twenty-one - two stark legacies

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

chapter xxi.
( civil war )

 todas las voces en mi cabeza aumentan
desearía poder callarlas,
lamento haberte decepcionado
let you down ─── nf

la balsa, localización no revelada
11 de junio, 2016

  ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

  ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

—¿Papá?

Su cabello castaño estaba revuelto y sus ojos igualmente marrones me miraron entrecerrados, estaba de pie en su puerta, bajo la luz dorada del pasillo. Su frente brillaba de sudor y su expresión luchaba contra los sentimientos demacrados que sabía que permanecían a solo unos momentos antes. Respirando hondo, gimió un poco y luego extendió vacilante una mano para agarrar su reloj. Sabía que era tarde o, bueno, temprano, supuse. Volvió a dejar caer su reloj y se puso de lado para verme mejor.

—¿Qué pasa, pequeñaja?

Mis ojos lo miraron con tristeza, pero no podía expresar mis pensamientos, así que solo me encogí de hombros y froté mi pulgar contra el marco de su puerta. Gimió de nuevo, forzándose a sentarse y apartar las sábanas de su pecho desnudo. Se llevó las manos a la cara y se cubrió los ojos, liberando un aliento pesado y áspero. Me mordí el labio inferior y me arrastré a un lado de su cama. La camisa de papá se retorció alrededor de mi estómago cuando me subí a su colchón y me arrastré para acercarme.

Mantuvo las cortinas abiertas esa noche, permitiéndonos ver cómo la luna llena se reflejaba en el océano oscuro y rebotaba contra el cristal. No había visto la luna en tres meses, y la idea me hizo llorar. Nuestras dos cabelleras todavía estaban húmedas por las duchas que habíamos tomado, una vez más siendo la primera vez en tres meses. Nada se sentía real. Todo parecía un sueño, como si realmente estuviéramos atrapados en esa cueva con Yinsen, Raza y los demás.

Después de todo, ¿cómo podría cambiar tanto en solo cuarenta y ocho horas horas?

Me senté de rodillas y apoyé mi cabeza contra su hombro, susurrando:

—Me has asustado... estabas gritando.

Lo hizo mucho en nuestras primeras noches después de ser rescatados de Afganistán, e incluso en las noches después de empezar a construir el traje. No le gustaba hablar sobre los gritos que siguieron a sus pesadillas, y nunca se lo conté a nadie. No era importante mencionarlo si él no quería que lo hiciera. Pero sabía que nuestros días en la cueva lo perseguían, tal vez incluso más que a mí.

Él asintió rápidamente, sin levantar la vista de sus manos.

—Lo siento. No era mi intención.

—¿Estás bien?

—Mmhm. Sí —respondió un poco rápido para ser creíble, asintiendo nuevamente antes de quitarse la cara de las manos para mirarme—. ¿Y tú?

Le tomó a mi yo de catorce años responder unos minutos, susurrando avergonzada:

—Es que... —él alzó las cejas a la espera—. Tengo miedo de dormir sola.

—Yo también te extrañé, Lees —me dio una sonrisa torcida y hubo una larga pausa en la que solo miró mi expresión lamentable—. Debes estar bromeando con esos grandes ojos de cachorrito. Me matas —soltó un suspiro juguetón antes de mover la mano—. Está bien, sube.

—¡¿En serio?! —mi voz se suavizó y mis ojos se abrieron en una mezcla de emoción y alivio—. ¿Quieres decir que puedo dormir aquí contigo?

—Mientras no acapares las mantas —hizo un guiño cansado, dejándose caer sobre el colchón con un gran bostezo.

Rodé los ojos, sabiendo muy bien que él era el que las acaparaba. Después de saltar rápidamente sobre las mantas, descansé mi cabeza sobre una de sus muchas almohadas adicionales y papá me pasó un brazo por los hombros, permitiéndome deslizarme a su lado, como hacíamos todas las noches que estábamos en la cueva. Estuvimos en silencio durante mucho rato, sintiendo una extraña paz asentarse sobre nosotros. Miré por la ventana más allá de su balcón, hacia el océano que se estrellaba contra nuestro acantilado. Era tranquilizador, pero no detuvo ninguno de nuestros pensamientos.

