeña y asustada familia.

—Hola. De acuerdo. ¡A la bañera!

La pelea continúa y el metal sigue llegando. Y no he visto ningún final para esto. No terminará bien. No terminará con estas personas saliendo ilesas. No terminará con mi familia saliendo con vida. No es así como lo quería, sin importar lo que Ultrón diga. No estoy lista, pero no hay escapatoria. Estas personas tampoco están listas para morir y no las voy a dejar. Ninguno puede dejarlas.

—Stark, tú baja la ciudad sin percances —la voz fuerte y constante de Steve se extiende sobre la línea—. Los demás tenemos una misión: destrozar esas cosas. Si os hacen daño, devolvédselo. Si os matan... vosotros ni caso.

Al instante que Wanda, Clint y yo seguimos las órdenes de Steve, me encojo de hombros lentamente.

No es un mal consejo.

Grito en alto, agarrando uno de los legionarios y arrancando su panel. Me giro hacia el suelo antes de disparar dos rayos a la horda que se acerca y que termina pareciendo mucho más amenazante de lo que originalmente asumí. Mis ojos se abren, volteando hacia los otros en esta calle antes de que Clint, Wanda y yo nos arrojemos por la ventana de una vieja tienda cerrada. Nuestros cuerpos chocan con fuerza en el suelo y, apresuradamente, buscamos seguridad en medio del edificio en ruinas.

Wanda entra en pánico, susurrando con horror:

—¿Cómo he podido dejar que pasara esto?

La miro, respirando profundamente mientras trato de tirar algunos pedazos de cemento de una herida en mi hombro.

Clint la mira confundido y preocupado.

—Eh, eh, ¿estás bien?

Ella sigue murmurando.

—Todo es por nuestra culpa.

—Eh, mírame —Clint se acerca a la chica que ronda mi edad, intentando que lo escuche—. Es tu culpa, culpa de todos. ¿Qué más da? ¿Estás dispuesta a seguir? ¿Lo estás?

Los miro, respirando pesadamente.

—Necesito saberlo. Porque... la ciudad está volando —se ríe burlonamente—. Vale, la ciudad está volando, luchamos contra un ejército de robots y yo tengo un arco y flechas.

Suelto una risa cansada, sacudiendo la cabeza con triste diversión.

—Nada tiene sentido. Pero vamos a seguir porque es nuestro trabajo, ¿vale? —señala el pulgar entre él y yo—. Y no podemos hacer nuestro trabajo y además de canguro. No importa lo que hayas hecho ni lo que eras. Si sales ahí, peleas, y peleas a muerte. Si te quedas aquí, estarás a salvo. Le diré a tu hermano que venga a buscarte. Pero si cruzas esa puerta... eres una Vengadora.

Wanda nos mira con los ojos llenos de lágrimas, sacudiendo la cabeza con incredulidad.

—Estabas destinada a algo más que esto, Wanda —le doy una sonrisa triste y alentadora antes de levantarme, gimiendo por el dolor en mi cuerpo—. Todos tenemos una segunda oportunidad. Tal vez esta sea la tuya.

Con una respiración profunda, Clint se pone de pie y saca una colección de flechas nuevas, recargando su arco.

—Muy bien, buena charla. Sí, la ciudad está volando —da un suspiro y golpea la puerta principal.

Los legionarios se lanzan tan pronto como mostramos nuestras caras. El arquero y yo trabajamos codo con codo, como lo hicimos hace muchos años, tratando de derribarlos uno por uno, ya que siguen saliendo de cada grieta. La luz me quema el costado y la cara y los moretones abarrotan mi piel, pero no hay forma de detenerse.

A medida que los robots se levantan, envuelvo un brazo alrededor del pecho de Clint y nos pongo de lado, permitiéndonos disparar a los seres de metal que se aproximan antes de chocar contra el concreto roto. Ambos gruñimos ruidosamente, dejándonos caer incómodamente para poder cubrirnos mejor detrás de un vehículo roto.

