Cuarta parte.

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Se alejó apenas pudo. Quería correr con ella, pero sabía que solo la pondría en más riesgo. Subió a su habitación y se encerró allí. No sabía qué hacer ni cómo hacer para que todo acabara ya, de una vez. ¿Podría realmente hacer algo? No. No podía, sin ponerla en riesgo a ella, a él o a su familia: era imposible. Sabía que de alguna manera, Voldemort lograría encontrar la manera para acabar con su vida. Una vida sin ella- repitió en su cabeza. Las lágrimas volvieron a inundar su paladar de un sabor salado. Una vida sin ella sería la misma tétrica vida que llevaba viviendo sin sentido alguno desde que nació.

Las doce de la noche llegaron como volando. Se apresuró a subir hasta el tercer piso, donde estaba prisionera la chica que le robaba los pensamientos con solo imaginarse su sonrisa.

-¿____?- la pequeña Hufflepuff levantó su cabeza del suelo, llena de sangre, dedicándole al rubio una sonrisa débil-¡_____!- corrió. Apuntó su varita hacia ella y balbuceó un hechizo para que dejara de sangrar... ¿La habían vuelto a torturar?-¿QUÉ PASÓ?

-Eh... no recuerdo bien. Fue Bellatrix, estoy segura. Tiene una fijación conmigo, o algo así...-volvió a sonreír, débil, cada vez más débil. Estaba pálida y con unas ojeras que se confundían con la oscuridad de la celda. El rostro del rubio se desencajó al ver a la pequeña así. -No te pongas así, por favor, ¿tan mal me veo? ¿Estoy muy fea para ti?

Le pareció increíble que a pesar de estar muriéndose, ella aun esté pensando en verse bonita para él. La cogió de las mejillas y la atrajo hacia él. La miró sin parpadear ni un segundo: podía sentir cómo le aceleraba el corazón sus tremendos ojos color avellana. Rozó el labio inferior de ella, roto y cubierto por un poco de sangre, sin dejar de mirarla a los ojos. ¡JODER! Era hermosa. Ella sonrió y terminó de una vez por todas con la jodida distancia que los separaba.

-Me vas a volver loco, mujer- dijo el rubio, sonriendo entre besos. Ella rio despacio, sin dejar de besarlo ni un segundo.-Princesa...- paró de golpe. Se asustó un poco, la pelinegra, así que lo miró con los ojos bastante abiertos para escuchar sus palabras, que parecían preocuparlo un poco a él- Te quieren matar, bebé. No te quieren con vida para mañana. Y e han pedido matar a Dumbledore...-lo dijo todo tan rápido que ella a penas lo creyó.

-¡NO PUEDES MATAR A DUMBLEDORE!- gritó. Había comprendido que su vida no duraría más de un mes allí adentro, así que no le importaba de todos modos. Pero, ¿matar a Dumbledore?

-No quiero hacerlo, princesa. No quiero hacerlo, ni creo que sea capaz... Pero de eso hablaremos luego, ahora, tengo que llevarte a otro lado.-Lo dijo con tal seguridad que se sorprendió incluso él mismo. Lo había estado planeando desde hace unas horas. Sabía que le dolería a él más que a ella, pero era por su bien. De todas maneras, iría a buscarla en cuanto todo termine y el Señor Oscuro sea derrotado -muy a parte de todo su odio a Potter, quería que termine con la vida del imbécil que quería terminar con la vida de la única persona que podía encenderlo con solo mirarlo.

Y la tomó de la mano, sin si quiera dejarla quejarse por poner en riesgo de esa forma la vida de él y su familia.

La pequeña tejón se sintió mareada por un segundo, hasta que optó inteligentemente por cerrar los ojos y aferrarse más a él. Suspiró al oler su camisa... tan... a él...

De un segundo a otro, pudo oler la brisa del mar azotando su rostro. Sonrió inconscientemente y abrió los ojos.

-¿D-dónde estamos?- pronunció con dificultad

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