Finalmente rompí el silencio con un susurro tentativo.

—¿Papá?

—¿Hm? —tarareó, frotando su dedo índice y pulgar sobre sus ojos cansados.

Me moví para que mi cabeza descansara en su brazo y cerré los ojos con fuerza.

—¿Qué hubieras hecho si Raza hubiera dejado...? —la bilis se me subió a la garganta y tuve que tragar con dificultad para terminar—. Ya sabes, que pasaron esas cosas.

Papá me miró. Podía sentir sus músculos tensarse al pensar en lo que podría haber sucedido, lo que finalmente habría sucedido.

—Hubiera vuelto a esa cueva y matado a todos y cada uno de ellos.

Respiré profundamente y me froté la cara contra las sábanas, tratando de limpiar las lágrimas que quemaban mis mejillas.

Asentí un poco y mi voz flaqueó.

—Lamento que me hayan usado como palanca contra ti. Lo siento mucho.

—Dios, no, cariño —besó mi cabello y sacudió su cabeza—. Una persona haría todo lo que pudiera por su hijo —su voz se volvió inamovible, enfatizando "todo lo que pudiera."

Todo lo que pudiera.

Nuestros reflejos se mostraban contra la ventana teñida de azul. Me acosté de lado y papá se recostó detrás de mí, su brazo me envolvió y su cabeza se apoyó contra la parte superior de la mía. De alguna manera, ninguno parecía tan solo. No nos veíamos pequeños, cansados o rotos. Parecíamos seguros por estar cerca del otro.

—Quizás lo entiendas algún día —podía escuchar lo difícil que estaba tratando de ser positivo—, pero debemos estar agradecidos de que ese día no sea hoy, ¿verdad?

—Sí... —susurré de vuelta, pensando en la estúpida revista de Christine Everhart, parpadeando rápidamente contra mis ojos todavía punzantes—. ¿Quién sabe? Quizás algún día lo haga.

Observé nuestros dos reflejos contra la ventana.

Yo miro el mío contra una.

Nadie me abraza ahora.

Un mono azul oscuro cubre mi cuerpo ligeramente tembloroso, lo que hace que la verdad sea un poco menos fácil de ocultar. Mi piel usualmente bronceada se ve pálida contra el azul profundo. Mi cabello castaño que cae sobre mis hombros parece fibroso y todavía está húmedo por lavarlo cuando llegamos aquí. Se han formado círculos oscuros debajo de mis ojos, drenando el color de mis iris y haciéndolos parecer huecos y vacíos.

Me veo muy diferente.

Por otra parte, nunca he sido tan diferente.

Mis piernas están entrecruzadas en el suelo, mi espalda se apoya contra la fría pared de metal. Mientras tiemblo y tiemblo, el metal que me encierra tintinea y suena. El Secretario Ross, el encargado de esta prisión submarina, ordenó que mis brazos estuvieran fuertemente sujetos. Me esposaron las muñecas con restricciones cargadas electrónicamente, que forman una 'X' sobre mi pecho y tienen un gancho que las levanta a una pieza de metal alrededor de mi cuello. Tuve que evitar entrar en pánico por los recuerdos cuando me forzaron las correas y el metal. Clint intentó detenerlos al ver que nos supieron a Wanda y a mí en estas restricciones muy específicas; gritó y luchó, pero no había nada que hacer.

Ninguno de nosotros podía pelear.

Ninguno pudo hacer nada.

Dicen que estamos comprometidos. Aparentemente, debido a que no pueden sacar mis propulsores, las esposas son por que si trato de escapar, me electrocutarán o tendré que dispararme a través de mi propia carne y hueso.

Es casi como si hubieran pensado esto.

Como si hubieran estado preparados.

Mantengo mis cansados ojos en los zapatos sin cordones que nos hicieron poner, apretando con fuerza sobre mis dientes inferiores, sintiendo nuevas oleadas de miseria cada pocos minutos. He vomitado varias veces en el pequeño retrete que se encuentra cerca y todos rechazamos las bandejas de comida que trajeron los guardias hace unas horas. Aún así, siento una especie de vacío en la boca del estómago que ninguna comida puede llenar; estoy muy enferma y tengo mucho frío.

