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POR EL resto del día no contó con la presencia de Namor. La hora de la comida le resultó inservible sin tenerle enfrente hablándole de lo que había mandado preparar para ella, no hubo tampoco quien le acompañara a la tienda rumbo al momento de dormir.








Quizá era por eso que tras pasar un buen rato observando el techo de hierba seca encima suyo, empezó a darle rienda suelta a sus pensamientos. El vestido que usaba era hasta las rodillas de un tono beige amarillento, cómodo para dormir y a su medida.








Divagaba sobre lo que podría estar pasando afuera; ¿sus padres ya habrían recibido la noticia de que desapareció? ¿estarían preocupados o sería un alivio? ¿qué se habría inventado Luis para justificar su ausencia? Estuvo tan ocupada conviviendo —y pensando— en Namor que no pasó por su cabeza nada de lo anterior lo cual era muy raro considerando que se preocupaba por todo.








Namor. El hombre que le había salvado y pese a no deberle nada más, decidió mantenerla a salvo. Darle un lugar cómodo para dormir —su lugar—, ropa que usar y desde luego, su tiempo. En apenas tres días había memorizado sin darse cuenta sus atractivas facciones y acento marcado. Entonces, como si su idea se hubiese materializado, apareció bajo el marco de la puerta con su cabello oscuro y brillantes joyas decorando su cuello.








—No pensé encontrarte despierta—habló tranquilamente—¿sucede algo?








—Es sólo que—decidió levantarse para sentarse en la hamaca—me es muy difícil controlar lo que siento cuando te veo. Y la última conversación que tuvimos lo empeoró.








Él sonrió bajando la mirada por unos segundos.








—Es raro ¿no?








—Demasiado.








—Sería egoísta pedirte que te quedes para entender lo que hay entre ambos. Estar aquí no es vida para alguien como tú.









—Como yo—repitió.








—Poli, me encantaría pasar las estaciones a tu lado, aprendiendo uno del otro y disfrutando de nuestra compañía—dio otro paso adentrándose en el pequeño espacio—pero somos de mundos diferentes...mi gente, todo aquí, está escondido por una razón.








Con paso tranquilo comenzó a cruzar con intención de llegar enfrente suyo, haciéndole levantar la cabeza un poco para poder verle a los ojos. Usaba una tela blanca y negra que colgaba de su hombro y cubría su pecho casi del todo.









—Hace mucho tiempo, más de lo que puedes imaginar, el pueblo de mi madre que habitaba en las costas, sufría. Cuando los dioses respondieron sus plegarias lo hicieron con algo tan especial que cambió por completo la manera en que vivían. Tuvieron que migrar y la única alternativa fue el mar.








—Ósea que...









—Si. La única forma de entrar a Talokan es por allí—señaló detrás suyo, a la laguna con iluminación azulada—yo fui el primero en nacer bajo este nuevo...régimen. También soy el único mediador entre ambos mundos. Como puedes haber notado, soy diferente a los demás por aquí. Mi piel no es azul y no dependo de algo para poder caminar fuera del agua. Soy un mutante. Su protector. Eres la primera persona de arriba en estar aquí. En saberlo.









Ahora entendía todo el misterio a su alrededor. No era lo que imaginaba pero de alguna manera tenía sentido. Se puso de pie sin perder el contacto visual.









—Ya que lo sabes, ¿quieres volver arriba?—preguntó bajando un poco la voz. Como si hubiese dicho aquello en contra de su voluntad.









—¿Quieres que lo haga?








—No.








Poli llevó su mirada a la tela, tocándola al mismo tiempo y sintiendo lo suave que era. Poco a poco su tacto subía hasta tocar las cuencas de los tantos collares que llevaba encima: doradas, turquesa y blancas. Namor permanecía quieto, incluso cuando llegó a su mejilla.









Nunca había sido tocado de esa manera. Se sentía tan íntimo, cálido y lleno de ternura. Era parecido lo que Poli pensaba en ese momento pues nadie había logrado hacerle estar en ese tipo de ambiente.









Lo cual hizo totalmente natural a la siguiente acción en donde él descansó su mano en la cintura de Poli cubierta por aquella suave tela y de una vez por todas acercó su rostro al suyo hasta conectar sus labios. Descubriendo en el acto lo que su interior había tratado de expresar en las conversaciones anteriores.

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