Ow —Clint gime, mirando a la nueva horda con un suspiro cansado.

Las puertas se abren repentinamente y una joven con ojos rojos sale al caos. Su mano sobresale hacia un lado y una bola roja se curva alrededor de los seres metálicos y los separa.

Clint y yo observamos en shock como la chica continúa destruyendo a los monstruos sin ayuda. Con una mirada y un encogimiento de hombros, ambos nos ponemos de pie y hacemos todo lo posible para ayudarla.

—Me alegra que te hayas unido —le doy a mi nueva amiga una sonrisa burlona.

—Sí, algo sobre las segundas oportunidades —ella devuelve la sonrisa amablemente.

Clint deja escapar un suspiro y comenzamos a movernos calle abajo.

—Aquí está despejado.

—¡Pues aquí no! —exclama Steve—. ¡Aquí para nada!

—Muy bien, vamos para allá.

De repente, pasa una mancha azul y Pietro levanta a Wanda, diciendo:

—¡Sígueme, viejo!

Clint retrocede sorprendido antes de fruncir el ceño tras los gemelos, dirigiendo una flecha hacia ellos.

—Nadie lo sabría. Nadie —se encoge de hombros descuidadamente mientras comienza a trotar—. 'Sí, la última vez que lo vi tenía un Ultrón encima. Sí, echaremos de menos a ese correcaminos. Yo ya lo echo de menos.'

Le levanto las cejas.

—Alguien está un poquito picado, ¿no? —Clint me sonríe a sabiendas—. ¿Te llevo?

Él me rueda los ojos y sé que es su versión del descontento, así que sonrío un poco más y envuelvo mis brazos alrededor de su pecho. Ruedo los hombros hacia atrás y miro hacia arriba, preparándome para irme antes de que él me detenga.

—Eh —el maestro asesino me da una expresión firme—, si le cuentas esto a alguien, te mataré mientras duermes.

—Puede que no tengas la oportunidad, pero lo anotaré. Sujétate fuerte, viejo.

—Cállate.

Aterrizamos en el centro de la ciudad y miro a mi alrededor rápidamente, viendo que la pelea sigue con Steve, Nat y Thor. Cuando empiezo a escoltar a la gente desde los bordes de la ciudad, no puedo evitar notar la inmensa cantidad de cielo que nos rodea. El aire está frío y me encuentro temblando en la chaqueta negra de papá. Las nubes flotan alrededor de mis espinillas y mi cabeza, y el aire se vuelve cada vez más difícil de respirar.

—Volverán a atacar en cualquier momento —Steve se encuentra a mi lado mientras continuamos ayudando a los civiles a alejarse de las hordas más peligrosas—. ¿Qué tienes, Stark?

—No mucho. Quizá una forma de volar la ciudad... —suspira las palabras, la desesperación se filtra en ellas—. Eso impedirá que impacte en la superficie, si la abandonáis.

—Te pedía una solución, no un plan de escape.

—Steve —sacudo la cabeza, hablando en voz baja—, no creo que haya una solución.

—El radio de impacto aumenta a cada segundo que pasa —papá dice en resignación—. Habrá que tomar una decisión

—Cap, esta gente no tiene adónde ir —Nat se pone de mi lado, sus labios fruncidos—. Si Stark puede volar esta roca...

Steve responde con firmeza:

—Cuando todos estén a salvo.

—¿Sacrificar a todos los que hay abajo por unos pocos que hay aquí arriba? —sus ojos parpadean con preocupación por los de abajo, como si tuviera gente allí que necesita proteger específicamente.

—Mientras haya un civil, no me iré de aquí.

—Yo no he hablado de irnos. Hay formas peores de morir. ¿Dónde encontraré unas vistas así?