—¡Te protegí cuando nadie más se molestó por ti! ¡A nadie le importaba si vivías o morías! ¡A mí sí!

Mis manos están temblando. No puedo hacer que se detengan.

—¡¿Y qué me has hecho ahora, Lisa?!

Las lágrimas arden y es difícil respirar a través de mis pulmones apretados.

—¡Hice lo que tenía que hacer! ¡Tenía mis razones!

Puedo ver la expresión de su rostro: tan angustiado, tan odioso, tan roto.

—Y nada de eso estaba en tu contra.

Dios mío, lo he perdido todo.

—Te odio.

No soy estúpida.

—Te odio.

Sé que todo se ha ido.

—Te odio.

Las palabras resuenan conmigo ahora, contra las paredes, los pisos y mi corazón. No hay escapatoria. No para mí. No para él.

Desde que tengo memoria, mi familia ha sido mi única línea de vida. Nunca me importó el dinero, la fama, la mansión, los coches lujosos o cualquier otra cosa. Me importaban Pepper, Rhodey, Happy, Peter y mi padre. Me preocupaba hacerlos felices y cumplir con sus expectativas en la compañía y los Vengadores. Me importaba ser una buena sobrina, hermana e hija. Ahora, estoy en una celda fría, un océano lejos de todo lo que me levantó. Eran mi salvavidas y ahora estoy aquí sin una red de seguridad.

—Te odio.

Pero tenía que hacer todo lo que podía.

Otras celdas con paredes de cristal rodean la mía, llenas de personas a las que he llamado mis amigos durante los últimos cuatro años. Bueno, excepto por ese tipo cuyo nombre no recuerdo, era como Scott o Scottie o algo así. No lo sé. No presté atención cuando nos empujaron a estas celdas. Ha hablado un poco sobre su familia desde que entramos aquí, pero mi mente ha estado demasiado borrosa para concentrarse.

Sin tener en cuenta lo que sucedió en Leipzig, Wanda y yo decidimos que necesitábamos permanecer juntas, pero la perdí de vista después de que nos metieran en las duchas y nos encerraran. Ni siquiera quiero pensar en lo que podrían estar haciéndole.

—Te odio.

El zumbido en mi cabeza está desapareciendo extrañamente después de... la visión. Incluso si no las tengo, siempre puedo sentir otra presencia en la parte posterior. Siempre está persistente, siempre al acecho. Era más fuerte cuando Loki hacía de las suyas, pero ha estado bloqueada desde el incidente del Elfo Oscuro en Londres. Lo que perdura generalmente se calma cuando Vis o Wanda están cerca, pero ahora, es como si se estuviera muriendo, durmiendo, conservando energía. De alguna forma, tengo la idea de que esta es una mala señal. ¿Quién hubiera pensado que quería que el dolor se quedara?

Esto es simplemente estúpido.

Dios, todo y todos son tan estúpidos.

Incluso yo.

—¿Estás bien, Lees? —mi cabeza se eleva lentamente al escuchar la voz de Clint desde algunas celdas de distancia.

—Te odio.

Mis ojos punzantes se cierran y me muerdo con fuerza el labio inferior, dejando huellas en la suave piel rosada antes de respirar hondo y asentir.

—Sí —mi voz hueca resuena contra las frías paredes y lucho por frotar mi nariz tapada contra mi hombro—. Estoy fabulosa... ¿Y tú?

—Eh. Podría pedir una pizza ahora mismo.

A pesar de todo, una pequeña sonrisa aparece en mi rostro ante su intento de animarme.

—Podrías pedir una la próxima vez que se acerquen los guardias.

Scott luego habla y se inclina más cerca de su ventana.

—Si pedimos pizza, me gustaría una con pepperoni, por favor.

—Me parece bien —Clint asiente un poco—. ¿Qué te parece, Lisa?

Asiento también y vuelvo a hablar en voz baja.

—Me parece estupendo.

—¿Os podéis callar? —Sam de repente sale de la celda a mi izquierda—. Si pedimos una pizza, tengo una palabra especial —todos levantamos las cejas en la pequeña pausa que sigue—: anchoas.

—¡Ah, que asco!

—¡Sam!

—¡Es el peor ingrediente que puedes añadir!

