Parte 45

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Mi corazón está tan agitado que lo escucho retumbar dentro de mi cabeza. Sé que estoy sonrojada, pero no hay mucho que pueda hacer al respecto ahora.

Christian se toma su tiempo desabotonando mi blusa en absoluto silencio. La desliza por mis hombros dejándome solamente en sostén y sus manos descienden hasta mi pantalón, pero lo detengo.

Me mira confundido, pero me apresuro a sonreírle mientras mis manos viajan a su camisa.

— Déjame hacerlo.

Vuelve a sonreír cuando mis manos nerviosas desabrochan uno a uno el camino de botones, pero de pronto siento que él contiene el aliento.

Mis manos suben a sus hombros para deslizar la camisa, pero a medida que lo hago, veo que pequeñas cicatrices redondas marcan su piel y no me atrevo a preguntar, no ahora.

Termino de sacarla para lanzarla junto a mi blusa y voy ahora hacia el cinturón. ¡Qué difícil es hacerlo para otra persona! Pero puedo verme a mí misma haciendo esto todos los días por el resto de mi vida.

— ¿Te ayudo?

Christian sonríe elevando una de las comisuras de su boca, con ese aspecto sexy que me encanta. Después del cinturón, el botón y el cierre, puedo empujar sus pantalones hasta el suelo.

Se acerca para darme un beso corto y yo echo la cabeza hacia atrás, sintiendo sus manos por los costados de mi cuerpo, pero no vuelve a besarme.

Se arrodilla frente a mi y puedo percibir su cálido aliento en mi vientre a medida que desabrocha y retira mis jeans.

Dios, estoy tan nerviosa que lo único que puedo hacer es mirar sus ojos grises brillantes y pasar mis manos por su suave cabello para alborotarlo.

— Eres preciosa – susurra en mi oído cuando se pone de pie.

Toma mi mano para llevarme hasta la cama, pero antes de que me acueste  aparta el edredón blanco y lanza las almohadas al piso.

— Es tu última oportunidad para cambiar de opinión – dice con una sonrisa.

— ¿Y lo dices justo ahora? Que estoy casi desnuda y viéndote en calzoncillos.

— Solo quería estar seguro.

Fingiendo sentirme ofendida, paso por su lado y me siento en medio de la cama. Christian se arrodilla frente a mi y sin darme tiempo de reaccionar, sujeta mi rostro con sus manos para besarme.

Primero suave, lento, besos dulces que me hacen suspirar sobre sus labios. Besa la comisura de mi boca, mi mandíbula y deja un camino de besos hasta mi cuello.

Me empuja sobre mi espalda para seguir bajando hasta mi clavícula. Toca mis senos por encima de la tela antes de bajarla para exponer el botón sensible y arrancarme un gemido.

Siento de nuevo el rubor irradiar en mi rostro cuando su boca besa, chupa y muerde el pezón. Luego se mueve para repetir la acción con el otro.

Tira de ellos suavemente con los dientes antes de seguir su camino de besos por mi vientre, pero ya no resisto más. Quiero besarlo de nuevo.

Antes de que siga bajando, tomo su rostro con mis manos y lo jalo hacia mi. Sus pupilas están tan dilatadas que le dan un tono oscuro a sus ojos.

— Ven, quiero besarte – jadeo – quiero besarte hasta el cansancio.

Se arrastra de vuelta hasta quedar junto a mi, apoyado en su costado derecho y me deja besarlo. Sus dedos recorren de nuevo mi vientre, pero se escabullen por dentro de mi ropa interior.

Un gemido sale de mi boca cuando sus dedos presionan el área más sensible de mi cuerpo y el calor que antes se concentraba en mi cara ahora se esparce por mi cuerpo.

— ¿Te gusta?

Pregunta con la voz ronca entre los besos que aún le doy. No puedo más que gemir en respuesta, abriendo más mis piernas para darle permiso para continuar.

Y de verdad intento concentrarme en los besos, en las caricias de su hábil lengua y las leves mordidas a mi labio inferior. Pero la presión que ejerce firme y constante en ese punto entre mis piernas me hace estremecer.

— Casi estás lista.

— ¿Lista? ¿Para...? ¿Ya?

Se endereza de la cama y la rodea para bajar de un tirón mi ropa interior. Cuando se incorpora, apoya sus dedos en el elástico de su boxer y lo baja lentamente.

— ¿Impresionada?

Dice con una risita pero mi vista sigue aún clavada en su miembro. Bueno, no soy tan inocente, he visto porno antes, solo que no es lo mismo verlo en vivo y a todo color.

— Qué arrogante, señor Grey.

Consigo decirle cuando por fin mi cerebro y mi boca conectan. Observo atenta cómo rasga el empaque metálico del preservativo y lo desliza sobre su erección.

Un gemido involuntario se me escapa cuando se pone se rodillas y viene hacia mi. Se coloca encima, apoyado en sus antebrazos y me besa de nuevo.

— Christian – él se detiene para mirarme – te amo.

— Yo también te amo, Ana.

Es entonces que abro mis piernas para que él entre en mi con mucho cuidado. Y sé que lo hace asi para no lastimarme porque no deja de mirarme.

Una extraña sensación me recorre el cuerpo cuando ha entrado completamente. Mis piernas se aferran a su cintura y mis manos acarician sus brazos, mientras permanecemos inmóviles.

— ¿Estás bien?

— Claro que si.

Él asiente levemente, pero veo de nuevo ese tono oscuro de excitación en sus ojos que me dice que está disfrutándo tanto como yo.

Comienza a balancear su cadera hacia mí y cierro los ojos tratando de absorber cada una de las sensaciones que me produce su cuerpo sobre el mío. De nuevo vuelvo a gemir pero ya no me importa.

— Mírame – dice con la voz jadeante – me gusta ver el brillo en tus ojos cuando te hago el amor.

Y aunque quiero responderle, otro gemido escapa de mi garganta mientras siento que algo poderoso se acumula en mi interior.

Me aferro a él con más fuerza, mis piernas lo empujan hacia mi y mis uñas se clavan en sus brazos a medida que la liberación se acerca. Su respiración entrecortada sobre mi oído no hace más que añadir leña al fuego.

Mi gemido se mezcla con balbuceos incoherentes mientras siento mi cuerpo tensarse y estremecerse con satisfacción. Su respiración entrecortada y los gruñidos que escapan de su garganta me indican que él también está por llegar al clímax.

Cuando aumenta la fuerza y la velocidad de sus embestidas, una pequeña arruga se forma entre sus cejas por el esfuerzo físico que mi chico hace.

Otro gruñido y sus movimientos bajan de intensidad. Sus ojos se cierran por un momento, pero cuando los abre el brillo sigue ahí. Sigue embistiendo lentamente hasta que se desploma en mi pecho, sin dejar caer su peso completamente.

— ¿Todo bien? – Pregunto con un tono de diversión.

— Yo debería preguntarte eso – se queja.

— Estoy bien, Christian. No es cierto que se puede morir de felicidad.

Levanta su cabeza para mirarme y una gran sonrisa se estira en sus labios. Muerde uno de mis pezones antes de dejarse caer a mi lado.

Mierda – susurra – ahora necesito con urgencia un departamento.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro