Parte 44

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- Un momento, señor Grey.

La chica morena detrás del mostrador de la recepción en el Fairmont Olympic gira su cabeza para apartar un corto mechón de su frente.

Pero eso no es lo que me molesta, sino su incapacidad para dejar de batir las pestañas de forma coqueta hacia Christian.

Él se remueve incómodo pero pasa su brazo por mis hombros para atraerme a su pecho. Besa mi cabeza cuando me recargo en él y me aferro a su cintura con posesividad.

- Aquí tiene, Señor Grey - sonríe cuando le entrega la llave - ¿algo más que pueda hacer por usted?

Christian niega con la cabeza, pero voltea hacia mí y levanto la vista para verlo, ignorando la mirada curiosa de la molestia chica.

- Nena, ¿quieres algo de beber? ¿Algo del restaurante?

- Tal vez... después... - balbuceo sonrojándome de nuevo.

Carraspeo un poco mientras señalo con la cabeza hacia el interior del hotel. Ojos grises sonríe y vuelve a abrazarme.

- ¿Tienen servicio a la habitación?

- Las 24 horas, señor Grey - dice en un tonito que no me gusta.

Christian pone una sonrisa forzada y nos lleva hasta el ascensor. Presiona el botón del último piso, donde está la suite y subimos en silencio.

Cuando entramos, me quedo parada en medio de la sala, sorprendida. Este lugar parece un departamento: tiene sala, comedor, una pequeña cocina y la habitación principal.

- ¿Quieres algo? Voy a pedir Champagne.

La hago una seña con la mano mientras camino hasta la habitación. La gran cama es la pieza central, con un edredón blanco y suave, que me provoca querer lanzarme de bruces sobre ella. Curioseo en el baño y la gran tina, donde caben perfectamente dos personas.

Regreso a la sala para ver cómo Christian recibe del camarero una botella metida dentro de una cubeta de hielo y dos copas. Sirve ambas y extiende su brazo para entregarme una.

- Salud, por tu cumpleaños y muchos más que festejaremos juntos.

Levanto la copa hacia él y doy un sorbo al champagne. De pronto me siento nerviosa por lo que va a pasar y levanto la copa de nuevo hasta beber todo el contenido.

- ¿Nerviosa? - se ríe Christian.

- Un poco. Yo... Nunca he... - presiono mis labios y ladeo mi cabeza incapaz de continuar la oración.

Mi novio baja la copa y me mira intensamente, luego me mira con los ojos entrecerrados.

- ¿Tú y Kavanagh...?

- ¡No! - chillo - Yo aún soy... Virgen.

- Gracias al cielo - exhala ruidosamente.

Abro la boca para preguntar, pero me detengo y la cierro de nuevo. Sé la respuesta. Elena Lincoln no parece ser el tipo de chica que quiere llegar virgen al matrimonio, y eso se siente como un golpe en el estómago.

- Supongo entonces que no tienes un método anticonceptivo - su voz me saca de mis pensamientos.

- No, no lo tengo aún.

- Entonces tengo que hacer una llamada rápida.

Christian camina de nuevo hacia la sala, donde dejó su saco y el móvil. Yo tomo de nuevo la copa con el champagne y camino hasta la ventana para observar los altos edificios de Seattle. Su intensa mirada me hace girar de nuevo hacia él, pero la ligera presión en el pecho ha mermado mi buen humor.

- Ana, ¿qué ocurre? - Christian se acerca y toma mi mano para llevarme hasta el sofá - ¿Ya no quieres hacer ésto?

- No es eso, solo me pregunto... - balbuceo buscando las palabras adecuadas - Si esto será tan especial para ti como lo es para mí.

- Hey, ven aquí - toma mi rostro con sus manos para hacerme mirarlo - Esto será especial porque seremos tu y yo. Si deseas hacerlo ahora, el próximo mes, dentro de un año o esperar hasta la noche de bodas. Será especial porque por fin somos tu y yo.

- Christian - chillo tratando de contener las lágrimas - ¿Nuestra noche de bodas? Falta mucho para eso.

Él resopla divertido y luego sus labios se estiran en una sonrisa encantadora.

- Lo sé, pero puedo esperar si eso implica verte en un precioso vestido blanco.

- Aww, eso es dulce.

Ahora yo lo sujeto por los brazos para besarlo suavemente, estoy segura que quiero esto, con él. Ahora.

- ¿Quieres otra copa?

- Si, por favor.

El chico de ojos grises camina hasta la cocina donde dejó la botella, pero el sonido de la puerta siendo golpeada nos hace girar. Me pongo de pie para ir a abrir.

- ¿El servicio a la habitación incluye condones? - me río.

Pero tan pronto como veo a la persona parada en el pasillo, su expresión fría y sus lentes oscuros a pesar de estar en el interior de un edificio me pone los pelos de punta.

- ¡Ahhh! - grito y cierro la puerta de golpe - ¡Está aquí! ¡Él sabe que estoy aquí! ¡¿Cómo lo supo?!

- Ana, ¿quién es? ¿Quién sabe que estás aquí?

- ¡El robot! ¡El chofer de Isaac! El sabe que estoy aquí y vino por mi.

Christian suelta una carcajada divertida mientras camina hasta la puerta y la abre. El hombre sigue ahí, no se ha movido ni un centímetro.

- Señor Grey - dice serio y le entrega una bolsa de papel - Señorita Steele.

Mi cara es de total confusión porque estoy segura ahora, que de saber que estoy aquí mi hermano y José abrían derribado la puerta.

- Ana, ya conoces a Jason Taylor - Christian sonríe - ahora trabaja para mí.

- ¿En serio? - balbuceo sorprendida - ¡Eres un idiota! ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¡Casi me da un infarto!

- Pensé que lo habrías notado, que ya no trabaja para tu hermano - luego voltea hacia él - Gracias Taylor, puedes retirarte.

- Entonces no vino por mi - exhalo aliviada.

- No, solo trajo los condones.

- ¡¿Qué?! - vuelvo a chillar - ¡No podré volver a verlo a la cara!

- ¿Quieres dejar de preocuparte? Él no va a decir nada a nadie pero, ¿prefieres que nos vayamos?

- No, solo dame esa copa.

- Y no más, no quiero que tu primer recuerdo sea una nube borrosa de alcohol.

-He bebido antes - digo nerviosa.

Christian camina hacia mí y apresuro a beber todo el contenido de la copa. La toma de mis manos y la pone en la mesita cercana antes de entrelazar nuestros dedos para llevarnos a la habitación.

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