Todos comenzamos a reír tristemente, pero las sonrisas no duran mucho, ya que todos terminamos recordando exactamente dónde estamos y cómo llegamos aquí.

Dios, ¿cómo llegamos aquí?

—Te odio.

Clint deja escapar un fuerte suspiro y sus rodillas parecen debilitarse un poco al pensar en cómo nunca volverá a ver a su esposa, hijos y dulce hijita. Lentamente se relaja, respirando profundamente mientras se apoya contra el catre. Scott camina hacia el otro lado de su celda, empujando su columna vertebral contra la pared opuesta, recordando los rostros de su familia que esperan en casa. Con la culpa cayendo sobre él, Sam baja la cabeza y apoya la cara en la palma de su mano derecha, quedándose en completo silencio. Y yo... cierro los ojos y aprieto las piernas hacia mi abdomen, tratando de olvidar todo lo demás y tratando de recordar cómo vale la pena.

—Te odio.

Tenía que hacer todo lo que pudiera.

Me sigo diciendo a mí misma que tenía mis razones. No, no, no razones. Razón. Tenía mi razón. Un nudo se acumula en mi garganta y presiono mis labios temblorosos en mi hombro, luchando contra las lágrimas que amenazan con salir. Respiro hondo y aprieto los dientes, forzando las lágrimas y el dolor a retroceder. Asiento con la cabeza rígida y me obligo a enderezar los hombros, negándome a ceder ahora.

Tenía que hacer todo lo que pudiera.

La voz de Clint de repente rompe el silencio con una burlona llamada.

—¡El Futurista, señores!

Mi corazón da un vuelco en mi pecho y levanto la vista al ver que la puerta que se abre. El nudo en mi garganta se agranda y mi estómago se retuerce. Con sus hombros cubiertos de cuero negro ligeramente encorvados, y su brazo en un cabestrillo, una figura familiar entra con cautela en el círculo frío.

Papá.

Tony.

Sus ojos marrones están muy abiertos por la sorpresa y la incredulidad mientras se gira lentamente para ver el lugar que nos aprisiona. Y puedo ver el horror en sus ojos y la enfermedad. No puedo soportar mirarlo. Los míos se cierran y sacudo un poco la cabeza, frotando mi frente hasta la parte superior de mi rótula.

—¡Ha venido el Futurista!

Tony mira lentamente al hombre que se sienta detrás del cristal.

¡Él lo ve todo! Sabe lo que te conviene... —la voz burlona de Clint se convierte en un murmullo amargo mientras se dobla con los codos sobre las rodillas—. Tanto si te gusta como no.

La mandíbula de Tony se aprieta y se acerca al cristal.

—No me agobies, Barton —mira a un lado, asintiendo un poco—. No sabía que os meterían aquí. Venga.

Su voz suena extrañamente suplicante. Dios, todavía quiere que lo entendamos. Y yo lo entiendo muy bien.

—Ya, pero sabías que en algún sitio nos iban a meter.

—Sí, pero no una cárcel ultrasegura flotante —se encoge de hombros sin lastimarse, mira a su alrededor y sus ojos se alejan rápidamente de mi celda—. Este sitio es para chiflados. Es un sitio para...

—¿Criminales? Criminales, Tony. Creo que esa es la palabra que buscas.

Los dos se miran.

¿Verdad? No es algo aplicable a mí. Ni a Sam, ni a Wanda. Ni a tu hija —suelto un pequeño suspiro que me estremece el pecho, las manos temblorosas de Tony se cierran en puños y Clint señala con el dedo hacia donde me siento—. ¡Esa niña dos celdas más abajo de la mía es tuya! No es lo que ella, yo o Wanda queríamos. Pero aquí estamos.

Al hombre le toma un momento responder con un asentimiento simplista.

—Incumplísteis la ley.

El arquero se burla.

—Ya.

—Yo no os obligué.

—La, la, la, la, la —murmura Clint en un tono intransigente.

—La leísteis y la incumplísteis.

—La, la, la, la la...

—Ya eres mayorcito, tienes esposa e hijos —Tony lo mira y habla exactamente dónde le duele, tal como lo hizo Clint—. ¿Por qué no pensaste en ellos antes de elegir el bando equivocado?