—Me alegra que le gusten las vistas, Romanoff —una persona irrumpe en nuestras comunicaciones, mi boca se abre por segunda vez al escuchar esta voz en particular—. Están a punto de mejorar.

Otra vista muy familiar aparece y el enorme helicarrier de 2012 se alza ante mis ojos.

—Bonito, ¿verdad? —pregunta con orgullo Nick Fury—. Lo hemos desempolvado con un par de amigos. Está algo sucio, pero servirá.

Los botes salvavidas provienen de los costados del helicarrier y pronto nos apresuramos a que todos nos sigan hacia ellos.

—Señor —oigo a Maria Hill, hablando con Nick dentro del vehículo—, varios intrusos convergiendo en el flanco de estribor.

Hay satisfacción casi en su tono cuando Nick responde:

—Deles la bienvenida.

Un traje blanco y negro sale del interior del enorme helicarrier y vuela directamente hacia los legionarios atacantes, sacándolos con una pequeña explosión.

Una voz familiar luego grita:

¡Bien!

Una sonrisa aparece en mi rostro mientras le doy una a Steve y me lanzo al cielo para seguirlo.

—¡Rhodey!

—¡Lisa! —él le devuelve el entusiasmo, disparando a los legionarios.

—Que amable de tu parte presentarte —bromeo.

—Tenía que hacerlo. Esta va a ser una buena historia.

—Sí —papá se curva desde abajo, acabando con los legionarios que nos persiguen—. Si vives para contarla.

Rhodey bromea de regreso, como siempre.

—¿Crees que no sé agarrarme los machos?

—Si sobrevivimos, te los agarraré yo —papá baja la barbilla con una sonrisa burlona.

Niego con la cabeza.

—Dios...

—Siempre con tus bromitas.

—¡Ya lo tengo! —exclama papá de repente, esquivando las explosiones que sacuden el aire a nuestro alrededor—. Crea un sello térmico. Podría... —lucha por pronunciar las palabras—. Podría sobrecargar la aguja desde abajo.

—Estoy haciendo los cálculos —responde FRIDAY—. Quizá un sello térmico con potencia suficiente.

—¡Thor! Tengo un plan.

—Se nos acaba el tiempo —responde Thor—. ¡Van hacia el núcleo!

—Rhodey, sube al resto de la gente en ese transporte.

—Enseguida.

—Vengadores —lo miro mientras nos curvamos hacia la ciudad—, es hora de currar.

—Porque esto ha sido muy relajante —respiro con cansancio, aterrizando en el centro de la iglesia.

Pronto todos se unen una vez más, de pie alrededor del centro con una mirada de confianza en nuestros rostros. Cuando aparece un cuerpo familiar, nos volvemos enojados para ver a Ultrón revoloteando, sus ojos rojos encendidos con burla mientras nos sonríe.

Thor extiende sus brazos hacia él, acercándose con un grito enfurecido.

—¿Es lo mejor que puedes hacer?

El robot simplemente levanta su mano izquierda y los legionarios comienzan a inundar el lugar, tanto del aire y como el suelo. Thor solo mira la nueva situación con la boca ligeramente abierta.

Steve rueda los ojos y le dice sarcásticamente:

—Tenías que decir eso.

Thor cierra la boca y yo niego a los dos, suspirando con irritación.

Esto es lo mejor que puedo hacer —extiende sus brazos con orgullo y hace un gesto hacia nosotros—. Es exactamente lo que quería. Todos vosotros contra todo yo.

Mis ojos recorren los que van detrás de él, observando cómo los legionarios gatean sobre las cercas, se filtran a través de los arcos abiertos y se mueven hacia nosotros.

—¿Cómo esperáis conseguir detenerme?

—Bueno —dice papá, mirando de Steve a mí mientras le doy una pequeña sonrisa—, como dijo el viejo: juntos.