Clint se levanta, apretando la mandíbula con furia. Tony le da una mirada persistente y rápidamente se aleja.

—No le deis la espalda a este tío —Clint golpea enojado sus puños contra el cristal—. ¡Quizá un día os la parta!

Tony casi se sobresalta ante la explosión que resuena y mira bruscamente a su amigo, pero continúa caminando. Aprieto los dientes. Ya puedo decir cuánto le han dolido las palabras de Clint. Siempre podría.

Scott frunce el ceño con disgusto.

—Hank Pym decía que nunca te puedes fiar de un Stark.

Tony ladea un poco la cabeza y mira al hombre con los ojos entrecerrados.

—¿Quién eres tú?

El tipo se desanima un poco.

—Venga ya, tío.

Oigo que los pies de Tony se detienen frente a mi celda e, incluso cuando lo veo por el rabillo del ojo, no puedo obligarme a mirarlo. Aún no. Dios, no puedo soportar mirarlo después de todo lo que nos hemos dicho. Dijo que me odiaba y yo que deseaba que el agujero de gusano lo hubiera matado. ¿Cómo puedo volver a mirarlo después de eso? ¿Cómo puedo sin sentir enojo y culpa?

—¿Cómo está Rhodey? —escupo las palabras, necesitando saber la respuesta a pesar de lo que mi padre y yo sentimos en este momento.

Mis dedos se aprietan y aflojan, luchando contra la sensación de asco en la boca del estómago. El recuerdo de Rhodey cayendo del cielo nunca me dejará. Cada vez que cierro los ojos, veo cómo su cuerpo se retuerce y gira antes de golpear la tierra. Es extraño. De repente, recuerdo la vez que él y yo fuimos a esquiar en el agua y mis esquís se engancharon, haciéndome voltear locamente. Sin dudarlo un segundo, se lanzó y me salvó. Sacudo la cabeza y reajusto mi incómoda posición en el suelo.

Hay una breve pausa en la que él respira hondo.

—Mañana le llevan al Columbia Medical. Así que... crucemos los dedos —asiento levemente él me mira por un momento; sus ojos se vuelven tenues y doloridos—. ¿Necesitas algo? ¿Te han dado de comer?

No sé qué me pasa, pero de repente digo cosas que sé que lamentaré.

—¿Qué pasa? —sonrío burlonamente al mirarlo—. ¿Ya te preocupas por mí?

Mi sonrisa se desvanece un poco mientras miro su rostro.

Tiene un moretón oscuro debajo del ojo y se ve completamente exhausto y con mucho dolor. Las arrugas en su rostro que inspiraron el mío se ven más definidas de lo que puedo recordar. Y como lo veo ahora, siento más que nunca lo mucho que quiero volver a casa. Solo quiero que me bese la frente y me diga que todo va a estar bien. Pero no hay posibilidad. Esa vida ha terminado. El y que yo nos hemos ido, y me da náuseas.

Tony aprieta los dientes, sacudiendo ligeramente la cabeza mientras estudia mi rostro parcialmente cubierto por el cabello húmedo y fibroso.

—Nunca dejé de preocuparme por ti, Lisa.

—¿En serio? —me burlo, bajando la mirada hacia el suelo para no tener que ver más su expresión rota—. Perdóname por tardar un rato en creerte.

—¿Qué? ¿Debo creer que piensas que soy igual a Janice o Howard?

Sacudo la cabeza, dejando escapar un suspiro.

—Crees lo que quieres, Tony. Siempre lo haces.

—Todo lo que creo es que soy el tipo que quiere saber dónde está Steve.

—¿Asumes que lo sé? —pongo los ojos en blanco.

Él se encoge de hombros rígidamente e intenta ser casual.

—Los dejaste ir. Supongo que estuviste en el plan todo el tiempo.

—Mmhm. Lo estaba —me río de nuevo, con una sonrisa sarcástica y amarga que aprendí de él—. Sí. Completamente.

La mano de Tony se aprieta en un puño contra el cristal mientras Sam entra en mi línea de visión, de pie al borde de su celda y mirando desde su ventana hacia la mía.

Con esa misma sonrisa sarcástica, continúo:

—Sabía desde el principio que los Barnes se escondían en Rumanía, que se planeaba hacer estallar una bomba en la ONU y matar al padre de T. Sabía que iba a escapar de la sede de la Fuerza Conjunto y nosotros pelearíamos en Leipzig como un montón de idiotas. Lo sabía todo —mi voz hace eco a nuestro alrededor, rebotando en las ventanas de vidrio de las celdas y las paredes de metal.

Sam y yo nos miramos a los ojos y sus cejas, que solían pintarse con preocupación, se levantan lentamente, como si lo entendiera.

—Pero no lo que iba a pasar después —las palabras terminan de salir de mis dientes apretados antes de poner los ojos en blanco y caer de nuevo en la pared—. Y no sé a dónde van.

Veo que los músculos de la mandíbula de Tony se tensan, luego mira a Sam.

—¿Y tú? ¿Sabes algo?

Sam se burla y niega.

—Ya te digo yo que vas a tener que putearme para sacarme información.

—¡Oh! —Tony de repente levanta un dedo—. He anulado el audio de su audiovisual Tenemos treinta segundos hasta que vean que no ha fallado su equipo —mis cejas se alzan y me inclino hacia delante para mirar las cámaras de seguridad—. Mira —Tony muestra una imagen holográfica de un hombre ensangrentado desde su teléfono, yo lucho por caminar hacia la ventana para ver mejor—. Este de aquí es el tío que tenía que haber interrogar a Barnes.

Siento que toda la sangre baja de mi cara y mis rodillas se sienten débiles.

No hay duda de que cometí un error —Tony habla despacio y con cuidado—. Sam. Me equivoqué.

—Esto es nuevo —responde Sam con una expresión plana e implacable.

Mis labios se separan en shock y mis ojos buscan en el suelo, como si tuviera las respuestas del mundo para mí. ¿Estaba planeado? ¿Barnes nunca fijó los objetivos? Él no fue quien mató a T'Chaka y eso significa que... Oh, Dios, que todo este tiempo, todo lo que Ross me ha obligado a hacer, ha sido para nada. Y mi razón, mi pobre y pequeña razón, no fue una de lo que hice en absoluto. Mis manos se aprietan en puños y me obligo a evitar patear algo. Dejo caer la frente al cristal con incredulidad agravada.

—Está claro que el Capitán se ha pasado de la raya, pero va a necesitar ayuda.

Mis ojos se abren de nuevo y miro a Tony con una expresión dura, tratando de averiguar cuál es exactamente su plan.

—Tú y yo no nos conocemos mucho. No tienes que...

—De acuerdo —Tony se inclina más cerca y Sam suspira con inquietud, dudando en sus palabras—. Te lo voy a decir... pero tendrás que ir solo y como amigo.

Tony se encoge ligeramente de hombros.

—Hecho.

Mi pulgar crea un ritmo contra mi hombro mientras escucho a Sam decirle a Tony que están en Siberia. Aparentemente, allí fue donde los Barnes estuvieron retenidos en los 90 y los 2000. Hay una instalación con otro equipo de Soldados de Invierno, tal como Steve decía en el aeropuerto antes de que todos comenzáramos a pelear. Dios, ¿por qué no terminamos de una vez? ¿Por qué no nos dimos cuenta? Tony finalmente asiente de nuevo y apenas me mira antes de darse la vuelta y caminar hacia la gran puerta de metal.

Mi corazón una vez más salta a mi garganta.

—¡Espera, espera, detente! No nos dejes aquí, Tony —todo lo que veo es su espalda cubierta de cuero en retirada—. ¡Tony!

Él detiene su caminata para volverse con indiferencia y mirarme de reojo.

—¿Qué?

—Vas a necesitar respaldo —mi mandíbula se contrae y doy un asentimiento sabio, mis ojos parpadean—. Créeme. Lo sé mejor que nadie —los de él se entrecierran aún más confundidos—. Sácanos de aquí. Nosotros... yo puedo ayudarte.

Lanza su dedo hacia mí y puedo ver sus ojos dirigirse a las cámaras de seguridad, lo que significa que el audio está de vuelta.

—No haré nada por ti, pequeña.

Sonrío amargamente.

—Oh, sé que no harás nada por mí. Hazlo por ti mismo. Me necesitas.