Hulk suelta un fuerte bramido y quedamos rodeados en todos los ángulos. El caos total se desata cuando los legionarios se lanzan, haciendo todo lo que está a nuestro alcance para proteger el núcleo. Nuestros cuerpos se tuercen y dan vueltas a la par que separamos a los seres metálicos, trabajando en equipo para salvar el mundo. Los pocos que podemos volar peleamos por encima de las cabezas de los demás y los borrones azules, zarcillos rojos, rayos, explosiones de plasma y fragmentos de metal que se arremolinan.

Levanto la vista justo a tiempo para ver a Ultrón lanzarse contra mí. Nuestros cuerpos chocan, haciendo que golpee la pared, los dos atacándonos antes de que Clifford envíe un largo rayo amarillo. Continúa disparando y pronto Thor, papá y yo nos hemos unido a él mientras alejamos a Ultrón del núcleo, poniéndolo débilmente hasta las rodillas.

Nada más detenernos, el robot se pone en pie temblorosamente y se prepara para bromear.

—Vaya, viéndolo en retrospectiva...

Me quejo justo antes de que Hulk salte hacia adelante, golpeándolo directamente en el pecho y enviándolo muy, muy lejos. Hulk se vuelve hacia los demás legionarios, sus ojos de alguna manera parecen llenos de preocupación antes de darse la vuelta inestablemente y tratar de alejarse. Se levantan e intentan volar débilmente por el cielo pálido.

Thor da un paso adelante, su cara oscura con preocupación.

—Intentan escapar.

—¡No podemos permitirlo! —contesta papá—. ¡Rhodey!

—Oído —luego él se ríe de los legionarios—. Oh, no, yo no he dicho que os podáis ir.

Veo a mi tío curvar en el aire, derribando a los que intentan escapar.

—¡Máquina de Guerra ha venido a...! —Rhodey se interrumpe repentinamente; Clifford vuela más allá de él, diezmando por completo a algunos de los legionarios con la gema. Hay otra pausa antes de que Rhodey continúe—. Vale, ¿qué?

Nos separamos una vez más, preparándonos para terminar nuestros trabajos antes de que podamos abandonar esta roca para siempre. Regreso a la ciudad, siguiendo a los demás, tratando de asegurarnos de que nadie se quede atrás. Mientras esperamos a que Steve aclare todo, termino junto a Pietro, ambos respirando con dificultad, mirando el extraño cielo.

—No se está tan mal aquí —el sokoviano frunce los labios con un movimiento de cabeza.

Lo miro con una ceja levantada.

—Pietro, sabes que podríamos morir, ¿verdad?

Él asiente y sonríe.

—Oh sí, lo sé. Aún así, es genial, ¿no?

Ruedo los ojos, dándole una sonrisilla.

—No.

Él se ríe un poco y yo también, un extraño sonido interrumpa. Ambos volteamos y nuestros ojos se abren al ver un gran quinjet volando hacia acá. Las balas llueven en destellos de luz amarilla y el mundo se mueve en cámara lenta. Thor y Steve se tambalean cuando la tierra explota alrededor de sus cuerpos, ambos esquivando para protegerse. Pietro y yo nos movemos para agacharnos, pero vemos a Clint parado en la línea de fuego con un niño en sus brazos y ningún lugar donde esconderse. Las balas no se detienen. La cara de Clint se pone firme, girando para proteger al niño lo mejor que puede. El sokoviano y yo ni siquiera nos decimos nada; ambos comenzamos a correr hacia él. Pero no soy lo suficientemente rápida. Nunca lo soy. La tierra explota. Un borrón azul me pasa. Las balas se detienen.

Puedo sentirlo.

Son como cuarenta y siete balas atravesando mi pecho y grito de dolor.

Y todavía sigo corriendo cuando veo a un chico de azul atascado en un movimiento oscilante, su cuerpo perforado y la sangre saliendo de los agujeros incrustados en su carne. Entonces me doy cuenta de que no soy yo a quien han dispararon. Es él. Pietro no se mueve por un largo momento, creo que todavía está sorprendido. Su cabello ceniza sopla ligeramente en el viento y sus manos titubean un poco; sus ojos azules se alzan y su cuerpo tiembla, luchando por mantenerse de pie.

Le da a Clint una última sonrisa amable pero vacilante.

—¿No lo has visto venir?

Y luego se desploma.

Una inundación de rojo entra en mi mente y jadeo rápidamente por el dolor desgarrador que me destroza el pecho. Me aferro con fuerza a donde está mi corazón, deslizándome hasta detenerme en la tierra junto al cuerpo ensangrentado a mis pies. Mis rodillas se doblan para agacharme al lado del sokoviano, apartando ligeramente su cabello para que pueda tocar su rostro.

Él no se mueve. No para hacer una broma. No para ser tonto. Sus ojos azules solo nos miran y no hay nada más allí. El dolor que siento... no hay nada, oh Dios, no hay nada para comparar. Es como si me arrancaran el corazón del pecho, y ni siquiera es mi dolor. No del todo. Pero juro que todavía lo siento.

—Dios mío —susurro con sollozos, sintiéndome mal del estómago.

Era solo un niño.

Wanda, Pietro y yo.

Solo éramos niños.

Clint deja gentilmente al niño y alzanca a Pietro, pero no queda vida en él. Steve corre a mi lado y miramos a Clint mientras nos mira con enojo roto. El polvo se asienta, pero Pietro no se mueve. Ninguno dice nada. Que podemos decir. Clint levanta al niño una vez más, Steve lucha por levantar el peso muerto de Pietro y yo por ponerme de pie.

—Lisa —Steve me da una mirada firme, obligándome a concentrarme—. Necesito que llegues al bote salvavidas.

Mis ojos se apartan de los suyos para poder mirar a Pietro por última vez.

—Sí.

—Vamos, Lisa.

Apenas asiento antes de alejarme, volviendo al polvo y al humo. Sigo a los demás con una expresión en blanco, sin poder ver cómo Clint le devuelve a una chica a su hermano o cuando Steve acuesta a Pietro. Termino parada en las afueras con Steve a mi lado, mirando al último de los rezagados correr a bordo. Pero entonces sucede algo extraño. Un sonido brota de la tierra debajo de mis pies.

—¡Espere! —Steve me agarra del brazo—. ¡Aún faltan los nuestros!

No escucha mientras me arroja al bote, subiendo a penas a bordo. Mis ojos se abren con horror y me obligo a mirar hacia atrás, a la ciudad ardiendo mientras cae en picado con nuestros amigos todavía dentro y mi padre ubicado directamente debajo.

—Vamos, papá —le susurro, apretando los bordes del salvavidas—. Vamos, papá.

Los repulsores azules aparecen en diferentes partes a medida que el polvo deja un rastro detrás.

—¡Thor, a mi señal! —el pecho de papá resplandece de azul, lanzando la energía en el fondo del núcleo, y puedo sentir mi corazón latir en mi pecho al escucharlo gritar—: ¡Ahora!

Los relámpagos atraviesan la ciudad y vemos cómo se rompe por completo. Trozos de tierra explotan en todas las direcciones sobre el mar que espera debajo, creando olas masivas a medida que caen. Por la fuerza de la explosión, el cuerpo de mi padre sale volando a través de los escombros y yo observo con la respiración contenida a través de mi lente al momento que él lucha por esquivar el mundo que cae.

Y cuando estoy segura de que está a salvo, dejo escapar un profundo suspiro y asiento lentamente. Ruedo sobre mi espalda y miro hacia el cielo. No puedo escuchar nada. Ni los gritos de las personas que lloran por sus seres queridos perdidos y su ciudad perdida. Ni la alegría de seguir con vida. Ni siquiera el sonido de mi propia respiración.

Se acabó.

Hemos ganado.

¿Pero a qué precio?

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