Él imita mi sonrisa y ya veo exactamente de dónde la saqué.

—Eres lo último que necesito, cariño.

Mis ojos se entrecierran cuando él se gira una vez más, de repente vuelvo a gritar cosas que sé que no debería.

—¡Eh! ¿Qué hay de Pepper? ¿Qué le vas a decir cuando pregunte por mí? —su cuerpo se detiene rígidamente y veo sus manos apretarse a los costados—. ¿Vas a decirle que dejaste que su hija fuera a prisión?

Sus manos comienzan a temblar por la fuerza y, mientras se da la vuelta y avanza hacia el cristal, puedo ver que ya no está actuando para las cámaras o Ross. Somos él y yo. No me retiro No retrocedo incluso cuando veo a los hombres en las otras celdas mirándonos aún conmocionados.

Los ojos de Tony se clavan en los míos mientras dice bruscamente:

—¡No le voy a decir nada a Pepper! ¿Sabes por qué no? Porque no quiero lastimarla por ti. No quiero lastimarla al decirle que estás aquí. Lo estás porque elegiste el bando equivocado.

—¿Bando? ¿Cómo podéis hablar todos de bandos? ¡¿Me tomáis el pelo?! —mis labios se burlan y sacudo la cabeza—. ¡Estoy aquí porque no hice lo que Ross quería que hiciera! —mi voz se convierte en un grito cuando lanzo una mano hacia las cámaras—. La razón por la que estoy aquí es porque no me convertí en una asesina...

Su voz se eleva para gritar sobre la mía.

—¡Estás aquí y tienes que pagar el precio ahora, Lisa, y es culpa tuya!

—¿Quién me puso aquí, Tony? ¡¿Quién?!

—¡Lo sabes! —se queda a centímetros del cristal—. ¡Sabes perfectamente quién fue!

Y aunque sé que nunca las volverá a decir, y aunque no las diga ahora, ambos podemos escuchar sus palabras de nuevo, en medio de este océano furioso y debajo de capas, barras y cadenas de metal.

Te odio.

No hay cura. No hay recuperación. No hay disculpa. Nada puede arreglar lo que se ha dicho. Y de repente quiero que lo sienta, que lo entienda. Que vea lo que Ross tenía sobre mí. Que sepa lo que me he guardado durante demasiado tiempo. Por qué tuve que hacerlo. Y, Dios me perdone, quiero que duela.

Mi cabello se aferra a la cara y mis palabras salen ásperas y groseras.

—No importa lo que creas, Tony, nunca quise perderte.

Mi corazón y sangre laten con fuerza en mis oídos y no hay forma de detener la verdad.

—Pero esto es lo que quiero. ¿Dices que tengo que pagar el precio? Bueno, Tony, quiero que recuerdes el precio que has pagado.

Sus ojos penetran oscuramente en los míos, estudiando mi rostro, observando esta última vista de su hija antes de que se rompa por completo lo último que nos une.

Y no me detengo, después de todos estos años, me he visto obligada a aprender que los Stark nunca paran.

—Has pagado el precio de perder a los dos últimos miembros de tu estúpido y perfecto legado Stark.

Él lanza su cabeza hacia atrás violentamente, estudiándome con los ojos muy abiertos y confundidos.

—Todos tuvimos que hacer todo lo posible. Scott tiene dos hijas. Clint una esposa y tres hijos. Wanda un novio. Sam su hermano y su hermana...

Los ojos de Tony siguen observándome y digo la verdad, finalmente digo la verdad...

—Y yo tengo que cuidar al mío ahora.

Hay lágrimas en sus ojos mientras susurra en una horrible mezcla de ira, conmoción y enfermedad:

¿Qué?

—¿Querías saber lo que Ross tenía sobre mí? ¿Querías saber por qué hice lo que hice, por qué haría todo lo que pudiera? Esa noche, esa horrible noche, cuando te conté sobre mi hermano, todo cambió —sus ojos parpadean con el recuerdo y las lágrimas en ambos ojos se vuelven más gruesas cuando digo lo que solía ser mi mundo—. Estoy embarazada.

El mundo parece desacelerarse y mi propia sangre bombea en mis oídos, ahogando el sonido de cualquier otra cosa.

Aún así, Tony no responde. Simplemente retrocede un poco, respirando hondo.

—Déjame salir —Lo miro a los ojos, mi voz se vuelve cuidadosa y medida—. Déjame salir y ayudarte.

Tony me estudia unos segundos más, parpadeando. El mundo todavía parece lento e irreal, pero no puedo recuperar nada. Ni las palabras. No la verdad. Eso es lo que he aprendido. Todo cambia y no hay rebobinado. No hay vuelta atrás en el tiempo. Cuando destruyes todo, tienes que enfrentar las consecuencias. Yo tengo que enfrentarlas.

De repente traga saliva y asiente rápidamente hacia sus zapatos,

—Y yo que pensaba que eras mejor que yo.

Lo miro sin decir nada.

Se aclara la garganta, sacudiendo la cabeza.

—No... te quedas aquí.

Mi padre se da vuelta.

Le grito, sabiendo que no importa lo que diga, no hará una pequeña diferencia.

—¡Si te vas, no quedará nada! Si te vas, Tony... este será el final.

Y mi padre sigue caminando, me ha dado la espalda y no está dispuesto a mirar hacia atrás.

Las puertas metálicas se cierran y queda el silencio. Mi corazón se desacelera en mi pecho y me siento enferma cuando me giro hacia la pared y me deslizo temblorosamente hacia abajo. Los minutos pasan. Tal vez horas. Quizás días. Se siente como un infinito antes de que todo se apague. El zumbido de la prisión se calla y las luces se oscurecen. Solo las de emergencia brillan desde nuestras celdas, al igual que una luz verde en el centro. Y luego la puerta de mi celda se abre y las cadenas de metal alrededor de mi cuello y mi pecho caen en mi regazo.

Me siento en el lugar por un largo segundo, luciendo en shock antes de saltar. La precaución ata mis pasos mientras me muevohacia la puerta de la celda ahora abierta, saliendo a la intemperie. Sam, Scott y Clint están contra las ventanas y me observan con los ojos muy abiertos. De pie en medio del círculo, miro fijamente la gran puerta de metal, dejo escapar un pequeño resoplido y sacudo la cabeza.

Increíble.

Dieciocho años y todavía me sorprende.

Trago y respiro rápido, giro y apunto con un propulsor a la puerta de Clint.

—Retrocede por un minuto, ¿de acuerdo?

—¡¿Qué vas a hacer?! —el arquero levanta sus manos y me frunce el ceño.

—Pues sacarte, ¿qué más haría si no?

Clint pone los ojos en blanco y sacude la cabeza.

—No tienes tiempo. Tienes que irte.

—Whoa, whoa, ¿no vamos a dejar que ella nos saque? —Scott nos mira a todos con los ojos muy abiertos.

Sacudo firmemente mi propia cabeza y me acerco.

—Clint. No haremos esto. Quiero proteger a mi familia y quiero justicia, pero no así.

—Tienes razón. No lo haremos —Sam habla ahora—. Stark está dando suficiente tiempo para que solo una persona salga, y esa eres tú. ¿Quieres justicia? Debes recordar para quién es la justicia —frunce el ceño y ladea la cabeza hacia mí—, si para ti o para Barnes.

Mis ojos son duros contra los suyos hasta que me giro y sacudo la cabeza.

—No, nada de esto está bien. No os dejaré aquí. No me iré sin Wanda.

—Ella querría que los detuvieras, ¿verdad?

Discuto por un momento más, apretando los dientes y gruñendo de frustración.

—¡Vais a salir de aquí! ¡Lo prometo!

—Vet, Lees —Clint asiente con la barbilla hacia la salida antes de que sus ojos se pongan tristes—. Por tu hijo —los míos se cierran brevemente y niego al hombre—. Vete.

Retrocedo y corro hacia la salida, sabiendo que solo tengo unos minutos antes de que las paredes vuelvan a cerrarse. Tiro hacia abajo en de la palanca de emergencia y la puerta se levanta lo suficiente como para que me deslice por debajo. Y antes de ponerme de pie, antes de enfrentar la guerra que sé que me espera, mis ojos se llenan de tristeza cuando me giro para ver a los que dejo atrás.

Y susurro las palabras a más de una persona:

Lo siento.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro